D o c e

Respiraba tan acompasadamente que sentía que era un sacrilegio siquiera pensar en despertarlo; estaba en ese lapso mental en que el estado de bienestar es más grande que pensar en las consecuencias y estaba extasiado de que ese bienestar fuera gracias a la silenciosa compañía de Gabriel.

Me sentía en una escena digna de una película, solo me faltaba la música de fondo para eso; había pasado toda la madrugada hablando con el chico que me tenía enamorado, charlamos de la vida, del amor, de extraterrestes, de superhéroes, de la familia, de mascotas, de todo lo que pudiera salir de lo más recóndito de la mente; ningún tema me aburrió, no se creó ningún silencio incómodo y fue maravilloso.

Como a eso de la una de la mañana arribamos a un mirador solitario que nos sirvió de alfombra; no sentí hambre, ni frío, quería quedarme siempre ahí, en esa paz.

Apagamos los celulares y cambiamos de posición en el suelo más veces de las que pude contar, cuando el amanecer estaba cerca, Gabriel se quedó dormido sobre el césped con los brazos flexionados y las manos cruzadas tras su cuello y yo... solo lo miré. Lo que lo sacó de ese estado profundo fue el sol que ya le dio directo a la cara; parpadeó varias veces y cuando clareó su vista, se notaba incrédulo, e incluso molesto. Quité mi sonrisa de bobo y le hablé.

—¿Qué pasa?

—¿Por qué...? Digo... hola.

—¿Hola?

—Pensé que había soñado contigo —murmuró por lo bajo, devolviéndome la tranquilidad.

—En realidad no has dormido tanto, apenas una o dos horas a lo mucho.

Se enderezó en su sitio y restregó sus ojos, una brisa fuerte y única nos envolvió un instante antes de que el inevitable momento de la pregunta que ambos escondíamos saliera. Como siempre, el que tuvo el valor de hacerla fue él:

—¿Y ahora qué? ¿Qué pasa con... nosotros?

Aunque no era la que él estaba esperando, no dudé mi respuesta:

—A mí contigo me pasa de todo.

Le arranqué una sonrisa y lo amé más aún por eso.

—Sabes a lo que me refiero.

—De acuerdo, la cosa está así: Grishaild es una chica muy dulce y tierna, hablo muy cómodamente con ella, es perfecta...

—Dime que vas a llegar a algún lado con eso —presionó con fastidio.

—Pero —continué— no eres tú. Ella tiene novio y de todas maneras, no me atrae de esa manera, solo tengo ojos para una persona y no es ella ni de lejos. Según Diego eventualmente estaremos juntos pero de aquí a "eventualmente" puede haber una eternidad.

—O un suspiro.

—Prefiero pensar que una eternidad y mientras eso, debo conocerla. No sé cómo explicarte Gabriel, pero sea como sea, yo necesito estar cerca de ella, eso no implica que me voy a enamorar ni mucho menos pero sí necesito su amistad.

Digirió mis palabras lentamente, en un vacío de sonido que solo se llenaba con alguna ave cercana que cantaba; no me observaba, no se movía. Opté por mover mi cuerpo un poco para quedar bien sentado junto a él, nuestros brazos se tocaron levemente.

—Debemos irnos —soltó de repente—. Son más o menos las ocho de un domingo y mi mamá debe de estar pensando que me asesinaron.

Se levantó del suelo sin darme lugar a decirle nada, pero entré de nuevo en pánico pensando que al volver todo iba a valer cinco otra vez.

—¡Espera! ¿Cómo es que...? —Estando yo en el suelo, él se inclinó y con sus manos tomó mis mejillas, me dejó un beso en la frente y otro en los labios, muy suave, muy corto.

—Estamos bien —aseguró—. Haremos que algo funcione, ya veremos, por ahora... solo volvamos.

Y con un asentimiento le dije que estaba de acuerdo. Eso fue todo. Fue el mejor San valentín de mi vida.

El cambio de mis humores se vio inmediatamente en mi actitud del lunes; parecía que las clases entraban más fácilmente a mi cerebro y mi concentración estaba de nuevo en todo. Ya había ido a invitar a Grishaild a salir con Diego y conmigo y a pesar de su prematura negativa, accedió, el plan era ir ese mismo lunes pero considerando que llegué tan tarde ese domingo, papá me castigó; sabía que Gris no se iba a enojar por eso e igual no le iba a decir que me habían castigado.

—¿Cómo te fue con tu cita? —Joshua estaba, me atrevo a decir, más sonriente que yo al iniciar la semana y solo cuando íbamos saliendo pude picar sus humores como Dios manda—. ¿Sí lograste hacer algo con tu novia? Novia. Novia. Suena raro luego de tanto tiempo en que no lo eran.

Y sí, logré que Joshua se sonrojara y me diera un codazo justo donde las costillas terminan y duele más.

—A veces dudo de por qué tengo que contarte todo.

—Me amas, imbécil.

Eeeuugg, no gracias. —Contrajo su labio superior en una mueca graciosa y salimos al estacionamiento—. Volviendo al tema, nos fue... horrible pero bien. En resumen, iba a llevarla a un restaurante bonito y pues la llevé pero allá estaban sus padres cenando también así que tuvimos que cenar con ellos porque no quería ser grosero, aunque ella estaba incómoda. Luego para pagar la cuenta... ni te cuento. Pero lo bueno es que ahora su padre sabe que es mi novia y no me dijo nada malo, pero sí me dio "la charla" —Su rostro puso una mueca de disgusto de nuevo— y fue incomodísimo. En general, salió bien. ¿Y el tuyo?

Evoqué en dos segundos las doce horas con Gabriel y el corazón se me aceleró, pero me encogí de hombros sin decir nada. Joshua entrecerró los ojos y lo dejó pasar. Alguien por detrás lo empujó y trastabilló hasta casi caer, giré de inmediato casi al tiempo que Joshua se levantaba con ganas de matar a Diego.

—¿Me extrañas, Joshua? —picó mi hermano; me pasó el brazo por el hombro y me desordenó el cabello; me solté de un jalonazo a la vez que Joshua devolvía el empujón—. Vamos, ¿hace cuánto no hablamos y así me tratas? Qué grosero.

Ambos estallaron en una carcajada que llegó hasta las puertas del colegio. Se saludaron chocando los puños y tras mirar atrás un segundo, Diego enderezó la espalda con dramatismo. Giramos a ver y Diana venía hacia nosotros.

—Señorita Diana, pláceme verla —saludó Diego. Diana le dio una palmada en la cabeza y ambos rieron—. La gente se pone agresiva en menos de tres meses.

—Por eso siempre hemos preferido a Denny.

—No siempre; un día creyeron que yo era Denny así que me prefirieron a mí.

—Esa fue una buena broma —dije, recordando. 

—Broma que hoy voy a cobrar —repuso mi hermano. Mi sonrisa se borró, la de mis amigos se amplió. Se amplió hasta que Diego metió la cucharada de nuevo—. Así que... ¿ya tienen sexo como novios oficiales o sigue siendo por diversión?

—¡Diego! —reprendí; no obstante, le seguí el juego—. ¡Lo obvio no se pregunta!

—¡Felicidades, chicos! —Los rostros de mis amigos eran un revuelto entre la vergüenza y más vergüenza. Diego calmó su carcajada y se dirigió a mí—. Bueno, vamos, Denny.

—Par de idiotas —farfulló Joshua, tomó la mano de Diana y la jaló hacia el otro lado.

Pensé que Diego iba a pasar esa noche con nosotros de nuevo, pero no, solo fuimos a un parque cercano y cuando vi el brillo en sus ojos, supe que iba a pedirme algún favor que no me iba a gustar.

—Maldición —exclamé—, ¿qué quieres ahora?

—No iba a... —entrecerré los ojos, Diego rió—, bien, lo sé, me conoces.

—Suéltalo.

—Mañana hay una feria en la que mi colegio es uno de los que asisten, la encargada es tu alma gemela y pensé que quizás querrías pasar tiempo con ella.

Reprendiéndomelo en el alma, sonreí al escuchar la mención de Gris. Me odié por eso.

—Bien, iremos, ¿a qué hora llegamos...? —Diego apretó los labios, ocultando una sonrisita traviesa. Adiviné sus intenciones al instante y resoplé—. ¿Quieres que me haga pasar por ti?

—Si no es mucha molestia...

—Sí es molestia; Gris casi no te tolera, va a tratarme como si fuera a ti y no quiero estar mal con ella.

—No estarás mal con ella —defendió—, seré yo. Pero tú. Además, ella al estar encargada no le va a quedar mucho tiempo de ser grosera, apenas y te pondrá a vender dulces o algo así...

—Claro que no. Apuesto a que ir por allá te da nota pero eres tan flojo que quieres que yo lo haga. —Diego adoptó una expresión de ofendido total... como por dos segundos, luego asintió casi con orgullo—. No voy a cambiar lugar contigo, Diego.

—Se supone que eres mi hermano mayor y que debes cuidarme.

—¿En una feria? ¿Cuidarte de qué pitos? ¿De un dulce asesino?

—Podría quemarme con el sol.

—También yo —repuse,

Resopló con el aire de la derrota en sus labios y si bien mi expresión era seria para demostrar aplomo, quería echar a reír. Diego blanqueó los ojos y puso la espalda pesadamente en el respaldo del banco en el que estábamos, quien lo viera bien podía pensar que estaba pasando por una tragedia familiar terrible.

—Eres malvado. Bien, como quieras. —Se cruzó de brazos y empezó a susurrar casi para sí mismo—. En Western no hacen esas mierdas, no sé qué les pasa a Crismain y a Midwest que quieren socializar como si fuera de lo más...

—Espera, ¿cuáles escuelas? —atajé al escuchar una excusa para ver a Gabriel. Diego elevó una ceja ante mi despliegue de repentino interés—. Solo es curiosidad.

—Crismain y la mía. ¿Qué con ese interés tan grande? —Su mirada se volvió suspicaz pero le sostuve la vista fija para que no sospechara, sin embargo, mi aura pensando en Gabriel me delató—. Y ahora estás repentinamente emocionado, ¿qué pasa?

De nuevo, maldije el don de mi hermano. Me concentré en pensar en otra cosa, pero no esperé a saber si funcionaba o no, debía distraer la conversación del moreno de Crismain.

—¿Cuándo dijiste que es?

—Mañana.

—Ah, de acuerdo —murmuré—, pensé que habías dicho que el domingo. Mañana iré entonces.

Acceder a su petición fue lo único necesario para que el tema de mis emociones pasara a segundo plano en las prioridades de mi hermano.

—¡Genial! —chilló.

—¿A qué hora es?

—Temprano, pero como serás yo, debes llegar tarde. Y otra cosa, debes ir en mi moto y usando mi chaqueta y en lo posible siendo tan cool como yo,

—Incumplido, malote y arrogante, entiendo.

—Gracioso.

—Gracioso tú, yo no sé manejar ese trasto. —Diego soltó una leve carcajada—. ¿Qué?

—Cristal también llama "trasto" a mi bella moto. Definitivamente son almas gemelas. —Quizás lo imaginé, pero había algo despectivo en su tono; lo dejé pasar.

—¿Cómo llego en el trasto si no lo manejo? —insistí.

—De tu casa a la feria no es mucho, puedes llevarla caminando y cuando estés a una calle, te montas, así que vamos.

—¿A dónde?

—Te voy a enseñar al menos a encenderla y a que logres moverla por una calle.

No era lo que más me apetecía hacer pero el pensamiento de que iba a tener a Gabriel cerca, pudo con mi obstinación. Y de todas maneras, era una feria, es decir que iba a ser super divertido.

Sí. Iba a pasarla bien. 

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