Capítulo 24: "Prohibiciones"

—Entonces las cosas están peor de lo que imaginábamos, ¿verdad?

—Lastimosamente sí. El ejercito de Voldemort está avanzando cada vez más y necesitamos reforzar nuestra seguridad—Dumbledore sopló finamente sobre la pequeña taza de cristal, dándole un pequeño sorbo a su té—Me han llegado informes de que Arthur Weasley y Byron Murphy han logrado encontrar la lista de todas las personas que han desaparecido en los últimos meses e incluso pudieron hacer que magos y brujas se unieran a la orden, claro, Byron tuvo que afiliarse al ministerio para lograr que información confidencial llegara hasta sus manos

— ¿Eso no es peligroso? ¿Él...?

—Seguro que sí—Dumbledore tomó una galleta del plato y la remojó concienzudamente en su té de Cúrcuma—Ahora todos estamos en peligro, Lara, debemos tomar ciertas decisiones a pesar de que no nos guste.

Tanto Lara como Dumbledore y Snape habían permanecido bastantes horas en el bosque hasta que los primeros rayos del sol comenzaron a colarse entre las ramas de los árboles y el rocío comenzó a mojarles las ropas. Dumbledore les invitó una buena taza de té en la choza de Hagrid a pesar de que el jefe de los Slytherin se negó rotundamente diciendo que debía descansar un poco antes de impartir sus clases del día. Así, sin saber qué era lo que Snape hizo para desaparecer al inferius, Dumbledore y Lara entraron a la casita del guardabosques –que en ese momento se encontraba vacía- para engullir unas merecidas galletas con glaseado de limón acompañado de una humeante taza de té de Cúrcuma.

El mago sacudió la cabeza, vaciando más crema sobre la taza de Lara.

—Por supuesto que pensamos que la desaparición de todas esas personas se debe a que los mortífagos intentan convertirlos en inferis, justo como sucedió en la primera guerra mágica. Sin duda nos sacaron ventaja con ello, caminaban por las calles, asesinaban personas... todo gracias a la magia oscura que los poseía. Claro que tú no lo recuerdas porque naciste dos años después del inicio de la guerra

Bajando la mirada Lara comenzó a jugar con el mantel de Hagrid intentando evadir el tema de su familia. Ella en verdad quería buscar a sus verdaderos padres y pedirles cientos de explicaciones, pero la vida de Lara ya estaba tan complicada que no deseaba cargarse con más problemas que resolver.

Aun así, no pudo dejar de pensar en esa guerra que, si bien ella no recordaba del todo, bien pudo haber tenido consecuencias muy graves, ¿y si sus padres habían muerto en la guerra? Quizá esa había sido la razón por la que la abandonaron frente a la puerta de los Tonks. Tal vez sus padres optaron por abandonarla a la suerte de una nueva familia antes de que un mortífago la asesinara y acabara con todo su legado. Los Lexington debían haber tenido un plan de contingencia y eso era precisamente lo que hicieron. No, se dijo Lara, eso ni si quiera tenía algún maldito sentido.

—Durante la visita de Harry al ministerio encontré una lista de todas las familias de la comunidad mágica en la oficina del señor Weasley, aunque, para ser sincera, fue él mismo quien me la dio. Pensé que ahí podría encontrar algo sobre mi verdadera familia, ya sabe—Dumbledore la escuchó con atención— Pero una hoja había sido arrancada justo donde debía estar mi apellido, lo que es muy confuso. Viene aquí porque Dora me pidió ayuda, mi propósito era estar aquí para proteger a Harry, servir a la Orden, pero entonces mi visión se transformó en algo más grande al aceptar venir aquí, estar al lado de Umbridge e intentar revivir a un inferius

—Aceptaste hacerlo porque era lo mejor

—Acepté porque pensé que me ayudaría a encontrar a mis padres

—Y porque prometí ayudarte con tus poderes

—Claro, pero...

—Yo no sé nada sobre tu verdadera familia—sentenció, dándole un sorbo a su té—Lo lamento

—Usted es el mago más poderoso y sabio que he conocido—Lara apartó su taza, entrelazando sus manos por encima de la mesa—No creo que no haya conocido a mis padres, debe haber algo que pueda hacer. Quiero... quiero pensar que ellos estuvieron en la guerra, ¿sabe? Quizá de esa manera...

— ¿Crees que Harry vaya bien en sus clases? —Preguntó, cambiando drásticamente de tema al mismo tiempo en que se servía otra taza de té. Lara arrugó el ceño—Con todo el tema de la profesora Umbridge, lo menos que necesitamos es que Harry esté en problemas, ¿sabías que va muy mal en pociones? Está a punto de reprobar la asignatura

—Lo sé, el profesor Snape no se ha cansado de repetirlo en nuestra sala común

—Ah, el buen Severus—dijo, cogiendo otra galleta—Nunca cambia

—Ciertamente no, señor—Lara, quien no quería quitar el dedo del renglón, continuó—Respecto a mis padres, estaba pensando en que, como usted dice no saber nada acerca de ellos, tal vez ahora que no trabajo más con Umbridge pueda ausentarme un par días y...

—No—La voz de Dumbledore se endureció, observando a Lara de una manera tan severa, que ella tuvo que encogerse en su asiento—No tienes permiso para salir del castillo

—Pero...

—Quizá ya no seas una profesora, pero ahora estás trabajando para mí y te necesito aquí para arreglar algunos asuntos. Además, no puedes dejar tu entrenamiento

—Discúlpeme, pero creo que después de todo el tiempo que he pasado aquí y que usted estuvo ignorándome, tengo el derecho de apelar su decisión

—Y puedes hacerlo, pero no ahora—Dumbledore, ahora con un tono más pacífico, respondió—Mi decisión tiene un motivo, Lara, el que aprendas a dominar tus poderes es algo muy importante no sólo para ti, sino para toda la Orden; con tus habilidades cien por ciento bajo control podemos tener una gran ventaja sobre Voldemort, no es momento de huir, Lara. Así que lo siento, pero a partir de ahora tienes estrictamente prohibido poner un pie fuera del castillo a menos que yo indique lo contrario

—Pero...

—Es por tu bien, Lara, tienes que confiar en mí

—De la manera en que Cécile confía en usted o de la manera en que los Weasley lo hacen—Dumbledore sonrió

—Sé perfectamente que la profesora Brodeur no tiene ni una pizca de confianza en mí, sin embargo no la culpo, es bueno no confiar en cualquier persona

—Ella cree que por algún motivo yo he bloqueado su paso a mi numerología, aunque no sé cómo demonios podría yo hacer algo así

—Oh, ¿de verdad?

—Si. Cécile se ha molestado conmigo por algo que yo no hice

—Me siento un poco mal por eso porque es algo que yo sin duda hice

— ¿Qué? —Lara lo miró, asombrada— Profesor, usted...

—Tuve que hacerlo—Se defendió, levantándose para acercarse un platito rebosante de tarta de melocotón—Eran causas de fuerza mayor. Si ella puede ver tu futuro, -que no la culpo, tener el don de la adivinación y la aritmancia hace todo muy tentador, eso quiere decir que cualquier persona experta también puede hacerlo. No lo hice con intención de bloquearle el paso a Cécile, por supuesto que no, ella me agrada y jamás haría algo para molestarle

—También bloqueó su propia aura, ¿no es así?

—Lo hice

— ¿Porqué? Entiendo que haya bloqueado mi aura, pero ¿La suya?

—Oh, sólo lo hice para practicar el encantamiento. Llevaba años sin probarlo y temía que algo saliera mal al momento de hacerlo en ti; un mal hechizo puede hacer que tu futuro cambie, ¿sabes? Es demasiado peligroso

Lara asintió aunque su explicación no le convenció ni un poco. Cécile siempre le decía que no podía confiar en Dumbledore porque era un hombre con demasiados secretos y que Lara había comprobado ni bien empezaron a conversar. Aún era un enigma del porqué le había estado ignorando a ella y a Harry durante tanto tiempo, sin embargo, se detuvo de preguntar, ya eran demasiadas respuestas sorprendentes por un día.

El tema de sus padres continuó dando vueltas una y otra vez en su cabeza siendo descubierta por Dumbledore pues el mago la veía fijamente, como si supiera del plan que Lara comenzó a maquinar en su mente. Quizá él decía no tener las respuestas que ella necesitaba, pero quizá alguien más si las tendría.




Querido Byron:

Sé que este no es el mejor momento para escribirte, no sólo porque ahora estás trabajando en el ministerio, sino porque con todo el tema de la Orden y de las personas desaparecidas debes estar lleno de trabajo hasta el cuello; lamento si la petición que voy a hacerte te incomoda o retrasa tus actividades de alguna manera, de ser así, siéntete libre de rechazar mi solicitud y de arrojar ésta carta al tacho de basura.

Hay demasiadas cosas que debo contarte, aunque no pueda escribirlas todas en una simple carta, espero poder encontrarme contigo pronto y hablar tendidamente del asunto, aunque por ahora debas conformarte con una parte de las cosas.

Estoy cautiva en Hogwarts, quizá no de la manera literal, pero es así como lo siento. Debes estar enterado ya de que fui contratada como auxiliar de la profesora Dolores Umbridge, pues bien, debes saber que ya no soy más su "asistente" –como ella me llamaba- sino que, con mi despido, Dumbledore me ha recontratado como su ayudante. No sabía que el contrato venía con condiciones porque ni bien acepté el trabajo –y que Dumbledore me ayudara con la cosa de mis poderes que no puedo dominar- él me prohibió determinantemente dejar el castillo. No sé si eso aplique incluso a las vacaciones de navidad, aunque bueno, nunca se sabe.

Últimamente le he estado dando muchas vueltas al tema de mis verdaderos padres (por cierto, me gustaría que me informaras del cómo están mis padres adoptivos) y he llegado a la conclusión de que el asunto no puede quedarse más en el anonimato, pero, a raíz de las ordenes de Dumbledore, me veo imposibilitada para hacerlo.

Sabiendo que ahora trabajas para el ministerio y que tus manos están llenas de cosas importantes, me gustaría que echaras un vistazo al registro de familias de la Gran Bretaña para saber acerca de los Lexington –una vez más, estás facultado para negarte- y de esa manera zanjar el asunto de una vez por todas.

Me gustaría darte más detalles acerca de mi encierro, porque sé que la curiosidad te está matando, pero lastimosamente no puedo. Sólo espero que mi petición no sea una molestia y, si es que aceptas mi encomienda, tengas suerte y logres saber quiénes son mis verdaderos padres.

Con amor,

Lara

PS: Justo ahora Cécile está molesta conmigo, ¿puedes creer eso?

Lara se dejó caer en su cama inmediatamente después de subir a la lechucería y enviar su carta con destino al Grimmauld place. Luego de los acontecimientos de la noche anterior, Dumbledore le concedió el día libre a Lara para que descansara con la condición –a Dumbledore le encantaba poner condiciones- de que llegara puntual al bosque esa misma noche. Lara no sabía cómo demonios iba a lograr revivir al inferius, incluso si lo hacía, ¿De dónde diantres había conseguido Severus Snape uno de esos? ¿Acaso él lo había transformado en inferius?

Frotando su cara con frustración, Lara levantó su mano para ver el anillo de plata que resplandecía en su dedo. Se sentía extraño, en toda su vida el único anillo que había usado había sido el de dulce que Bill le había regalado el día de su boda debajo del árbol de Molly, siendo ese pequeño gesto lo que más recordaba de toda su infancia. Ella no se quejaba, Bill Weasley era un hombre maravilloso.

Besó el anillo para luego echarse las frazadas y quedarse profundamente dormida casi un par de segundos después.


No le bastó con correr, él la había atrapado.

La serpiente enroscaba su cuerpo contra el suyo, asfixiándola.

Entonces la figura se acercó, tan deforme y atroz que Lara se desgarró la garganta con sus gritos.

La serpiente tenía la cara de Harry Potter, su cicatriz brillaba en la oscuridad haciendo que la propia frente de Lara ardiera como si le hubiesen acercado un par de carbones encendidos. Una mano alargada le tomó la barbilla, apretándola hasta que Lara dejó de ver la cara de Harry para observar la del hombre frente a ella.

Estaba sonriendo, sus dientes amarillentos brillando con la luz que salía incontrolablemente de las manos de Lara. Él bajó la mirada a sus manos, sonriendo cada vez más conforme Lara iba perdiendo fuerza.

—No puedes escapar de mi—Le dijo, furioso. Lara lloriqueó—No importa que tanto lo intentes, tu poder será mío

—Es imposible alejarlo de mi—respondió Lara, forcejeando contra el cuerpo de la serpiente- Harry—Tendrías que matarme

—Eso no será necesario

Entonces Lara gritó. Las largas y afiladas manos del hombre entraron en sus cuencas y se clavaron en sus ojos haciéndolos sangrar; Lara gritaba, se retorcía, pero todo fue en vano, él arrancó sus ojos de un tirón dejándola con dos espacios vacíos en su rostro.

Lara había quedado en penumbras de por vida.


— ¡Profesora Lexington!

Lara despertó horas después, con el cuerpo cubierto de sudor y lágrimas bajándole por las mejillas. Dio un salto en su lugar al ver una silueta frente a ella, calmándose únicamente al reconocer el rostro de Juliette Larson. Lara trató de calmarse, pasando una de sus manos sobre sus parpados en el proceso.

Se dio cuenta de que las clases ya habían terminado al notar las ropas casuales de Juliette, sorprendiéndose de lo mucho que había dormido. La chica frunció el entrecejo, colocando una mano sobre la frente sudorosa de Lara.

— ¿Se encuentra bien, profesora?

—Sí, Juliette, sólo tuve una pesadilla

—Seguro que lo fue, sus gritos se escuchaban hasta la sala común

—Lo lamento—susurró, intentando no demostrar su sorpresa al saber que había estado gritando dormida—Espero no haberlos asustado

—Se necesita algo mucho mejor para asustarnos—dijo, riendo—pero tuve curiosidad, así que subí para saber que ocurría

—No pasa nada, Juliette

—Me alegro—Ella sonrió y se sentó sobre la cama de Lara, jugando con sus manos—La verdad es que también venía a hablar con usted

—Oh, ¿tienes algún problema? —preguntó Lara, recordando que su trabajo era ayudar a los alumnos y darles consejos— ¿Quieres platicar de algo que te ha ocurrido recientemente?

—No—Lara rodó los ojos al escuchar la risa de la chica—Es sobre el nuevo ejército que acabamos de formar

—Ya veo

—Por la tarde Neville Longbottom y yo estuvimos caminando por el castillo—sus mejillas se sonrojaron—A ambos nos emociona mucho el tema, ¿sabe? Creemos que sus clases serán perfectas para aprender a defendernos y todo eso

—Así que... Neville Longbottom, ¿huh?

— ¡No! Quiero decir, ¿en serio? ¿De todo lo que dije únicamente escuchó eso?

—Lo lamento—respondió con gracia. No, Lara no lo lamentaba, mucho menos al ver como su alumna bajaba la mirada con el rostro enrojecido—Continúa

—El caso es que estuvimos pensando en un lugar en donde poder practicar—Lara había olvidado por completo su compromiso con los chicos a causa de su entrenamiento con Dumbledore. Suspiró, cansada—Y por obra de un milagro encontramos éste lugar que es perfecto

— ¿Qué lugar?

Juliette sonrió

—La Sala de Menesteres

—Bien—Lara se levantó de la cama, estirando sus músculos. Juliette la observó—Diles a los demás que estén atentos. Comenzaremos a practicar hoy mismo

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