Capítulo 17: "Razones desconocidas"

—Ella está torturando a los estudiantes, Cécile, torturándolos de verdad—Lara se quejó mientras colocaba su mano sobre la mano de una de las estudiantes más pequeñas de Hufflepuff. La niña lloraba en silencio, enjugándose las lágrimas con la mano contraria. Cécile le sonrió con pena—Imponiéndoles castigos físicos como si este lugar fuera una prisión

—Sabía que algo como esto pasaría

—Ya es tarde para advertirme, Cécile—Lara le sonrió a la pequeña, elevando un par de centímetros su mano, dirigiendo su palma contra el dorso de ella—Cierra los ojos

Haciendo lo que le había pedido, cerró los ojos provocando que de ellos corrieran un par de lágrimas que le mojaron las mejillas. Cécile se sentó a su lado, dándole palmaditas en la espalda que le sirvieran de consuelo por el dolor que estaba sufriendo.

Lara se dio cuenta de los castigos de Umbridge una semana después, cuando Harry Potter llegó al salón de clases con las mangas del suéter más largas de lo normal, ocultando sus brazos de la vista curiosa de Lara. Ella aprovechó el pequeño descuido de Umbridge para acercarse a Harry y levantarle las mangas hasta los codos; descubrió entonces que el dorso de su mano izquierda tenía una herida fresca en la que se podía leer "No debo decir mentiras" firmada con su sangre. Él no había querido mencionarlo, pero Lara era demasiado astuta como para intuir que algo estaba pasándole, viéndose derrotado, Harry tuvo que contarle lo sucedido, haciendo énfasis en el método que Dolores Umbridge había utilizado en él.

Sin ser consciente de lo que pasaba, Lara colocó su mano sobre la herida de Harry en un intento por aliviar su dolor, luego, sobrevino un momento de confusión y miedo cuando ambos notaron que los poderes de Lara salían de sus palmas, la espesa luz bailaba sobre la mano de Harry para luego hacerse un lugar entre su herida, colándose en su piel amoratada.

La herida ya no estaba, sino que la había reemplazado una pequeña cicatriz en su lugar; por suerte nadie había notado el peculiar encuentro y Lara le pidió a Harry que mantuviera aquello como un secreto.

No podía arriesgarse que alguien más supiera de sus poderes, mucho menos si ese alguien era Dolores Umbridge, quien había convertido el colegio en un infierno en tan sólo un par de semanas, sin embargo, e ignorando sus propias reglas, Lara se ofreció a ayudar a la pequeña Hufflepuff luego de que ésta llegara llorando hacia ella, con la mano sangrando y la forma de una regla de madera marcada en la mejilla.

Cécile curó su cara mientras Lara usaba sus poderes para intentar aliviar el dolor punzante de su dorso. La luz tenue entró por la herida, sanándola en un santiamén, dejando, al igual que en Harry, una pequeña marca.

—Muy bien, puedes mirar ahora—La pequeña se sorprendió al ver lo que había pasado. Lara le sonrió—No volverá a sangrar, pero es mejor que vayas dónde la señora Pomfrey y le pidas que coloque un vendaje, así evitarás molestias. Por la cicatriz, descuida, desaparecerá en un par de días

— ¿Cómo lo hiciste? —preguntó, asombrada

—Con un poco de magia—Ella rio luego de que Lara le guiñara un ojo— Sólo... guárdalo como un secreto, ¿de acuerdo?

—De acuerdo

—Bien. Ahora, ve a tus clases

Suspirando, Lara tomó asiento a un lado de Cécile, sin llegar a entender cómo podían existir personas como Umbridge que gozaban con el sufrimiento ajeno.

—Tienes que relajarte

—Como si fuera tan fácil hacerlo. Si tuvieras que pasar todo un día cerca de esa mujer entenderías lo difícil que es lidiar con su maldito carácter

—Al menos tendrás un descanso de ella

—Créeme, un solo día lejos de Umbridge no hace la diferencia

Cécile sacudió la cabeza y tomó las manos de Lara entre las suyas, tan lastimadas y llenas de cicatrices que la aritmante creyó que no podría aguantar otro de esos castigos que Umbridge acostumbrara a poner cuando algo no le gustaba. Lara hizo una mueca, retirando sus manos del toque de su amiga.

—Ella está matándote

—Puedo tolerar que se desquite conmigo, Cez, pero no con los alumnos. Ellos están viviendo un infierno

— ¿Por qué no se lo dices a Dumbledore?

— ¿Crees que no lo he intentado? —Lara pareció estar molesta—Él se la pasa ignorándome todo el tiempo. He querido hablar con él sobre mis poderes y el sólo pretende no oírme. No sé qué está sucediendo, Cécile, primero me hace venir aquí y ahora que me he metido a la boca del lobo me ignora, haciéndome servirle en todo a esa mujer

—Tal vez sea hora de regresar al Grimmauld place

—No—Lara sacudió la cabeza—No lo haremos

— ¿No? ¡Umbridge está loca! ¿Y piensas seguir a su lado?

—Han pasado únicamente algunas semanas desde nuestra llegada. Si Umbridge ha transformado este lugar en un maldito averno, ¿Qué es lo que hará en un par de meses más? Harry Potter no es el único que está en peligro ahora

—Lara...

—Le prometí a Bill que cuidaría de sus hermanos—dijo, poniéndose de pie. Cécile hizo lo mismo, comenzando a caminar por los pasillos—Además, nuestra misión como parte de la Orden...

—Es cuidar de Harry Potter, si, si, ya lo sé—Cécile rodó los ojos—Como quiera que sea, he estado ayudando mucho a la profesora Vector, me hice tutora de Hermione Granger e incluso me ha colocado como maestra titular en algunas clases y, ¿sabes? He logrado escuchar algunas cosas

— ¿Qué clase de cosas?

—Oí a la profesora McGonagall decir que el Ministerio de Magia ha estado colándose en los asuntos de la escuela porque no confían enteramente en Dumbledore, ellos, como Madame Maxime, piensan que el regreso de ese mago tenebroso es una completa mentira

—Algo que ya sabíamos— Subieron un tramo de escaleras hacia la torre de Gryffindor donde Nymphadora junto con los hermanos Weasley las esperaban. Se detuvieron al sentir el movimiento de los escalones debajo de ellas

—Bueno, sí, pero esta vez sabemos que la razón por la que Dolores Umbridge está aquí es porque el Ministro de Magia teme de los movimientos de Dumbledore. Él cree que, con esa mujer aquí, el Ministerio puede tener un mejor control sobre la escuela y sobre las cosas que los estudiantes están aprendiendo.

— ¿Estás tratando de decir que el Ministerio busca que los chicos no se sepan defender?

—Fudge piensa que en Hogwarts estamos tratando de formar una especie de ejercito de magos—Cécile y Lara retomaron el camino. La chica de los números se detuvo frente al retrato de la Señora Gorda—Ya sabes, porque Dumbledore es quien manda en este lugar

—Él jamás haría algo como eso

—Yo no estaría muy segura—Cécile frunció el ceño—El Ministro no confía en Albus Dumbledore y no lo culpo. ¿Sabes la cantidad de hechos que alguien como él oculta?

— ¿Sigues molesta porque no has logrado tener acceso a su numerología?

—No puedo hacerlo porque él está restringiéndome—respondió, encogiendo los hombros—Y lo hace por una razón, una razón que tiene que ver contigo

— ¿Conmigo?

—Estoy casi segura de ello—Del bolsillo de su chaqueta, Cécile extrajo una papeleta con la contraseña de Gryffindor, la Señora del retrato sonrió—Llámame loca, lumière, pero a veces pienso que Dumbledore sólo te trajo a este lugar para usarte

—Él no podría...

— ¿Usar tus poderes? —Cécile suspiró por segunda vez en lo que iba del día—No me hagas mucho caso, pero, si él sabía desde un principio de tus capacidades y de lo que éstas significaban, ¿por qué ignorarlo durante tanto tiempo? ¿Por qué luego de que pusieras un pie aquí él se desentendió por completo de su promesa? No tiene sentido Lara

—Quizá tiene asuntos más importantes que atender

—No lo creo. ¡Fortuna major!

El retrato se abrió dejándoles el paso a la sala común dónde los Weasley, Hermione, Harry y Dora conversaban en voz baja, sentados alrededor de la mesa con algunos sobres en las manos y otras encima dela madera. Los ojos de Dora se iluminaron al ver a su hermana.

— ¡Lara, las cartas llegaron! —Ese día la correspondencia había tardado gracias a la poderosa ventisca que había azotado la zona. Las lechuzas lograron llegar de tarde, con las alas engarrotadas y los ojos enrojecidos. Dora tomó su carta y la colocó justo frente a los ojos de Lara— ¡Ésta es de Remus! ¿Puedes creerlo? ¡él me ha escrito durante toda la semana!

— ¿Qué es lo que dice?

—Oh, no mucho, únicamente me dice como están papá, mamá y Sirius, incluso me cuenta sobre los informes de Kingsley en el Ministerio. Además, en algunas cartas pregunta cuando podemos vernos para hablar, ¿no es emocionante?

—Lo es—Intervino Cécile, sentándose a su lado—Te dije que tarde temprano se daría cuenta, aun así, no se lo dejes muy fácil

—Por supuesto que no. Por cierto, esta carta es para ti—Los ojos de Cécile brillaron—Es de Charlie

—¡Oh, Mon chéri! —Cécile tomó la carta con impaciencia, yéndose a la esquina contraria de la habitación mientras leía rápidamente mientras sonreía como boba. Lara blanqueó los ojos, aunque luego comenzó a reír. Fred Weasley le pasó una papeleta

—Y esta es para ti. Es de parte de Bill, por si tenías la duda

—Cierra la boca

A diferencia de lo que había pensado, la carta de Bill era concisa y demasiado corta. Lara pensó que algo debía ir realmente mal pues lo único que la papeleta decía era:

Lara:

¿Mañana es tu visita a Hogsmeade? ¡Genial! Hubiera sido bueno que me avisaras, sabes que quería verte.

Tenemos que hablar.

Bill

Oh, joder.

Ella había olvidado por completo avisar a Bill aun cuando éste le había pedido que lo hiciera. Pero era tanto el estrés que estaba viviendo en Hogwarts que pasó por alto la pregunta que había estado anexada en las cartas pasadas. Bueno, que ya nada más podía ir mal en su vida.

¿O sí?

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