Capítulo 32: "Regalos fortuitos"

Lara no pudo estar un minuto más en Hogwarts con la presencia constante de Albus Dumbledore tras ella, mucho menos cuando el castillo estaba parcialmente vacío por lo que deberían encontrarse cientos de veces por el pasillo principal. Con ello, Lara tomó sus pertenencias y salió de los terrenos del colegio siendo seguida por Byron Murphy y Cécile Brodeur, quienes, más alegres que otra cosa, partieron hacia Hogsmeade.

Fue difícil encontrar un par de habitaciones disponibles pues el pueblo mágico se había llenado de visitantes para las fiestas, lo que los dejaba con una pequeña posibilidad de obtener por lo menos una habitación compartida para los tres. Lara no estaba muy convencida de querer tomarla, básicamente porque sus amigos podían quedarse en casa de Sirius y dejarle a ella con su pena. Sin embargo, y conociendo a sus mejores amigos como lo hacía, Lara estaba convencida que no darían su brazo a torcer, permaneciendo con ella en las fiestas tratando por todos los medios sacarle a William Weasley de la cabeza.

Ninguno le pidió explicaciones sobre su conversación con Dumbledore, tan extraño como lo fue, pues los ojos furiosos de Lara les dijeron que no tenía humor para aclarar el asunto y tampoco hablar de algo que no le era permitido hasta que fuera el momento ideal para hacerlo. Así, los tres dejaron Hogwarts, convencidos de que aquello fue lo mejor que pudo haberles pasado.

Lara no durmió esa noche gracias a los constantes reproches de su propia mente. Fuera de la habitación había festejos de los inquilinos celebrando la noche buena, pero ni siquiera eso sirvió para que su cabeza ruidosa le dejara tranquila. Cécile dormía a su lado mientras Byron, acomodado en el piso, roncaba sus pulmones de adentro hacia fuera; Lara dejó la cama y, tratando de no pisar a Byron, Salió de la habitación.

Era una noche fría, los copos de nieve caían del cielo en una ráfaga de viento que azotaba las ventanas. Lara sujetó con fuerza su albornoz en su camino hacia la puerta de la posada, esquivando a hombres bebiendo y a mujeres bailando al ritmo de una melodía pegajosa que salía por los altavoces de la estancia. La fiesta era buena, debía reconocer, con luces de colores cruzando de lado a lado y esferas de confeti cayendo del techo; Lara sonrió a las personas, deseándoles felices fiestas antes de dejar el lugar.

—Joder

El viento despeinó su cabello y la nieve del suelo se levantó para caerle directamente en los ojos; sus pies descalzos vibraron por el frío al mismo tiempo en que su nariz se tornaba tan roja como un tomate fresco. Caminó un par de metros, parándose sobre una corteza de árbol que le protegiera las plantas del ardor que provocaba la nieve, se abrazó a su albornoz y enrolló su cabello enmarañado en un moño alto del que no estaba muy orgullosa. Entre las ráfagas de viento distinguió la figura de un hombre que caminaba desde el final de los terrenos del castillo hasta la entrada del pueblo. Lara entornó los ojos, advirtiendo la complexión delgada del individuo, así como su cabello revuelto y su prominente barba agitándose de un lado a otro.

Su corazón comenzó a latir con fuerza al reconocer el rostro del hombre a través de la nevada, él también la reconoció pues aumentó su paso hasta correr calle abajo tanto como sus piernas entumidas le permitieron. Lara bajó de la corteza sintiendo el ardiente hielo bajo sus pies desnudos y la picazón de las piedras puntiagudas debajo de la capa de carámbano alentándola a correr hacia el hombre que cada vez estaba más cerca.

Ambos se encontraron a la mitad del camino, con las respiraciones agitadas y las mejillas enrojecidas. Lara dejó de respirar por un momento, lanzándose a los brazos del contrario en un abrazo necesitado, sus manos se clavaron en su espalda logrando sentir la calidez de su pecho. Las lágrimas no tardaron en salir pues la situación en la que estaban y las condiciones en el clima hacían que sus ojos estuviesen irritados obligándoles a secretar lágrimas para evitar que sus fanales salieran expedidos de sus cuencas. Los brazos de Lara se negaron a soltar a su compañero, enrollando sus piernas entumidas en la cintura del hombre.

—Sirius

—Oh, cariño

Él le permitió abrazarle todo lo que quisiera porque sabía que necesitaba descargar toda la rabia que le oprimía el pecho. Sirius la apretó contra sí notando lo fría que estaba, caminó de vuelta a la posada dejando a Lara de pie sobre la madera de la entrada mientras él acarreaba un par de troncos caídos en los que sentarse y tener una charla extensa. Quitándose el abrigo, Sirius cubrió su figura temblorosa mientras le regalaba una tibia sonrisa. Lara le extendió la mano para sentarse hombro a hombro, dejando caer su cabeza entre el cuello del animago.

—Por Merlín, Lara, estás helada, ¿Qué demonios hacías afuera con este clima? ¡Y en albornoz! Debes estar loca

—Lo siento, yo sólo... no podía dormir. Puedo devolverte el abrigo si quieres

—No—Él la atrajo más contra sí—Tú lo necesitas más. Joder, sobrina, pareces un cubito de hielo

— ¿Estarás bien aguantando el frío?

—Cosas peores pasé en Azkaban, créeme, esto no es nada a comparación. Además, yo aguantaría cualquier cosa por mi sobrina favorita

—Que Dora no te escuche decir eso o se pondrá celosa

—Ambas son mis favoritas, ya debería saberlo

—Somos las únicas que tienes

—Por eso mismo—Sirius suspiró, mirado desde el porche la manera en que los cristales caían del cielo que cada vez se volvía más claro dando paso al amanecer—Había olvidado lo hermosos que son los amaneceres en este lado del pueblo. Hacía años que no contemplaba uno, de hecho

— ¿Desde tu salida de prisión?

—Sí, no es como su hubiese podido desfrutar de este tipo de cosas luego de mi estancia allí. Después de todo sólo era un prófugo, lo sigo siendo

— ¿Y qué haces aquí? —preguntó, alarmada— ¡Alguien podría reconocerte!

—Puedo correr ese riesgo, no te preocupes por mi

—Pero Sirius...

—Nada—le interrumpió—Eres mi sobrina y no hay poder en la tierra que me impida estar a tu lado cuando me necesitas. El tío Sirius siempre estará ahí para ti, ¿de acuerdo?

Lara no contestó, pero Sirius supo que había entendido sus palabras al escucharle jadear y atrapar su camisa entre sus dedos temblorosos. El sol comenzó a salir en el horizonte al mismo tiempo en que los sonidos de festejo dentro de la posada se extinguían. El animago se mantuvo abrazando a Lara por un par de minutos más hasta que ésta se levantó de su pecho, mirándole fijamente como si acabara de darse cuenta que todo aquello no era un sueño.

— ¿Cómo me encontraste?

—Ah, eso. Bueno, inicialmente fui al castillo porque creí que estarías ahí luego de haber dejado el cuartel, pero Albus me dijo que habías huido y que lo más seguro era que estuvieses aquí. Supongo que el huir es algo muy familiar para ti, ¿no es así?

—Sirius

—Ya, sólo bromeo—Él sonrió—La verdad es que vine a saber cómo estabas, aunque ahora que lo pienso es algo tonto porque tu cara me da la respuesta que sin duda estaba esperando

—Ha sido difícil

—Me imagino—Sirius levantó una ceja, interrogándole el porqué de su estancia en El Caldero Chorreante. Lara sacudió la cabeza—Dumbledore se veía algo afectado cuando pregunté por ti, ¿está todo bien? ¿Hay alguna cosa que no sé?

Por supuesto que había cosas que Sirius no sabía, cosas que no sospechaba para nada, aunque eso no significaba que podía saberlas pues Lara tenía la figura del juramento inquebrantable gravado en fuego sobre su cabeza. Negando, Lara suspiró, avergonzada.

—Quiero dedicarme por completo a la Orden, que después de todo es para lo que vine a este lugar—Sirius pareció no creerse su mentira—Las cartas de Dora me pedían estar aquí para ayudar a vencer la amenaza que es Voldemort, pero eso es a lo último que me he dedicado. Ahora que ya no soy profesora... creí que sería bueno dejar el castillo y concentrarme en ser auror

—Ya, claro. Aunque es extraño, ¿sabes? El hecho de que hubieses aceptado quedarte en el castillo como profesora desde un principio sabiendo que tu misión era ser miembro de la Orden y nada más. Rarísimo.

—Sirius...

—Sé que mientes, Lara, no debo ser un experto en eso para descubrirlo

—No miento

—Entonces estás escondiendo algo importante que al fin de cuentas viene siendo lo mismo que mentir

—Yo no... no puedo decirlo, lo siento

—Está bien, sé que debe ser algo de peso para que no puedas hablar así que no te presionaré. Lo que sí, es que, además de haber venido para verte, tenía intención de pedirte que volvieras al Grimmauld place

—No

—Lara...

—No, Sirius. Él... ellos estarán ahí. No soy lo suficientemente valiente para verlos juntos de nuevo

—Ellos no están juntos

—Lo que sea

—Mira—El animago cogió sus manos, calentándolas entre las suyas—Sé que todo esto ha sido un golpe muy fuerte para ti, pero ¡vamos! Es Navidad y estarán todos en el cuartel para celebrar incluidos tus padres. Remus estará ahí junto con Nymphadora. Yo en verdad creo que deberías volver

—No quiero que el señor Weasley se entere de lo que pasó

—Bueno, malas noticias: él ya lo sabe—Lara quedó sorprendida, apretando las manos de Sirius con fuerza—Escuchó los gritos de Cécile y los golpes de Byron. Molly tuvo que decírselo

—Mierda

—Sí, es algo muy malo. Ya toda la Orden está enterada, ¿sabes lo que me costó convencer a Dora de que no corriera detrás de ti? Se escucha peor de lo que fue, pero no podía dejar que los planes que tenía con Remus se vinieran abajo. Les costó mucho siquiera hablar por correspondencia, espero que eso no te moleste

—No, creo que fue lo mejor—Por primera vez en lo que iba del día, Lara se sintió aliviada— ¿Mis padres...?

—Ellos aún no lo saben, aunque tomando en cuenta de que Andrómeda llegará en menos de dos horas al cuartel, Molly les estará comunicando lo sucedido de inmediato

—Genial

—Estamos juntos en esto, sobrina, las cosas que interfieren directamente con la Orden deben ser concidas por todos los miembros y éste caso es uno de esos

—Sabremos sobrellevarlo para que no afecte al propósito de la organización

— ¿Estás segura? —Preguntó Sirius con una mueca—¿Te has negado a volver a casa para evadir su presencia y crees que podrás sacar adelante tus funciones como auror? Permíteme dudar de eso

—Tú no entiendes

—Lo hago, pero parece que eres tú quien no quiere entenderlo. El Grimmauld place funciona como centro de operaciones, sí, pero sigue siendo mi casa y estarán en ella quienes a mí se me dé la gana. Eres mi sobrina, Lara

—Adoptiva

—Adoptiva o no, sigues siendo de mi familia, al igual que Andrómeda, Ted, Dora y Harry—La garganta de Lara se cerró a causa de los recuerdos—Estuve en prisión durante doce años, las festividades en ese lugar no eran del todo placenteras, ¿comprendes? Por una vez en la vida me gustaría pasar un día especial rodeado de las personas que aprecio y que sé que me aprecian. Es navidad, Lara, ¿Cuántos días como estos pasaste lejos de tus padres? Andrómeda te extraña

Sirius tenía razón, tan remoto como lo era. Lara estaba segura de que su madre aceptó la invitación de Sirius con el propósito de estar más cerca de sus hijas esperando tener una nochebuena como las que solían tener estando todos juntos. Lara no tuvo la oportunidad de conocer a Sirius siendo una niña, sin embargo, ahora que lo conocía y que le quería tanto, necesitaba hacer caso a su palabra, volver a la casa de los Black y pasar la mejor navidad de toda su jodida existencia a pesar de sentir que su corazón se encogería de tristeza al ver a Bill una vez más.

Incluso quería estar más cerca de Harry, preocuparse por él e incluso protegerle a costa de su propia vida. ¡Ellos eran familia! Verdadera familia, lo que le dejaba con la enorme responsabilidad de velar por él y evitar que Lord Voldemort cumpliera con su cometido. Pensando en retrospectiva, entendió que la propuesta del animago era lo mejor que pudo pasarle porque de esa manera Cécile podría estar con Charlie y Byron... bueno, él podría seguir haciendo lo que fuera que hacía estando en el cuartel. Todos eran más felices en el Grimmauld place incluida Lara.

Con un suspiro ansioso, Lara aceptó

—De acuerdo, tú ganas

— ¡Genial!

—Pero si hay alguna cosa que no me guste o me haga sentir incómoda, me iré

—Me parece justo

—Y ahora que no vivo más en el castillo tendré que buscar un lugar para quedarme

—Oh, no te preocupes por eso, estoy seguro que Andrómeda sabrá recibirte con los brazos abiertos

—Eso espero

— ¡Bien! —Sirius le abrazó tan fuerte que la hizo jadear— ¡Vayamos a tener la mejor navidad de todas!



Cécile no pudo esconder la felicidad que le causó saber que volverían a la residencia de los Black para las fiestas básicamente porque eso significaba que estaría con Charlie abriendo regalos como lo habían planeado. Byron no estaba muy seguro de lo que significaba volver a poner un pie en el cuartel, pero aceptó sin más luego de que Sirius le hablara sobre la importancia que tenía para él pasar ese día con todos sus amigos.

Lara se sintió bien con eso, siendo que el regresar a casa de su tío significaba que Cécile estaría contenta y que por primera vez en mucho tiempo recordaría una fecha que fuese especial para ella y que no involucraba la presencia de Lara para nada, sino la de alguien que mostraba un interés amoroso por la aritmante.

Para ella era una pesadilla, como quiera que fuese, pues debía encontrarse cara a cara con Fleur Delacour, reviviendo el desagrado que sentía por Lara desde hace años. Lo bueno de la situación era que disfrutaría de la compañía de sus padres, de Harry, los Weasley, Dora y Sirius, muy a pesar del costo que tendría que pagar.

Aparecieron por traslador esa misma mañana, cargando sus maletas y cada cosa que les perteneciera luego de que Cécile hubiese vuelto al castillo para renunciar a su cargo como maestra auxiliar y consejera de los chicos de la casa de Rowina Ravenclaw. La cara de Dumbledore permaneció neutra a comparación a la de Cécile quien poseía una sonrisa de lo más reluciente.

Haber estado en Hogwarts fue la peor experiencia de sus vidas, dejando el castillo para nunca más volver.

Las entrañas le ardieron al poner un pie en la estancia para encontrarse cara a cara con William Weasley. Esto fue una mala idea, pensó, después de que cada integrante de la familia y de la orden en general se amontonaran en la entrada para ver a los recién llegados; Sirius le ofreció su mano a Lara acompañándola por el pasillo principal que daba a las habitaciones esperando que el rostro demacrado de su sobrina pasara desapercibido. Bill no estaba mejor, su cara era adornada por un par de golpes en la barbilla y en la nariz junto a un cuarteto de cardenales que estaban comenzando a florecer en ambas cejas. Lara tragó saliva deteniéndose al pie de las escaleras junto a Cécile y Sirius.

—Ve con él—le susurró a su mejor amiga al notar que Charlie permanecía sentado al pie del pino adornado dándoles la espalda— Y por lo que más quieras, no vuelvas a amenazarlo

Con un pequeño guiño, Cécile desapareció entre el tumulto de gente hasta llegar con el chico de los dragones, cubrirle los ojos y sorprenderle con su llegada. Los fanales de Lara se perdieron en la figura de aquella pareja luego de que ambos se fundieran en un sorpresivo beso que le hizo resollar.

Su atención pasó de estar en Cécile y Charlie a enfocarse en la figura de Bill que se aproximaba peligrosamente a ella con intenciones, supuso, de hablar otra vez del asunto que los separó. Lara cogió su maleta con fuerza, subiendo las escaleras hacia su habitación tan rápido como sus piernas le permitieron.

Lara no salió de su habitación hasta pasado el mediodía cuando sus padres llegaron por fin a casa de Sirius cargados de regalos para cada uno de ellos. Bajó los escalones de prisa fundiéndose en un abrazo con su madre tan conmovedor que hizo lloriquear a más de uno; Ted le sonrió a su hija, acariciándole el cabello de la manera en que sólo él sabía hacerlo. Dora se acercó a Lara para saludarle, apretarla en un abrazo y asegurarle al oído que tan pronto como pudiera haría pagar a William por lo que había hecho. Lara le aseguró que no era necesario, que lo único que verdaderamente necesitaba era sentir su apoyo incondicional.

Molly preparó su famoso ponche de frutas mientras Andrómeda le ayudaba a cocinar el pavo y a remojar la pasta; incluso Sirius ayudó un poco, cortando vegetales lastimándose el dedo en el proceso. Remus colgó adornos, Dora alistó la vajilla y cuando la noche bajó el telón, Byron junto a los gemelos colocaron la alargada mesa en el jardín. Era un evento amplio, amplísimo, gracias a la presencia de las personas que, si bien muy pocos conocían, Sirius les concedió asilo en su humilde morada, alegando que nadie merecía pasar navidad solo. Habría sido la velada perfecta de no ser por la pena que aquejaba el pecho de Lara.

Fleur Delacour no apareció en todo el día, lo que a Lara le pareció la mejor noticia que podrían haberle dado. Según Ron, ella prefirió volver a Francia de último momento para pasar las fiestas con su familia y no importunar las celebraciones de los Weasley. Fue irónico, se burló Lara, porque dejó el desastre que ella misma provocó en el abandono.

La cena resultó deliciosa e inclusive Lara tuvo la oportunidad de abrir varios regalos que los Weasley, Hermione, Sirius y Harry tenían para ella. Sus padres le dieron lo que parecía ser una recordadora, Hermione se las arregló para regalarle un muy bonito vestido que relucía cuando la luz le golpeaba y Sirius le entregó una foto de él convertido en perro mientras sacaba la lengua.

Siempre quisiste un perro, al menos fingiré que te he dado uno—había dicho.

Los presentes que le siguieron fueron los más impactantes que Lara recordó haber tenido en toda su vida, pues el regalo de Harry fue una foto de ambos mientras estaban enseñándole hechizos a los chicos del Ejercito de Dumbledore, aunque parecía que alguien la tomó mientras ellos no prestaban atención ya que se les veía sonrientes y murmurando entre ellos. Una fina lágrima resbaló por la mejilla de Lara antes de abrazar con fuerza al chico del rayo. Luego, se tomó el tiempo de abrir un obsequio que no tenía remitente, pero que parecía haber llegado mientras ella estaba en el Caldero Chorreante porque su envoltura estaba manchada con el rocío de la mañana.

"Uno siempre vuelve a lo que originalmente fue" —decía la tarjeta acompañada de un enorme libro cuyas páginas estaban pulcramente bañadas en oro y sus letras, en lugar de estar plasmadas con tinta, parecían haber sido talladas en pequeños puntos que formaban frases que ella no logró entender. Dándole vuelta a la tarjeta, Lara sintió como un escalofrío le entumecía la espalda

—Aún hay un regalo más—Informó Sirius entregándole una pequeña cajita. Lara frunció el ceño

— ¿De quién es?

— ¿Por qué no lo descubres por ti misma?

— ¡Eres malditamente raro!

Sirius se alejó inmediatamente después, dejando que Lara permaneciera debajo de un enorme árbol en lo que terminaba de abrir sus obsequios. Aquel paquete no tenía más que una pequeña tarjeta plateada que decía:

"He asumido que no fuimos más que dos personas construyendo un recuerdo. ¿Cómo voy a querer olvidarte si estamos hechos para encontrarnos?" —Lara miró de nuevo en la caja, notando una pequeña fotografía escondida entre serpentinas de colores—Sé que es muy probable que ahora no quieras verme, ni saber de mí, mucho menos poseer algo que tenga que ver conmigo y lo entiendo, créeme que lo hago. Aun así, quiero que tengas esta fotografía como un recuerdo, quizá el ultimo que compartiremos juntos, ¿puedes creer que la encontré entre las cosas de papá? —En la imagen se encontraba un Bill de siete años y una pequeña Lara de cinco, tomados de la mano debajo del manzano de Molly intercambiando lo que parecían ser unos votos que Bill leía de una servilleta. El pequeño Charlie fungía como sacerdote mientras que una pequeña Nymphadora pretendía ser la madrina de honor en aquella adorable boda. Lara lloró en silencio— Perdóname. Por todo. Te amaré siempre. William.

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