2. Mentiras

Esa noche recuerdo que lloré amargamente… llena de un sentimiento de vencimiento, de que mi ser y alma pertenecían a alguien que yo no conocía. Esa persona que no creí que existía dentro de mí. Ese ser humano que reconocía a la ineptitud e impericia como parte suya.

Era incompresible pero todas esas calificaciones altas que había recibido durante toda mi vida, parecían solo mentiras ahora. Es decir,  ninguna vez había sacado una mala nota. ¿Reprobarlas? Para mí eso era tabú. Muy pocas veces me había atrevido a sacar un ocho. Mi madre siempre había sido estricta con respecto a ese campo, así que desde pequeña me había acostumbrado a sacar solo nueves y dieces. Siempre fui la cerebrito de casi todos mis salones. Mi promedio no bajaba de noventa.

                               ¿Pero ahora que me quedaba con ello?

Las buenas calificaciones que había recibido en el colegio no valían para poder pasar a la universidad. Ahora entendía que todo lo que me había esforzado no valía para nada ante nadie. Mis desvelos, mis estudios, mi dedicación no era más que un cero a la izquierda. Una hoja en blanco que me mostraba lo poco que sabía… que el mundo no era de color de rosa.

Creo que por eso mismo me sentía más tan tonta que antes. Tan burlada y miserable.

Y es que mi vida se había enfrascado al estudio. El despertar, cambiarme, ir al colegio, hacer los quehaceres, dormir y repetir el mismo cuento día con día. ¿Qué sería de mí ahora? Mi monotonía se había acabado, ya nada podría ser igual.

                             ¿Pero por qué me había pasado esto a mí?

Esa era la pregunta que me hacía en los momentos en que volvía a derribar más lágrimas sobre la almohada. Ansiaba encontrar la respuesta a aquello, pero por más que lo hacía, las palabras de mi madre se me metían una y otra vez en la cabeza.

Según ella, había reprobado por falta de dedicación y empeño, por no haber estado concentrada en el examen y por no tomarle la importancia necesaria a la hora de entrega.

Pero eso era lo que ella no entendía. Yo había dado más del ciento diez por ciento de mi esfuerzo. ¿Libertinaje? ¿Que hubiera cambiado si hubiera checado la lista a la hora que debería de haberlo hecho? ¡Nada! La hora no justificaba mi fallo. Lo único que mi madre hubiera provocado es que hubiera llorado por más tiempo.

¿Pero para que decirlo ahora si como quiera no había pasado? Una mueca de congoja se corrió en mi rostro cuando vi mi reflejo oscurecido en el espejo. Las ojeras y mi cabello enmarañado. Trague saliva cansada. Nada podía ser peor que esto.

Pero el destino encontró algo que me rompió por dentro; la respiración tranquila que mi hermana Jessica arrojaba en el aire. Sabía que se escucharía despiadado, pero me molestaba el hecho de que estuviese arropada y dormida plácidamente a un costado de mi cama cuando yo estaba sufriendo tanto. Y no era por tenerle envidia, pero quería ser ella. Quería dormirme con la mentalidad de que mañana sábado, podría seguir con mi vida en paz; sin tener que preocuparme sobre el futuro.

Mordí mis labios intentando aguantar mis lágrimas, ya que, según  había visto en el celular, eran pasadas de las cinco y media de la mañana. Y aunque no iría al colegio, ya había llorado bastante. Así que, tratando de tranquilizarme, me baje de la cama, dirigiéndome con cierto pesar hacía la puerta del baño, que para suerte mía, yacía aún lado del cuarto.

Mis pies descalzos encontraron un frío piso, pero no me moleste en lo absoluto; solo seguí caminando sin un gesto alguno. Subí las escaleritas que había en la entrada, prendiendo la luz del baño con lastima.

El foco que se encontraba sobre mía, tintineó al intento de un poco de luz. Vi mi reflejo como en una película de terror sobre el largo y grande espejo que se encontraba arriba del lavabo. No me moví ni un poco y, cuando se alumbró el cuarto por completo, pude apreciarme correctamente. Ahora no solo podía ver mi cansancio y mi cabello revuelto, sino también mi rímel corrido y mis labios hinchados.

Anhelé regresar en el tiempo mientras observaba en el espejo a la última lágrima amarga derribarse en mi boca. Era tan desesperante que esto me estuviese pasando.

—No me importa. —Respiré entrecortadamente, intentando creerme aquello.

Pero por más que lo pensaba, más me destruía. Volvía  contener el aliento para controlarme, pero era comprensible que me deshiciera aún más. Mis lágrimas volvieron con fuerza, dándome la perfecta excusa para dejarme caer sobre los azulejos del cuarto de baño. Mi cabeza se escondió entre mis piernas e, intentando silenciar mis lamentos, volví a sollozar.

                   ¿Por qué esto tenía que haberme pasado a mí?

                                                            * * *

—¿¡Ya terminaste de arreglarte Jessica!? Vas a llegar tarde al colegio —Mi madre gritó desde su cuarto, con las llaves en la mano.

—¡Ya voy! —Mi hermana gritó antes de arreglo un poco el cabello y mirarme antes de salir— Adiós Ashley.

La miré salir por la puerta con mis ojos hinchados. No había dormido ese día tampoco, ya que por alguna razón, mis horarios se habían volteado. Todo el fin de semana me la había pasado de la misma manera.

Despertaba por las tardes y no comía en lo absoluto. No salía de mi cuarto y permanecía en mi ordenador portátil por casi todo el día. Viendo videos, escribiendo, escuchando música que me hacía llorar a momentos exactos, mientras que en silencio, me aislaba de la comunidad electrónica, aquella pagina que anteriormente usaba a diario y que era muy popular en el campo social.

Pero no para mí ese fin de semana.

No quería que todos me lanzasen las preguntas que yo tanto evitaba responder, seguramente porque no sabría siquiera como contestarlas. Y aunque no había ido al colegio ese día, sabía que pronto Eva sería la primera en cuestionarme.

—Le diré la verdad —Mordí mis labios mientras me limpiaba otra ronda de lágrimas—. Solo le diré la verdad…

Y justo cuando pensaba aquello, mi celular sonó.

—¿Ashley? —Sonó a través del celular.

—¿Nohemí? —solté intentando parecer feliz y normal.

—¿Soy yo o la perfecta virgencita está faltando a clases? —dijo alegre.

Reí un poco, a pesar de que me estaba rompiendo por dentro.

—Me quedé dormida.

—¿No vas a venir?

—No creo —Respiré con fuerza, tratando de que mi voz quebrada no se escuchara.

—¿Pasaste el examen?

Aquella pregunta me hizo doblegarme. Caminé con el teléfono sin saber que hacer o decir. ¿Por qué me lo había preguntado tan de pronto? Respiré con cierta fuerza.

—¿Ashley?

—Ah… sí, claro. —Mentí sin pensarlo—. ¿Y tú?

—¡Lo he pasado! —Soltó demasiado contenta a mi parecer, como si me lo quisiera echar en cara—. ¿Creerías que hasta Evelyn y Jacqueline pasaron? Cuando fuimos las tres a checar resultados, a Evelyn casi se le salen los ojos al observar su nombre —explicó divertida al recordar sus momentos.

Traté de sonreír al teléfono. ¿Cómo era posible que ellas pasaran? No era que me cayeran mal, pero sabía que no entendían siquiera las bases de las matemáticas y ni hablar de la física. Además, por lo que me habían dicho, habían contestado prácticamente el examen con los cerrados, tirándole a la suerte.

—¿¡En serio!? —Me escuché muy falsa—. Pensé que no pasaría…

—¿Ya ves? —No lo tomó como ofensa—. No tenías que estudiar tantos meses, esos exámenes todos los pasan. 

Gracias a Dios que estábamos hablando por teléfono porque mi rostro de corrompió con sus palabras. Sonreí y lo acepté en silencio, mientras ya soltaba lágrimas silenciosas que bajaban mi mejilla con dolor.

—¿Iras a pagar mañana? Iremos todas, te puedes venir con nosotras.

Tragué saliva. No sabía porque estaba mintiendo tanto.

—Mi madre ya ha pagado…—solté con cierta fuerza—. Estaba contenta y decidió hacerlo lo antes posible.

—Ah, entiendo —soltó desanimada—. ¡Ni hablar! Solo marcaba para saber cómo te había ido, pero como lo has pasado, entonces nos vemos mañana.

—Ok —Mi voz se rompió—. Nos vemos mañana.

Se escuchó la llamada cortarse y yo no pude más que soltar el teléfono. La tapa salió volando, probablemente la batería se había escondido también para no escuchar como mi voz se desgarraba en un fuerte lamento.

Si es que se me había pasado algo en la semana, esa llamada tan solo había recordado mi falla y con ello, había traído la desgracia una vez más.

Esa fue la única razón por la que ese día no hice mis deberes. No me moví, no me bañe, no comí. No hice nada.

                                                            * * *

—¿Ya están listas? —Mi madre gritó desde las escaleras—. ¡Se les va a hacer tarde a ambas!

—¡Ya vamos! —Jessica respondió, mientras se arreglaba una última vez el cabello—. ¿Ya vienes Ashley?

Miré a mi esbelta y bonita hermana menor. Tan sonriente, tan molesta. ¿Qué si estaba lista? ¿Qué es que no me veía? Apenas y me había cambiado realmente, no quería ni pintarme, pero tenía que hacerlo. Debía parecer feliz.

—Si…

—Vamos entonces —Sonrió ampliamente, mientras apagando las luces, me indicaba que era momento para partir.

Tan solo me di un retoque con la base y el lápiz negro y bajé las escaleras hecha zombie, creo que haber estado sentada todo el fin de semana había traído sus consecuencias. Me dolían los huesos y me sentía como a punto de vomitar. No quería ir al colegio, no quería salir.

—¿Pan tostado?

—No, gracias —Dije, sin sentarme.

—Yo tampoco —Se adelantó mi hermana—. ¡Ya vámonos! Se me va a hacer tarde. Tengo un examen y debo estar ahí a tiempo.

Volví a posar mis ojos molestos en Jessica, no sabía si lo estaba haciendo a propósito, pero sus comentarios realmente me molestaban de sobremanera.

—Igual y vas a reprobar.

—No lo creo —Soltó sonriendo—. A diferencia tuya, yo si estudié.

Entrecerré los ojos, acumulando aún más el odio que le tenía dentro mío. Mi madre nos miro a ambas, regañando a mi hermana por adelantado. Nos miramos con cierto enojo, más fui la primera en abandonar la pelea. No quería estar cerca de ella y por ello, con cierta vergüenza, salí hacia la cochera… esperando a que mi tortura empezase de una buena vez por todas.

No tardaron mucho entonces en seguirme el paso y entonces, con mi hermana peleándose por el puesto de copiloto y el arranque del motor, mi madre manejó hasta la escuela de Jessica. Esta, que no estaba muy lejos de la mía, había sido la secundaría a cual había asistido durante mucho tiempo. Prestigiosa, conocida por sus excelentes estudiantes.

¿Qué les diría a ellos también cuando se enterasen que iba a graduarme seguramente mucho después que ellos? Respiré profundamente. Algo más en que pensar, algo con que martirizarme. Perfecto.

Bye mami —soltó de repente mi hermana menor. Miré hacia adelante ¿Tan rápido?

—Adiós corazón.

—Adiós fea.

No le respondí como solía hacerlo, tan solo le aventé una mirada de odio. Ella entendió mi molestia y, despidiéndose de nuevo de nuestra madre, tan solo tomo su mochila para caminar hacia la puerta de entrada.

Mi progenitora no dijo nada, sin embargo, volvió a pisar el acelerador para llevarme cuanto antes al colegio. Estaba segura de esto, había una tensión entre ella y yo.

—Te veo en la casa —Comentó luego de unos minutos—. Que te vaya bien, hija.

—Gracias —Solté, mientras, poniendo mi mejor sonrisa, empezaba con lo que sería el peor día de mi vida.

Entré por las puertas eléctricas y sin saludar a las mujeres que se encargaban del papeleo de la mañana, camine con un rostro neutro en mi rostro. Por ahora, me guardaría la felicidad y las sonrisas para cuando fuera necesario. No estaba siquiera de humor para actuar.

—¡¿Ashley?! —Me llamaron por detrás—. ¿Por qué no viniste ayer?

Eva ya estaba comenzando con su interrogatorio.

—Me quedé dormida —empecé sin verle—. No pude llegar a tiempo.

—Anda, pensé que algo malo te había pasado —comentó la pelirroja, mientras llegaba a mi lado—. ¿Pasaste el examen?

—Claro —Sonriendo, volví a mentir—. ¿Y tú?

—Igual —Me regresó el gesto—. Te hubiera dicho antes sino fuera que estuviste desconectada del mundo por todo el fin de semana.

—Lo siento —Aguanté mis ganas de llorar—. Estuve fuera.

—¿Celebrando tus últimas noches como una chica normal?

Intenté sonreír como normalmente hacía antes de caminar más a prisa. Debía llegar cuanto antes al baño.

—Claro —Respiré con fuerza—. ¡Mis últimas noches!

Mi mejor amiga sonrió tras de mi lado.

—Anda, tan mortificada que andabas...

Mordí mis labios.

—¿Verdad? Ni era tan difícil.

—¡Lo sé! —Mi amiga me enterró un cuchillo sin darse cuenta—. Todos lo pasamos.

—Si, ¿excelente, no lo crees?

—Ashley… te noto rara —Eva sonrió de medio lago, llegando a mi lado para tomarme de los hombros y encarar algo que yo insistía evitar.

—¿Rara? ¿Yo? ¿De dónde? —Sonreí como nunca antes.

Mi amiga se me quedó observando por un buen rato, analizándome con la mirada.

—Nada —Soltó mientras subíamos las escaleras juntas—. Creo que es mi imaginación.

—¡Eva! ¡Ashley! —Nohemí llegó junto a nosotras—. ¿Cómo están?

—Relajadas —Se adelantó Eva en contestar por mí—. Por fin relajadas esta última semana de exámenes.

—¿Verdad? —La chica que ya era del grupo de Eva antes de que yo me uniera me sonrió. Su cabello oscuro y piel blanca en esta mañana me parecía muy molesto—. Ahora solo falta matemática y física. Para esos si creo estudiar.

Eva sonrió.

—¿Eres tonta? —la pelirroja le miró sorprendida—. ¿Apoco no estudiaste para tu examen de ingreso a la universidad?

—¡No! —Carcajeó quien estaba frente mía—. Por favor, ¿para qué iba yo a estudiar?

—Cierto, al final todas pasamos

Bajé la cabeza, ciertamente ya no podría seguir este día.

—¿Pasa algo Ashley? —Eva me miró.

—Es que… —Traté de no mirarla, sabía que tenía los ojos rojos—. Tengo cólicos.  

Volví a mentir.

—¿Quieres una pastilla? —Nohemí se adelanto.

Me retrasé en el camino, bajando las escaleras con cierta lentitud.

—Díganle al maestro que… llegaré en unos cuantos minutos.

—Dale, te cubrimos —Nohemí soltó aquello con una amplia sonrisa.

Sonreí una última vez antes de darles la espalda y en silencio, soltar la primera de las muchas lágrimas que seguramente recorrerían mi cara ese día. No sabría cómo, pero superaría esa semana a como diera lugar. 

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