O c h o
La leyenda o mito o creencia más popular entre las historias de amores verdaderos que existe es la del hilo rojo de las almas gemelas. Yo no creía en eso a pesar de que tenía familiares que aseguraban que estaban con su alma gemela.
Una conexión similar a un chispazo eléctrico constante que hace que permanezcas unido a esa persona o la necesidad de verla y hacerla feliz sonaba para mí como algo inverosímil, pero la tenía a ella enfrente y sentía todo eso. ¿Cómo negar la existencia de algo que estás viendo... que estás sintiendo?
Gracias a la percepción anormal de las emociones y sentimientos que Diego y yo teníamos, nos era más fácil saber si era o no era. Solo que al verla, supe que verdaderamente lo era.
Una sensación de pertenencia extrema, de lealtad, de dedicación, de protección, una necesidad sobrenatural de ella. Fue como si una parte de mí siempre hubiera faltado sin que yo lo supiera y esa parte ella la traía incluida y ahora que la conocía, estaba completo. Estaba pleno.
Grishaild era mi alma gemela, esa que la vida había designado para mí.
Entré al apartamento y la conversación con Grishaild no tardó en iniciar. Fluía fácilmente como si ella supiera qué iba a decir yo y lo dijera antes. Como si cada palabra que íbamos a pronunciar, estuviera predicha en ese lienzo del destino y solo se estaba cumpliendo ese designio.
—Diego no había mencionado que tenía un hermano —dijo— y menos que era gemelo.
—Suele ser poco comunicativo —expresé, dirigiendo una mirada significativa a Diego.
Él debió saberlo cuando la conoció o al menos sospecharlo y no me había dicho nada. Según los casos de almas gemelas en nuestra familia, ambas partes tenían auras y energías muy similares, casi iguales porque es un alma dividida en dos cuerpos, así que es más que lógico que Diego debió sentirme a mí en ella y saber quién era.
—Yo pienso que es hablador. Más de la cuenta y a veces es un fastidioso. —Diego la miró mal y ella rió—. ¿Dónde vives?
—No muy lejos. Vivo con papá.
Nos miramos directamente a los ojos y un sonrojo asomó en sus mejillas. No pude hacer más que sonreírle, era hermosa. Ninguna chica, ni siquiera Gabriel se me había hecho más precioso que Grishaild. Diego estaba en la cocina y lo escuché trajinar con algún vaso.
—Wow, gemelos —exclamó, aún sorprendida—. No puedo creer que haya dos Diegos, solo que tú eres más amable.
—Si tuviera una moneda por cada vez que nos dicen eso —dijo Diego fastidiado. Se notaba que la rubia lo irritaba y quise preguntar por qué la había llevado a su apartamento entonces, pero no lo hice—. ¿A qué venías, Denny?
Notaba la austeridad con la que me hablaba y no tenía muy claro el motivo si era él quien me había ocultado a Grishaild. Al menos debería haberla mencionado.
—Solo quería saludar.
De repente recordé el motivo de mi visita y me sentí triste. Gabriel estaba en el auto a unos metros esperando a que lo llamara y todo se había volteado dando un giro horrible de 180 grados que nos dejaba a cada uno de un lado distinto del círculo.
—Ya lo hiciste —desdeñó Diego.
Ambos manteníamos la sonrisa para que la rubia no notara el rencor en cada sílaba; solamente quien nos conociera completamente podría haber sabido que estábamos enojados.
—Tu hermano es un grosero —exclamó Grishaild; pude notar que a ella también le irritaba estar con Diego. Me pregunté de nuevo por qué estaban ambos en el apartamento si era obvio que no se agradaban—. Y pensé que solo lo era conmigo, veo que no.
—No he sido grosero contigo, Cristal —defendió Diego. Me pareció curioso que le dijera Cristal, supuse que era un apodo pero a mí me gustaba más Grishaild—. De hecho, en este instante te estoy ayudando.
—Mil disculpas, señor amabilidad —ironizó Grishaild. No había visto a una sola chica que le hablara así a Diego y eso me encantó de ella—. Como sea, dámelos y me voy.
Diego rodó los ojos pero agarró unos libros del mesón de la cocina y se los pasó; ella les prestó muy poca atención y yo no alcancé a ver qué era.
—Bien, vamos. Te llevo a tu casa —ofreció Diego.
—Odio esa moto —susurró muy bajito, solo yo que estaba junto a ella lo escuché, Diego había ido a su habitación.
—También yo. Es peligrosa y...
—Una máquina del diablo —completó mi oración.
Diego salió con su chaqueta puesta y abrió la puerta, haciendo un ademán para que Grishaild saliera. Ambos nos pusimos de pie.
—Me encantó conocerte, Denny —dijo amablemente. Le sonreí y Diego resopló impaciente, Grishaild se acercó a darme un beso en la mejilla y susurró—. Ojalá tú fueras el que está en mi colegio.
No hice más que reírme y ambos salieron. Yo dije que iba a ir al baño y que ya bajaba, Diego me dio una copia de la llave ya que estaba allí y unos minutos después, salí yo a enfrentar a Gabriel.
Entré al auto en silencio y serio; Gabriel enderezó el asiento que había reclinado para poder acostarse. No quería mirarlo porque no sabía cómo decirle nada. Encendí el motor.
—¿Qué pasó...?
—Shhhh...
Arranqué a más velocidad de la que debería y Gabriel optó por guardar silencio. Conduje por la avenida principal sin saber a dónde ir hasta que empecé a ver que la ciudad acababa para dar paso a la carretera abierta. Estacioné en una bahía y no dije nada; el eco vacío de la falta de sonido duró unos segundos.
—Denny, ¿qué pasó? —exigió Gabriel, con temor en su voz—. ¿Tan mal? ¿Te gritó? Di algo.
—No le dije nada —confesé. No respondió—. No pude decirle nada... había una chica en su apartamento.
—¿Su novia? Podemos venir después...
—No, no es su novia. Se llama Grishaild y... —No sabía cómo explicar semejante locura. Esa locura implicaba que Gabriel y yo no estuviéramos juntos. Yo debía estar con ella, era como un deber que mi mente me obligaba a cumplir—. Dios... Gabriel, no sé...
—¿Qué con ella? ¿Quién es?
—¿Crees en el amor a primera vista? —aventuré. Gabriel supo el hilo de mis pensamientos y calló, frunciendo sus cejas.
—Denny, dime qué no vas a contarme que te enamoraste de esa chica con media hora de verla —espetó.
No. Claro que no. No estaba enamorado, amor a primera vista era un eufemismo que hacía más fácil explicar lo de las almas gemelas. Solamente alguien tan cercano a emociones ajenas y a lo sobrenatural sería capaz de explicar o entender cómo funciona esa conexión.
—¡No! —Empecé a entrar en pánico, sentía claustrofobia y me costaba respirar—. Gabriel... no sé cómo explicarte... sabes cómo funciona mi don, cómo funciona el de mi hermano... sabes que esa rareza mágica existe...
—¡Habla claro, Denny! —tronó su voz. Me sobresalté y tragué saliva.
—Gaby... lo lamento... yo... esa chica, lo sentí, ella es como... como mi mitad... no sé cómo explicarte.
—¿Estás diciéndome que ella es tu alma gemela, el amor de tu vida?
Un aura negra nos envolvió unos segundos luego de su pregunta, quebrando un poco su voz y endureciendo más su gesto
Lentamente giré mi rostro al suyo para limitarme a asentir. Abrió su boca ligeramente por la impresión, intenté tocar su mano pero esquivó mi contacto. Me dolió en lo más profundo que lo hiciera.
—¿Eso dónde me deja a mi? —siseó por lo bajo—. ¿En un capricho que tuviste mientras descubrías al amor de tu vida?
—No lo sé, Gabriel... no puedes imaginarte la conexión que sentí con Grishaild... No lo controlo... no sé por qué pasa...
—¡Ese es el puto problema, Keiller! —gritó—. ¡Que no sabes una mierda de nada y esperas que yo me acople a lo que te acompleja! ¡Ahora vienes y dices que conociste a la chica de tu vida! ¡Y entonces este tiempo valió más y más mierda porque ahora serás normal como has querido desde que me conociste! ¡Debes estar feliz porque descubriste que solo fue una etapa!
—¡No digas eso! ¡Yo no controlo lo que pasó con ella! ¡No estoy enamorado de ella, solo sé quién es y cómo eventualmente van a resultar las cosas y me duele porque no vale un comino que te ame, porque así son las cosas!
Gritando y preso de mil emociones, mi declaración a Gabriel prevaleció. No mentía en lo más mínimo con ello pero tampoco cambiaba nada.
—Llévame a casa —pidió, volteando totalmente el rostro al otro lado, cruzándose de brazos.
—Gabriel... —Puse mi mano en su rodilla y la retiró con brusquedad—. Gabi... déjame y... no sé, debo mirar qué sucede... volver a verla y aclarar todo pero no puedes alejarte...
—Llévame a casa —repitió.
El trayecto duró más que el de ida aunque también fue porque conduje más lento, ganando tiempo para pensar qué decir para que no se alejara. Estacioné a unos metros de la fachada de su casa. Iba a bajarse pero atravesé mi mano sobre su cuerpo para tomar la manija de la puerta. No dejé que abriera. Mantuve allí la mano, mi brazo hacia contacto con su pecho y se dignó a mirarme; vi más tristeza que enojo en sus ojos.
—Déjame salir, Denny.
—¿Y...? ¿Y nosotros, Gabriel?
—Al parecer no hay un nosotros —exclamó—. Esta es nuestra señal divina, Denny. Quizás sí era una etapa... Aunque para mí... —Bajó la voz al punto de ser solo un pensamiento lejano que quería salir de sus labios a toda costa— para mí fue más que eso.
Apenas y entendí esas últimas palabras pero quemaron más que los gritos de un rato atrás.
Solté la manija y trasladé mi mano a la suya, apretándola fuerte. No rehuyó a mi contacto y volví a mi asiento, sosteniéndolo en medio de temblores. Gabriel tenía sus ojos a medio abrir, sus labios tensos, sacando a lucir un poco sus hoyuelos en un gesto de aburrimiento y cansancio, sabía que le dolía.
—Dame tiempo —pedí en un susurro—. Debo asegurarme de que no es un error. Quiero que sea un error, no te miento. Uno no se enamora de las simples etapas.
—Acabas de encontrar a tu alma gemela —susurró lánguido—. No sé si pueda con eso, Denny. No puedo estar en la incertidumbre de si te vas a enamorar de una persona que no soy yo y tú no puedes esperar que yo acepte eso.
Tenía razón. Era egoísta desear que estuviera de acuerdo con eso; si la situación fuera en reversa, yo ya lo habría mandado a la mierda pero él era diferente. Él era mejor persona.
A riesgo del rechazo, me acerqué a su rostro. No se movió y lo besé. Sus labios ya no tenían el entusiasmo de unas horas atrás y el sabor había cambiado: sabía a melancolía, el sabor característico de una despedida.
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