• siete •
Lisa había estado observándolo con atención, por lo que había podido notar que el cuerpo entero de Jungkook estaba inclinándose hacia ella de manera casi imperceptible. Ya había visto esa misma mirada con anterioridad, luego de que se hubieran abrazado. En ese entonces no había sabido cómo interpretarla, pero ahora no tenía duda alguna: Jungkook la deseaba. En caso de que no hubiera tenido suficiente con esa revelación, la tailandesa se encontraba ahora lidiando con un nuevo descubrimiento, aún más impactante que el primero. Deseaba tocarlo. Algo se había mantenido latiendo en un recóndito lugar de su mente desde el abrazo en la playa, pero ella había tratado de ignorarlo. Y ese algo había cobrado renovadas fuerzas cuando él le había tocado el cabello hacia tan sólo un momento.
No tenía sentido que intentara ponerlo en palabras. Lisa simplemente deseaba que él terminara de acortar la distancia entre ambos.
Pero, cuando creyó que finalmente lo haría, lo vio soltar un sonoro suspiro y apartar la mirada en dirección al horizonte. Lisa se quedó quieta, tratando de procesar lo que acababa de suceder. ¿Estaba su imaginación jugándole una mala pasada, o Jungkook realmente había volteado el rostro como si nada hubiera ocurrido?
Cuando Lisa se dio cuenta de que él no pensaba ser el primero en hablar, decidió que lo mejor sería actuar con naturalidad. Estaba claro que Jungkook pretendía evadirse de la situación, así que ella podía hacer lo mismo. Después de todo, no estaba en su naturaleza sobreanalizar las cosas.
— Entonces... —Jungkook reaccionó de inmediato, volteándose a mirarla con su típica expresión inescrutable. Luchando consigo misma para no bajar la mirada, Lisa se obligó a continuar—. Cuando dije que me costaba creer que alguien como tú pudiera salir por ahí... —vaciló cuando él asintió para indicarle que estaba escuchándola. ¿Por qué ahora se sentía repentinamente cohibida?— me refería a que encuentro increíble que no te ponga ni un poco nervioso.
Jungkook pestañeó un par de veces. Así que volvían a la normalidad. Se sentía verdaderamente afortunado de que ella estuviera dirigiéndole la palabra con tanta soltura, por lo que se dijo que debía ser cuidadoso al hablar luego del pequeño "desliz" que había tenido momentos antes.
Meditando sobre el comentario que Lisa le había hecho, Jungkook se pasó la lengua por los labios, tratando de ganar algo de tiempo. ¿Por qué era que salir a pasear solo por las noches no lo ponía nervioso? Nunca se había detenido a pensarlo, simplemente lo hacía porque le gustaba hacerlo.
Sin embargo...
— Creo que la idea de que podría encontrarme en situaciones como la de hoy no me preocupa porque, de cierto modo, ya me he acostumbrado a ellas —Lisa se sorprendió al escuchar que Jungkook no se limitaba a darle una respuesta breve y concisa, como solía ser su costumbre. Era dueño de un rostro que podía ocultar sus emociones a la perfección, pero Lisa pudo darse cuenta de que en ese preciso instante Jungkook estaba dejando que se traslucieran, sin ningún tipo de filtro—. Sé que debería sentirme agradecido en todo momento, pero... —soltó un suspiro, cerrando los ojos. Lisa creyó comprender su punto, por lo que, apoyando ambas manos en la superficie de la roca, asintió mientras se reclinaba hacia atrás para poder observar el cielo nocturno.
— Pero resulta difícil cuando te tratan como si no fueras una persona.
Jungkook abrió los ojos, repentinamente sorprendido por el hecho de que Lisa hubiera expresado con precisión lo que él había estado pensando para sus adentros. Ella lo había dicho con naturalidad, como si simplemente se hubiera limitado a señalar algo obvio, pero su rostro denotaba una seriedad absoluta. El maknae de BTS sintió que ese comentario le quitaba un gran peso de encima, así que se permitió relajarse un poco.
— Así es exactamente cómo se siente —Jungkook alzó una ceja cuando de pronto cayó en la cuenta de que nunca había hablado de este tema con nadie más. A pesar de que se consideraba realmente cercano a sus hyungs, había tomado la postura de no agobiarlos con problemas con los que ellos también debían lidiar. ¿De qué serviría quejarse con los demás? Después de todo, no había cosa en el mundo entero que Jungkook detestara más que verlos sufrir. Pero ahora se encontraba allí, hablando de ello con alguien a quien apenas conocía. Era extraño. Sin embargo, cuando Lisa lo miró con unos ojos que derrochaban empatía, sus cavilaciones se esfumaron por completo. Ella tenía algo que lo hacía sentir inexplicablemente cómodo—. Es... frustrante. Porque no puedes hacer nada —continuó, enfatizando sus palabras—. Es como si literalmente tuvieras las manos atadas.
Jungkook había debutado con una mentalidad tan llena de inocencia que, si miraba hacia atrás, incluso a él mismo le parecía sorprendente. Suponía que tenía sentido; después de todo, en ese entonces sólo contaba con 15 años. Pero el tiempo había ido pasando, y BTS había ido ganando popularidad y relevancia. Y, poco a poco, la venda que Jungkook ni siquiera sabía que tenía sobre los ojos había comenzado a hacerse pedazos.
Lisa se mantuvo en silencio. Ahora que él había empezado a hablar, no quería interrumpirlo por nada del mundo. BamBam le había dicho una vez que Jungkook solía actuar como si no tuviera preocupación alguna, pero que su verdadera personalidad distaba mucho de ser la de ese chico aparentemente indiferente que la gente creía que era. Y estaba claro que el tailandés no se había equivocado en ese punto.
— Por un lado, siempre, sin importar lo que hagas, tendrás anti-fans —Jungkook se encogió de hombros, como si ese hecho fuera uno conocido por todos—. Gente que te odia sin razón alguna.
Lisa pudo percibir que sus palabras estaban llenas de amargura, así que movió una mano y la apoyó sobre la rodilla izquierda de Jungkook.
— En este mundo hay mucha gente que desperdicia sus vidas por los celos y la envidia —Lisa solía hablar de este tema con sus miembros, pero había sido específicamente Jisoo quien le dijera las palabras que ahora estaba repitiendo—. Hay mucho de eso —enfatizó, dándole un leve apretón. Jungkook, al igual que ella, era el maknae de su grupo. Y Lisa sabía lo crueles que las palabras de un individuo anónimo podían llegar a ser.
El morocho posó sus ojos en ella, comprendiendo al vuelo lo que había querido decir. "No es tu culpa". "No has hecho nada que merezca tal odio". Sin siquiera notar lo que estaba haciendo, Jungkook cubrió la mano de Lisa con la suya. La dejó allí, y dirigió su mirada hacia el océano.
— Lo sé... —Jungkook fue incapaz de contener otro suspiro mientras trataba de elegir sus palabras con cuidado. Se había acostumbrado a tener que guardarse este tipo de pensamientos, lo cual no ayudaba ahora que deseaba expresarlos en voz alta—. Pero no son ellos los que más me preocupan —dudó durante un segundo, pero luego decidió continuar—, sino los propios fans del grupo.
Lisa alzó una ceja, especialmente interesada en lo que Jungkook estaba a punto de decir. Dándose cuenta de que estaba vacilando, y queriendo darle ánimo, la tailandesa volteó su mano y la entrelazó con la de él. Jungkook reparó en dicho gesto, pero no se atrevió a mirarla. Si comenzaba a perderse en todo lo que Lisa hacía, no sería capaz de continuar hablando.
— Las generalizaciones nunca son justas —prosiguió, siendo repentinamente consciente de que la opinión que Lisa tenía de él le importaba, y mucho—. He conocido muchísimos fans que me han hecho sentir respetado. Pero...
— Jungkook, no tienes por qué sentirte incómodo. El hecho de que sean justamente eso, fans, no significa que todo lo que hagan sea aceptable —declaró ella, con una determinación que lo dejó sin palabras. ¿Cómo había podido leerlo con tanta facilidad?
Jungkook sonrió levemente, notando que su seriedad había sido tal que incluso lo había llamado por su nombre.
— Comenzaba a creer que no sabías cómo me llamaba.
Lisa le mostró el amago de una sonrisa, pero no estaba dispuesta a dejar que él convirtiera ese momento en algo frívolo, por lo que continuó como si él no hubiera dicho nada.
— Las celebridades no son objetos. Son personas. Ni siquiera tus fans deberían pensar que pueden hacer contigo lo que quieran, cuando quieran —concluyó, en un coreano tan elaborado y perfecto que lo dejó asombrado. Jungkook se limitó a mirarla, admitiendo para sí que le encantaba la manera en que Lisa hablaba de cuestiones serias con tanta normalidad. Ella simplemente sabía cuáles eran sus verdades, y no dudaba a la hora de tener que expresarlas.
— ¿Tienes sasaengs de los que seas consciente? —le preguntó Jungkook sin previo aviso, haciendo que ella alzara ambas cejas por la sorpresa. Al cabo de unos segundos, sacudió la cabeza.
— Si los tengo... —la tailandesa suprimió un escalofrío al imaginarse siendo expuesta a personas con ese tipo de personalidad obsesiva— aún no han hecho nada para que los note.
Jungkook bajó la mirada y la clavó en algún punto de la superficie del agua.
— Eso es bueno —fue todo lo que dijo antes de sumirse en otro silencio prolongado. Lisa presentía que Jungkook estaba a punto de abrirse del todo con ella. Las personas que la conocían no la describirían como alguien paciente o silencioso, pero ese chico definitivamente estaba poniéndola a prueba en ambos sentidos. Pero no lo presionaría. Algo le decía que, si lo hacía, terminaría arruinándolo todo. Y al final pudo comprobar que había tomado la decisión correcta: luego de lo que se sintió como una eternidad, Jungkook alzó la mirada y continuó—. Yo he estado en aeropuertos donde sasaengs se me han acercado como si nada —Lisa, sorprendida, soltó una exhalación, pero no quiso interrumpirlo—. En una ocasión, una chica se me acercó y comenzó a caminar a mi lado. Luego empezó a hablarme, a hacerme preguntas personales —Jungkook se entretuvo jugando con los dedos de Lisa mientras trataba de disimular lo incómodo que se sentía. No por estar hablando de eso con ella, sino por tener que recordar lo mal que se había sentido en medio de esa situación—. No la vi venir, pero cuando la tuve al lado pude reconocerla de inmediato. No sabría explicar lo que sentí cuando comenzó a hablarme como si yo tuviera que estarle agradecido.
Lisa sintió que la piel se le erizaba. Jungkook estaba relatándole ese suceso con una tranquilidad que ella sabía debía ser únicamente superficial. Pero, muy a su pesar, no había nada que pudiera decirle para hacerlo sentir mejor. Simplemente no había nada que pudiera decir.
Jungkook se puso de pie y tiró con suavidad de su mano para llevarla con él. No sabía por qué, pero algo le impedía soltarla. Se quedaron allí, de pie, observando que una pequeña embarcación llena de luces surcaba el agua de manera silenciosa. La imagen tenía un efecto calmante, por lo que ambos se perdieron en ella durante un par de minutos. Hasta que Jungkook volvió a romper el silencio.
— Esas personas creen que te aman —Lisa no esperaba que el tema se hubiera agotado con tanta rapidez, así que entendió a lo que Jungkook se refería—, y utilizan el "amor" que sienten por ti para asumir que les perteneces. "Yo te amo, por lo tanto eres mío".
Lisa meditó sobre sus palabras, pero terminó llegando a la misma conclusión que Jungkook. Era una realidad poco feliz, pero él estaba en lo cierto. Y lo más alarmante de todo era que esa mentalidad ya no podía serle adjudicada exclusivamente a los fans obsesivos de los que habían estado hablando. ¿Acaso no era esa la razón por la que su empresa restringía con tanto esmero las cosas que podían y no podían hacer sus artistas? Eran los derechos que los fans en general creían tener sobre sus ídolos los que cercenaban su libertad como individuos. Y, aunque no fuera precisamente justo ni sonara lógico, eran las reglas de un juego que todos parecían haber aceptado.
— Pero eso no es amor —murmuró Lisa, con la vista aún en el horizonte. Jungkook la miró justo en el momento en que la brisa marina le revolvía el largo cabello anaranjado, creando una imagen que ya una vez lo había dejado sin palabras.
— No, no lo es... —su voz salió en forma de murmullo, a medio camino de un susurro. Cuando Lisa le devolvió la mirada, Jungkook se dio cuenta de que sus manos seguían entrelazadas. Y cuando le sonrió por primera vez en un buen rato, sintió que la calidez que emanaba de ella lo reconfortaba.
— Entonces no tienes por qué sentirte obligado a aceptar ese distorsionado concepto de amor —concluyó ella, preguntándose si estaría pronunciando esas palabras para él, o para sí misma—. Tú les vendes tu arte, no tu persona.
Continuará...
- ESPECIAL 2/3 -
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