parte única.
lights are on,
but nobody's home.
❁
— ¡Ya estoy en casa!— Exclamó Venti tras abrir la puerta, cerrándola al instante. El silencio lo arropó con tristeza y le dio una bienvenida a su hogar.
Dejando escapar un suspiro, el joven deshizo sus dos típicas trenzas mientras observaba al espejo. Bajo sus ojos descansaban unas ojeras que cada día eran más notables, lo que empezaba a frustrarle. A Xiao no le gustaba verlas, pues era una señal de que su amado no estaba descansando correctamente y él quería lo mejor para Venti.
— Me gustaría poder descansar tan bien como antes. Aunque bueno, Klee tampoco es que nos dejara descansar mucho.— Comentó con cierta tristeza, dejando escapar una risa al recordar las risas de su hija mientras les mostraba con orgullo la obra de arte con la que había cubierto las blancas paredes de su hogar.
Por más que la castigaran, la chiquilla siempre volvía a hacerlo. En cierto momento, ambos comenzaron a sospechar los motivos tras sus trastadas: ella se divertía al momento de volver a pintar la pared de blanco. Los tres solían sentarse en el suelo y empezaban a pintar, acabando manchados con esa misma pintura mientras reían y bromeaban. Muchas veces habían pintado un bigote blanco en el rostro de la pequeña, quien luego luchaba por intentar quitarlo pero no era capaz.
Muchas veces Xiao acababa con alguna obscenidad que luego era cubierta por más pintura, aunque aprovechaba para vengarse de su esposo pintando algo nuevo en su cara.
— Será mejor que me dé una ducha. Ya estoy divagando de nuevo.— Dejó su mochila en el suelo y se dirigió a su habitación para tomar su pijama. Era más tarde de lo que había planeado, Aether y Lumine realmente amaban llevarlo a distintos sitios para que pasara el día y se entretuviera un poco, teniendo en mente la idea de ayudarlo a despejarse un poco, sobre todo después de un pesado día de trabajo en el que lo único que hacía era sumergirse por completo en el arte de sus alumnos, empatizando (muchas veces sorprendiéndose) con ellos mediante sus obras.— Vaya esa manía mía... Es horrible.— Suspiró.
El sonido del agua saliendo a presión lo envolvió durante el tiempo que estuvo resonando en el baño. Cuando terminó, permaneció en silencio durante algunos minutos, con una toalla cubriendo su cuerpo y protegiéndolo del frío.
Sus ojos se paseaban por aquella desolada habitación de su casa. Pese a ser invierno, había dejado la puerta abierta, dejando paso al caliente aire que los calefactores encendidos le proporcionaban.
Una pequeña melodía resonaba en su mente. Escuchaba a la perfección la voz de su esposo tarareándola mientras lo cuidaba cuando estaba enfermo.— Era una canción hermosa.— Murmuró, colocando la toalla donde se encontraba anteriormente, dejando al descubierto su cuerpo desnudo lleno de cicatrices. Pero aquello que más llamaba la atención era aquel tatuaje que hizo en honor a la pequeña familia que había formado junto al amor de su vida.— Aunque no recuerdo su nombre. Y eso que solía ser su favorita.— Un suspiro escapó de sus labios. Tomó su ropa rápidamente y ocultó aquel cuerpo que en un pasado fue su vergüenza, pero que gracias a Xiao se había convertido en un orgullo.
Sin nada más que hacer, se dirigió a su habitación, dejando la luz del pasillo encendida. Estando allí se sentó en su cama, apoyándose sobre el respaldo, quedándose embobado con esa foto que tanto amaba.
Recordaba aquellos días a la perfección. Habían ido de vacaciones de verano y se habían alojado en un hotel. Solían levantarse temprano para pasar un rato en la piscina y después desayunar, para más tarde salir y pasar el día fuera, conociendo aquel nuevo lugar en el que estaban de viaje. A lo largo de ese mes pasaron muchas cosas inolvidables, y Venti guardaba también muchas más fotos y vídeos que no pensaba perder jamás.
Aún recordaba las actividades nocturnas, allí donde su pequeña se divertía tanto interactuando con los otros niños e incluso bailando en ocasiones.
Recordaba aquel día en el que empezó bailando con ella (con sus pequeños pies subidos a los suyos) y acabó bailando con Xiao. Al final acabó dejándose llevar por el momento y lo besó, logrando una queja de su hija que hizo a ambos reír.
Inconscientemente, con su pulgar había empezado a acariciar el rostro de su esposo. Se veía realmente hermoso, igual que siempre.
— Te amo tanto...— Murmuró Venti, sintiendo sus manos temblar.— Os amo tanto... Que ya no sé qué hacer.— Sintió las lágrimas descendiendo por su rostro, llegando a caer sobre la foto que había entre sus manos. Afortunadamente, era protegida por el cristal.— ¿Por qué no habéis permanecido conmigo más tiempo...? Esta familia fue mi mayor orgullo. Quería haceros muy felices, quería compensaros por todo lo que tuvisteis que sufrir.— Abrazó aquel recuerdo que tenía de ambos, sintiendo su voz quebrarse cada vez más.— Klee... Lo siento mucho por lo de tus padres. Espero que fueras realmente feliz el tiempo que estuviste con nosotros.— Apretó sus labios.— Y Xiao... Xiao, no sabes cuánto te sigo amando. Te odio por hacerme sentir esto por ti... Siento que nunca voy a poder superarte.— Hizo una corta pausa.— Confiaba en que estaríamos juntos durante mucho tiempo, en que me seguirías amando... Pero jamás esperé esto. Nunca conté con tu muerte a tan temprana edad.
El joven permaneció durante un tiempo en el suelo, llorando abrazado a aquella imagen que tanto amaba. Se sentía solo y perdido, quería a su hija de vuelta, quería a su amado de vuelta.
Sabía que nunca superaría sus muertes. Aquel accidente que se llevó sus vidas había arruinado por completo la suya.
— Ah... Algún día lo superaré.— Dejó escapar un suspiro, cerrando sus ojos. Tardó un poco en ponerse en pie, y una vez hecho volvió a poner la foto donde estaba.— Pero de momento... Solo me queda esto.— Se dirigió a la habitación de Klee a paso lento.
Al abrir la puerta, frente a él se mostraron aquellas marcas de sus manos que habían pintado en antaño. Un día los tres se reunieron en la habitación de la pequeña, y, habiendo escogido tres colores distintos, marcaron la zona blanca de la pared.
Venti había escogido un color verde claro, Xiao un color azul y Klee un rojo que resaltaba por encima de los otros dos colores. Para ser la mano más pequeña, siempre era la primera que miraban al entrar a la habitación.
— A veces aún siento que puedo vernos aquí. Éramos tan felices.— El de orbes esmeraldas se sentó frente a la pared, colocando su mano sobre la de Xiao.
Extrañaba la calidez de su cuerpo. Extrañaba sus besos, sus abrazos, extrañaba todo de él. Su seria y elegante personalidad, la forma en la que cambiaba cuando estaba con él, cómo le hablaba cuando estaban solos. Quería de vuelta aquellas miradas que su esposo le dedicaba cada vez que podía.
Quería a su Xiao de vuelta.
De la misma forma en la que quería a su Klee de vuelta. Sus abrazos que lo tomaban desprevenido, aquella voz chillona que siempre buscaba atención, las escandalosas risas que dejaba escapar cuando estaba feliz, todas sus trastadas, los besos que le daba antes de irse a dormir.
Sin darse cuenta, ya estaba llorando de nuevo.
Afortunadamente, el sonido de su móvil lo trajo de vuelta a la realidad. Al tomarlo, la dulce voz de Ganyu lo recibió con cariño.
— Venti, cielo, ¿cómo te encuentras?— Preguntó, ligeramente preocupada.
— Fatal.— La de cabello celeste suspiró.
— Se te nota en la voz.— Mencionó.— De verdad, un día vas a tener que venir con Keqing y conmigo. Además, a Qiqi le hará feliz verte.
— Pero Klee...
— Ella ya sabe que no volverá. Al igual que sabe que estás mal... Venti, todos estamos preocupados por ti. Esta mañana hablé con Xingqiu, dijo que casi lloras en mitad de una clase.— Él suspiró.— Sabemos bien que ha pasado muy poco tiempo desde lo sucedido. Al igual que sabemos bien que te tomará mucho tiempo recuperarte de sus idas. Bueno, probablemente nunca te recuperes. Pero por favor, déjanos ayudarte. Queremos que seas feliz.
— Pero Ganyu, he perdido todo lo que tenía... ¿Qué haré ahora?— Otra vez. Era horrible. Quería que todo acabara.
La angustia en su pecho comenzaba a crecer. Jamás podría volver a verlos. Ellos no regresarían. El día de su muerte llegaría, y él no podría disfrutar nunca más de la dulce compañía de ambos.
— Déjame ir a tu casa por favor.— Pidió ella al darse cuenta de que el estado de su cuñado no estaba siendo el mejor.
— ¿Ahora?
— Ahora mismo. Déjame unos minutos y estaré ahí.— Tras recibir la aprobación contraria fue rápidamente a abrigarse y salió de su casa al instante, mandándole un mensaje a su esposa para avisar de que estaba con él, sabiendo que llegaría pronto junto a su hija.
Abrazarlo fue lo primero que pudo hacer al verlo. Al instante, Venti empezó a llorar. Su cuñada era una joven tan cálida que la sentía como un hogar, un nuevo sitio al que regresar ahora que no tenía a su familia.
— En serio, ¿cómo has estado hoy?— Insistió ella, colocando una taza de té frente a Venti.— Por cierto, come. Te noto más delgado.
— Hm.— Respondió, tomando la taza entre sus manos.— Ha sido el peor día de todos. Me he encontrado fatal... Y eso que mis hermanos habían planeado una salida para mí. Me sentó fatal llorar frente a ellos.— Se recostó sobre el sofá, escondiéndose tras sus piernas. Ganyu tomó asiento a su lado y lo observó con tristeza.— Estoy harto de que me veáis así. Este no soy yo. Pero al darme cuenta de cuál es mi realidad, solo pienso en que quiero morir. No puedo soportar esto.
— Sabes que puedes hacerlo.— La de cabello celeste frunció el ceño.— Sé que ha de ser doloroso... No puedo imaginar qué sería de mí si Keqing y Qiqi fallecieran. Lo único que sé es que seguiría adelante, incluso si volver a mí me tomara años.— Hablaba mientras examinaba el salón con su mirada.— Además, hay algo que aún puedes hacer.
— ¿Llorar?— Ganyu suspiró.
— No, bobo. Se te da bien el arte en general. Música, pintura, escritura, entre otros. ¿Por qué no te centras un poco en eso? Si necesitas un descanso del mundo, utiliza lo que te gusta... Y de paso, intenta traerlos de vuelta de alguna forma.— Hizo una corta pausa.— No quiero sonar muy ñoña, pero es cierto que incluso viviendo solo en tu memoria, es suficiente. Haz lo que sea por no dejar que no terminen de morir mientras sigas con vida. No puedes quedarte aquí parado.— Con una mano retiró el cabello de su rostro, acomodándolo tras su oreja. Venti la observaba en silencio, aún con lágrimas empapando sus mejillas.— Tómate el tiempo que sea para regresar. Pero por favor, no mueras tú también.— Ganyu no pudo evitarlo y dejó escapar algunas lágrimas también.
Dejando de lado su taza de té, Venti se lanzó a abrazarla. De verdad amaba tenerla junto a él.
— Ganyu.— La llamó.
— ¿Sí?— Preguntó con dulzura.
— Déjame quedarme esta noche en vuestra casa, por favor.— Ella sonrió.— Quiero pensar, pero... Necesito compañía.
Prometo que pronto volveré a ser yo.
Los haré estar orgullosos de mí, sin importar dónde estén.
Porque sé que Xiao y Klee habrían deseado verme feliz.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top