- ʟɪᴍᴇʀᴇɴᴄɪᴀ ᴏʙᴊᴇᴛɪᴠᴀ ɪ -
Para kannarus2 porque creo que al fin logré escribir algo gracioso
La apropiación de palabras es una cosa bastante popular hoy día. Se deduce que los anglicismos pueden ser giros del idioma ingles, no solo del inglés al español, pero si el giro de vocablos ingleses a cualquier idioma. En resumen, es un préstamo. Como narrador, no le daremos muchos giros. Las metáforas se entienden por ser comprensivas dependiendo del sitio, estado social o categoría gramatical de donde uno se encuentre, los anglicismos pueden ser partes consistentes de una metáfora si así lo deseamos, pero ésta anécdota no trata de metáforas ni ejemplos gramaticales a base de confundir al lector. Mi intención es aportar algo básico a un paradero amoroso pero muy poco tocado de forma realista por llegar a ser tan romantizado que de hasta miedo.
Entonces, veamos. Comencé por los anglicismos, porque esto trata de uno. Pero se da por sentado que es muy bonito, y como es mejor ser aceptado por ser bonito y no por lo que es, contaré esto desde ese enfoque superficial juvenil.
Si, si. Eso haré. Ustedes caerán en cuenta que se pueden apropiar palabras dependiendo de qué significado estemos dispuestos a darles por medio nuestras acciones conductuales. Eso suena mucho más romántico ¡Y vende más! Comencemos.
La Limerencia es un estando inconsciente de expresión romántica, que conlleva hasta una provocación obsesiva por querer ser correspondido. Esto desarrolla distintos síntomas tales como: conducta obsesivo-compulsivo, ansiedad y euforia. Viene del Limerence en inglés –¿Lo ven? Un anglicismo, vamos bien–. También pudo a haber sido Amorance, pero para la Psicóloga Dorothy Tennov, Limerence sonaba más bonito, y era francés. ¡Oh! El idioma del amor. Aunque ella lo redactó de forma políticamente profesional en su libro, es tan contradictorio porque desde ahí todos quisieron o pasaron a tener Limerencia de la noche a la mañana como si fuera una epidemia, y no, no lo es. ¿Qué son ustedes? ¿Unos tóxicos? Déjame decirte que la Limerencia no es tan bonita como lo hacen ver. Pero lo volveré a repetir. No se supondrá esto en la historia, no es lo mío, y ya aclaré que tiene que vender. Además, puede ser bonito desde otro ángulo, uno senital o un nadir.
¿Se puede apropiar Limerencia a otra esencia? Estoy hablando enserio, sin rodeos ¿Habrá otra manera de verlo? Por lo que es, pero sin romantizar su significado ni cambiarlo como si fuera Dante creando su nueva formación de poemas turbios. Creo que sí, es posible.
¿Cómo será? Bueno, todo comienza por una persona que siente atracción romántica hacia otra, bien puede ser consciente del sentimiento, pero la Limerencia no es un estado consciente ¿A qué nos referimos? Que nuestro enamorado/a podría saber que está enamorado, pero no que padece Limerencia y allí comienza a ser problematico. Hasta las demás personas a su alrededor notaran algo anormal.
Sólo sería funcional por otra razón: la objetividad.
Una persona objetiva es neutral en todo. Pero una persona enamorada siendo objetiva es otro giro a la historia. Es ese atractivo único que lleva el significado a amar desde otros pensamientos más lógicos, tal como dijo Rainbow Rowell cuando escribió su libro Eleanor y Park, rescatando lo que se siente enamorarse por primera vez “Los amas con la cabeza. Y luego los amas con todo lo demás.
Cuando están contigo, vibras. Cuando se van, los anhelas”. Claro, no soy un narrador al nivel amoroso como Powell, porque tampoco va de eso.
¿Una persona objetiva estando enamorada pero anhelando a su contraparte soñada hasta el punto de querer estar siempre con ella y obsesionarse? Santo Dios de las Papayas ¡Eso vende! Al menos, esta entidad lo vió así cuando Tsukasa Yaki pasó a tener ideas locas con movimientos detectivescos.
Pondré los datos sobre la mesa.
Tsukasa Yaki, es esa clase de chicas que comienza un nuevo año escolar como estudiante de primer año de preparatoria en Itachiyama. ¿Por qué Itachiyama? Bueno, su hermano mayor ya estudiaba ahí y les quedaba como anillo al dedo para su madre amorosa el verlos en uniformes de colores similares.
Su burbujeante personalidad no había experimentado lo que era el compromiso para los demás ni para consigo misma. Es un torbellino de pereza con una antena parabólica en su propio mundo. Sintonizando la cavidad de sus hobies como escribir, pintarse las uñas y despegarse de la realidad.
Pero su madre no quería que las cosas fueran así ese año, ni mucho menos el resto de su etapa estudiantil en Itachiyama por los otros dos años. Movió sus palabras explotando su burbuja cuando los primeros dos días de clase le comentó apenas llegar a casa junto a Iizuna:
—¿Ya haz pensado unirte a un club?
No era una pregunta retórica, necesitaba respuesta concreta, porque la gravedad que usó en su tono de voz le influyó un aire de severidad que empezó murmurar incoherencias tratando de escapar de su situación. Hasta que notó la espalda de su hermano pasar de largo por la sala luego de quitarse los zapatos e hizo la pregunta de la discordia...
—Nii-chan, ¿tu equipo tiene una manager?
El mayor de los hermanos Tsukasa se retorció de nervios por observar de reojo a su hermana menor, una sonrisa torcida le surcó los labios pero igual tuvo que responder.
—No.
Yaki le sonrió risueña a su madre como mejor lo sabe hacer.
—¿Lo ves? Seré la manager del club de Voleibol.
Y ahí empezó el correcaminos a hacer de las suyas, estropeando los andares de la diligencia en menos de cinco segundos.
Tsukasa Iizuna, capitán del equipo de Voleibol de Itachiyama en su tercer año, ganó un premio por ser uno de los mejores armadores a nivel de secundaria y es metódico, lindo y amable. Pero sobre todo, ama a su hermana, es una de sus adoraciones más apreciadas a pesar de que solo lo demuestre cuando la observa escribir poemas y coplas sentada en el suelo de la sala con una ternura fraternal. Y aún así ¡Y aún así! No tiene madera para ser manager de un equipo de voleibol, no, tal vez para ningún deporte en especial.
E igual no podía mentirle. No era el fin del mundo, quizás no iría tanto al club, como hizo con el de caligrafía tradicional en escuela secundaria, faltaba casi que todo el tiempo por simplemente no tener el suficiente interés. Ya se le pasaría, era innegable desde sus teorías a medianoche.
Siguió creyendo que se le pasaría cuando completó el formulario, lo entrego y miró a su madre con brillos revoloteando a su alrededor. Era una fiebre emotiva por el momento, sí, eso. No iría muy lejos. Nada más allá de un par de prácticas y notar que tendría mejores cosas que hacer si descubría una nueva serie al estilo de comedia banzai, un club que se ajuste más a su excéntrica poco notable personalidad o un nuevo libro de poemas sobre la época de los dinosaurios.
Eso creía Iizuna. Creía. Porque en hechos pasados, Iizuna guardaba esperanzas de no tener que estar pendiente de su hermana. Pero fue un error pensar así, tanto de una manera como de la otra.
¿El amor a primera vista? No, no iba con ella. No era así de risueña pero tampoco tan distraída. ¿Atracción física? Tal vez.
Tampoco fue una piedra en el camino, porque ese sujeto no podría considerarse éso jamás.
Me salté un par de escenarios. Porque faltan más cartas en esta mesa para cuatro personas.
A los ojos de Yaki, se dispararon sus alarmas de su poco conocimiento en el deporte fue cuando el entrenador estaba desarrollando el plan de entrenamiento junto a su hermano mayor Iizuna el primer día y le preguntó a ella por consejo sobre qué sería mejor en un plan de entrenamiento si tenían nuevos miembros: ¿Practicar diversos saques para ajustar la rotación contra un equipo de ofensiva siquiera promedio o practicar recibimiento de servicios flotantes?.
¿Eh? Yaki se rascó la mejilla nerviosa ¿Su trabajo no era solamente llenar botellones de agua y ofrecerle toallas a los sudorosos jugadores? ¿También tenía que aportar? Miró a su hermano de manera dudosa, escarbó entre lo que pudo de sus señas y vagos recuerdos para comprender que Itachiyama era uno de los mejores equipos de Tokyo. Debía aclarar que era muy nueva en eso, que tener un hermano talentoso en el voleibol no la hacía tan conocedora a ella pero igual sacando cálculos vacilantes pudo acotar que era mejor practicar recepciones.
El entrenador se rascó la barbilla con una sonrisa pensándolo y le agradeció feliz. ¿No estuvo tan mal? Tsukasa sonrió nervioso en su lugar y luchó contra el pensamiento de que su hermana no era una tonta insufrible. No lo era, pero tenía miedo. Ella nunca había llegado tan lejos.
Lejos...
Esa palabra cruzó su cerebro cuando su hermana se presentó con el resto de integrantes hasta llegar al Atacante Lateral de cabello rizado y su primo el Libero.
Pudo jurar que el foco se le prendió a su hermana cuando habló con esos dos por primera vez, más que todo con el castaño. Un bombillo que podría iluminar toda la escuela y ahorrarían gastos de luz por un año entero. Era de esperarse, eran Sakusa y Komori, uno generaba repelus y el otro una tonada de ángeles a su alrededor. Pero el tick en el cerebro de Iizuna siendo un conocedor de esos dos y de su querida hermana, supo que otro tipo de foco se prendió, al menos eso pensó.
Otra vez, se estaba equivocando.
Komori Motoya son esa clase de chicos agradables que dejan auras divinas de extensa comodidad a su alrededor para con el mundo, se podía llevar bien con todos y quizás hasta sacaba pequeñas risitas de confort. Un guante de apoyo si querías lidiar con Sakusa Kiyoomi, su primo extremista, era Komori, el cojín por si te resbalas si cometías una estupidez a la hora de entablar conversación con Sakusa. Y un libero de calificación casi inhumana. Para Iizuna, eso era Komori. Un agradable sujeto que cerca suyo podrías usar la frase “Y las risas no faltaron”.
Pero jamás se esperó que Yaki tuviera otro tipo de reacción, o al menos no la reacción esperada.
—Komori-kun huele extraño, ¿no crees nii-chan? –esa pregunta no sonaba conspirativa ni nada mañosa, pero si extraña cuando recogían la mesa después de la cena–.
—¿Extraño? ¿Extraño cómo? –alzó una ceja–.
—Es un olor... –miró al techo curiosa mientras se sostenía el mentón, se veía adorable–. No es un olor malo pero si agradable. No lo sé. ¿Para ti, Komori-kun a qué huele?
Los ojos oscuros de Iizuna brillaron ensimismados en confusión. Pero preguntas así eran de lo más normales cuando ella comenzaba a poner su atención en algo nuevo... esperen, ¿Komori era ese alguien nuevo? Tendría que medir su respuesta, aunque por supuesto, jamás analizaba a qué olían sus compañeros de equipo, pero la cuestión era interesante.
Al cabo de un buen rato, recoger, lavar los platos y por último en la fase de secarlos, sacaban ideas locas sobre olores de sus conocidos y familiares. Se habían desviado del tema.
—La abuela puede que huela así porque se la pasa moliendo granos y sacando especias.
—Pues sabes que a ella le gusta hacer las cosas a la antigua. Por algo la ayudas hasta a preparar sal.
Uno de sus otros hobies extraños. Yaki ayudaba a su abuela ortodoxa a hacer especias, moler, usar morteros y machacar ramitas para fermentar los diferentes tipos de sake y crear nuevas tinturas como tratamientos tradicionales. Sonrió recordando esas tardes dedicadas a preparar mochi y dulces de frutas, pocas cosas que compartía con aquella dulce anciana igual de extraña que ella.
Se desviaron del tema, otra vez.
—No me respondiste. Hasta Sakusa-kun huele raro, como a farmacia.
Iizuna frunció el ceño. Sabe que el mencionado no es normal pero tampoco un bicho raro, y aún así, combinar su olor con el de farmacia se le hacía enfermizo.
—Huele a antibacterial Yaki –una risa se le escapó y la joven confundida se le terminó uniendo–.
—¡Por eso! Komori-kun no huele así. Es un olor familiar, demasiado genuino. No es un olor que haya sospechado antes o...
—¿Komori, eh? –interrumpió y la menor lo miró enseguida, capturando su atención. Porque parecía que Iizuna iba a decir algo muy importante, serio y lo que le daría un motivo de arranque a su búsqueda–. Komori huele como el sol.
Silencio
Su hermano con una sonrisa casi gloriosa llena de ensoñación, se fue al baño antes de que Yaki pudiera reaccionar.
«Komori huele como el sol».
Silencio
Tsukasa Yaki es burbujeante, esa clase de chicas que simplemente la ves pasar y es difícil no ponerle un ojo encima. Porque pareciera caminar sobre las nubes en un mundo diseñado solo para ella.
«Komori huele como el sol».
A ratos escribe poemas, trabajos de ensayos para ella misma, porque busca la manera de entender cosas que ella nunca ha entendido.
«Komori huele como el sol».
Tiene ese noseque ridículo, en el que le pone demasiada atención de la que es debida a una cosa, un tema o una persona.
«Komori huele como el sol».
Siempre tiene algo nuevo que leer, algo nuevo que investigar y algo con lo que reír.
«Komori huele como el sol».
Si sabía a qué olía el trigo tostado, el limón en la ropa recién lavada o el esmalte de uñas que a veces usaba.
Tenía sostenibilidad suficiente en el tema como para defenderse y saciar su curiosidad.
¡Pero simplemente Tsukasa Yaki no sabía a qué carajos se refería aquella expresión!
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