D i e z - G a b r i e l
¡Y se nos acabó Limerencia, Mazorcas!
Nos quedan dos capítulos y el epílogo, y a razón de ser hoy San Valentín tendremos un mini maratón con eso, así que hoy le damos punto final a nuestros chicos ♥
No olviden comentar sus opiniones al final del capítulo ☺
En el caso específico de mi vida, la desolación no me duró mucho porque tuve gente a mi lado que no me dejaron simplemente caer al vacío. Era difícil estar triste cuando unos ojos azules y una voz aterciopelada me hacían sonreír cada que los veía, y cuando cada beso iba seguido de un «todo estará bien», realmente sentía que así era, que estaba bien.
El mismo lunes de la semana que empezaba, fui por mis cosas a mi casa luego de clases. Ni mi mamá ni mi hermana estaban, pero eso lo hizo más fácil; en pro de evitar posibles altercados, solamente Gris me acompañó. En silencio me ayudó a empacar mi ropa, varios artículos de mis repisas, unos libros y un par de fotos que tenía en las paredes. En menos de dos horas empaqué mi vida, desempolvé recuerdos y me llevé solo lo que iba a necesitar de ahí en adelante.
Antes de salir le dejé a mi mamá una pequeña nota pegada con un imán a la puerta de la nevera «Está bien si no me consideras tu hijo, pero para mí siempre serás mi madre. Te amo y no te guardo rencor».
Gris la leyó y al igual que yo, dejó resbalar una lágrima.
—Eres fuerte, Gabriel y tu mamá valorará eso algún día.
—Ojalá.
Saqué de mi llavero la llave y la dejé sobre la mesa del comedor. Miré por última vez mi casa; su sala pequeña y llena de cuadros, muebles y muchas cosas innecesarias, guardadas allí por los recuerdos y la nostalgia y no por su utilidad. Miré el sofá, retapizado varias veces y la foto de mi hermana sobre el televisor. Sentí que miraba una casa ajena, aunque posiblemente ya lo era; fue como si estuviera observando un lugar de otra persona, de alguien que antaño disfrutó de estar en medio de esas paredes y que rió con su madre desde que tenía memoria, que jugó con su hermana durante su niñez y que recolectó muchos recuerdos que contenían los objetos allí puestos sin orden. Suspiré y salimos del que ya no era mi hogar.
El señor Josseph nos prestó su auto y yo conduje, quedó lleno su maletero y los asientos traseros con mi vida empacada en cajas y bolsas. En el asiento del copiloto iba Gris que con su silencio me reconfortaba.
Decidimos entre todos que yo iba a vivir en la casa de Denny y su padre; habían tres habitaciones en total, dos en uso por ellos y él puso la clara condición de que debíamos dormir en habitaciones separadas pero al ver el esfuerzo que suponía organizar la tercera habitación que estaba llena de trastes y más trastes, nos dejó quedarnos en la de Denny, dejándonos saber y haciéndonos prometer que cada uno dormiría en camas aparte y con la puerta abierta. Ante tan razonable petición, accedimos.
En ese lugar había un camarote y yo dormiría arriba (donde dormía Diego cuando se quedaba con ellos), el armario era amplio y aunque el espacio no era el más extenso, nos dijimos que de algún modo debíamos caber.
Esa misma noche de lunes tras lo que parecían los dos días más agotadores de mi existencia, empezamos a hacer espacio en el armario para meter mi ropa... o lo que cupiera de mi ropa.
Resulta que con los años uno acumula muchas cosas inútiles.
—¿Qué rayos hace esto acá? —dije con una mezcla de asombro y burla, levantando con mis dedos índice y pulgar lo que parecían unos bóxer pequeñitos.
—Es de Diego —defendió—. Pero de hace como seis años.
—¿Hace seis años no limpias tu armario?
—Sí lo hago... pero por encimita. Hace mucho no saco todo desde el fondo, no le veo motivo.
Me arrebató la tela de las manos y la puso en una bolsa de basura enorme que habíamos dispuesto a la limpieza del armario. Ya iba la mitad llena.
Luego de desocupar y reacomodar los primeros tres niveles del armario y los ganchos de ropa (y haber sacado para regalar varias camisas que ya no le quedaban a Denny), llegamos a la parte superior. Habían varios edredones y sábanas limpias. En la esquina derecha vi una caja y tuve que subirme en una pequeña banca para alcanzarla y sacarla. Era una cámara.
—¿Y esto?
—Mis padres me la dieron hace casi dos años en mi cumpleaños.
—¿Y por qué no la usas? —La saqué de la caja, su batería y su memoria estaban aparte y se las puse—. Está nueva.
—La usé por varios días cuando me la regalaron, pero luego quedó en el armario, solo la he sacado un par de veces... no sé muy bien cómo usarla y además ¿en dónde la usaría? Casi siempre ando sin mochilas y es muy grande.
—Es un desperdicio de una cámara profesional.
—No soy un profesional, así que...
—¿Estará cargada? —murmuré para mí mismo.
—No sé si prenda; se la presté a Gris hace varios meses para una tarea de fotografiar flores en el Jardín Botánico, pero no sé si me la devolvió cargada.
Acomodé la batería y la memoria, moví el pequeño botón del lado derecho y su pantalla se iluminó, la imagen de la batería que indicaba qué tanta energía tenía, estaba solo un tercio llena. Apunté a Denny que blanqueó los ojos y se puso de espaldas.
—Una foto, Denny —pedí.
—No, gracias.
—Solo una, amor —insistí, endulzando la voz. Sabía que cuando le decía amor, que era muy de vez en nunca, hacía lo que yo le pidiera. Efectivamente, se giró un poco, no tanto—. Vamos, una foto para mí.
Se puso completamente de frente pero con gesto aburrido y amargado.
—A ver, tómala.
—Sonríe.
—No.
Tenía mi rostro pegado a la cámara, mirando a través del visor. Me aseguré de tenerlo enfocado y dejé de mirar para asomarme por un ladito y llamar su atención.
—Oye, Denny, estás precioso.
El halago lo hizo sonreír abochornado y el flash iluminó por medio segundo la habitación. Miré la toma; una foto perfecta de un hombre perfecto sonriendo y con sus ojos azules brillantes.
—¿Feliz? —rezongó.
—Usaremos esta cámara de ahora en adelante —sentencié, y la dejé sobre su cama, lejos del confinamiento del armario..
Y más tarde, en la cena, efectivamente saqué la cámara. El padre de Denny la miró y dijo algo de que le sorprendía verla, que había pensado que Denny la había vendido. Le pedí abusivamente que nos tomara una fotografía y él, ante la vergüenza de Denny, accedió gustoso.
Denny se rehusó a levantarse de la silla del comedor, refunfuñando como un niño que no desea que le saquen fotos. Le insistí pero no se levantó, así que me acerqué yo y le pasé el brazo por el hombro, agachándome un poco ya que seguía sentado. Su padre, con algo más de dificultad, enfocó la toma y le pinché el cuello a Denny suavemente para que sonriera justo antes el clic.
Quedamos graciosos, pero fue la primera foto oficial que nos tomamos así que la mandé imprimir y hoy reposa en mi mesita de noche con un portaretrato café, donde puedo verla cada noche antes de dormir.
Es incluso divertida la manera en que a veces pensamos que podemos tapar el sol con un dedo y es entonces de suponer que el secreto de irme de la casa no duró mucho con mi mejor amigo. Pensándolo ahora, era obvio y me siento estúpido, pero ya pasó así que puedo contarlo con una risa en los labios. En ese momento no me dio risa, pero sí angustia.
Yo intenté actuar normal el lunes y el martes en clase; saludaba a Luka, atendía en clases (aunque ya estábamos en los días de no hacer mucho pues los exámenes finales ya habían terminado), en el receso comía y reía con él, jugaba con mi equipo los amistosos dentro del mismo colegio... hacía lo posible por lucir normal a pesar de que en ocasionales momentos de debilidad me llegaba el recuerdo de mi madre y quería desmoronarme donde estuviera.
Luka no notó nada raro y en mi ingenuidad supuse que ese aspecto de normalidad me iba a durar bastante, lo que no recordaba con plena conciencia era que no tenía bastante tiempo.
Pasó la primera semana y todo fue calmado; solamente quedaba esa semana de asistir y era solo para saldar los paz y salvo y limpiar mesas y paredes; la graduación sería ese viernes, y en una conversación trivial mis pensamientos del futuro de nuevo se alborotaron.
—Estamos buscando colegio internado para Mateo —dijo Luka. Mateo es su hermano pequeño—. En febrero me iré a estudiar y Nani no puede cuidarlo sola.
Estábamos en un Mcdonalds ese domingo antes del inicio de la última semana y siete días exactos después de haberme ido de casa. Salimos solo los dos porque él tenía ganas de comer hamburguesa de ese local. Allí, mientras metía una papa frita a mi boca, recapitulé los últimos meses y se sentí agobiado de pensar que el futuro al que tanto le temía, estaba a días de distancia y no a meses como pensaba.
Luka había conseguido lugar en una universidad de una ciudad llamada Hillenburg a dos horas de Madisonway; ya estaba aceptado y estaba buscando trabajo por ese sector aunque su abuela le ayudaría los primeros meses económicamente con la pensión suya y de su abuelo fallecido. Él me había contado todo el proceso, desde que averiguó en internet sobre la universidad, su examen de admisión, el pago de su semestre y la fecha de inicio de sus clases. Me había dicho todo y yo, con la falsa ilusión de que quedaba aún mucho tiempo para el fin de año, no le prestaba atención al hecho de que debía contarle sobre mi novio a Luka porque era posible que separáramos caminos al dar por terminada la graduación y no quería ocultárselo por siempre.
En cuanto a mí, aún no tenía muy claro qué quería hacer. Sabía que quedarme sin trabajar o estudiar no era una opción y mucho menos estando de huésped en la casa de Denny, lo que más quería, a pesar de que me encantaba la idea de vivir con él, era irme de allí y no ser una carga.
—¿Y cómo van con eso? —retomé la conversación luego de un largo silencio de mi parte. Me abrumé tanto con el golpe de realidad que estaba algo desorientado—. ¿Ya encontraron algo?
—Tenemos un par de opciones cerca de donde viviré. También está el asunto de que Nani no puede quedarse sola, así que se irá conmigo. En esa ciudad encontramos un Hogar de abuelitos que no es tan costoso y así podré visitarla con frecuencia y Mateo estará cerca.
—¿Tu abuela dejará la casa de acá?
—Tenemos que hacerlo, Gabriel. No es que tengamos muchas opciones; yo debo estudiar y trabajar y a la vez cuidar de ellos dos. —Algo que amaba de Luka y que nunca me cansaba de repetirlo en mi mente y a veces en voz alta, era la entrega a su pequeña familia, su dedicación y el amor que les ofrecía—. En esa ciudad lo tendremos todo y la casa de acá podemos rentarla, eso ayuda con la mensualidad del internado y del hogar. ¿Tú qué harás?
Él me lo había preguntado varias veces antes y yo le respondía que aún no sabía y ahora con todo lo que pasaba, menos lo sabía.
—Aún no lo sé.
—No tienes mucho por lo qué ver, así que tienes tiempo de decidirlo —declaró—. Aunque me encantaría que te vinieras conmigo. El apartamento al que llegaré tiene dos habitaciones y todo está cerca, es central. Si te decides por alguna carrera o algún curso de acá al inicio de año, podemos mirar opciones allá, así vivimos juntos, compartimos gastos y es más llevadero. ¿Qué te ha dicho tu mamá? ¿te ha propuesto algo?
Tragué saliva y bebí de mi soda. Tosí un poco pero respondí con toda la calma que pude:
—Ella no puede decidir qué quiero hacer con mi vida. —Mi tono bromista le sacó una risa—. No todos queremos ser arquitectos desde los diez años.
—No todos se atreven a soñar —respondió—. Como yo lo veo, no todos tienen la posibilidad de cumplir sus sueños y yo por ahora, tengo la oportunidad de cumplir el mío así que no voy a rechazarla.
—Pásame hoy el enlace de la página de la universidad para mirar. Tal vez algo me guste.
—¿Te imaginas tú y yo viviendo juntos? —exclamó con emoción—. Sería lo máximo.
Pensé de nuevo en Denny, en el secreto, en todo. Luka tenía su futuro próximo pintado y coloreado y yo no tenía ni un boceto. Lo peor de todo es que el plan de vivir con él me sonaba de maravilla, pero me aterraba decirle de Denny y más me aterraba no decirle y que luego se enterara de otro modo, si iba a enterarse iba a ser por mi boca y no por las habladurías ajenas.
Hablé con Denny ese domingo en la noche, planteándole mis dudas con respecto a Luka. Luego de lo que pasó con mi mamá, él me hizo prometerle que no iba a ocultarle nunca esas inquietudes porque estábamos juntos y todo lo que pasara era cosa de ambos. Él me aconsejó que le contara; que no podía comparar la reacción de Joshua con la posible reacción de Luka; que Joshua había sido su amigo por solo un par de años y que yo con Luka llevaba toda una vida juntos. Me dijo que no temiera y que si lo hacía, que usara ese miedo para hacerme más fuerte, así que me prometí que esa semana antes de la graduación le contaría todo a mi mejor amigo.
En la balanza que mi corazón hizo de pros y contras, había un gran contra que decía que si no se lo tomaba bien, dejaríamos de ser amigos, pero en el lado de los pros, estaban todos los años compartidos y las risas y los problemas y lo bueno y lo malo que había vivido con mi rubio amigo, así que aunque mi mente era pesimista, esa balanza del corazón se inclinaba con mucha ventaja hacia el resultado positivo.
La graduación estaba a cinco cortos y rápidos días, en mi cobardía pensé que podía mantener mi secreto hasta el jueves o incluso hasta el momento de la graduación, cuando estuviera a punto de pasar a recoger mi cartón de bachiller. Pero como he dicho, no se puede tapar el sol con un dedo.
Ese mismo lunes cuando llegué al salón cuyas paredes debía limpiar y vi a Luka, supe que de algo se había enterado. Me miró con ojos entrecerrados y preguntó:
—¿Hay algo que me quieras contar? ¿Algo interesante que haya pasado últimamente?
—¿Algo como qué?
—Hablo todos los días contigo desde hace muchos años. Te veo acá y a veces los fines de semana y te cuento hasta las estupideces que no son importantes en mi vida, pensé que tú hacías lo mismo, así que entenderás mi sorpresa cuando pasé hace un rato a tu casa para venirnos juntos al colegio y tu madre me dice que ya no vives ahí y casi me sacó de una patada de su casa. Y me pregunto, ¿por qué?
Su tono era medio reproche, medio enojo y hablaba casi entre dientes, como si quisiera gritarme todo eso pero supiera que había otras seis personas en ese salón y se contenía para no llamar la atención. No levanté la mirada y me concentré inútilmente en la esponja con la que restregaba insistentemente la pared intentando borrar un insulto marcado con bolígrafo.
—¿Y bien? —insistió.
—Lo siento.
—No lo sientas, cuéntame qué pasó. ¿No confías en mí?
Carraspeé, sintiendo la mirada de Luka en mí mientras yo seguía mirando la pared.
—Claro que sí confío... Solo acá no, Luka, más tarde te cuento.
Supuse que eso me daría el tiempo de pensar un poco en las palabras que debía usar para que fuera suave el golpe de la verdad. Esperaba tener esas cuatro horas que debía estar limpiando para alargar el momento. No fue así. Luka me agarró del antebrazo y casi me empujó fuera del salón.
—¿Qué...? Nos falta aún, Luka.
—No me interesa, vamos a salir ya.
—Nos pueden regañar.
—Que lo hagan, no me pueden negar mi diploma por no limpiar una bendita pared, así que no tengo nada qué perder.
Salimos del edificio, pero no fuimos lejos, solamente hasta el estacionamiento, en la parte más alejada de la puerta. Había un árbol flacucho pero alto allí, que daba sombra a uno o máximo dos autos, nos ubicamos tras él y Luka cruzó sus brazos.
—¿Por qué rayos te mudaste de tu casa y no me dijiste?
—No me mudé por voluntad. Mamá me echó —confesé.
Eso pareció alisar un poco su ceño, quizás sintiendo un poquito de compasión.
—¿Qué hiciste? Debió ser algo terrible para que te sacara de casa... ¿embarazaste a alguien? Y de ser así, me parece el colmo ser yo el último en enterarme.
Pese a todo, su suposición me hizo reír un momento.
—No embaracé a nadie. —Metí las manos a mis bolsillos y Luka recostó su hombro en el árbol y mi seriedad volvió—. Primero que nada, debes saber que si no te lo dije antes es porque... —Hice una pausa y chasqueé la lengua—. Luka, si tú llegas a darme la espalda como mi mamá lo hizo, no sabría qué hacer...
—¿Qué rayos hiciste? ¿tan malo es? ¿es ilegal?
Tomé aire y sin poder darle más dilación al asunto, solté de golpe:
—Mi mamá me sacó de la casa porque le dije que soy gay.
Su gesto se petrificó; dejó los ojos muy abiertos, mirándome directamente, como si quisiera leer mis pensamientos buscando si eso era verdad o no y aún con sus brazos cruzados se enderezó y tomó aire profundamente para luego responder:
—¿Y qué más?
—¿Qué más de qué?
—¿Qué más hiciste?
—Yo no hice nada.
—¿Tu mamá te sacó así no más por decir que eras gay? ¿Por ser gay y ya? —Su sorpresa se mezclaba con la indignación y gesticulaba con sus manos al pronunciar cada palabra—. ¡¿Y ya?! Creí que habías matado a alguien o que ibas a trabajar con algún terrorista y eso a ella no le había gustado.
—¿Cómo que "por ser gay y ya"?
Ignoró mi pregunta y a cambio de eso, me dio un empujón no tan amistoso.
—El de los reclamos acá soy yo, ¿cómo es que apenas me entero de que eres gay?
Me quedé callado. En su voz no había precisamente molestia ni precisamente amabilidad, yo estaba un poco confundido con su reacción. Aguardé varios segundos y él me dedicó una mirada que me apremiaba a responder.
—Cuando se lo dije a mi mamá, me sacó de la casa —musité, repitiendo lo que él ya sabía—. No podía imaginar qué ibas a decir tú y tenía miedo... no es algo que le confiesas así no más a tu mejor amigo, es difícil.
—Espera, no vas a decirme que estás enamorado de mí, ¿verdad? —La seriedad absoluta que usó, irónicamente, me hizo reír—. No le veo la gracia.
—No estoy enamorado de ti. —Suspiró con alivio—. De hecho, tengo novio.
—¡¿Tienes novio?! ¡¿Por qué carajo no me entero de nada?! ¿También eres stripper en las noches y traficante los fines de semana? —ironizó—, porque parece que nada me cuentas.
—No soy traficante... —El corazón durante toda la conversación me latió con mucha fuerza y tenía un nudo en la garganta que pugnaba por quitarme el habla, pero la seriedad y enojo de Luka lo mantenía a raya—. Solo soy gay y ya, eso desencadenó todo el lío con mi mamá. Y si no estás de acuerdo solo dilo y no te molestaré más, pero...
—¿No estar de ac...? ¿de qué hablas? Eres mi mejor amigo, ¿por qué no estaría de acuerdo?
—Mi mamá es mi mamá y no estuvo de acuerdo —repliqué.
Resopló, como si no lograra creer lo que yo decía, como si lo estuviera ofendiendo a grados inimaginables.
—Y piensas que de algún modo voy a mandarte al carajo porque resulta que no te gustan las mujeres sino los hombres, ¿correcto?
—Si lo dices así, suena...
—Estúpido e ilógico —completó—. No puedo decir que me lo esperaba, pero tampoco que me sorprenda. Le da sentido al hecho de que nunca te vi con una novia o algo similar. Y con las que te besuqueabas en las fiestas, no cuentan.
Mi corazón había desacelerado su marcha de a poco hasta dejarme el ritmo cardiaco normal, aún así seguía algo confuso por su reacción. Me pregunté si él había comprendido bien mis palabras o si no me había escuchado. Achiné los ojos, esperando ver al menos un poco de extrañeza en su mirada, quizás no me lo decía por respeto, pero sí podía molestarle un poco. Puede decirse que en ese momento mi inseguridad le ganó a su franqueza.
—¿Entonces no te incomoda?
Mordió su mejilla y desvió la mirada. Por medio instante temí lo peor pero entonces habló con calma y en un tono serio, algo inusual en él.
—¿Que si me incomoda? Veamos... —Aclaró la garganta—. Hace cuatro años, cuando teníamos catorce más o menos, te quedabas muchas noches en mi casa, pero hay una noche en especial que nunca se me va a olvidar. —En ese momento supe lo que iba a decir y lo interrumpí porque sabía que era algo de lo que a él no le gustaba hablar.
—No tienes que recordar eso.
—Sí, tengo qué. Estábamos con Mateo en mi habitación, él tenía como diez meses apenas y le gustaba verte. Eras quien más le hacía mimos, ¿recuerdas? Lo hacías reír bastante y yo te decía que parecía que el hermano fueras tú y no yo. —Sonreí al recordar eso—. Esa noche fue cuando mamá se fue.
»Ella y mi abuela estaban discutiendo en el piso de abajo y yo estaba pegado a la puerta escuchando y llorando mientras tú intentabas distraer al bebé. Mamá le dijo a Nani lo aburrida que estaba de su vida, que no quería estar más tiempo encerrada en las paredes de la maternidad, que era muy joven y que ya había desperdiciado media vida al criarme a mí, pero que no pensaba hacerlo de nuevo con Mateo.
—Luka, no hablemos de eso —supliqué, al ver que sus ojos se cristalizaban. Él negó con la cabeza y su voz se fue tornando grave y nudosa a medida que seguía hablando.
—Estaba lloviendo demasiado y había truenos; Mateo se sobresaltaba cada que el cielo estallaba pero tú no lo dejabas llorar, lo distraías. No me atreví a salir de mi habitación pero sí escuché cuando mi abuela la imploraba que no dejara a sus hijos solos. A ella no le importó, había bebido esa noche y no escuchaba lo que se le decía. La oí subiendo las escaleras y entrar a su habitación, cuando la sentí cerca a mi puerta, la abrí y ella llevaba una maleta en sus manos, dispuesta a salir.
»Mateo la vio y le estiró los brazos para que lo alzara, ella ni lo miró. Me acerqué y me arrodillé ante ella y le pedí que no se fuera; al verme gritando, Mateo empezó a llorar también. Le prometí a mamá que me iba a portar bien, que yo le iba a ayudar con Mateo para que pudiera ella descansar un poco, le prometí las mejores notas y la mayor obediencia. De todas maneras se fue dando un portazo y perdiéndose en la tormenta de la noche.
Cuando el llanto del recuerdo obligó a Luka a callar, lloré también. El abandono de su madre lo había sentido como propio hacía muchos años porque yo también la quería y la conocía desde más niño. Nunca pude entender el motivo de abandonar así a sus dos hijos y más aún con Mateo siendo un bebé. Ese día había quedado oculto y lejano en la memoria de ambos pero jamás sacamos el tema pues nos prometimos dejarlo atrás. Desde entonces Luka había velado siempre por su familia sin mencionar nunca a su madre o los acontecimientos que lo llevaron a estar a cargo de su abuela y su hermano. Nadie más que yo sabía todo lo que había pasado en su casa, en su corazón y en su vida.
—Yo estuve esos catorce años con ella, Gabriel, y se largó como si fuéramos perros que se dejan en la carretera al no poder cuidarlos más —Sorbió su nariz y aclaró una vez más la garganta, frunciendo su ceño, con rabia del recuerdo—. Mateo lloró casi toda la noche, mi abuela no podía calmarlo y también lloraba y se enfermó, y yo estaba destrozado y también pasé la noche en llantos en mi cama, haciendo incluso caso omiso al sufrimiento de los demás de la casa. Tú nos ayudaste a todos esa noche. No dejaste solo a Mateo y nos quedamos los tres en mi cama, me abrazaste por horas y al otro día me ayudaste a atender a mi abuela que estaba tan afectada por la discusión que casi se desmaya.
—Lamento hacer que recordaras eso.
—Pensar en ese y en otros sucesos me hacen darme cuenta de quién eres en mi vida, Gabriel. Eres el mejor amigo que pudiera encontrar, puedo contar contigo y confiarte todo a ti. Nadie me conoce más que tú y mi abuela y mi hermano te quieren como un miembro más de la familia. Creo que no hay nada más doloroso que el abandono o la pérdida de un ser querido; mi mamá se largó y nunca supe el motivo y me culpé por mucho tiempo y solamente tú te encargaste de que no cargara esa culpa en los hombros.
—Nunca fue tu culpa.
—Ahora lo sé. Pasar por todo eso hace que aprecie mucho más a los que amo y eso te incluye. No podría afrontar la pérdida de alguno de ustedes, y mucho menos alejarme por voluntad. No me interesa si eres gay o si mañana me dices que quieres ser mujer o que quieres ser traficante, siempre te voy a querer; yo amo a la persona que me acompañó esa noche y me acompaña cada día, la que me vio llorar desconsoladamente, la que me da una mano cuando necesito y me dice la verdad cuando me equivoco. No logro comprender la reacción de tu madre, pero sí sé que cuando la mía me abandonó, tú estuviste ahí, así que yo estoy acá para ti.
Compartimos la mirada un momento y nos dimos un abrazo lleno de llanto y de ese sentimiento puro que invade a los amigos reales. Duró un par de segundos esel abrazo y entre risas nos separamos. Tanto él como yo limpiamos nuestros ojos con las manos y barrimos sutilmente el estacionamiento con la mirada para asegurarnos de que nadie nos hubiera visto llorando tras el árbol. Qué vergüenza.
—Dios... tenía tanto miedo de decírtelo, Luka...
—No debiste. Eres la relación más larga de mi vida —bromeó—, jamás terminaré contigo.
Me reí con ganas y le di un suave empujón.
—Gracias, Luka.
—¿Pensabas ocultármelo por siempre?
—No por siempre... tal vez solo un par de días más. Máximo hasta antes de la graduación. Dijiste que era una opción irme contigo a estudiar e imaginé que si te decía ibas a retractarte o algo peor...
—¿Quieres decir que ahora que lo sé, te vendrás conmigo? —No le fue posible disimular la emoción en su voz.
—Estuve mirando la universidad en internet y por ahora tengo una carrera en mente. Tendría que organizar muchas cosas y no estoy seguro de si el primer semestre pueda empezar, pero quizás pueda buscar trabajo allí y ahorrar.
—Claro que se puede —afirmó—. Algo solucionaremos. Si tu mamá ya no está a tu lado, me tienes a mí, llevo sin madre varios años y sigo vivo.
Suspiré.
—Aún así es complicado.
Me dio una mirada compasiva pero comprensiva, creo que si había alguien que pudiera entender realmente era él, él ya había estado en mi situación, en un contexto paralelo, pero con la consecuencia muy similar.
—Lo sé, te juro que lo sé. Pero no es el fin del mundo, Gabriel. Duele un montón, sí, pero nos queda mucha vida por luchar. —Hizo un ademán con su cabeza para que volviéramos adentro. Empezamos a caminar y entonces, en tono burlón, habló de nuevo:— ¿Y tu novio de dónde es?
—De hecho lo conoces. Lo llevé una vez a la piscina a que nadara con nosotros.
Él hizo una mueca de que no se acordaba de quién rayos hablaba.
—¿Hace mucho?
—Casi un año.
—¡¿Son novios hace un año?! Es el colmo.
Omití decirle que para efectos prácticos éramos novios solo hace un par de meses; quizás con Denny todo empezó cuando lo conocí en la cancha y le ofrecí una soda y no cuando usamos la palabra formal.
—Se llama Denny, ¿no lo recuerdas?
—No, lo siento. Pero debes presentármelo... de nuevo.
Llegamos a la entrada y nos dirigimos al salón que habíamos abandonado hacía ya un buen rato.
—Oye, si te hubiera dicho que sí estaba enamorado de ti, ¿qué habrías hecho?
Sonreí al decirlo pero él puso una mueca pensativa mientras tomaba un trapo para pasar sobre una de las paredes.
—Te habría dado una oportunidad —musitó—, uno nunca sabe, ¿y si eras el amor de mi vida y yo perdiendo el tiempo con mujeres? Las historias más clichés son de mejores amigos que eventualmente se enamoran.
—No eres mi tipo, la verdad.
—Soy demasiado para ti, amigo.
Y el salón se llenó por un par de segundos con nuestra risa.
Luka no es un modelo a seguir como pareja pues sus numerosas aventuras con diferentes mujeres lo hacen ver mal, pero como amigo, no creo que haya un mejor ejemplo de amistad que él.
Mi historia con Denny, al menos la parte complicada y llena de baches, transcurrió en un año entero en que muchas lecciones aprendimos tanto juntos como separados.
Por mi parte diré que aprendí el valor de la lealtad y de cultivar una amistad sincera, no hace falta más, con una basta. Los amigos a veces valen más que la familia porque ellos fueron escogidos y más importante aún, nos escogieron.
A partir de ese día seguí finalmente el consejo de Karla y abracé mi miedo, haciéndolo una parte de mí llena de fortaleza. Las personas cuya opinión y cariño me importaban (salvo mi madre) me querían en sus vidas como yo las quería en la mía.
No tenía ni de lejos mi futuro resuelto, pero ese gran muro de temor que me separaba de ver las mil posibilidades estaba destruido ahora y aunque no había un paisaje completamente colorido del otro lado, era un paisaje mío y podía hacer de él lo que quisiera.
En ese salón luego de tener las cuatro paredes relativamente blancas, recuerdo pensar vagamente que si Denny por arte de magia aparecía por la puerta, lo iba a besar frente a todos y no me iba a importar lo que dijeran.
Solo me faltaba la graduación y pese a que esa nube negra de la ausencia de mi mamá y de mi hermana iba a estar presente, un sol mucho más potente de cariño de Luka y de Karla iba a esconderla lo suficiente y de ahí en adelante, y en medio de lo que era ese día a lo que iba a ser después, solo me quedaba amar a Denny cada tarde, cada noche y con cada pensamiento.
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