Capítulo 10: "Los números de Cécile"

Cécile Brodeur no era una mala persona, de hecho, Bill creía que era una chica encantadora –aunque un poco extraña- a la que le gustaba predecir el futuro de las personas escribiendo una serie de números complejos. A Byron no parecía agradarle la idea de que Cécile se quedara en el Grimmauld place, aunque Bill no supo el por qué –aunque él supuso que se debía simplemente a que Cécile siempre le decía que su vida era de las más tristes que había tenido la oportunidad de adivinar- pero, aun así, Sirius le concedió la habitación contigua a la de Lara, ganándose otra tanda de besos de parte de la chica francesa.

Bill no la culpaba, como quiera que fuese, porque cualquiera que pudiera manejar el arte de los números estaba tentado siempre a adivinar el futuro de las personas, él lo había intentado un par de veces, porque para obtener el trabajo que él quería tenía que aprobar al menos un TIMO de aritmancia, aunque claro, su poco conocimiento no le llevó más allá de predecir cuantos dientes perdería en aquella pelea callejera en Egipto.

Cécile parecía ser buena en lo que hacía y Charlie a su lado observaba maravillado las series de números que ésta garabateaba sobre una pequeña libreta de viaje. Harry estaba sentado frente a ella mientras le relataba lo que había pasado aquel día en el torneo donde Cedric Diggory murió; Cécile escribía y escribía, asintiendo con la cabeza cada vez que el chico del rayo mencionaba algo importante.

—Bueno, debo decir que es más de lo que esperaba—dijo, con su marcado acento y sin dejar de escribir en su cuadernillo. Charlie la miró atento—Es simplemente maravilloso, aunque, te lo advierto desde ahora, debes tener mucha paciencia. Por cierto, suerte con tu visita al ministerio

—Ella es buena—comentó Bill en voz baja, causando que únicamente Lara, quien estaba a su lado un poco alejados de los demás, le escuchara. Lara frunció el ceño y Bill la observó— ¿verdad?

—Lo es en el futuro inmediato, no así en el próximo. Te sorprendería saber las veces en que predijo que moriría y, por suerte, aun no lo he hecho

—Me recuerda a la profesora Trelawney—Lara no entendió a qué se refería—Ella estaba... ya sabes, chiflada, o al menos eso es lo que todos decían. Auguraba la muerte de un alumno cada año, y predijo para mí que sería millonario. Aun no sucede, como pudiste haberte dado cuenta

Lara soltó una risita y, cruzando los brazos, notó como Cécile le explicaba a Harry lo que los números decían acerca de su futuro. Lara miró el perfil de Bill, suspirando, pensó en el encuentro tan vergonzoso que habían tenido durante la noche.

—Oye, sobre lo que pasó de madrugada...

—Está bien, Lara, no tienes que disculparte si es que esa es tu intención—Bill bajó la mirada, sonrojándose repentinamente—Tuviste una pesadilla, estabas asustada y yo estuve ahí para ayudarte. Todo está en orden

—Sí, bueno, no me refiero a eso. Yo uh... lo que dije sobre nosotros...

—No te preocupes, estabas en shock, pudiste haber dicho cualquier cosa—Lara sacudió la cabeza porque Bill no entendía lo que quería decirle, Cécile la miró desde su lugar, pidiéndole con una sonrisa que se acercara a ella. Lara le sonrió de vuelta y, antes de caminar hasta su amiga, hizo que Bill le mirara a los ojos.

Fue un choque de azules, Lara lo tomó por las mejillas y acarició la creciente barba pelirroja. Bill se quedó pasmado, mirando a los luceros azules de ella, tan tenues y profundos que Bill notó su reflejo en ellos. Todo pareció detenerse, sólo eran ellos dos en la habitación, mirándose fijamente y apreciando de cerca lo bella que Lara era, ella le sonrió y fue entonces que Bill pudo jurar que Lara Lexington era la mujer más cautivadora del mundo mágico e incluso del mundo muggle. Él estaba perdido.

—Tienes razón, pude decirte cualquier cosa sin sentido, pero preferí decirte la verdad—le dijo, sonriendo. La cara de Bill tomó el color de su cabello—Te extrañé, William. Igual o más de lo que tu pudiste haberlo hecho

Se alejó, dejándolo sin habla y con los ojos completamente abiertos. Escucharon un carraspeo proveniente de la garganta de Charlie quien los miraba fijamente junto a Cécile. Ambos sonreían con picardía, ante la escena de la pareja.

—Ven conmigo, Lara, veamos mi habitación

Cogiéndola de la mano, Cécile la llevó escaleras arriba, llegando hasta la recamara que Sirius le había marcado con anterioridad. Cécile cerró la puerta detrás de ella, suspirando y sacando de entre sus bolsillos pequeñas maletas que se transformaron en su tamaño normal con un movimiento de varita. Lara le sonrió mientras ambas se dejaban caer sobre la cama

—Este lugar es verdaderamente maravilloso. Lástima que no sea lo suficientemente seguro—Lara rodó los ojos porque supo que estaba prediciendo el fututo—En fin, como quiera que sea, estoy muy agradecida con tu tío Sirius por permitir que me quedara

—Él es genial

—Por supuesto. Y ese chico Harry, ¡Merlín! Es encantador. ¿Sabes que su numerología es de las más complejas que he visto? ¡Y su cicatriz! Es impresionante, querida, muy impresionante.

—Bueno, después de todo, esto se trata de él

—Cierto, cierto. ¡Oh! —Cécile gritó, antes de saltar de la cama y tomar una de sus maletas—Casi se me olvida, ¡traigo regalos!

— ¿Regalos?

— ¡Si! Las chicas en Beauxbatons enviaron presentes. Ellas aún esperan que vuelvas

—Eso no va a pasar—respondió, tomando una de las cartas perfumadas que sus alumnas enviaron—Madame Maxime fue muy específica y no me querrá devuelta mientras siga creyendo en Albus Dumbledore

—Entiendo. Ella intentó persuadirme para que no dejara el colegio, pero no había nada que pudiera hacer para que cambiara mi parecer.

—Me parece muy extraño todo esto—Lara tomó una de las tantas cajas de chocolates y se llevó una chocolatina a la boca—Tu amas Beauxbatons

—Lo hago, sí, pero no es lo mismo sin ti. Hemos sido amigas desde el primer día de clases, nos graduamos juntas y nos volvimos profesoras al mismo tiempo. No tenía sentido seguir ahí cuando la única persona que no me considera una maniática estaba a millas de distancia

—No eres una maniática— Lara sonrió, ofreciéndole una chocolatina a Cécile. Ésta la rechazó cordialmente antes de pasarle otra carta

—Byron no piensa lo mismo. Creo que a él no le gusta demasiado verme aquí

—Ya sabes como es. A él no le gusta que le hablen de su futuro y esas cosas, mucho menos cuando le dices siempre lo desafortunado que será

—No es mi culpa tener el don que tengo. A Harry no parece molestarle que prediga su futuro

—Supongo que ya está acostumbrado a que le auguren la muerte. No debe ser algo nuevo para él—Acotó, llevándose otra chocolatina a la boca conforme seguía abriendo y leyendo las cartas de sus alumnas—Es triste, de todas formas

—Ciertamente lo es. Pobre, no puedo imaginar por todo lo que él... ¡Quel dégoût!

Cécile se limpió la cara con asco luego de que Lara se hubiese atragantado con el chocolate al leer una de las cartas de sus antiguas alumnas. Ella había escupido el dulce en la cara de Cécile. Sinceramente asqueroso.

— ¡Lara!

—Oh, joder, no

— ¿Qué pasa?

—Gabrielle Delacour me escribió una carta

—Oh, le petite Gabrielle, ¿Qué es lo que dice? —Lara le pasó la carta y, cuando Cécile leyó, soltó una risita—Ah, ya veo. No tienes porqué sorprenderte, en mi carta te dije de los rumores que había sobre Byron y tu

—Estoy consciente de ello, pero, ¿mandarme ropa de bebé? ¿en serio? —Lara releyó la carta donde la pequeña felicitaba a Lara y al profesor Murphy por su bebé, anexado a un paquete que contenía ropa de bebé y un par de zapatitos azules. Cécile rio

—Bueno, debes admitir que son adorables También mandaron juguetes, creo

—Ellas están locas—A Cécile parecía divertirle el asunto porque no dejó de sonreír en todo momento—Debiste haberlas sacado de su error

— ¿Y arriesgarme a decirles el verdadero motivo del porque ambos huyeron del colegio? Ni hablar, querida, si hay algo que ellas ignoran, es justamente lo que sucede respecto al regreso de ese mago tenebroso. Sabes que Madame Maxime les prohíbe hablar de ello. Yo sólo quise protegerlas

Suspirando, Lara cogió una pequeña sonaja del otro lado de la cómoda.

—Tienes razón, entre menos sepan del asunto será mejor. Son demasiado jóvenes para arriesgarse de esa manera

—Acepté sus regalos porque eso te haría enfadar y esa sería mi venganza por haberte ido sin siquiera despedirte. Aun no te perdono del todo por ello

—Tenía que ayudar a Dora, Cez, lamento no habértelo dicho. Byron me ofreció su ayuda de último momento y creí que sería buena idea aceptarla.

—Supongo que no te equivocaste. Aunque no sé si Byron aprovechará el momento para acercarse a ti de esa manera, ya sabes

—No, no, él y yo acordamos ser amigos

— ¿Lo mandaste a la zona de amigos? Eso debió dolerle

—Quizá, aunque lo tomó muy bien

—Y... ese chico con el que estabas hace un rato... el de cabello largo, ¿Es tu...?

—Somos amigos

—No parecía eso cuando los vi con las caras pegadas

—Hablábamos de algo importante. Joder, no me mires así—Se quejó porque Cécile la observaba con una ceja alzada sin creer lo que le decía

—Él te gusta

—Cécile

—Te gusta, Lexington y perdón, pero no necesito adivinar el futuro para saber que ustedes dos terminarán juntos

—No lo sé, yo...

— ¿Recuerdas esa vez cuando estábamos en quinto año, la manera en la que tomé tu mano y escribí en ella?

—Sí, marcaste algunos números

— ¿Recuerdas cuáles eran?

—Uh... si. Uno, cinco, cinco y siete

—Bien. Ese día te dije que, cuando esos números llegaran a tu vida, todo iba a cambiar

—Si—Lara rodó los ojos

—Pues ya llegaron

—Mientes—Entrecerrando los ojos, Lara reprendió a su amiga quien había cogido su mano derecha

—No, no. William Weasley y tú, son esos números

—No estoy entendiendo nada

—Mira—Cécile tomó su libreta de viaje y comenzó a escribir en ella los nombres de ambos, Lara se sorprendió de que se supiera el nombre completo de Bill. — ¿Tu fecha de nacimiento es el veinticinco de junio de mil novecientos setenta y dos, ¿verdad?

—Eso es lo que tus números dijeron sobre mí cuando recién comenzabas con esto de la aritmancia. Recuerda que me dejaron botada en la casa de los Tonks por lo que no sé con exactitud mi fecha de cumpleaños

—Ya, pero lo celebramos ese día de todas maneras

—Sí

—Bueno, entonces, supongo que sabes la fecha de nacimiento de Bill

—Veintinueve de noviembre de mil novecientos setenta—dijo, con sonrojo. Cécile sonrió

—Correcto. Sumando esos números y si mi conocimiento me es fiel, llego a la conclusión de que las fechas dan un total de cinco y siete puntos, ¿me sigues?

—Uh, ¿si?

—Bien. Ahora, debo suponer que Bill es el mayor de sus hermanos

—Lo es

— ¿Cuántos hermanos varones tiene?

—Cinco

—Bill es el número uno de los hijos de Molly y Arthur, tiene cinco hermanos varones; tu número del amor es el cinco y el suyo es el siete. Vaya, que coincidencia.

Lara quedó impresionada porque ahora aquellos números vagos habían cobrado sentido. Nunca se preguntó realmente el porqué de ello, pues no le importaba demasiado; en ese momento, con todo lo que Cécile había dicho, su mente quiso explotar por la gran carga de información. Cécile estaba orgullosa

—Las personas siguen creyendo que los números no sirven de nada, ¿verdad, Lara?

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