Capítulo 27: "Las ventanas del alma"

Mañana hay maratón ;)

Encerrada en su habitación, Lara leyó una y otra vez la carta de Byron Murphy sin poder creer que él por fin había encontrado a su verdadera familia.

Era un sentimiento extraño porque resultó más fácil de lo que pensó, incluso imaginó estar soñando pues todo lo que se había propuesto en un inicio estaba saliendo perfectamente bien. La piedra de la resurrección colgaba de su bolsillo delantero, girando levemente en el aire cuando Lara la sacó de ahí para mandarla al pequeño escritorio de la habitación.

Lo único que Lara quería para esa noche era dormir, calmar sus pensamientos eufóricos y meditar todo lo que estaba pasando para lograr tomar la mejor decisión respecto a la situación. Ella podría visitar a los Lexington en navidad porque no se le ocurría mejor regalo para sus padres que el ver a su hija perdida de vuelta, o quizá tendría que ir en año nuevo, o esperar hasta las pascuas; Lara no sabía cómo calmar la ansiedad de correr lejos del castillo y visitar la cabañuela de sus padres.

Su cuerpo estaba despierto a pesar de que su cerebro pedía a gritos un descanso, la emoción no le permitió sentirse cansada o somnolienta cuando en realidad sus párpados estaban por cerrarse. Pensó en bajar a la sala común y reunirse con los chicos en la pequeña fiesta que había armado horas antes, sin embargo desistió de la idea al pensar que tendría que aguantar los comentarios ponzoñosos de Draco Malfoy o las constantes peleas entre Pansy Parkinson y Astoria Greengrass. Los Slytherin podían ser difíciles de comprender, incluso de tratar, Lara sabía que los chicos de su casa eran amables –si no por determinación, al menos por educación- y que sabían pasar buenos ratos, pero sus reuniones eran de todo menos divertidas.

Tenía que contarle a Nymphadora, eso era un hecho aunque no sabía de qué manera tomaría la noticia del paradero de su familia, después de todo ella era su hermana, a la única que conoció durante toda su vida y con la que pasó los mejores momentos durante su infancia; Dora compartiría su felicidad, Lara estaba convencida de ello, pero no estaba segura de que compartiera el deseo de que buscara a los Lexington por igual. Aun así se arriesgaría, porque no había nadie en todo Hogwarts que merecía saber algo tan importante como la metamorfomaga.

Incluso le contaría a Cécile sin importarle si ella seguía molesta o no, aquello era algo que le competía pues durante su estancia en Beauxbatons ambas hablaron del tema varias veces sin lograr ver el día en que sus especulaciones les llevaran a algo concreto. Ambas compartían el sueño de encontrar a sus respectivas familias y hacer todas las preguntas que llevaban en mente. Lara se puso de pie, mirando por última vez la piedra en su escritorio antes de salir.

— ¡Profesora! —La voz pausada de Juliette detuvo a Lara de su camino hacia la salida, acercándose a ella con un vaso de cerveza de mantequilla en la mano. Lara le sonrió— ¿No piensa quedarse a la reunión?

—Uh... no. Lo lamento, me ha surgido algo y debo ir donde mi hermana

—Oh, claro, entiendo—Juliette sonrió—Yo en verdad creí que estaba escapando de este lugar porque está más aburrido que una clase de Historia de la Magia

— ¿Malfoy no ha alardeado de eso aún?

—Lo hizo hace un momento y lo único divertido que ha pasado es la pelea entre Parkinson y las Greengrass. Incluso hicimos apuestas

—Lindo—Lara notó a las tres chicas en un rincón discutiendo. Se aclaró la garganta, haciéndoles saber que tendría un ojo puesto en ellas aun cuando no estuviese presente. Juliette soltó una risita—Asegúrate de que no pase a mayores, ¿de acuerdo? Cualquier cosa que suceda estaré en la sala de Hufflepuff, llámame si me necesitan

—Claro

—Bien, vuelvo en un momento

Las hermanas Tonks no habían tenido oportunidad de conversar en lo últimos días gracias a los entrenamientos de Lara con el Ejercito de Dumbledore y sus idas nocturnas al bosque, además de que el tiempo de Dora se veía reducido a causa de sus clases extras y los cursos extensivos para los alumnos que están por presentar sus TIMO's. Cécile y ella se habían encontrado un par de veces por los pasillos, aunque la francesa siempre pretendía no ver a Lara aunque ésta le saludara desde el otro lado del corredor.

El enojo de Cécile Brodeur continuó intacto sin importar las veces que Lara trató de explicarle que ella no había tenido nada que ver con el asunto de bloquear el paso a su aura o esconderle las visiones de su futuro –algo que Albus Dumbledore había hecho por sí mismo- Pero Cécile, tan terca como sólo ella podía serlo, no creyó ninguna de sus palabras.

Lara entró por el retrato aprovechando la presencia de dos hufflepuffs en la entrada que amablemente le concedieron el paso a su sala común y le indicaron la habitación en la que Dora estaba quedándose. Lara subió las escaleras corriendo, abriendo la puerta de la pieza sin antes tocar.

Se sorprendió al ver a Cécile junto a su hermana, ambas sentadas en la cama con un par de cartas en las manos que rápidamente escondieron al notar la presencia de Lara. Cécile guardó el papel en su bolsillo antes de ponerse de pie y salir por la puerta sin decir ni una sola palabra. Lara suspiró, tomando asiento frente a la metamorfomaga.

—Ella sigue odiándome, ¿verdad?

—No te odia, Lara, aunque, por lo que me ha dicho, está bastante disgustada contigo

—No tiene porqué—Lara sacudió la cabeza, agitando su basta melena negra—He intentado explicarle miles de veces que yo no bloquee su entrada a mi aura, pero ella parece no entenderlo

—Dale un poco de tiempo—respondió encogiéndose de hombros mientras guardaba la carta que llevaba en el regazo. Lara elevó una ceja—A ella no le gusta mucho estar aquí, ¿sabes? Ella no se siente cómoda con la presencia de Dumbledore, aunque no entiendo por que

—Ya, lo sé, ¿es una carta de Remus? —preguntó, apuntando al sobre que acababa de guardar debajo de la almohada. Las mejillas de Dora se coloretearon

—Sí, ha estado escribiéndome sin falta desde hace meses, ¿no es lindo?

—Muy lindo—Lara hizo una mueca—La carta que estaba leyendo Cécile... ¿era de Charlie?

—Oh, sí, según sé ellos también han hablado diariamente durante los últimos meses. Yo en verdad creo que algo está cocinándose entre esos dos

La última frase de Dora se vio perdida entre la maraña de pensamientos de Lara que no dejaba de darle vueltas al asunto de las cartas perdidas de Bill. Tanto Remus como Charlie habían tenido el tiempo de escribirle a Dora y Cécile a pesar de los malos tiempos e incluso arriesgándose de que sus cartas fuesen interceptadas o algo por el estilo; Lara no entendía porque Bill no le había escrito desde hace tiempo y del porqué ellas habían escondido las cartas al notar su presencia. Lara sabía que algo demasiado extraño pasaba y de lo que ella no estaba enterada. Dora tomó las manos de Lara, devolviéndola a aquel momento.

— ¿A qué has venido, hermanita? Desde hace días que no conversamos, creo que desde que pasó lo de la profesora Trelawney

—Lo sé y lo lamento, he estado en algo que ha consumido todo mi tiempo, pero no vengo a hablarte de ello, sino de algo aún más importante

Los ojos de Nymphadora brillaron

— ¿Qué?

—Hace algunas semanas le escribí a Byron porque supe que él había entrado al ministerio y tal

—Ah, sí, Remus me habló de eso

—El caso es que le pedí que, aprovechando su posición, intentara investigar algo de mi familia...—La cara de Dora se transformó en una mueca que Lara no pudo descifrar—De los Lexington, quiero decir. Byron... él hizo un maravilloso trabajo y, uh... los encontró

— ¿De verdad?

—De verdad

—Oh

—Si

Lara le entregó la carta de Byron, poniéndosela en las manos cuando Dora no dijo nada más sobre el asunto. Ella leyó lentamente cada cosa escrita mientras Lara se mordía los labios esperando una respuesta. Dora arrugó la frente.

— ¿Quién es Fleur?

— ¿Eh?

—Fleur Delacour, la chica que Byron menciona en la carta, ¿es tu amiga?

—Todo lo contrario

—No entiendo entonces porque ha llegado al Grimmauld place

— ¿Qué?

A pesar de que Lara leyó muchas veces la carta, la figura de Fleur Delacour pasó desapercibida. Lara cogió el papel de las manos de su hermana para leer la postdata donde Byron mencionaba la llegada de la chica francesa a la casa de su tío Sirius, maldiciéndose por ser tan tonta y no haber pensado en ello antes; Lara tampoco se explicaba su presencia dentro de la Orden, aunque, siendo sinceros, si algo tenía Fleur Delacour además de su extrema belleza, era su habilidad como auror.

Fleur era un par de años menor que Lara y otros cuantos menor que Bill, no le extrañó demasiado saber que la veela se había unido a la causa de la Orden del Fénix, sino que lo más sorprendente fue preguntarse cómo es que ella sabía de la organización y sobre todo, la forma en que dio con el Grimmauld place estando en Francia.

Lo último que supo de ella fue hace un año, luego de que participara en el Torneo de los Tres magos durante su último curso, suceso del que Madame Maxime le prohibió hablar a todo aquel que no hubiese estado ahí, no es como si les agradara tocar el tema de todos modos, pues la muerte tan repentina de Cedric Diggory fue algo muy fuerte para cada estudiante en las tres escuelas participantes.

Dora ignoraba lo que pasó entre ellas años atrás, cuando en un verano Lara decidió pasar las vacaciones en casa de los Delacour luego de que la madre de Fleur –que era profesora de Lara- le pidiese quedarse en su brillante mansión para poder continuar con los entrenamientos respecto a sus poderes; fue algo realmente absurdo, recordó Lara, porque ni siquiera sabía cuál era el verdadero motivo por el que Fleur no la toleraba.

No todo resultó malo pues los señores Delacour parecían apreciarla e incluso la pequeña Gabrielle le consideraba una hermana mayor, algo que a la propia Fleur no le causaba mucha gracia. Lara intuyó que, en el mayor de los casos, Fleur se sentía celosa por la relación tan cercana que tenía con Byron Murphy.

Para nadie era una sorpresa enterarse de que la veela sentía algo por el maestro auxiliar que estaba perdidamente enamorado de Lara. Byron Murphy nunca fue fanático de Cécile Brodeur, pero la prefería por encima de Fleur. No es que Cécile le cayera mal, porque no era así, simplemente el hecho de convivir con ella y escucharla hablar sobre lo desdichada que sería su vida le irritaba de una manera inexplicable, Cécile no pedía permiso para entrometerse en su vida, ni en su destino, mucho menos en sus relaciones, por lo que Byron prefería mantener su distancia con aquella cabecilla. La cosa era distinta con Fleur que, a pesar de ser un par de años menor que él, se las arreglaba para que sus caminos chocaran de vez en cuando.

Byron era un viajero empedernido y casualmente Fleur también lo era, encontrándose ambos en el mismo viaje, en el mismo país o en el mismo condado. Era como una plaga que se terminó cuando, siendo lo más cortés posible, le anunció que no mostraba ningún interés por ella.

Eso sólo alentó su molestia hacia Lara quien, en ese entonces ya laboraba como profesora del colegio.

—Todos están sumándose a la causa en contra de Voldemort, quizá escuchó en casa lo que sucedía. O tal vez Madame Maxime se lo dijo. Como sea, eso no es importante—Dora se quedó inmersa en sus pensamientos pese a que su rostro delataba lo inquieta que le ponía la presencia de esa chica en el cuartel. Lara sintió una vez más que existía algo que ella no sabía— ¿Estás bien? ¿Por qué parece como si intentaras esconderme algo muy importante?

—No me hagas caso—Dora hizo un ademán con las manos—Es sólo que Remus me ha estado informando sobre las desapariciones de aurores y me he quedado enganchada con eso. Es muy preocupante, Lara

—Lo es, por eso tan pronto como acabe el curso partiremos al Grimmauld place y haremos lo que mejor sabemos hacer, ¿correcto? Ser aurores

—Correcto

—Bien, aun no me has contestado—dijo Lara, tomando las manos de su hermana— ¿Qué piensas sobre lo que escribió Byron sobre mis verdaderos padres? ¿Crees que debería...?

—Lara—Dora suspiró—No creo que debas pedirme opinión para eso. Digo, es tu decisión y sin importar lo que elijas yo estaré ahí para apoyarte

—Sí, pero...

—Además, si mamá te dio la canasta en la que llegaste a nuestra casa es por algo, ¿no? Ella sabía que éste momento tenía que llegar al igual que papá y yo. No importa si no compartimos sangre, tú siempre serás mi hermana

Los ojos de Lara se empañaron luego de que los brazos afectuosos de la metamorfomaga se enrollaran en su cuello y la atrajera a su cuerpo. El cabello se le tornó rosa chicle, como pasaba siempre que experimentaba una gran felicidad; Lara fue un tanto despistada porque no se dio cuenta del triste negro que llevaba ese día.




Lara volvió a su habitación pasada la media noche, con una sonrisa de oreja a oreja luego de haber estado hablando durante horas con su hermana y reír a carcajadas como hace tiempo no lo hacían.

Todo estaba en penumbras hasta que con un solo movimiento de muñeca Lara dejó escapar una chispa de luz que se disipó por la habitación hasta iluminarla por completo. Sus ojos se adaptaron al cambio, reconociendo la pequeña figura de la piedra de la resurrección aun dando vueltas sobre su escritorio de izquierda a derecha. Lara caminó hasta ahí, sentándose frente a ella y cogiéndola con un par de dedos.

La piedra detuvo su rotación para quedarse estática en la yema de sus dedos, Dumbledore no le explicó cómo funcionaba, pero su tarea era exclusivamente familiarizarse con ella y dejar que sus poderes trabajaran por sí solos.

Una luz brotó de su palma, rodeando a la piedra por completo provocando que girara rápidamente sobre los dedos de Lara. Soltó un chirrido como la pólvora y Lara tuvo que detenerse porque aquel escandalo despertaría a medio Slytherin incluyendo al desparpajado Severus Snape. Desapareció las luces y reestableció el movimiento de la piedra estando a oscuras. Lara suspiró.

—Hay algo en todo esto que no me gusta—Susurró mientras caminaba hacia la cama— Y por supuesto que hay algo en todo esto que Dumbledore no me está contando




Los meses pasaron y así mismo lo hizo la paciencia de Lara.

Navidad estaba a la vuelta de la esquina, pero ni siquiera eso logró animar a Lara quien, harta de tener que estar encerrada en el castillo, ansiaba la siguiente clase de Dumbledore en el bosque para poder al menos respirar aire fresco.

No entendió porque, pero a Albus Dumbledore le dio por cancelar los entrenamientos de un momento para otro sin llegar a darle una explicación satisfactoria. Ella no supo qué pasó con el inferius, aquel que estaba pronta a rescatar, sin embargo tuvo el valor de preguntarle a Severus Snape sobre la situación recibiendo una tajante respuesta que no le gustó para nada.

Según él, el inferius estaba bajo resguardo de Firenze que lo mantenía a salvo de los demás centauros mientras Dumbledore decidía que hacer con él. No fue la respuesta que necesitaba ni tampoco la que quería, no obstante, odiaba estar cerca de Snape pues el malestar que le recorría el cuerpo volvía cada vez con más fuerza, por lo que decidió dejar el tema de lado.

Decidió enfocarse en el Ejercito de Dumbledore e intentar enseñarles a los chicos cuantos hechizos pudiese. Ellos precian estar emocionados de más, aprendiendo cuanta cosa les pusieran enfrente, ¡caramba! Que hasta Neville Longbottom estaba manejando cada hechizo con una habilidad impresionante que dejó a Lara boquiabierta. Aprendieron a batirse en duelo, algo que a los chicos les encantó y que a Ron le pareció innecesario –sólo porque Hermione lo venció-. La última clase antes de partir a casa para las fiestas estuvo destinada para practicar una vez más el encantamiento patronus, según Harry, porque no todos habían podido conjurarlo debidamente –entre ellos Lara-

—No tienes que humillarme de esta manera, Harry Potter—dijo cuándo el chico del rayo la llevó hasta el centro de la habitación ante la mirada burlona de sus alumnos. Los gemelos Wesley hicieron muecas con los labios mofándose de ella. Lara rodó los ojos—Sabes perfectamente que no puedo...

—Si puedes—le interrumpió— Y he decidido que nadie dejará esta sala hasta que tu patronus aparezca. Si yo tengo recuerdos felices no veo porque tú no

—Eres odioso—bufó, tratando de concentrarse—No esperen mucho de este espectáculo, será deprimente

El salón entero quedó en silencio, las velas que flotaban alrededor se mantuvieron cerca de Lara quien respiraba pausadamente y con los ojos cerrados intentaba encontrar un recuerdo lo suficientemente poderoso como para lograr formar un patronus decente. Su varita temblaba sobre sus manos dejando salir un ligero humo blanquecino que poco a poco se fue tornando de un color amarillento acompañado de un olor tan fresco, dulzón y fascinante que los chicos tuvieron que detenerse un momento para oler la bruma ambarina que despedía la varita.

Lara se detuvo, sin éxito

—Continúa—Le pidió Harry, embelesado—Casi lo tienes

Pero ella en realidad no lo tenía, no era así como se formaba un patronus ni era el olor característico de uno, Lara estaba consciente de que cualquier cosa que estaba haciendo no era lo correcto, que incluso su varita se resistía a dejarlo salir. Lo intentó dos, tres, cuatro veces, sin lograr formar un animal en especial.

El lugar se llenó de chispas ámbar junto al olor peculiar que salía desprendido de la varita de Lara. Lo intentó una última vez sin buenos resultados, dándose por vencida. Harry, observándola con detenimiento, le quitó la varita dejando sus manos desnudas.

—Hagamos algo. Quiero... quiero que lo intentes esta vez tan sólo con las palmas de tus manos, ¿está bien?

— ¿Qué? ¿Porqué?

—Tienes razón, tú no puedes crear un patronus, pero estoy casi convencido de que puedes crear algo más poderoso que eso. Inténtalo, por favor

—Bien, aunque no prometo nada

Necesitó de una gran concentración para viajar en su mente pretendiendo estar sola en la habitación, los murmullos se fueron apagando dejando en cambio una soledad abrazadora. Su mente se tornó oscura de pronto dándole paso a un sinfín de recuerdos que pasaron por su cerebro como una cinta de película visualizando cada momento alegre que tuvo a lo largo de su vida.

Pensó en sus padres, en Andrómeda y Ted Tonks junto a Nymphadora pues cada recuerdo les incluía a ellos; pensó en la alegría que experimentó al conocer a Sirius o la felicidad que le llenó el pecho al tener a Cécile junto a ella en el Grimmauld Place. Nada era suficiente, se dijo, porque ninguno de esos recuerdos le ayudaba a crear esa entidad poderosa a la que Harry se refería.

De pronto su mente se llenó con las imágenes de William Weasley siendo un pequeño niño de siete años, con las mejillas embadurnadas de sirope de chocolate y las manos cubiertas de lodo; de aquella vez en la que se casaron debajo del árbol de Molly y del momento en que él le robó su primer beso; pensó en su reencuentro, en la cena que tuvieron antes de que partiera a Hogwarts, su cita en Hogsmeade, el anillo de promesa que le había regalado... su mente quedó en blanco después de eso, pero su corazón se tornó cálido.

Las imágenes de Bill sucedieron a las de su familia, y fue entonces que Lara supo que no debía pensar en recuerdos felices, debía sentirlos. Su poder venía de su corazón, de sus ojos brillantes que de ser azules como el mar pasaban a ser dorados como el fuego, como las llamas ardientes del mismo sol. Lara Lexington nunca experimento un poder igual, uno que no era una amenaza, que no revivía a los muertos, pero que desbordaba el profundo amor que el mundo necesitaba.

Sus manos formaron una cruz que al deshacerse deslumbró a todos y les mandó al piso gracias a la fuerza con la que la luz de su cuerpo salió disparada. Se cubrieron los ojos, agachándose para evitar que la incandescencia quemara sus retinas. Los gemelos cubrieron sus ojos con las manos recibiendo quemaduras en el dorso, nudillos y muñecas.

Cuando la intensidad bajó un poco tuvieron el valor de ver lo que sucedía, notando a un imponente, feroz y hambriento león parado frente a ellos cubriendo a Lara con su espalda. Ella parecía estar en una especie de transe pues su cuerpo, no estando satisfecho con crear un imponente león que rugía hambriento, creó un lobo de garras espeluznantes, un leopardo de cola alargada y un gorila de pecho hueco que retumbaba al golpearse con sus enormes puños. Cada uno de los animales la rodeaba, rugiendo de una manera diferente para mantener alejado al peligro.

Sí, Lara Lexington era una caja de sorpresas

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