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—Minie ¿es muy urgente ir por tus galletas de avena?

—¿A caso quieres que tu hijo tenga el rostro de galleta?

Agust apretó los labios, guardando su billetera y las llaves de su departamento y auto.

Evitó decir cualquier cosa mientras abría la puerta y esperaba a que JiMin saliera primero, junto a su abultado vientre y las dos o tres horas de sueño que se vieron interrumpidas por el antojo de su chico.

"Oh no, no lleves las malditas galletas. No importa que estés en el supermercado, total, a JiMin ya no se le antojarán."

Soltando un bufido, Agust se resignó en cuanto las puertas del elevador se cerraron y lo hizo mucho más, en cuanto se aseguró de que el cinturón de seguridad no le incomodaba en demasía a JiMin.

Bostezó un par de veces y se golpeó las mejillas para borrar un poco el rastro de sueño y seguidamente, encendió el automóvil y avanzó por las solitarias calles.

JiMin tarareó el resto del camino y a punto de llegar al maldito supermercado de 24 horas, él sólo;

—Amor, creo que estaría mejor con unas papitas de esas que venden a cinco cuadras del supermercado.

Agust tragó, formó una sonrisa tensa y redirigió su camino.

Esta bien, su chico y su bebé valían cada cosa.

Excepto que;

—¿Sabes? Las papitas tienen demasiadas calorías y estoy esforzandome en cuidar de mi dieta aún con mi embarazo. Las galletas estarían muy bien.

Suspiró y golpeó el volante con los dedos, tratando de entender que esos cambios de mierda, resultaban normales en un embarazo.

—Aunque ¿crees que este bien si me como unas cuantas papitas y las combino con las galletas?

—¿Y no quieres un combo, tres cajas de las galletas y una soda de fresa?

JiMin parpadeó y guardó silencio ante el tono exasperado de su novio. Formó un tierno puchero y jugó con sus pequeñas manos, decidido a tener una sola cosa para ya no hacer enfadar al mayor.

—Lo siento cariño, estoy siendo un desconsiderado. —Agust murmuró, ya más calmado y arrepentido. —Podemos ir por ambas cosas.

JiMin cruzó los brazos y lanzó una mirada intimidante en su dirección, haciendole sentir peor.

Le había hecho enfadar.

—¿Por qué estas ofreciendome tanta comida? ¿A caso quieres verme más gordo?

¡Ah, joder!

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