Capítulo 28: "Un hombro para llorar"

[Maratón 1/3]

Lara Lexington corrió como ama que lleva el diablo desde el pueblo mágico de Hogsmeade hasta el castillo de magia y hechicería de Hogwarts.

Podía sentir las miradas de la gente sobre ella a medida que corría, no quería detenerse a mirar el paisaje, ni siquiera se detuvo cuando gracias al hielo que cubría la acera terminó por caerse un par de veces; Lara necesitaba olvidarse de todo, encerrarse en su habitación y no salir nunca más.

La piedra de la resurrección en su bolsillo se clavó en su pierna a medida que aumentó el paso con dirección a la entrada del castillo que seguramente para esas alturas debía estar vacío por los alumnos que había partido a sus casas temprano por la mañana. Lara estaba segura que Cécile seguiría ahí pues ella le había contado a Dora que planeaba llegar al Grimmauld place en Navidad, entregar regalos para todos y volver al castillo inmediatamente después. Cécile seguía molesta con Lara, lo que ocasionaba que no quisiera estar en el mismo lugar que ella.

Vio a la profesora McGonagall en la entrada, saludándole con un gesto repentino que dejó a la mujer pasmada al ver el semblante demacrado que llevaba; sus ojos azules estaban rojos y el cabello negro que casi siempre lucía pulcro parecía sucio y desparpajado. Minerva le detuvo, preocupada

—Querida, ¿estás bien? —Lara negó un par de veces. Minerva frunció los labios

—Profesora, necesito... necesito hablar con Cécile, ¿ella sigue aquí? Por favor, dígame que no se ha ido

—No, la señorita Brodeur está en su habitación empacando. Nuestro tren sale mañana a primera hora, ¿por qué?

—No... no es nada—Lara trató de sonreír, pero supo que su patético acto no había engañado a la profesora de transformaciones. Minerva la cogió por los hombros, obligándole a que le viera fijamente—De verdad, estoy bien

—Tus ojos irritados me dicen lo contrario. Lara, ¿Qué sucedió? ¿Arthur está bien?

—Sí, la serpiente no... no alcanzó a dañarlo de muerte. Sólo tiene unas cuantas fracturas, el doctor dijo que necesitaría un par de días de reposo.

— ¿Entonces qué es lo que ocurre? ¿Por qué parece que acabas de salir de un velorio?

Las lágrimas de Lara le bañaron las mejillas pues aun no era capaz de hablar de lo sucedido, de algo que había pasado hace tan sólo un par de horas. Dios, ella no podía siquiera pensar en William Weasley sin sentir que su corazón saltaría fuera de su cuerpo para lanzarse a un acantilado. Minerva tomó sus manos delicadamente dándose cuenta de que su mano izquierda ya no era adornada por aquel bonito anillo que Bill le había dado, fue entonces cuando supo que, cualquier cosa que hubiese pasado, no era para nada de su incumbencia.

—Yo... no es nada profesora, debo hablar con Cécile

—Claro

Sus pies se doblaron lo suficiente para tomar impulso y seguir corriendo con dirección a la sala común de Ravenclaw sin importarle cuantas veces resbaló en los escalones a causa de sus ojos empañados por las lágrimas. Ya no le importaba si Cécile seguía molesta con ella o no, necesitaba abrazar a alguien y contar todo lo que había pasado en el cuartel de la Orden.

Cécile estaba de espaldas a la entrada de la habitación empacando su ropa cuando la puerta de madera fue azotada dándole paso a una Lara bañada en lágrimas. Cécile arrugó las cejas, estirando sus brazos para atrapar a su amiga que cayó de rodillas ni bien puso un pie dentro de la habitación. Lara se abrazó a su torso, mojando la bufanda de Cécile con las lágrimas que corrían por su rostro como un río desbocado; sus palabras resultaron ininteligibles, sin embargo, lo poco que Cécile logró entender le hizo pensar en que las palabras de Charlie en las cartas que le enviaba resultaron ser completamente ciertas.

Ella también se dio cuenta de la ausencia del anillo en la mano de Lara, ese mismo anillo que le había visto llevar desde el primer día en que Bill se lo dió. Quizá su molestia con Lara no le permitió preguntarle los por menores de la propuesta, no obstante, logró que Dora, como la fiel amiga que era, le contase la manera en la que el mayor de los Weasley se había comprometido simbólicamente con su mejor amiga.

Cécile le ayudó a llegar hasta su cama y pedirle que se recostara e intentara calmarse para que pudiera hablarle de lo sucedido con tranquilidad. Las manos de Lara vibraban acompañadas de una luz ambarina que recorría de las puntas de sus dedos hasta el inicio de sus codos, Cécile le acarició la frente, peinando su cabello enmarañado hacia atrás.

—Lara, ¿qué pasó? ¿El señor Weasley está bien? Escuché que fue atacado en uno de los departamentos del ministerio, intenté escribirle a Charles, pero...

—Me engañó—dijo Lara. Cécile pareció no entender

— ¿Qué?

—Bill. Él...—La voz de Lara se cortó. Cécile, que nunca había sentido una tristeza tan grande, suspiró—Lo encontré con Fleur Delacour. Estaban besándose

Entonces las palabras de Charlie comenzaron a cobrar sentido pues él, siendo el hermano más cercano a Bill, comenzó a notar que la presencia de la chica francesa provocaba una gran incomodidad en su hermano, que siempre trataba de evitarla y que de alguna manera intentaba evadir sus miradas en cada reunión de la Orden. Él no sabía que era lo que pasaba hasta unas noches atrás, al ver a Fleur colarse en la recámara de Bill.

Cécile se mostró renuente a la mera suposición de que el Weasley mayor engañara a su mejor amiga simplemente por el hecho de que jamás había conocido a un par de chicos que se amaran tanto como ellos. Lo suyo había empezado desde la infancia que no terminó ni siquiera porque Lara partió a Francia durante tantos años; Charlie era el mayor espectador de esa relación y tampoco entendía al cien por ciento que diablos era lo que estaba pasando.

Pero ver a Lara sobre la cama, llorando y haciéndose un ovillo encendió en Cécile una ira que no sabía que tenía. Fue una tonta, si hubiese tenido un poco más de consideración habría husmeado en el futuro de William y saber antes que era lo que pasaba para advertirle a Lara que se alejara, que no permitiera que la relación siguiera avanzando; en cambio escogió apartarse, dejar que Lara avanzara por su cuenta y molestarse con ella por algo que parecía ser una estupidez en ese momento. Fleur Delacour nunca fue de su agrado, no le caía ni un poco, mucho menos al saber que ella era la causante de la gran pena que afligía a su mejor amiga.

Cécile se acostó a su lado, limpiándole las mejillas mojadas y besándole la frente mientras Lara apretaba sus brazos alrededor de su cintura y la atraía más contra sí. Cécile le miró a los ojos, preguntándole en silencio los pormenores del asunto. Lara soltó el aire antes de comenzar.



Lara tuvo una pesadilla esa noche, la misma pesadilla que llevaba atormentándola desde hace tiempo atrás. Esa vez el ente maligno se deslizaba por el piso en forma de serpiente con los ojos azules mirándole en todas direcciones, persiguiéndole de un lado a otro, con los colmillos de fuera y la cola envuelta en llamas verdes que la cegaban.

Corrió y corrió, pero sus pies parecieron quedarse estáticos a medida que la serpiente comenzó a enrollarse en sus piernas, subiendo por sus brazos hasta alcanzar su cuello y asfixiarle lentamente. Sus ojos inyectados en sangre se encontraron con los azules de la serpiente y el rostro del áspid se transformó de pronto en la cara pálida y huesuda de Harry Potter

Has perdido, pequeñaLa voz de la serpiente-Harry siseó en sus oídos haciéndolos sangrar. Lara profirió un grito atroz que la serpiente silenció al enredar su cuerpo sobre sus labios—Tú poder... aquel que me fue arrebatado una vez... volverá a mis manos y serás condenada a vivir en las tinieblas para siempre

Pronto, las luces se apagaron y la oscuridad envolvió a Lara. El cuerpo de la serpiente-Harry dejó de apretar el suyo y le escuchó zigzaguear sobre sus pies hablando en una lengua que ella no logró reconocer. Con la duda en mente, llevó ambas manos hacia su rostro, palpando su nariz, sus labios, sus mejillas... dirigió sus dedos hasta sus ojos encontrándose con un par de cuencas vacías de las que gusanos enormes salían como abejas en colmenar. Lara gritó una vez más cuando su cuerpo comenzó a deslizarse en un acantilado de tristeza y soledad que le quemó el pecho.

Despertó llorando, con los brazos apretados en el vientre y las piernas engarrotadas. Su pecho latía sin control obligándola a ponerse de pie y salir al pasillo de las habitaciones a manera de advertencia. No entendió que ocurría hasta que Minerva McGonagall entró corriendo a la sala y le encontró para avisarle que Arthur Weasley acababa de ser atacado en el departamento de misterios del ministerio de magia.

Ambas corrieron hacia la oficina de Dumbledore donde Harry –quien había sido el portavoz de la noticia- y los hermanos Weasley esperaban para poder partir al Grimmauld Place esa misma noche. Dumbledore caminaba de aquí a allá, con las manos entrelazadas en la espalda mientras les hablaba a los retratos de su oficina

Phineas, ve a tu retrato en el Grimmauld Place y avísales que Arthur está gravemente herido, los chicos llegarán ahí muy pronto. Ya he dado indicaciones para que aurores del ministerio lo encuentren y lo lleven de inmediato al cuartel

—En seguida

El hombrecillo saltó de un cuadro a otro hasta perderse de vista, Lara no comprendió las causas por el que el padre de los Weasley había resultado lastimado, mucho menos cuando se suponía que Byron y otros aurores estaban ahí para acompañarlo. Phineas volvió a la oficina con su bonete de dormir doblado y sus pijamas arrugadas.

—Acaban de dejarlo en una de las habitaciones, doctores han llegado para atenderlo de emergencia. Piensan que se salvará

—Eso es bueno, ¿has avisado que sus hijos viajarán por traslador?

—Lo hice, aunque dudo mucho que alguien me haya escuchado, ese lugar es una locura ¡hay gente por todos lados!

—Seguramente. Gracias de todas formas—Dumbledore le pidió a los Weasley prepararse para el viaje y a Harry que volviera a dormir mientras que a Lara le hizo una señal para que se acercara a él—Sé que debes estar preocupada como todos nosotros lo estamos, aun así, temo que debo pedirte que te quedes esta noche en el castillo

— ¿Qué? Profesor, el padre de Bill acaba de ser atacado, yo...

—Es horrible, estoy de acuerdo con eso, pero hay que ser sensatos, dejar que la familia esté cerca de él antes de enfermarlo con nuestras presencias que no ayudarán en nada. Quédate, Lara, puedes partir mañana a primera hora

—Está bien

Lara no volvió a conciliar el sueño, sino que se dedicó a empacar sus cosas en lo que restaba de la noche. Pensaba quedarse en casa de Sirius durante las vacaciones de invierno y, aun cuando Cécile había decidido partir el mismo día de navidad, ella quería disfrutar de sus primeras festividades al lado de su tío Sirius, sus nuevos amigos, familia y por supuesto, de Bill.

Quizá las condiciones en las que volvería a casa no eran las más adecuadas, pero no tenía caso el posponer más su llegada y saber de una vez por todas si el señor Weasley estaba bien. Ansiaba ver a William, consolarle lo más que pudiera e interrogarle por la ausencia de sus cartas.

La mañana siguiente pasó como un borrón luego de que Lara, Harry, Hermione y Dora tomaran el traslador de camino al Grimmauld place. Llegaron en buena hora porque los rayos del sol mitigaban un poco el imponente frío que hacía, Dora abrió la puerta topándose con una horda de gente que no conocía y que caminaban de un lado para otro hablando de temas que nadie logró descifrar.

—Hola—Sirius les saludó con una sonrisa cansada—Es bueno volver a verlos, aunque sea en estas circunstancias, ¿Qué tal el curso, chicos?

—No tan bien como esperábamos—respondió Hermione—Pero sobrevivimos

—Ya veo, escuché de Umbridge y de sus métodos de enseñanza medievales—Sirius miró a Lara con una ceja alzada—También escuché que estuvo maltratándote, sobrina. Dime, ¿Cuándo pensabas contármelo? Creí que era tu tío favorito, me siento traicionado

—No quería preocuparte, ni a Bill, aunque eso no resultó como esperaba

—Sí, ya el chico nos contó lo que pasó. Además, tuviste que haber visto la manera en la que Molly lo echó de la casa luego de enterarse de su pelea ¡Ella estaba furiosa! Pero fue divertido sin duda. Molly le concedió la entrada hasta que supo que te había entregado el anillo, no me queda dudas de que esa mujer está chiflada

—Cuidado con esa lengua o te la cortaré—Molly se acercó, luciendo un par de bolsas debajo de los ojos y un mandil ensangrentado—Me alegra que estén aquí ¡oh! Mi hijo se pondrá muy feliz cuando te vea, Lara

—Por cierto, ¿dónde está él?

—Uh... creo que acaba de entrar a la biblioteca, le pedí que desempolvara los libros y limpiara los estantes, supongo que está en eso ahora mismo

—Ya, claro. Iré a verlo en cuanto hable con el señor Weasley

—Oh, querida, no te preocupes por él, los doctores han dicho que estará bien con un poco de reposo, además acaban de dormirlo, estará perfectamente en un santiamén

—Bien, entonces creo que sólo iré a la biblioteca

—Anda, ¡me alegra que estés aquí!

— ¡Lo mismo digo! —gritó Lara al subir las escaleras

La familia Black tenía una casa hermosa, Lara estaba segurísima de que las paredes poseían un color hermoso debajo de todo ese tapiz grisáceo que Sirius se encargó de colocar luego de ofrecerle su hogar a Dumbledore como refugio para los rebeldes. Él nunca sintió ese apego por las posesiones de su familia por lo que los libros antiguos de los Black que Bill se estaba encargando de limpiar debían estar horriblemente desparpajados.

Charlie le saludó desde la habitación contigua a la biblioteca, preguntándole en el camino por Cécile, ella encogió los hombros para continuar caminando a través del pasillo. La última puerta del corredor que correspondía a la biblioteca estaba entreabierta con una ligera luz que salía por el umbral. Lara se acercó a paso lento con intenciones de espantar a Bill.

Escuchó una voz dentro, voz que no le pertenecía para nada a su novio, pero que provenía de alguien que Lara conocía endemoniadamente bien. Miró por el espacio abierto observando la manera en que Bill limpiaba los libros con un trapo mientras Fleur Delacour le hablaba de frente.

—Esto tiene que parar—Le dijo él—Charlie te vio entrar a mi alcoba la otra noche

La respiración de Lara se detuvo, abriendo los ojos con espanto. Sus manos hormiguearon, con la curiosidad y el miedo regándose por todo su cuerpo. Fleur le sonrió con coquetería.

—Entonces estás queriéndome decir que si tu hermano no se hubiese dado cuenta...

—No—Le detuvo—No hagas que mis palabras tomen una dirección equivocada. Estoy con alguien y la amo

El corazón de Lara reanudó sus latidos.

Aunque no por mucho

Los labios de Fleur se curvaron en una mueca divertida, casi burlona que le hizo sentir nauseas

— ¿De verdad?

—Sí

—El beso que me diste la otra noche me dice lo contrario—Lara cerró los ojos conteniendo las lágrimas

—Fuiste tú quien me besó y haberte correspondido fue un error

—Pero lo hiciste

—No volverá a pasar

—Te apuesto a que si

Entonces la boca de Lara se abrió con sorpresa, repulsión y una gama de sentimientos que no supo reconocer en ese momento. Lo labios de Fleur se movían sobre los de él y, a pesar de que Bill intentaba alejarse, una de sus manos se posó sobre su cintura, dubitativo. Lara lloró en silencio hasta que su dolor no pudo pasar más tiempo desapercibido.

—William...—Le llamó en un susurro. Él giro hacia la puerta, horrorizado

—Lara



¡Sacrebleu! —Cécile gritó indignada, sintiendo un enojo que no era característico de ella. Lara aun llorando sobre su almohada— ¡Esto tiene que ser una broma!

—No lo es—respondió Lara entre susurros—Yo los vi, Cécile. Bill me engañó

Fue en ese momento en que Cécile Brodeur decidió intercambiar unas palabras no muy gratas con William Weasley

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