23.Gerard and Frank

Estuvieron un largo rato sentados en aquella banca con la vista perdida en el lago, ambos estaban demasiado nerviosos para decir algo. A Gerard lo atacaba su propia inseguridad, mientras que Frank trataba de encontrar la manera de romper el hielo:

«Esto no debería ser tan incómodo... Se supone que somos amigos a fin de cuentas». Pensaba.

Desgraciadamente, el silencio se rompió por el ruido del estómago de Gerard.

«ESTO NO ME PUEDE ESTAR PASANDO DE NUEVO». Se dijo.

Considerando exiliarse a sí mismo a la luna, Gerard se inclinó hasta esconder su rostro entre sus rodillas sin dejar de decir la muletilla "lo siento".

« ¡Siempre me avergüenzo igual, maldición!».

No obstante, Frank sólo se rió; una risa simpática, tranquila, incluso contagiosa. Gerard se rió con él y fue sólo entonces cuando entraron en un estado de comodidad el uno con el otro.

— ¿Qué sería de ti si no tuvieras hambre todo el tiempo? — Dijo el menor entre risas. — ¿Sabes? Yo tampoco he comido ¿Te parece ir juntos por algo de comer?

— Me parece bien. — Contestó Gerard, esbozando una bonita sonrisa.

Frank estaba mucho más tranquilo, Gerard también, aunque, al mismo tiempo, se puso un tanto nervioso cuando Frank le propuso comprar algo en el mini-mercado.

«Me pregunto si Frank conoce a Ray... También suele venir seguido, creo que vive cerca».

Entraron juntos al establecimiento y Ray no estaba en la caja, por lo cual Gerard soltó un suspiro de alivio, ya que no quería llamar la atención.

Frank no conocía a Ray, nunca había intercambiado palabras con él más allá de darle los buenos días/tardes o decir gracias. Sin embargo, sí conocía al jefe de Ray, el gerente del local, un tipo de unos treinta y tantos, a Gerard le pasaba con él lo que le pasaba a Frank con Ray; sólo lo conocía de vista, ya que varias veces había sido atendido por ese sujeto. Se encontraron con él cuando se perdieron en los anaqueles, decidiendo qué comprar.

— Oh, hola, señor Iero. — Lo saludó el amable hombre. — ¿Cómo está?

— Ya te he dicho que me llames por mi nombre, Bob. Me llamo Frank, sólo Frank. — Sonrió tranquilo. Fue cuando Gerard cayó en cuenta de que el gerente se llamaba Bob, nunca se había detenido a leer su nombre en su uniforme de trabajo.

— Sí, sí, es la costumbre. — Respondió él. — Es bueno verte, y también es bueno verte a ti. — Se hizo un poco a un lado para poder ver bien a Gerard, quien parecía esconderse detrás de Frank.

«¡Me reconoció!». Pensó Gerard, sintiendo algo de ansiedad. Se sentía peor con el hecho de que Bob no disimulaba al mirarlos demasiado, preguntándose qué tipo de relación tenían.

— Disculpen si la pregunta es algo impertinente, pero... Ustedes no son pareja ¿O sí?

Aquella pregunta había resultado un poco fuera de lugar para ambos, pero Gerard se la tomó peor.

— ¿Qué? ¿Pareja? — Respondió Frank. — N-no es eso, sólo vinimos juntos por...

— ¡Tengo que irme! — Gerard, intempestivamente, terminó retirándose lo más rápido posible, lo cual resultó bastante extraño tanto para Frank como para Bob, quien, con esa reacción, sintió que había metido la pata.

— ¿D-dije algo malo? — Preguntó el gerente, quien había hecho la pregunta solamente porque detectaba que aquellos dos podían estar saliendo, no lo hizo con mala intención.

— T-tengo que irme también. — Fue lo único que pudo decir el tatuado antes de ir por Gerard.

— ¡No sé lo que pasa, pero vuelvan pronto! — Le gritó a Frank desde la puerta del establecimiento.

Justo cuando Frank se fue, Ray estaba llegando a trabajar.

— ¡Hola, Bob! — Saludó a su jefe en la puerta. — Parece que va a llover ¿No?

— ¡Ray! — Le dijo él de una manera extraña, como si escondiera un secreto.

— ¿Qué? — Preguntó él. — ¿Por qué me miras así?

— Conoces a Frank Iero ¿Verdad?

— ¿El tipo de los tatuajes que siempre viene? — Bob asintió. — ¿Qué pasa con él?

— ¡Ha venido con ese otro tipo que viene siempre, el de cabello rojo!

— ¿Cabello rojo? ¿Quién? ¿Gerard?

— ¿Así que se llama Gerard? ¡Se veían lindos juntos! Por eso les pregunté si eran pareja.

«¿Estaban juntos?». Se preguntó Ray. «¿Así que Claudia no ha estado actuando extraño estos días por Kyran? ¿Entonces está saliendo con ese tipo? ¡No entiendo nada!». Había anotado mentalmente llamar a Gerard ese día y pedirle que no lo dejara afuera del chisme.

Gerard corrió hasta la estación de autobuses bajo el cielo gris de tormenta.

Cuando ese tal Bob preguntó si éramos pareja... Lo que quiso decir fue: "Un hombre como ese no puede ser tu pareja", ¿Verdad?

— ¡Gerard! — Frank por fin lo encontró.

— Lo siento. — Se había puesto tan malditamente triste por nada. — Supongo que quedarás mal si te ven conmigo.

— ¿Qué? ¿Pero de qué hablas?

— Es que suelo ser un desastre. — Dijo sin despegar la vista del suelo. — A veces no me molesto en arreglarme, suelo ser muy vago, tengo hambre todo el tiempo, me río muy fuerte, me da ansiedad estar rodeado de gente y usualmente no sé cómo actuar con desconocidos, así que termino arruinándolo todo, tampoco suelo bañarme los fines de semana y... Tengo un millón de defectos, además, pasé mucho tiempo de mi vida viviendo a expensas de mis padres, sin hacer absolutamente nada, siendo un despropósito, no creo que deban verte con alguien como yo porque...

— ¡Basta! — Lo interrumpió el tatuado, la manera imperativa en que lo dijo, obligó a Gerard a mirarlo a los ojos. — Basta. — Repitió más calmado. — Ya te he dicho que yo no siento nada de eso. No pienso que seas un despropósito y, honestamente, no me importa cuántos defectos tengas, todos tenemos defectos ¿Y qué? ¿Qué hay de malo en eso?

Las palabras de Frank tocaron la fibra sensible de Gerard y provocó que llorara.

«Frank Iero ha de ser la persona más rara que conozco». Se dijo. «¿Por qué no le importan mis defectos? ¿Por qué sin importar lo que diga o haga él no puede ver todo lo malo en mí?».

— No... No llores. — Le dijo el menor. — No quiero que llores.

Para poner el ambiente, el cielo estalló; comenzó a llover con fuerza.

Se quedaron allí parados como unos idiotas durante unos tres segundos, hasta que, con sumo cuidado, Frank se quitó su chaqueta de denim y se la colocó a Gerard sobre la cabeza para que la lluvia no lo empapara.

— Deberíamos refugiarnos. — Dijo. Mientras tanto, Gerard seguía llorando como un niño. — Mi casa queda muy cerca, podemos quedarnos allí hasta que pase la lluvia. — El mayor no respondía, pero al menos ya se había calmado un poco y estaba secando sus lágrimas. — Ah... Y tampoco pudimos comprar nada... — Tímidamente, Frank lo tomó de la mano. — No te preocupes, cocinaré algo para ti ¿Te parece bien? — Le regaló una sonrisa con la intención de calmarlo.

Gerard sólo asintió.

A pesar de que el departamento de Frank estaba verdaderamente cerca y que corrieron para llegar más rápido, terminaron empapándose en aquella tormenta.

«Okay... Lo traje sin pensar ¿Ahora qué?». Se preguntó Frank.

«Okay... Vine sin pensar ¿Ahora qué?» .

Saliendo de su trance, Frank lo invitó a entrar de lleno en la casa y le mostró el baño principal para que pudiera darse una ducha caliente mientras que él ponía su ropa en la secadora. Gerard se preguntaba si realmente había sido una buena idea acompañar a Frank mientras se desvestía en el baño. Dejó su ropa en una cesta que había sobre el amplio lavamanos y luego entró a la ducha, cuya puerta de cristal se había empañado con el vapor del agua caliente.

Mientras tanto, Frank llevaba a cabo sus acciones torpemente; aún no se había ido a duchar al otro baño cuando ya estaba en frente de su clóset buscando una muda de ropa que Gerard pudiera usar mientras que su ropa se secaba.

Ya con ropa en las manos además de una toalla, se paró en la puerta del baño principal, conteniendo sus impulsos (el morbo lo mataba un poco). Respiró hondo, luego procedió a tocar la puerta.

— ¡Gerard! — Entró al baño con los ojos cerrados, de igual manera, el cristal de la ducha estaba todo empañado y no se podía ver nada, pero, aun así, Gerard se puso nervioso; existía una gran tensión al tenerlo tan cerca y a la vez tan lejos, estando solos en ese baño, cuando no quedaba ninguna duda de que existía una atracción muy grande entre ambos. — Te dejaré una toalla y una muda de ropa en la cesta. — Gerard apenas pudo respondes un leve "okay". — Frank recogió la ropa mojada de Gerard y en su lugar dejó la ropa seca, luego, dejó el baño.

Sin saberlo, ambos suspiraron al mismo tiempo.

Había tensión, demasiada tensión.

Gerard tardó siglos en ducharse, en secarse y en vestirse. Frank le había dejado una sudadera gigante y un pantalón de pijama a cuadros. El pelirrojo había tardado tanto, que Frank ya se había duchado y se encontraba en la cocina preparando café, allí fue donde lo encontró Gerard cuando al fin salió del baño. Por alguna razón, a Frank le causó ternura ver a Gerard utilizando su ropa.

— Gee... — Soltó un suspiro acompañado de una sonrisa cuando dirigió la vista a los pies del mayor. — El suelo está frío, si caminas descalzo, te vas a resfriar, por eso te dejé unas pantuflas en el pasillo.

Gerard se sonrojó un poco, apenas pudo musitar un "no me di cuenta" seguido de un "gracias".

«¡Ah! ¡¿Por qué es tan lindo?!». Se preguntaba a cada momento.

— Oye... ¿Por qué lloraste hace rato? — Le preguntó Frank cuando regresó. — Cuando te dije que no me importan tus defectos.

— Es que soy muy sentimental. — Dijo encogiéndose de hombros.

— Desearía que se me hubiese ocurrido algo bueno que decir para que te sintieras mejor. — Respondió vertiendo el café sobre dos tazas. — Normalmente, Bert es mejor a la hora de tratar con alguien que está triste, en esa situación, él habría dicho algo gracioso para que te sintieras mejor, aunque, si lo pienso bien, quizás habría acabado molestándote. — Rió. — Normalmente, a mí no se me ocurre otra cosa que decir más que "no llores", él, sin embargo, es un poco más original en ese sentido.

Bert estaba en su casa, recostado en el sofá con el celular cuando, de repente, estornudó y la intempestiva acción provocó que el aparato le cayera en la cara.

— ¿Alguien estará hablando de mí? — Se dijo en voz alta, recordando su teoría. — Tal vez sea Frankie... Espero que esté diciendo algo bueno.

Entretanto, Frank y Gerard se trasladaron de la cocina a la sala y tomaron asiento en el sofá. La tensión seguía perenne.

— No te subestimes tanto, Frank. — Dijo el pelirrojo soplando sobre su taza de café para enfriarlo un poco. — En los juegos, cada vez que tenía un mal día, sabías cómo sacarme una sonrisa, así que creo que tú también eres bueno para alegrar a los demás.

El silencio volvió. Los ojos de Gerard se paseaban por el departamento de Frank, el cual era bastante amplio y tenía una hermosa vista de la ciudad. La mirada del pelirrojo terminó posándose en una esquina, donde estaba una mesa con el ordenador de Frank.

— Wow... Esa es la computadora donde se supone que juega Kyran... — Se sonrojó nuevamente al ver que había pensado en voz alta.

— Así es. — Frank sólo sonrió.

— ¡Es que es muy raro! Sabes... Estar en el lugar donde se supone que vive esa persona a quien le he contado cosas tan vergonzosas todos estos años. No sé por qué, pero te imagino escribiendo en esa computadora hablando conmigo y me siento tan raro y conmovido a la vez ¡Agh! ¡Ya ni sé qué estoy diciendo! Espera, siento que no voy a poder calmarme, lo siento. — Llevó una mano a su corazón.

«¿Tan nervioso está?». Pensó Frank.

— ¿Quieres ver mi computadora? — Preguntó el menor, tratando de que se relajara un poco.

— ¿De verdad puedo? — Frank sintió un extraño calorcito en el pecho cuando la mirada de Gerard se llenó de ilusión.

Caminaron juntos hasta el ordenador, Gerard tomó asiento en la silla de Frank mientras que él estaba parado al lado suyo; aquella cercanía ponía a Gerard cada vez más nervioso, se sentía torpe.

— ¿Dónde está Magique Landscape? — Preguntó el mayor rebuscando entre las carpetas de Frank.

— Uh, el icono está por aquí. — Sin haberlo pensado puso su mano sobre la mano de Gerard en el mouse para guiarlo hasta el icono de Magique Landscape.

Los dos, al mismo tiempo sintieron una especie de corriente eléctrica recorrerles el cuerpo, por lo que Frank, con un sonrojo violento en el rostro, apartó rápidamente su mano.

— L-lo siento. — Dijo un poco atontado.

— N-no, n-no te pre-preocupes... — Balbuceó Gerard, haciendo doble clic en el icono del juego.

El user y el password de Frank ya estaban guardados, Gerard sólo tuvo que hacer clic en login y esperar un poco a que cargara.

— Woah... — Dijo Gerard una vez que el juego cargó. — Así que así se ve Kyran desde este lado de la pantalla.

— Hmm... — Frank se inclinó un poco más para quedar más cerca de la pantalla y poder observar bien. — Parece que nadie del gremio está conectado

«¡Dios!». Pensaba Gerard; Frank estaba a tan sólo unos escasos centímetros de distancia. «Está muy cerca... ¡Está muy cerca!». Su corazón se aceleraba.

— O-oye, Frank... — Dijo por decir algo. — ¿Conoces a alguien del juego en la vida real?

— Eh... Sólo conozco a una persona del gremio, aparte de ti, claro.

— ¿Qué? ¿A quién?

— Atlais... Su nombre real es Pete Wentz y trabaja conmigo o algo así, él es muy joven.

— ¡Sé quien es! — Exclamó el mayor boquiabierto. De repente, recordó el día del restaurante. — De hecho, el día que fui a comer sushi con Bert, él estaba en el restaurante con el chico que le gustaba, el tal Patrick, el que juega como chica.

— Es un mundo pequeño, ¿Huh?

— Ni te imaginas cuánto... — Dijo pensando en que todos sus amigos irl jugaban con él en el gremio.

— ¿Y tú? ¿Conoces a alguien más del juego en la vida real?

— Es... Un tanto complicado.

— Exactamente ¿Qué quieres decir con eso?

Frank estaba tan cerca. Cuando Gerard estuvo a punto de responder, se sobresaltó al sentir que Frank había apoyado el mentón sobre su cabeza.

— ¡Lo siento! — Dijo Frank nuevamente, alejándose un poco.

— No, no, está bien. — Dijo Gerard, quien trataba de no sonar nervioso en sus palabras a pesar de estar muriendo internamente. — No me molesta que... — Suavemente, estiró el brazo para poder acariciar la mano de Frank y sostenerla. — Estés tan cerca.

Ahora era el tatuado quien se quedó estático por un momento; había perdido el habla. Se quedó detallando cada una de sus facciones; Gerard Way era hermoso, de eso no había duda. Frank se preguntaba por qué el pelirrojo era tan inseguro consigo mismo. Los dos estaban perdidos en los ojos del otro, en un contacto visual que parecía ser eterno, hasta que fue Frank quien tomó la iniciativa de acercarse cada vez más.

Por acto reflejo, Gerard también comenzó a acercarse más al tatuado, tuvo que dejar perder el contacto visual por unos segundos cuando bajó un poco la mirada para detallar los labios de Frank, en los cuales incluso se podía detallar un pequeño agujero donde seguramente había un piercing antes. El pelirrojo no podía creer que estaba a punto de besar aquellos labios. Estaban tan cerca... Tan cerca... Y la magia del momento se perdió cuando el estómago de Gerard volvió a rugir.

— ¡No puede ser! — Exclamó el pelirrojo, sosteniendo su estómago e inclinándose para ocultar su rostro sonrojado.

Frank, como era de esperarse, comenzó a reírse.

— No te preguntaré si lo escuchaste. — Agregó el pelirrojo. — Ya lo acepté.

La carcajada de Frank aumentó debido al comentario de Gee, quien, a pesar de lo dicho, igualmente se estaba muriendo de la vergüenza.

— Prepararé algo rápido. — Dijo el menor antes de dirigirse a la cocina.

«Eso estuvo tan cerca...». Pensaba mientras ponía utensilios sobre el mesón.

En eso, Gerard entró a la cocina y se ofreció a ayudarlo a preparar el almuerzo. Frank no se opuso, pero lo cierto era que, mientras cocinaban juntos, no podía dejar de mirar de reojo al pelirrojo a cada momento, pensando en lo hermoso que era.

Cocinar con Frank es divertido, con su compañía todo es más sencillo, creo que siempre ha sido así.

Estar con él me pone nervioso, hace que mi corazón lata más rápido y que se me haga difícil concentrarme en mi entorno o en las cosas que digo. Lo cierto es que, en la vida real, él me atonta mucho, cosa que no me pasa cuando jugamos juntos.

Sin embargo, hablar con él irl es mejor que hacerlo por Internet. Es mucho mejor escuchar su hermosa risa en persona que tener que leerla. Me encanta la risa de Frank, tanto, que no me importa si se ríe de alguna tontería que yo diga o haga, hace que yo también termine riendo.

En persona, él causa más cosas en mí que en los juegos. Creo que me gusta más estar así; como Gerard y Frank.

Prepararon pasta con carne molida porque fue quizás lo más rápido que pudieron preparar. El almuerzo fue tan ameno como el momento que estuvieron preparándolo, las cosas parecían ser tan naturales, a pesar de que esa tensión y esas ganas de besarse seguían latentes, podían hablar con la misma naturalidad con la que hablaban antes de verse en persona por primera vez.

Gerard estaba espléndido, en su casa odiaba con toda su alma lavar los platos y nunca lo hacía hasta que éstos se acumulaban, sin embargo, en casa de Frank, se ofreció inmediatamente a lavar los platos. Esta vez, el menor tuvo que declinar e insistir en que era él quien debía atenderlo por ser su invitado, sin embargo, Gerard insistió en hacerlo porque Frank siempre era demasiado atento con él, así que, de alguna manera, quería devolverle el favor. Al final, el tatuado no pudo negarse, pero terminaron lavando juntos los platos, Gerard los lavaba y Frank los secaba y los colocaba en su lugar.

— Oye... — Dijo Gerard. Hasta entonces, había silencio, un silencio cómodo a diferencia de cómo estaban las cosas al principio. — Sobre lo de hoy... Disculpa por mi reacción del mini-mercado, creo que fui muy dramático.

— No quise preguntártelo porque no creí que te sintieras cómodo al respecto, pero ya que tocas el tema... ¿Por qué reaccionaste así?

— No lo sé, sentí que seguro aquel tipo no te veía bien conmigo... Es difícil de explicar.

— Pero Gerard... ¿Por qué te subestimas tanto?

— ¿Huh?

— Estoy seguro de que todos los que te conocen desde hace mucho o los que recién lo hacen te valoran más de lo que crees. Sé que vales más de lo que te imaginas. Estoy feliz de haberte conocido, Gee.

— ¿Cómo es que logras conmoverme tanto? — Dijo Gerard cuando unas cuantas lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.

El pelirrojo tenía las manos llenas de espuma, por lo cual no podía limpiar sus lágrimas, sin embargo, Frank se adelantó, soltó el trapo con el que estaba secando los platos, luego se acercó a Gerard y, con la manga de su suéter, procuró secar sus lágrimas con cuidado.

— Lo siento... — Dijo el mayor. — No pretendía llorar... Para nada.

— No te preocupes. — Musitó Frank.

Nuevamente, estando tan cerca, sus ojos se encontraron; la mirada de Frank viajó desde los ojos de Gerard hasta sus labios y luego volvió a sus ojos, el mayor supo inmediatamente lo que esto significaba, así que se dejó llevar, sólo cerró los ojos y, lentamente, recibió los labios de Frank sobre los suyos.

Fue un beso leve, cálido; Frank tomó con ambas manos el rostro de Gerard, el beso fue lo suficientemente profundo como para que ambos perdieran la noción del tiempo y el espacio, como si de la nada hubiese desaparecido el suelo y estuviesen flotando.

Dejé mi trabajo y me hice un NINI. Honestamente, los juegos de multijugador son divertidos, pero de cierto modo, me sentía culpable por todo; me preguntaba constantemente si estaba bien lo que estaba haciendo. Terminaba cuestionándome por todo y auto-convenciéndome de que de esa manera todo estaba bien para acabar con esa culpa y seguir encerrándome en un una vida que no me hacía bien.

Traté de fingir que estaba bien de ese modo y sí lo estaba, pero ese bienestar era más bien temporal; mientras escapaba de la realidad jugando durante horas, me costaba pensar en mis problemas del mundo real, y eso era bueno, esa era la idea; dejar de pensar. No obstante, a la hora de dormir, siempre venía el cuestionamiento, los eternos reproches hacia mí mismo al estar consciente de que soy un fracaso, una vergüenza, de que desperdicio mi vida . Por eso procuraba jugar y jugar hasta el cansancio, hasta no poder aguantar el sueño y caer dormido apenas tocara la cama para así no pensar tanto.

Frank Iero ha sido una especie de salvación. Cuando jugaba con él, era mi escape del mundo. Ahora mismo, él se ha convertido en mi inspiración para ya no escapar más, porque no tengo que hacerlo.

Él me enseñó que el mundo real puede llegar a tener más encanto que estar todo el día sentado frente a una pantalla.

Dejó de llover y la ropa de Gerard ya estaba seca, así que fue a cambiarse y luego, Frank se ofreció a llevarlo a casa en su auto, por primera vez, Gerard no le dijo que no ni se sintió abrumado con las atenciones del menor, por el simple hecho de que ahora, cada segundo que estaba junto a Frank era precioso y, por ello, procuraba pasar el mayor tiempo posible con él.

El departamento de Frank quedaba cerca del departamento de Gerard, así que el viaje fue corto y, además, silencioso. Después de aquel beso, ambos se sentían torpes, idiotas, ni siquiera comentaron nada al respecto.

— Gracias por traerme a casa. — Dijo el pelirrojo en cuanto estacionaron frente a su edificio. — Gracias por todo lo de hoy en realidad, siempre eres lindo conmigo.

— Hey, hay algo que quiero decirte y es que... — Tragó saliva. — Cl-Claudia y Kyran son... Eh... Quiero decir que...

— ¿Qué? — Gerard esbozó una sonrisa un poco confundido.

— Quiero pasar más días junto a ti, y no solamente como Kyran y Claudia, sino como Frank y Gerard. Quiero que pasemos más tiempo juntos fuera del juego, porque... — Se cortó de repente.

— ¿P-por qué te callaste? — Preguntó a Gerard un poco ansioso. — ¿Qué querías decir?

— Quiero estar contigo fuera del juego, es eso... Creo que ya no deben quedarte dudas de que me gustas muchísimo. 

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