Capítulo 19: "Lo que ocultas de mi" [2]

—Entonces las cosas no van muy bien con Dumbledore, ¿verdad?

—No y no puedo entenderlo, él prometió que me ayudaría

—Quizá sólo tiene otras cosas en mente. Su manera de pensar es muy compleja, no tiene caso tratar de comprender que es lo que pasa por su cabeza

—Cécile no confía en él

—Muchas personas no lo hacen—Lara lo miró de reojo—Pero nosotros, los que estamos en la Orden, sabemos que Dumbledore es una buena persona y que cada cosa que hace es por el bien de todos

Lara sonrió ampliamente luego de que los labios de Bill fueran a parar a sus pálidas mejillas. Habían decidido salir de las Tres Escobas, dejar el canasto sobre la carreta y caminar juntos por todo Hogsmeade antes de que Lara tuviese que volver junto a sus chicos de Slytherin al castillo. Caminaron por los callejones, con la mano de Bill prendida a la cintura de Lara mientras que ella trataba de que sus manos no hicieran contacto con cualquier parte del cuerpo de Bill.

Era difícil, porque él había intentado coger sus manos durante todo el trayecto, deteniéndose únicamente luego de que Lara le dijese que el frío le hacía doler los dedos, enfundando así sus manos dentro del abrigo que llevaba. Bill Weasley no apeló, porque la verdad era que la brizna fresca le hacía temblar de pies a cabeza a pesar de llevar más cubiertas que una tarta; decidió tomar a Lara de la cintura y así compartir un poco de calor corporal que les sentara bien a ambos.

La mente de Lara era un lío total, sin poder dejar de pensar en todo lo que estaba sucediendo en el castillo, se dijo que lo mejor era disfrutar de ese momento al lado de su novio, que, si Bill se enteraba de las cicatrices en sus manos, entonces serían de los pocos momentos que compartirían juntos al menos hasta que se le pasara el enojo.

No quería mentirle de esa manera a Bill, no porque supiera que haría una locura –porque de hecho, si lo haría- sino que era consciente de que, contándole lo que sucedía en el colegio, él trataría de tomar cartas en el asunto e incluso trataría de hablar seriamente con Dumbledore al respecto. Caramaba, Bill podría viajar hasta el castillo y armarse de palabras cara a cara con la misma Dolores Umbridge, lo que era bastante malo porque, conociéndola, armaría un gran escándalo en el que –tal vez- participaría el Ministro de Magia. Lara no quería meter a Bill en un problema político, mucho menos cuando la situación de la Orden del Fénix pendía de un hilo muy delgado.

—Hace algunos meses me hablaste sobre tus poderes—dijo Bill, tomándola por sorpresa gracias al cambio tan repentino de tema. Su mano seguía firmemente sobre la cintura de Lara conforme cruzaban la calle hasta la siguiente acera. Lara suspiró porque sabía de qué iba su curiosidad—Y me dijiste que no estabas lista para hablar de ello abiertamente, lo que me hace suponer que, hasta ese momento no confiabas lo suficiente en mí. Así que... ¿estás lista ahora?

—Estás chantajeándome, ¿sabes? —Lara rio al ver como el rostro de Bill hacia un puchero tratando de convencerla. Llegaron a un pequeño parque y aprovechando que se encontraban solos, ambos se dirigieron a los columpios—Pero supongo que puedo hablarte de ello.

»Dumbledore me pidió venir a Hogwarts para cuidar de Harry, según él, su capacidad de protección no era igual a la mía, por lo que yo era de más utilidad en el colegio que en la Orden por así decirlo. Él... él de alguna manera supo las dificultades que yo tenía, tengo con una parte de mis poderes y se ofreció a ayudarme a controlarlas. Ese era el trato. Yo protejo a Harry en lo que pueda, lo alejo de cualquier peligro y Dumbledore me ayuda. El caso es que, hasta ahora, Harry ha ido muy bien, sin problema alguno, pero Dumbledore se ha olvidado de la promesa que me ha hecho.

— ¿Es por eso que Cécile no confía en él? —preguntó Bill, colocándose detrás de Lara quien, sentada en el columpio, le relataba lo sucedido. Él comenzó a empujarla lentamente, haciéndola reír

—En parte. Ella dice que es muy raro que no pueda ver el futuro de Dumbledore

—Espera—Bill le dió un empujoncito más, provocando que el cabello de Lara volara un poco— ¿Cécile no puede predecir el futuro de Dumbledore?

—No. Tiene que ver algo con la numerología o algo así, como si estuviera escondiéndola de ella

—Bueno—Bill parecía realmente apenado por la situación—Está claro que yo no tengo lo que se dice mucha experiencia en la Aritmancia, pero por lo poco que sé, es casi imposible que alguien pueda esconder su numerología. La única manera en la que puedas ocultar tu destino de un buen aritmante es... muriendo

Lara giró su rostro para mirarle con miedo, ¿Dumbledore morir? Era una locura. Albus Dumbledore era según la mayoría de magos y brujas, el hombre más poderoso de la comunidad mágica, así que, con todo, su muerte traería una oleada de desgracias que ninguno de ellos podría parar, comenzando con el triunfo de Lord Voldemort.

No existía alguien que pudiera enfrentarse cara a cara con el señor tenebroso – excepto tal vez Harry Potter, aunque eso era todavía muy improbable- por lo que, sin él, la Orden del Fénix estaría totalmente acabada. ¿Y si ese era el verdadero motivo por el que Cécile no podía ver su futuro? ¿Y si él en verdad estaba muriendo? Lara sintió como su pecho comenzaba a estrujarse

—Claro que Cécile puede estar en lo correcto—añadió Bill, apoyando sus manos en la espalda de Lara dándole un pequeño masaje—Quiero decir, tal vez Dumbledore si ocultó su numerología

— ¿Cómo? Acabas de decir que es imposible

—Casi—Corrigió—Hay una cierta posibilidad de que sea posible, aunque para eso se necesita una magia muy poderosa. Algo que ciertamente Dumbledore puede hacer

—Quizá, no lo sé—Lara suspiró, sintiendo cómo su querido novio le acariciaba la nuca—Todo esto es muy complicado

—Entonces, el trato era que mientras tu protegías a Harry, él encontraría una manera de ayudarte a manejar ésta parte de tus poderes que se salen de tu control

—Así es

— ¿Puedo saber a qué se refiere?

Lara suspiró, sabía que era momento de hablarlo, de contarle cada maldita cosa que estaba mal en su cuerpo y sobre la que no tenía autoridad alguna. Iba a molestarse, o tal vez, en el mejor de los casos, le reñiría por no habérselo dicho y le abrazaría hasta que el estupor se le pasase. Cualquier reacción que Bill Weasley tuviera, Lara estaba preparada para ello.

—Cuando estaba en Beauxbatons, la profesora Delacour supo de mis poderes y me enseñó a manejarlos, eso ya lo sabes. El caso es que después de algún tiempo descubrimos que mis poderes iban más allá de crear una especie de luz que repele dementores, era... era algo más fuerte que eso, algo... algo peligroso.

» Nos dimos cuenta que la luz que irradiaba era demasiado poderosa sin importar su dimensión. Estuvimos investigando sobre ello durante mucho tiempo, pero al parecer no había registros de personas con las mismas capacidades que yo a lo largo de la historia, lo que lo hacía más raro; jamás pudimos encontrar la fuente de origen de mis poderes y dejamos de investigarlo cuando un experimento se salió de control.

— ¿Cómo es que saben que hay una fuente de origen?

—No nací con poderes, ellos vinieron a mi después, la fuente debe estar en un hechizo, en una maldición inclusive. Nunca lo supimos porque nos cansamos de buscar, aun así, nada parecía entregarnos las respuestas que necesitábamos.

» Concluimos que mis capacidades eran consecuencia de una clase de maldición, una muy extraña. Yo... yo... puedo hacer cosas, Bill, cosas con las que se me acusaría de magia negra.

El ceño de Bill se frunció y dejó todo para colocarse de frente a Lara y cogerle las manos que yacían cubiertas por el dobladillo de su abrigo. Lara se tensó pero Bill siguió sin darse cuenta de lo lastimadas que estaban sus manos.

— ¿A qué te refieres?

—La profesora Delacour lo bautizó como el encantamiento in hexagonis vicinis—Bill la observó, boquiabierto. Una lágrima bajó por la mejilla de Lara—Cuando mis poderes son usados en su totalidad, cuando la luz es expedida en su máximo voltaje, el resultado es... es el praeter hexagonis

—Un contra maleficio—susurró Bill, asombrado—Eso quiere decir que...

—Puedo revertir las maldiciones imperdonables, si

Bill se encontraba estupefacto, tanto, que Lara temió que su corazón sufriera las consecuencias de una noticia de tal magnitud. Él permaneció frente a ella, inmóvil y con la vista en el suelo, observando la nieve debajo de ellos. Lara soltó un pequeño quejido luego de que las manos de Bill hicieran más presión sobre las suyas.

— ¿Cómo fue que lo descubriste?

—Ya no importa—respondió, sacudiendo la cabeza ante el recuerdo—Lo que sí, es que después de eso no volví a hacerlo, he estado conteniéndolo desde entonces.

—Pero...—continuó Bill, sabiendo que la oración de Lara había quedado inconclusa

—Ya no puedo retenerlo más. Si no consigo dominar el hexagonis...

—No, no lo digas—le pidió, con los ojos cerrados. Lara contuvo un sollozo

—Es algo tan fuerte que podría matarme, ¿entiendes eso?

—Tenemos que hacer que Dumbledore te ayude de inmediato—Bill se levantó con rapidez, sorprendiendo a Lara quien, aun con las manos atrapadas entre las de él, apretó los labios para no quejarse del dolor—No podemos dejar que sigas así

—Eso no importa—Lara negó—Si logro controlar mis poderes al cien por ciento será una gran ayuda para la Orden del Fénix

—Olvídate de la maldita Orden, esto tiene que ver con tu vida, maldición

—Ese ha sido mi propósito al venir aquí—Alejó sus manos de un tirón sin poder aguantar un minuto más, lo que Bill tomó como una acción de molestia—Servir a la Orden, ganar la guerra

—Si, a veces olvido que eso es lo único en este lugar que verdaderamente te importa

Vale, que las cosas estaban tornándose un tanto tensas en cuanto al tema que estaban tocando. Aunque, siendo sinceros, las razones que Lara tuvo para volver a casa era ayudar a Dora con el tema de la falta de aurores en la Orden del Fénix y el proteger a Harry Potter de las acciones malintencionadas de Voldemort, nada más; su reencuentro con Bill y la oportunidad de encontrar a su verdadera familia era una grata compensación por lo que había dejado en Francia. Ahora, con cada una de las desventajas que su regreso había supuesto, Lara no se arrepentía absolutamente de nada.

Acercándose a Bill, pasó sus brazos por su cuello atrayéndolo más a su cuerpo hasta que la punta de su nariz pudo tocar la de él y frotarse dulcemente; sus pestañas revolotearon juntas al mismo compás en que sus respiraciones se mezclaron. Bill dejó caer todas sus barreras, tomándola por la cintura.

—También me importas, Bill, siempre lo has hecho, pero necesito que me entiendas. Es algo demasiado complicado que, si bien puede perjudicarme, también puede ser de mucha ayuda para ganar ésta guerra, que después de todo fue lo que me trajo aquí

—Lo sé, pero tengo miedo—Aceptó, subiendo una de sus manos para acariciarle la mejilla enrojecida por el frío—Ya te perdí una vez, no quiero pasar por eso de nuevo

—No lo harás—Le prometió con una sonrisa. Lara colocó su mano derecha sobre el pecho de Bill justo en su corazón—Cuenta con ello ¡Ay!

El dorso le comenzó a sangrar inmediatamente después de que Bill apretara una vez más su mano; un hilillo de sangre le recorrió hasta la muñeca dejándole ver que algo muy grave le había pasado. Lara se separó tan rápido como pudo, ocultando su muñeca detrás de la otra. No sirvió de mucho pues ambas manos estaban terriblemente heridas. Bill frunció el ceño y en ese momento fue cuando Lara supo que todo se había ido a la mierda

—Lara, que...

—No es nada—Se apresuró a contestar. Bill, no muy convencido, se acercó de nuevo, cogiendo su palma con delicadeza a lo que ella ya no pudo negarse. Observó la herida con el entrecejo fruncido y el rostro comenzó a tornársele tan rojo, que Lara no pudo distinguir donde le empezaba el cabello—Bill...

— ¿Quién fue? ¿Quién demonios te ha lastimado?

—Nadie, yo sólo...

— ¡Mientes! —Su mirada estaba cargada de rabia, enojo contenido que le hacía perder los estribos. Lara boqueó sin saber que decir—Has estado mintiéndome todo este tiempo

— ¿Qué? ¡No!

— ¿Ha sido Snape?

—Bill, escúchame

— ¡Ha sido él! Sabía que no podía dejar nada bueno el que estuvieras en la misma casa, con todas esas serpientes ponzoñosas

—Snape no me ha hecho nada, Umbridge...

— ¡Umbridge! —Gritó, atrayendo la atención de un par de personas— Esa mujer ha estado lastimándote desde hace meses y tú no me habías dicho nada, Lara, ¿Qué demonios?

— ¡William! —Lara le detuvo, apretando los puños sin importarle si las malditas manos se le caían. Él debía aprender a no hablar antes de tiempo—Basta, no es nada importante, estoy bien

— ¿Bien? Por el amor de Merlín, Lara, esa mujer te ha lacerado las manos y tu... tu no me dijiste nada

—No lo hice porque sabía que te pondrías como un loco

—Ni siquiera me lo contaste en una carta, aun cuando te pedí que me dijeras si algo del colegio te incomodaba, si estabas en peligro, absolutamente nada, Lara, me lo ocultaste.

Poco tardó en descubrir que Bill no estaba molesto, más bien parecía triste, decepcionado de enterarse de algo tan importante después de tanto tiempo, cuando las heridas en el cuerpo de Lara estaban tardando en sanar. Bill tomó sus manos una última vez, las frotó cariñosamente antes de clavar su mirada en Lara.

—Tuviste que habérmelo dicho, confiar en mí, somos una pareja

—Lo hago. William, yo confío en ti

Pero el sólo negó

—Tengo que irme, Lara

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