S e i s

—¿Crees que eso del hombre en la luna es cierto? —preguntó.

Había descubierto que Gabriel y yo no teníamos nada de nada en común pero a la vez éramos afines. Éramos como agua salada y agua dulce: iguales pero diferentes y eso me gustaba. Salían temas de conversación y debates que no tenía con nadie; él tenía carácter al momento de defender su punto y a veces terminábamos enfurruñados porque sí.

Medité su pregunta. Mi respuesta era obvia.

—Claro que es cierto, fue un hecho histórico. Eso de «Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad». O algo así, sí es real.

Gabriel dio un puntapié a una lata que se nos atravesó en la calle. Salimos de su casa solo a caminar así que íbamos hacia adelante sin saber a dónde.

—¿Y entonces por qué crees que no ha vuelto a pasar? —dijo—. Si fuera cierto y con toda la mega tecnología avanzada que tenemos hoy en día, ¿por qué no han vuelto a ir?

—Pues porque...

Nada. No tenía argumento válido. Me considero una persona terca y Gabriel lograba hacer que dudara de algo en segundos, me dejaba sin argumentos y eso me inquietaba.

—Porque es falso —dijo, concluyendo el diminuto debate que siguió mi silencio. Lo miré y sonrió con esa satisfacción de haber ganado. Entorné los ojos—. Admítelo, no tiene sentido.

Era cierto, no tenía sentido; pero no lo iba a admitir.

Llegamos a un parque lleno de césped y vacío de personas, era un día feo, de solo ver hacia arriba se sabía que en cualquier momento llovería. No tardó en pasar, la lluvia empezó. Me levanté dispuesto a cobijarme en algún lado, él no se movió. Lo miré.

—¿Le tienes miedo al agua? —retó. Alcé mis cejas.

—¿Quién le tiene miedo al agua?

—No veo por qué debo irme.

—Nos puede caer un rayo.

—Eso sería un buen motivo —admitió—. Pero me arriesgaré.

No supe por qué, pero hice lo mismo y me senté de nuevo a su lado. Terminamos como recién salidos de una ducha a la que hubiéramos entrado con ropa, pero fue divertido.

Volvimos a su casa obteniendo la mirada desaprobatoria de su madre aunque sus ojos decían que no era la primera vez que su hijo hacía algo así. 

Pienso que hay algo más curioso que el hecho de si el viaje a la luna fue real o no: las reacciones humanas a las situaciones repentinas. Lo de Neil Armstrong –para bien o para mal– tenía fundamentos científicos y resultados reales del por qué pasó o no pasó; en cambio estaban las inestables reacciones humanas.
Ocurren por que sí y muchas veces no las entendemos; como cuando a Diego le dieron una bicicleta de navidad y a mí una pista de carros, yo pedí la pista pero me dio envidia de esa bicicleta; es decir, estaba feliz con mi regalo pero quería también el suyo. ¿Por qué me dio envidia? ¿Por qué deseaba lo que él tenía? En mi opinión, eso no tenía sentido alguno. Sucede igual con los celos, la ira, el cariño, el gusto... no sabemos por qué pasan las cosas pero pasan y hay que lidiar con ello.

No obstante, lidiar con los celos por una bicicleta no es ni remotamente parecido a la incomodidad y sorpresa mezclada con vergüenza que sentí cuando después de llegar a la casa de Gabriel, lo viera sin camiseta porque su mamá nos ordenó ponernos algo seco. 

En el colegio veía siempre a mis compañeros vestirse luego de cada juego y era normal, como cuando me vestía cerca de Diego o de papá o de cualquier ser humano. Eso es: solo otro ser humano y en ese momento no entendí por qué no podía despegar mis ojos de su pecho. No lo notó porque mis reflejos fueron más rápidos y desvié la mirada estando lo más sonrojado que he estado en mi vida. Dios, imaginé qué habría pasado si me hubiera visto mirándolo así; seguro me echaba de su casa como mínimo por marica o incluso me hubiera golpeado. No, no podía pensar qué hubiera pasado... No y no.

Era incapaz de incluso solo pensar en la remota y mínima posibilidad de que yo fuera... ni siquiera lo iba a decir en voz alta, eso estaba mal. Yo había tenido novia, tres novias de hecho y nunca dudé de mis preferencias o... bueno, estaba lo de Kelly pero bien pudo ser otra cosa. Nunca he tenido nada en contra de no ser heterosexual, de hecho uno de mis compañeros era gay y lo era a voz abierta y yo lo apreciaba, era normal. Es normal. Pero no, esa no era una posibilidad; jamás en mi vida había sentido atracción alguna hacia un hombre así que no era posible.

Jamás había existido atracción hasta ese día.

No pude mirarle los ojos después de eso a pesar de que mi subconsciente me gritaba que no fuera estúpido y actuara normal. Mis nervios eran visibles hasta para algún viejito que pasara y me mirara de reojo con su escasa visibilidad. No había ningún viejito, pero estaba la señora Liliam, la madre de Gabriel.

—¿Qué sucede? —preguntó. Me había ofrecido un té, según ella para recuperar calor en el cuerpo. Levanté mi vista a ella.

—Nada, señora Liliam.

—Apuesto a que te vas a resfriar —dijo—. ¿Ves, Gabriel? Tú siempre arrastrando a la gente a hacer males.

—Eso no es cierto, ma.

—Sí lo es.

—Bien, lo es.

Rió y me gustó ese sonido. Sonreí tras mi té. No iba a quedarme más tiempo allí así de revuelto mentalmente como estaba, así que me excusé y me fui. 

En casa papá me reprendió también por mojarme de esa manera pero a la vez le dio risa; él parecía un chico en cuanto a las travesuras refería. Agradecí mentalmente que Diego no estuviera esa noche; no quería que leyera mis emociones, ni siquiera yo sabía qué sentía así que no tenía ganas de que Diego intentara descubrirlo. 

Las imágenes que guarda el cerebro a veces son demasiado al azar; puedes pasar por un parque y apenas recordar un globo que viste o si acaso el alto de los árboles. Es decir, si me hubieran preguntado esa noche qué había en el parque o en el camino a casa no sabría qué responder. ¿De qué color eran las sillas del bus o de qué color era la blusa de la señora Liliam? Imposible recordarlo. En ese instante pensé que yo sería terrible para dar un retrato hablado si presenciaba un crimen; no soy observador ni detallista.

Sin embargo, si me hubieran preguntado el aspecto del cuerpo de Gabriel, habría sido capaz incluso de hacer un dibujo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top