U n o

El juego de miradas estaba sobre la mesa, los brazos flexionados con el codo puesto sobre la superficie con al menos unas diez personas curiosas alrededor. Hay sonrisas que no se ven en los labios sino en los ojos y él tenía una de esas en ese justo momento a sabiendas de que estaba a punto de ganarme.

Yo podía ser un poco más alto pero en fuerza física, Gabriel llevaba un par de puntos de más. A veces. Además de que usaba mis sentimientos hacia él en mi contra para debilitarme y pues... casi siempre funcionaba. En mi defensa diré que también había ocasiones en que con una mirada lo convencía de algo. Eran contadas esas ocasiones pero bueno...

El golpe seco de mi brazo impactando contra la mesa al ser vencido fue el detonante para las exclamaciones de los curiosos. Tan pronto como el espectáculo acabó, cada persona se fue disolviendo en lo enorme del centro comercial. Solo habíamos ido a comer pero una típica conversación de nada nos llevó a la interrogante de quién era más fuerte y desencadenó la lucha de pulsos.

Tomamos las bandejas que habían sido puestas en una mesa aledaña mientras el reto se llevaba a cabo y las pusimos sobre nuestra mesa.

Gabriel me guiñó un ojo tras su vaso de gaseosa de limón y puso una papa en su boca, siguiendo con el almuerzo como si nada, con su sonrisa bien puesta e impertérrita a todo humor de mi parte. El peso de su mirada coqueta fue más fuerte y desvié la mía, tomando de mi vaso.

—Te lo dije —articuló en una tos mal disimulada.

—Eso no significa nada.

—Como quieras —añadió, aunque sin convicción en su voz; solo me llevaba la corriente.

—Solo estoy... fuera de forma y eso —seguí objetando, negándome totalmente a aceptar mi derrota en algo tan insulso como un pulso—. Por las vacaciones no estoy en óptimo estado físico.

—Tu estado físico no es el problema, en eso estás bien —dijo con tranquilidad. Bien, no negaré que sonreí ampliamente ante ese comentario y destensé un poco los hombros—. Solo acéptalo y ya: soy más fuerte que tú.

Resoplé por lo bajo y me refugié en la comida. Quedaba solamente una semana de vacaciones y eso significaba que solo quedaban siete días para estar siempre con Gabriel. El inicio de clases implicaba vernos solamente los fines de semana y ocasionalmente los demás días. Yo volvía al equipo de baloncesto, él también. Las tareas, los horarios... todo se complicaba y por eso pasábamos mucho rato juntos.

No pecaré de mentiroso diciendo que esa era la única razón de pasar mucho tiempo juntos. Está la más obvia, esa que me hacia inventar excusas a Joshua o a Diana cuando me llamaban o incluso a mi hermano solo para tener tiempo para el moreno que me robaba los minutos, los suspiros y de a poco, la vida. Esa razón que se resumía a mi cariño por él y a nuestra desbalanceada relación de más que amigos y menos que novios.

Jamás nuestras manos se enlazaban en público; jamás un beso o un abrazo extraño frente a los demás. Solo dos chicos caminando por ahí, como dos amigos, como dos hermanos. He de admitir que a pesar de lo horrible de la situación, me gustaba. En lo oculto de nuestra relación estaba lo mágico de un comienzo y la expectativa de lo que sería después.

Pasaba mucho tiempo en su casa y él en la mía. Su madre me quería, su hermana... también. Sin embargo, mi padre no lo conocía a él. Había evitado deliberadamente –con la aprobación de Gabriel– que conociera a Diego. Tenté la suerte y le conté a Gabriel del don de Diego y luego de charlar los pros y contras, optamos por no entablar una conversación los tres. Yo hacía un esfuerzo sobrenatural por pensar en otra cosa cuando estaba con mi hermano, sacaba a Gabriel lo más que podía de mis pensamientos aunque dejaba ese remordimiento en la mente.

Si Diego lo notó alguna vez, no lo dijo y así mantuvimos la relación. Solo cuando yo estaba completamente seguro de que Diego no iba a ir a mi casa, invitaba a Gabriel. Aunque ahora que mi hermano vivía solo, poco lo veía a él. Apenas y cuando lo visitaba o cuando él me llamaba ocasionalmente. También confesaré que invitaba a Gabriel más veces cuando sabía que papá no iba a estar tampoco. Esos momentos a solas eran los únicos en los que éramos una pareja.

Desde algo tan simple como pasar mi brazo por su hombro frente al televisor hasta el robo de uno o dos besos, eran cosas que debido a las circunstancias, solo podíamos disfrutar en privado.

Me encantaba besarlo, me encantaba tocar su cabello aunque era muy corto a comparación del mío, me encantaba deleitarme con la vista de su sonrisa luego de culminar el contacto de labios. Todo Gabriel me encantaba.

—¿Algún día dejará de ser malo? —preguntó en una ocasión, con algo de pesadumbre.

Estábamos sentados en el suelo de su habitación con la consola prendida. Pausamos para cambiar de juego y me besó; cuando puse mi cabeza en su hombro tomó mi mano y suspiró antes de decir aquello. A pesar de la felicidad que sentía a su lado siempre estaba esa mancha de culpa que la teñía, impidiendo que fuera completa.

—No lo sé —confesé—. ¿Qué piensas tú?

—Que no. No por ahora... y no sé cuánto se alargue ese «por ahora» —dijo. Levanté mi cabeza y dejé un beso en su mejilla. Otro y otro hasta que sonrió—. ¿No has pensado...?

—Dime —acoté al notar que no iba a decir más.

—Nada... solo... nada, Denny.

Creía conocerlo lo suficiente para saber cuándo algo estaba mal. Era como un presentimiento que se instalaba en mi pecho cada que algo le inquietaba. Me bastó mirarlo a los ojos para suponer la causa de su intranquilidad.

—Para mí es difícil también, ¿sabes? —comenté—. Sí he pensado que hubiera sido más fácil no haberme fijado en ti.

—¿Y ahora? A veces... es como que no siento que...

—Yo sí. Sí siento que lo vale —completé con algo de temor—. Tú lo vales.

Alcé nuestras manos enlazadas y besé en su dorso, con cariño, con devoción. Estaba muy, pero muy flechado por él y si él decidía irse, me dolería muchísimo aunque siempre sabía que esa era una opción.

—Tú lo vales —repitió mis palabras—. Está bien, entonces.

Bastó eso para volver al humor de siempre y atraerlo para besarlo. Cada segundo que sus labios se movían sobre los míos era el paraíso. Ninguna chica de las que había conocido besaba tan bien como Gabriel Sanders, era una combinación de pasión y fuerza con dulzura que me llenaba totalmente. Él tenía un gusto especial por morder mi labio inferior y yo por dejarlo y suspirar cuando lo hacía.

—Me gusta tanto que hagas eso —susurré en medio de aquel momento mientras mis manos jugaban con el cuello de su camisa.

—Sshhhh...

Atrapó mis labios de nuevo y por primera vez desde nuestra tarde de confesiones en la cancha de baloncesto, decidió decir algo muy importante:

—Te quiero, Denny.

La respuesta involuntaria de mi corazón fue suficiente para confirmar lo que ya sabía en alguna parte de mí: que lo empezaba a amar.

El primer día de clases lo inicié feliz con toda la energía y de cierto modo, era como un punto aparte porque ahora estaba sin Diego. Esa no era mi parte favorita pero tenía el pensamiento de que todo fue gracias a la predisposición divina porque si Diego siguiera a mi lado, no podría salir tanto con Gabriel. Su ausencia me dejaba tiempo libre, tiempo que aprovecharía con él.

Me bajé del autobús e hice caso omiso a la llovizna que nos cubría. La lluvia podía tomarse como indicio de algo malo, ¿no? No quería pensar eso. Quería evitarlo. Quería que este fuera un buen semestre y eso iba a pensar. Sí, eso iba pensar. El pensamiento mueve montañas. O la fe, quién sabe. Pero iba a ser optimista.

Del otro autobús, salió Joshua que me saludó con el abrazo fraternal de siempre. No lo veía como hacía dos semanas o menos y lo primero que noté fue su corte de cabello.

—¿Qué hay, Denny? ¿Listo para nuestro último año? —dijo. Parecía más emocionado que yo—. ¿Escuchaste eso? ¡ÚLTIMO AÑO!

Su grito llamó la atención y desató varias risas. También reí. Era cierto, era emocionante.

—Con esta lluvia es como mal presagio —bromeé.

A Joshua lo caracterizaba su alegría. Trataba de ver el vaso medio lleno aunque en su caso casi siempre estaba lleno. Al menos desde mi punto de vista, todo estaba ordenado en su vida. A veces lo envidiaba. Era otro que como Gabriel podía sonreír siempre, solo que no tan encantador. Saltó de lleno en un charco, chispeando a todos los que estaban alrededor. Un par de chicos de primer año arrugaron la frente aunque en general todos rieron.

—Nada es mal presagio, Keiller. Este es nuestro año, bro.

Quería pensar que lo era. Quizás sí lo era

Hola de nuevo, bellezas <3

¡Feliz año a todos! Este 2018 tiene mucho que contar de Denny y de Gabriel, ojalá nos acompañen en esta nueva parte de su historia <3

Como vieron, los capítulos iniciaron de nuevo desde "Uno" y serán más que la parte 01 de la historia; lo que sucede en esta parte 02 es lo que pasa simultáneamente en «Eternamente Cupido», donde Denny es co-protagonista 7u7

NO es necesario leer aquella para que sigas el hilo de esta.

Por otro lado, quizás más adelante (muuuy adelante) haya un capítulo narrado por Gabriel, ¿les gustaría?

Gracias por esperar la actualización, ayer intenté hacerla pero Wattpad estaba en sus días, so... 

Nos leemos pronto <3

Pd: ¿Qué les parece la nueva imagen del título?

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