Celuhopexis
Nayeon camina por los pasillos del área de oncología pediátrica. La bata blanca cubre su traje quirurjico azul claro y un vaso de café negro llega constantemente a sus labios, pasa por el laboratorio y puede divisar a la Doctora Myoui.
Para por un momento y puede ver que analiza una muestra del medicamento que en unos minutos será administrado a los pacientes. Hace una nota mental de pasar por el laboratorio más tarde.
Sigue caminando y recibe una llamada, suspira y observa el nombre en la pantalla de su celular. —¿Cariño?
—¡Mami! ¿Dónde estás? —su hijo pregunta sin más. Al escuchar su voz, Nayeon sonríe.
—Estoy en el hospital, nene. ¿Y tú? —está casi llegando a los dormitorios pero se detiene para platicar un poco más con el pequeño.
—Estoy con mi papá, pero te extraño.
Nayeon aprieta el puente de su nariz ante eso, ella también extraña a Luca y que ambos sientan lo mismo es meramente su culpa. —Nos veremos el fin de semana, Lu y yo también te extraño ¿dónde está papá?
—Aquí ¿te lo paso?
—Sí, por favor. Te amo, portate bien.
Un segundo después, la voz de su ex marido inunda la línea. —Nay ¿cómo estás?
—Bien, con mucho trabajo ¿tú?
—Estoy bien, preocupado por ti. No te presiones, recuerda que tienes tu propio hijo de nueve años.
—Lo recuerdo, te veré en fin de semana y no olvides llevarlo a sus clases de piano por la tarde. Nos estamos llamando.
Cuando se despiden, Nayeon tiene que tomar una respiración. Minho y ella decidieron terminar su matrimonio por decisión propia. Nayeon siempre ambició mucho y aunque él es el hombre perfecto; no pudieron seguir. Sin embargo, su relación es excelente pues saben la importancia de priorizar a su hijo por sobre todas las cosas y bueno, él siempre fue un gran amigo.
Sacude su cabeza y entra al área de dormitorios. Sana y Tzuyu ya se encuentran con sus batas, Nayeon puede ver a sus respectivas madres hablando con ellas.
—Esto es diferente, Tzu. No tengas miedo. —La Sra. Chou acaricia el cabello de su pequeña, quien asiente con determinación. A decir verdad, la mujer mayor luce mucho más asustada que la misma Tzuyu.
A su lado, Jihyo habla en susurros con Sana en japonés. Nayeon no puede escuchar lo que dicen y tampoco es como si pudiera entender más de tres palabras en el idioma. —¿Están listas? —Nayeon pregunta y en ese momento se da cuenta que falta Lia.
—¡Sí! —Sana salta de la cama y sus pies descalzos tocan el piso frío, Jihyo sonríe y carga a la pequeña.
—Muy bien, ustedes pueden acompañarlas hasta sus camas pero una vez que empiece el procedimiento se requiere que esperen afuera. Pueden ir ahora, buscaré a Lia.
Las pequeñas familias salen de los dormitorios y Nayeon busca con la mirada a la adolescente. Va a su cuarto y toca la puerta, al no tener respuesta abre con cuidado encontrándose con el espacio vacío. Frunce el ceño para después revisar en el área común.
Ahí está, tiene los audífonos puestos y mira por la ventana que está a un lado de los estantes de juguetes. Se acerca con cuidado a ella y toca su hombro ganándose una mirada de desagrado. —Es hora del tratamiento.
—No lo quiero, no me pueden obligar —dice quitándose los audífonos.
Nayeon suspira e intenta otro método. —Sé lo difícil que es pero...
—¿Tienes leucemia? —Lia interrumpe con brusquedad, mirando de arriba abajo a la mujer con bata.
—No, pero sé que es difícil lidiar con algo así. Lamento que estés aquí en contra de tu voluntad, pero necesitamos aplicar el procedimiento —Nayeon la mira a los ojos y puede observar que detrás de todo ese enojo, hay una chica vulnerable y sin nadie en su vida.
Lia gruñe, se pone los audífonos y cuando Nayeon piensa que ha perdido la batalla, la chica comienza a caminar hasta llegar a donde ya se encuentran las otras dos niñas.
Toma asiento en una de las camas y cruza sus brazos esperando indicaciones. Momo ya se encuentra ahí al igual que Mina. La última mueve su cuello de un lado a otro para liberar un poco de tensión.
Está nerviosa.
—¡Yo quiero con la Doctora Momo! —la pequeña Sana muestra una energía inigualable, casi saltando en la cama en la que se encuentra y apuntando a la pelinegra quien se sonroja ante la ternura de la pequeña.
—Cariño, tenemos que esperar. —Jihyo intenta calmar a su hija pero cuando Momo se acerca a ellas, es imposible relajar el pequeño cuerpecito.
—Será un placer Park Sana.
Sana se sonroja y se inclina a susurrar a su madre —Mami, ella sabe mi nombre
—Disculpe, se apega muy rápido a las personas y como le hablo de dinosaurios ahora será imposible que quiera alejarse de usted —. Jihyo explica con sus mejillas rojas, Momo niega dando a entender que eso no es problema.
—Su hija es realmente tierna, puedo entender de dónde la sacó.
Park Jihyo llevaba años sin sentir mariposas en su estómago.
A unos metros, Mina se encuentra calibrando su máquina lista para atender a la adolescente gruñona que no mueve ni un solo músculo. Nayeon está trabajando en la propia a tan solo unos minutos de comenzar con el procedimiento. —Doctora Hirai, Doctora Im ¿podemos hablar antes de dar inicio?
Una vez que las doctoras se encuentran alejadas de los pacientes y familiares, Mina toma un suspiro. —Vamos a dar inicio ¿está todo en orden?
Nayeon asiente y Momo lo hace también. Mina se pregunta si ella podría soportar lo que están a punto de vivir las niñas que se encuentran esperando. —Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que mejoren pronto.
—No se preocupe tanto, Myoui. —Momo pone una mano en su hombro y entra nuevamente para revisar los últimos detalles de la dosis.
Nayeon está a punto de entrar también. —Doctora —Mina la llama antes de que se aleje por completo—, estuve investigando un poco y creo que tengo una aportación. ¿Le importaría si nos vemos en el laboratorio más tarde?
—Claro, nos vemos ahí más tarde —responde y hasta ese momento Nayeon observa los ojos rojos de Mina. —¿Se encuentra bien?
Mina puede sentir cada músculo de su cuerpo tensarse ante la pregunta, incluso sus labios que ahora expresan una mueca. —Sí, vamos.
Nayeon se queda con la palabra en la boca cuando Mina ingresa de nuevo y cada una va con su paciente. —¿Cómo te sientes, Tzuyu? —pregunta una vez que se acerca a la pequeña.
—¿Nerviosa? —su voz suena en un hilo tembloroso, su realidad haciéndose más latente.
—Vamos a comenzar. Explicaremos el procedimiento que ustedes madres de familia o tutores aceptaron llevar a cabo —todos en el lugar guardan silencio al escuchar la voz de Myoui Mina.
Su tono es profesional y tranquilo pero aún así logra una suavidad perfecta para no asustar a los infantes que comienzan a asustarse.
—Se aplicará Celuhopexis, medicamento en última fase experimental en pacientes con Leucemia. El método es a través de la médula ósea en el área lumbar en la vértebra L2; básicamente en la parte baja de la espalda por lo que los pacientes tendrán que permanecer acostados sobre su estómago durante el tratamiento y de treinta hasta sesenta minutos después para que el medicamento viaje por todo el cuerpo —Mina toma una respiración, viendo algunos ojos llorosos en la sala—. Una vez más agradecemos su confianza, madres pueden salir ahora.
—Estaré justo aquí, cariño. Te amo. —Jihyo cierra los ojos cuando besa la frente de Sana quien abraza fuerte a su madre.
—Te amo, Tzu Tzu. —La pequeña hace un puchero y siente un dolor de cabeza al pensar en estar lejos de su madre.
Lia mira con recelo las escenas a unos pocos metros de ella, aprieta los dientes e intenta no llorar cuando se da cuenta de que está sola. —¿Lista? —Mina pregunta ahora con guantes de látex blanco.
—No tengo de otra.
—Acuéstate por favor, vamos a comenzar —Mina dice y cuando se asegura que la chica no está mirando, prepara la aguja de aproximadamente diez centímetros— Vas a sentir un dolor, pero por favor trata de no moverte para no lastimar tu espalda.
Momo espera a que Sana se recueste, la niña aún no es consciente de lo que va a suceder y la doctora aprieta los labios cuando habla. —Sana, voy a empezar. Trata de no moverte ¿sí?
Sana traga la saliva que estaba acumulando —¿Puedes hablar de dinosaurios mientras lo haces?
La mujer siente su corazón latir fuertemente, mira hacía arriba y se pregunta por qué Dios elige a personitas para afrontar lo duro de la vida a tan temprana edad. —Claro —responde mientras prepara la aguja, desata los hilos que sostienen la bata de Sana y descubre solamente el área baja, toma la aguja y antes de presionarla mira sus aparatos cerciorándose de que todo esté en orden. —¿Sabías que el Stegosaurus era como un dinosaurio con su propia armadura? Imagina un dinosaurio grande y amigable que tenía placas en su espalda, ¡como si llevara un traje de superhéroe! Estas placas eran como escudos para protegerlo de los malos dinosaurios que querían hacerle daño.
La aguja penetra la piel y Sana suelta un quejido profundo y agudo, no puede escuchar a la Doctora hablando sobre dinosaurios ya que nunca pensó que dolería tanto. Aprieta sus pequeños dientes contra su labio inferior pero es inutil y el primer sollozo escapa de sus labios. Momo cierra los ojos y presiona un botón en el monitor que une la aguja al aparato.
El medicamento comienza a penetrar el cuerpo frágil de Sana, quien ya no puede parar de llorar, aunque hace el esfuerzo por no llorar tan alto. —¿Cómo estás? —pregunta Momo sosteniendo la aguja con una mano y acariciando el cabello castaño con la libre.
Sana frota su cara contra la almohada y niega —Duele.
—Lo sé, ¿quieres saber más de dinosaurios? —la niña asiente y Momo hace todo lo posible por transmitir seguridad en sus palabras.
Tzuyu mira a la niña en la cama de un lado, ella sí vio el tamaño de la aguja y comienza a llorar incluso antes de que Nayeon pueda comenzar. —Tranquila, acuéstate y pronto vamos a terminar muy pronto.
—¿Duele? —es lo único que dice Tzuyu, los ojos grandes y profundos la miran desde abajo y Nayeon sabe que no le puede mentir.
—Un poquito —señala con sus dedos la cantidad— pero yo te estaré cuidando y después podrás ir a descansar ¿va?
A la niña le tiembla el labio cuando dice que está bien. Se recuesta y cierra los ojos, puede sentir a la doctora desatando su bata y después todo se convierte en un agonizante pinchazo. No puede evitar dejar escapar un grito de dolor, queriéndose alejar de aquello que la lastima.
—No, no. Me duele —Nayeon ya no puede parar con la aplicación pues sería un desperdicio hacer sufrir a Tzuyu así.
—Tranquila, dime lo que te gusta comer.
Tzuyu contrae su rostro en una muestra evidente de sufrimiento, pero intenta respirar mientras siente que algo se introduce en su espalda. Se siente frío y espeso. —Me gustan las salchichas y-y el arroz.
Nayeon asiente preguntando una cosa tras otra haciendo que la niña hable lo más que pueda. Acaricia el cabello de vez en cuando y una vez más endurece su corazón para no ponerse a llorar con su paciente.
Desde que concluyó sus estudios como pediatra, supo que su vida nunca sería la misma. Con un gran corazón, Nayeon siempre sintió todas sus emociones al cien porciento y ver sufrir a los niños nunca fue su fuerte.
Los sollozos e hipidos más tranquilos de las pequeñas se ven interrumpidos por un gruñido y un cúmulo de groserías. —¡A la mierda! Duele como el infierno —Lia se queja, apretando las sábanas debajo de ella y sintiendo el medicamento en lo profundo de sus entrañas.
—Ya casi terminamos, solo unos minutos más y tendrás que permanecer recostada. —Mina dice, a diferencia de sus compañeras ella no puede dar caricias en el cabello ajeno o intentar aligerar el ambiente con una conversación pues la chica recostada frente a ella se lo impide.
—Quiero ir a casa —Lia susurra apretando sus dientes y cuando todo parece abrumador, una sola lágrima se desliza por su mejilla.
En cuanto el medicamento termina de ser administrado, las doctoras retiran el equipo de los pacientes. —Momo ¿puedes quedarte aquí haciendo guardia hasta que se vayan? La doctora Myoui y yo tenemos que regresar al laboratorio.
—Por supuesto.
—Bien chicas, ya casi terminamos solo queda ser paciente, lo hicieron muy bien. Vamos a quedarnos aquí por una hora. Cualquier cosa que necesiten me lo pueden hacer saber y traten de no quedarse dormidas.
Al escuchar la última parte, Tzuyu sacude su cabeza que le duele mucho. Voltea a su costado y puede ver a Sana con la mirada perdida. —¿Te dolió?
La castaña no se espera esa pregunta, a simple vista Tzuyu luce muy cansada —Mucho, se siente como cuando te raspas la rodilla —dice con un puchero y las lágrimas vuelven a salir.
—A mi también me dolió mucho.
Cuando Mina y Nayeon dejan la habitación, pueden ver a Jihyo tapando su boca con un pañuelo y llorando en silencio. La mujer se ve devastada. —Nunca la escuche llorar así, ni con las quimios.
Nayeon aprieta la quijada y está dispuesta a decir algo, sin embargo Mina habla por ella —Su hija ha sido muy fuerte, haremos todo lo que esté en nuestras manos para ayudarla.
—Gracias, muchas gracias —la señora Chou se acerca a la otra madre y acaricia su espalda en señal de apoyo.
Se despiden y comienzan a caminar al laboratorio. Una vez dentro, ambas pueden respirar correctamente. —Nunca será fácil verlos sufrir —Nayeon sentencia, sin esperar respuesta pero una vez más, Mina la sorprende.
—Es la parte dura de ser médico, pero es el precio a pagar porqué estén sanas —Mina dice mientras se acerca al microscopio, observando el comportamiento de lo que dejó hace una hora —. Mira, aquí agregue un componente más de la fórmula —la pelinegra señala el microscopio haciendo espacio para que Nayeon pueda observar.
Nayeon se inclina un poco y cierra un ojo para ver a través del ocular, aunque está concentrada en la muestra que tiene enfrente, puede sentir la respiración de Mina muy cerca de ella.
Quiere saber qué es lo que piensa su compañera, si es correcto así que no puede controlar lo cerca que está de ella. Su respiración pausada y metódica es lo único que se escucha junto al tornillo siendo girado.
Mina no se da cuenta que está detrás de ella a pocos centímetros de tocarla, y Nayeon tampoco pues cuando se pone recta otra vez choca contra el torso de Mina golpeando accidentalmente su pecho. —Disculpa —dice en voz baja Nayeon, observando los ojos profundos y cafés de Mina.
Se pregunta de nuevo que es todo lo que hay en ellos, si tiene algo que decir, una historia que contar o un crimen que confesar.
—No hay cuidado —el silencio reina por unos segundos, Mina no puede explicar que es lo que sucede ¿hizo sentir incómoda a la doctora? —¿Y bien?
—Mi opinión es que debe ser una cantidad menor, mira —Nayeon toma un bloc de notas y escribe la fórmula propuesta.
—Es lo mismo que yo hice. —Mina pone una mano sobre su cintura, encima de la bata.
—No, mira aquí —señala con el bolígrafo— la cantidad de regenol es menor a un gramo.
Mina piensa en su respuesta, camina por el laboratorio y trata de evitar morder su dedo pulgar. Cuando sale de su trance de análisis, Nayeon aún la mira expectante sin saber en qué piensa tanto.
—Puedes probarlo. Me muestras cuando lo tengas listo —dice finalmente Mina con un suspiro.
—Bien. Mañana te muestro —toma una pausa y antes de despedirse, observa a Mina. Se ha perdido nuevamente en sus pensamientos— ¿quieres ir por un café? Ya sabes, hoy fue estresante.
Mina niega con la cabeza —No, gracias —. Y con eso, todo rastro físico de la pediatra, se esfuma del laboratorio. Nayeon suspira derrotada.
Al parecer Mina no es de hacer amigos o convivir con los colegas.
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Bueno, volví con esta historia que la verdad ya me tenía con ansias de escribirla. La verdad es que no supe en que momento escribí mas de 2700 palabras de corrido y sin descanso, pero es una sensación gratificante escribir sin ver la cantidad de palabras.
Cuentenme que les parece, cuales son sus teorias de esta historia y si creen que el tratamiento tendrá exitos.
Muchas gracias por leer y seguir acompañandome durante tantas historias, les quiero infinitamente.
Besos.
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