03.Thanks, Mikey

— Muy bonito. — Gerard se sobresaltó con la repentina aparición de su hermano menor en la puerta de su habitación. — ¿Qué haces? ¿Buscando empleo para irte de la casa de una vez o jugando algún juego tonto?

— Jugando algún juego tonto. — Respondió indiferente, sin despegar la vista de la pantalla.

— Deberías madurar.

— Michael, si tú fueras muy maduro, no estarías asomándote en la puerta para molestarme, simplemente vivirías tu vida sin estar al pendiente de la mía.

— Uuuuhhh, te mató con esa lógica de campeones. — Para colmo, también llegó la novia de su hermanito, una rubia preciosa y simpática llamada Kristin, quien, al menos había llegado para burlarse de su novio.


A pesar de todo, Mikey escoge bien a las chicas y doy gracias al Señor por eso.

Considerando a la socialité neoyorquina, que son la clase de personas con las que se codea Mikey, no me habría sorprendido que se consiguiera una novia tonta y hueca, de esas que son espectaculares y casi irreales físicamente, las que cumplen con los estándares de belleza pero no los intelectuales.

Pero Kristin es genial, es una chica muy normal a pesar de todo; tiene dinero, pero no es una malcriada. Es bonita, pero también en lista, simpática, tiene una personalidad alegre y magnética.

Hasta me cae mejor que mi propio hermano.

El único defecto de Kristin (que creo que ni siquiera existe y que son cosas mías) es que presiento que tiene como una especie de lado friki que trata de ocultar.


— ¿Qué haces, Gee? — Entró en su habitación con toda la confianza del mundo, pasando completamente de Mikey.

Ni siquiera le importó lo asqueroso que estaba el cuarto de Gerard con la pila de basura y ropa sucia que tenía acumulada, sólo se adentró y se paró junto a él para ver lo que estaba jugando.

— En realidad estoy esperando a que termine de cargar. — La carga del juego iba más lenta que de costumbre, pero eso estaba perfecto para Gerard, porque en el momento, no le convenía que el juego terminara de cargar y que así Mikey y su novia se dieran cuenta de que estaba jugando con un personaje femenino. Qué vergüenza.

— ¡Oh, es Magique Landscape! — La emoción que mostró la rubia ante el título del juego no era normal.

— ¿Conoces el juego? — Gerard se sintió muy intrigado, pues se suponía que la novia de Mikey no pertenecía a ese mundo y no sabía nada de esas cosas.

— ¿Cómo? — Mikey agregó esta pregunta, por las mismas razones.

— Yo... Eh... — Se aclaró la garganta. — Lo que pasa es que mi hermana lo juega y por eso lo conozco.

— Mmm... Ya. — Mikey asintió un poco insatisfecho con esa respuesta ¿Pero quién era él para refutarla y decirle que dudaba de sus palabras?

La verdad es que la hermana de Kristin ya se había convertido en una especie de excusa. A veces a la muchacha se le escapan datos que sorprendían muchísimo a Mikey; conocimientos sobre El Señor de los Anillos, Star Wars, D&D... Luego, cuando se daba cuenta de que había dicho algo vagamente "friki", sólo se reprimía y decía cosas como "lo sé por mi hermana". Al principio, Mikey siempre creía la bendita excusa, pero ya estaba llegando a ese punto en el que se preguntaba si Kristin de verdad pasaba tanto tiempo con su hermana como para saber tantas cosas sobre ese mundo.

— ¿Cómo se llama tu personaje, Gee?

— P-pues... — Se puso un poco nervioso. — La verdad es que aún no tengo uno. Recién acabo de descargar el juego.

— ¿Nos vamos de aquí? — Le insistió Mikey a su novia. — Siento que si sigo respirando el ambiente de este cuarto, se me va a contagiar la inutilidad.

— ¡Mikey! — Fue ella quien salió en defensa de Gerard, porque a él le había dado muy igual el intento de insulto. — ¿Por qué tratas así a tu hermano?

— Esa cosa no es mi hermano. — Dio unos pasos al frente sólo para tomarla de la mano y sacarla de allí antes de que ella decidiera discutir con él.

Para Mikey, eso era lo más molesto; que cuando él se metía con su hermano mayor, su novia se ofendía más que su propio hermano. Mientras que a Kristin no le parecía bien que Mikey fuera así con Gerard, al mayor no le importaba para nada, lo único que le importaba y le preocupaba en el momento, era que esos dos no estuvieran en su cuarto para cuando el juego terminara de cargar. Por suerte, el juego cargó cuando apenas cerraron la puerta. De esta manera, Gerard pudo soltar un gran suspiro de alivio antes de ponerse a jugar; su identidad de chica online seguía a salvo.


Llevo tres meses jugando con Kyran.

Muchos dicen que es sorprendente el nivel tan alto al que llegué un mes después de que llegué a Magique Landscape. Pero nadie se imagina que si subo de nivel tan rápido es porque tengo todo el tiempo del mundo para jugar.

De hecho, ya soy parte del gremio, cuyo líder es Alioth, me gané un lugar en el equipo gracias a que formé una amistad con él también.

En el gremio hay muchas personas, a veces me cuesta recordarlos a todos. Pero los constantes siempre somos los mismos; Alioth, Kyran, un tipo genial llamado Edén, que es un hechicero que se especializa más que todo con cosas de la naturaleza. Edén tiene un novio en la vida real, quien también juega Magique Landscape y forma parte de nuestro gremio; un brujo llamado Orpheus, quien se caracteriza por tener un cráneo de vaca por máscara.

Luego está Lovegood, la única chica del gremio, o al menos la única constante porque hay una que se llama Lyn-z, que juega con nosotros de vez en cuando.

Lovegood es muy fan de Harry Potter y se nota mucho por el nombre del personaje y en parte porque se distingue por ese color azul tan característico de la casa Ravenclaw y es una bruja además, clara referencia a Luna Lovegood. Y por último está Atlais, que es un guerrero como yo. Y nosotros somos el equipo de asociales que se la pasa cazando monstruos todo el día.


Durante los meses que Frank llevaba jugando con Claudia, había desarrollado cierta afinidad a ella. Su realidad era que nunca se había obsesionado tanto con Magique Landscape, nunca había tenido un vicio tan grande por el juego hasta que Claudia empezó a jugar con él. Era una barbaridad, volvía a sentirse como cuando era el universitario Fun Ghoul con esas ganas de pasar todo el día jugando con Party Poison, ahora le dedicaba más horas al juego, a veces, sabiendo que no era algo bueno para la salud, se quedaba jugando con Claudia hasta la madrugada a pesar de tener que ir al trabajo temprano. Y los fines de semana, que antes estaban destinados a irse por ahí con Bert, ahora eran sólo para jugar y hablar con Claudia hasta el amanecer. Durante esos tres meses que llevaban jugando juntos, ambos forjaron una bonita y estrecha amistad.

Sin embargo, con la llegada de diciembre, las cosas cambiaron drásticamente. Todos los días, Claudia y él tenían distintas aventuras, un día podían estar cazando dragones, otro ayudando a criaturas mágicas, explorando nuevas tierras e incluso nadando con sirenas. Pero el primer día de diciembre, que de hecho, fue un sábado, cuando Kyran se conectó y se encontró con Claudia en la sala principal, la saludó como todos los días, y ella, en cambio, parecía comportarse de manera cortante con él.

— ¿Qué te gustaría hacer hoy? — Preguntó.

— Oh ¡Kyran! ¡Hola! Yo... Lo lamento, pero... Hoy no voy a poder jugar contigo porque estoy ocupada con una misión que... Debo hacer sola ¡Adiós! — Y antes de que el confundido vampiro pudiese responderle, ella sólo desapareció.

Frank estaba convencido de que seguramente Claudia sólo había tenido un mal día y que por eso prefería jugar sola, pero seguramente, al día siguiente ya estaría bien y jugarían como siempre, así que no pasaba nada.

Pero al día siguiente, Claudia volvió a huir con una excusa, y al siguiente, y al siguiente, también el día después de ese, y era como si estuviera evitándolo, cosa que lo estaba empezando a hacer sentir un poco mal, sobre todo cuando se dio cuenta de que la pelirroja convivía con los demás miembros del gremio de manera normal. Así que Kyran se preguntaba qué diablos había hecho mal, por qué ese cambio tan repentino cuando las cosas iban tan bien.

Era dieciocho de diciembre cuando los miembros del gremio estaban reunidos hablando en una especie de bar donde se reunían muchos usuarios del juego, tenían cervezas y comida virtual y todo. Lo más divertido del juego era que casi no tenía limitaciones. Ese día, estaban celebrando otra misión exitosa.

— Estamos tan felices de tenerte en el gremio, Claudia. — Le decía Alioth. — Aún recuerdo cuando no sabías jugar bien... A veces te congelabas y no dabas señales de vida en media partida.

— Incluso recuerdo que no sabías manejar los controles y te veíamos dar vueltas y vueltas, o corrías por todos lados. — Agregó Lyn-z.

— Pero no fue por tanto tiempo. Agradezcan que aprendo rápido. — Respondió Claudia.

— Es que, de hecho, todo el tiempo estás conectada ¿Cómo haces para tener tanto tiempo para jugar?

Gerard se congeló frente al ordenador y dramáticamente, rodó su silla dos pasos atrás. Estaba totalmente seguro de que había llegado el día que tanto temía; el día en el que todos se darían cuenta de su realidad. Estaba seguro de que ese "¿Cómo haces para tener tanto tiempo para jugar?" iba a traer consigo la interrogante "¿Qué edad tienes?", e inevitablemente, sus nuevos amigos tendrían que saber la verdad; que era un nini de treinta y dos años.

— Sí... — Dijo Edén. — De hecho, siempre nos hemos preguntado... ¿Qué edad tienes, Claudia?

« ¡Listo, me jodí!». Pensó Gerard, considerando seriamente en desconectarse del juego y fingir alguna excusa al día siguiente cuando ya todos olvidaran el tema de su edad.

— Yo...

« ¿Qué edad tengo?».

— ¡Tengo diecinueve! — Respondió, fue el primer número en el cual pensó y sólo lo tecleó. Su mente se había nublado a tal punto que, si hubiese pensado primero en el número dos, no habría dudado en decir que tenía dos años.

« ¿Diecinueve? ¿No pude al menos ponerme la edad de Mikey?».

— ¡Lo sabía! — Exclamó el simpático personaje de Edén. — ¡Tienes la misma edad que Orpheus y yo!

— ¡Rayos! — Protestó su pareja. — Yo creí que tenía veinticinco.

— ¡¿De verdad?! — Alioth se veía sorprendido. — Yo creí que tenías veintiuno como yo.

— Yo también tengo veintiuno. — Dijo Lovegood. — Tú pareces un poco más madura, Claudia. Pensé que tenías veintiocho.

— Entonces supongo que apenas acabas de empezar la universidad. — Agregó Lyn-z. — Qué linda, a lo mejor por eso tienes tanto tiempo de conectarte ¿No? A los diecinueve la vida aún es relativamente fácil. Qué envidia, extraño ser tan joven.

— ¿Cuántos años tienes tú? — Preguntó Claudia, quien se imaginaba que la edad promedio de ese grupo tenía que ser de veinte años para abajo.

— No te diré, creo que soy la más vieja del grupo. Ahora lo importante es que cumplamos con las reglas. — Puso una bolsa de monedas de oro sobre la mesa e inmediatamente el resto de los personajes hizo lo mismo, todas esas bolsas fueron a parar a manos de Edén.

— ¿Qué es todo esto, chicos? — Preguntó Claudia un poco confundida. — No me digan que... ¡¿Apostaron por mi edad?!

— ¡Nos daba curiosidad! — Se excusó Edén. — Eres la nueva en el grupo y nosotros queríamos al menos saber algo de ti, supongo que Kyran ya sabía tu edad, ya que es tu mejor amigo.

— O era... — Atlais habló por primera vez en toda la velada. — ¿Pasa algo entre ustedes? Últimamente están muy distantes, de hecho... Lo están ahora. — Señaló a Kyran, quien estaba bastante alejado. Mientras el gremio ocupaba una mesa, Kyran estaba sentado en la barra con su respectivo tarro de cerveza virtual.

— Yo no sé... Pienso que... — No habló más por unos segundos, haciendo pensar a los demás que quizás el juego se le había lageado o algo parecido, sin embargo, cuando habló nuevamente, no dio la respuesta que todos estaban esperando. — ¡Mi mamá me está llamando, tengo que irme! — Y se desconectó.


Suerte que inventé que tengo diecinueve años, porque esa es una edad razonable para seguir viviendo con tus padres, así que creo que no levanté ninguna sospecha sobre mi vida real al haber dicho "mi mamá me está llamando" sin haberme detenido a pensar en alguna otra excusa, porque mi madre sí quería verme en el comedor.

Cuando bajé y recorrí buena parte de nuestra enorme casa para llegar, me di cuenta de que no sólo estaba mi madre esperándome, sino que también estaban Mikey y mi papá. Parecían estar en una especie de conferencia de negocios

Lo primero que pensé fue: « ¿Qué es esto? ¿La reunión familiar?».

De hecho lo dije.


— ¿Qué es esto? ¿La reunión familiar?

— Siéntate y no digas nada, imbécil. Estamos interviniendo acá por tu bien. — Dijo Mikey, a lo cual su padre lo regañó por haberle hablado así a Gerard.

— Tenemos que hablar seriamente contigo, Gerard. — Que su papá le dirigiera la palabra, fue lo que lo llevó a enseriarse de verdad. Y no es que Gerard se llevara mal con su padre, por el contrario, lo respetaba tanto que, por eso, era muy obediente y a veces iba en contra de sus propios ideales para mantener contento a su progenitor; hombre respetado y muy conocido en la ciudad, bueno con su trabajo y como cabeza de familia. — No puedes seguir así ¿Hasta cuándo piensas llevar este estilo de vida?

— Hasta... — Balbuceó, sabiendo que su siguiente respuesta era un poco arriesgada. — ¿Hasta que me muera?... Quizás... — Agregó el "quizás" para suavizar el golpe.

— Hijito, no podemos dejar que te hagas eso. — Su madre le habló con su habitual tono calmado, suave y sereno. Para Gerard, su madre tenía la voz más melodiosa del mundo y también era quizás la persona más paciente de todo el universo; a diferencia de su estricto esposo, Donna Way nunca llegó a levantarle la voz a ninguno de sus dos hijos, jamás, pero jamás perdió la compostura ni la calma ante ninguna situación. En sus treinta y dos años de vida, Gerard jamás vio a su madre enojada, ni siquiera cuando, sin querer, Mikey rompió el jarrón que contenía las cenizas de su difunto abuelo al haber llegado borracho una noche, aquella vez, dijo que estaba muy molesta y todo, pero por fuera estaba tan relajada que no se notaba. — Nosotros te amamos mucho, Gee, y es por eso que no podemos dejar que sigas desperdiciando tu vida encerrado porque cuando seas viejo te arrepentirás.

Y tampoco es que falte mucho para eso, hermanito.

— Mikey. — Lo "regañó" la señora Way con su tono pasible de siempre. — No le hables así a tu hermano mayor.

— ¿Por qué está Mikey aquí si se supone que son ustedes los que quieren darme esta "charla motivacional" sobre salir al "mundo real" y vivir la vida?

— Porque Michael fue quien nos convenció de tomar medidas drásticas contigo. — Confesó su papá.

— ¿M-me-medidas drásticas? ¿Cómo? ¿Qué...? — Fulminó a Mikey con la mirada. — ¿Qué hiciste, pequeño engendro del infierno?

— Arthur. — Donald lo llamó por su segundo nombre. — Aunque no lo creas, Mikey se preocupa mucho por ti, y por eso nos dio la idea de echarte de la casa.

— No me quieran tanto. — Se cruzó de brazos. — Me echarán de la casa para navidad. Vaya manera de deshacerse del estorbo de la familia.

— No hables así, hijito. — Su madre acarició su cabello melosamente. — Te irás el veintiséis ¿Sí? Así que, si lo que te molesta es no estar en casa para navidad, entonces no te preocupes.

— No me preocupa no estar en casa para navidad, me preocupa no estar en casa para navidad, año nuevo... Y las próximas fechas festivas y también los días no-feriados ¡No quiero vivir bajo un puente!

— La idea suena tentadora. — Habló su hermanito menor. — Pero desgraciadamente, no te dejarán en la calle.

— Te compramos un departamento modesto. — Habló su padre. — Y te pagaremos una módica cantidad mensualmente para que puedas sustentarte hasta que consigas un empleo, pero eso sí; no te estaremos consintiendo gastos innecesarios y extras, lo que te daremos será lo justo y necesario para sobrevivir, así que tú mismo tendrás que arreglártelas para administrar el dinero y si quieres más, pues es sencillo, consigue un empleo.

— Pero con una condición. — Dijo Gerard. — Déjenme trabajar de lo que yo quiera. Podrían ayudarme con sus influencias, podrían convencer a sus pretenciosos amigos de que compren mi arte, incluso podrían subastarse o yo qué sé. Si eso no se puede, me gustaría hacer lo que no me permitieron hacer hace años; ser diseñador gráfico.

— Eso sí que no, Arthur. Volverás a ser arquitecto, ya sea para la firma en la que trabajabas antes o para otra, pero no harás otra cosa.

— ¡Pero eso es injusto! No me están dejando opción. Me están obligando a conseguir un empleo, pero no puede ser el que yo quiera ¿Qué quieren de mí? ¡Mamá! — La miró insistente, esperando que, al igual que muchas veces, intercediera por él e hiciera que su papá fuera un poco más flexible. Pero esta vez, Donna sólo se mordió el labio y bajó la mirada, tratando de recordarse a sí misma que todo lo que estaban haciendo era por el bien de su hijo mayor.

— ¿Recuerdas lo que te dije hace años cuando dijiste que querías estudiar diseño gráfico?

— Que eso es conformarse con poco. — Dijo con desgano. — Dijiste que los diseñadores gráficos son los que le llevan el café a los arquitectos...

Esa frase le parecía una total mentira y si no lo era, le daba igual, él sólo quería hacer algo relacionado con el arte, ya que era para él no sólo una de sus pasiones, sino la que de alguna manera sería más aceptada con sus padres. En su juventud, descartó toda idea de dedicarse en un futuro a algo relacionado con los videojuegos, porque estaba seguro de que recibiría un sermón de su padre donde le decía que sus hijos no podían ser unos mediocres. Lo peor es que, sin importar lo que hiciera, terminó recibiendo ese discurso. A veces Gerard no soportaba esa soberbia tan característica en su padre, soberbia que su hermanito desgraciadamente había heredado. Gerard, por su lado, siempre fue más simple, con la convicción de que a veces no necesariamente tienes que "tenerlo todo" para ser feliz, y que en todo caso, el "todo" es relativo, porque él alguna vez tuvo el mundo a sus pies, el éxito que sus padres querían para él, lo tuvo "todo", pero se sentía vacío, como si no tuviera nada.

— Gerard, eres un Way. — Continuó Donald. — Debes tener siempre la mirada en alto y tienes que aspirar a ser siempre el mejor de todos, aprende de Michael que...

— Sí, ya. — Con un poco de miedo, se atrevió a interrumpir a su padre, quien iba a iniciar una nueva e insoportable charla sobre la perfección de Mikey. — Entiendo, conseguiré ese trabajo. — Soltó un resoplido mientras se cruzaba de brazos.

— Hablamos en serio, Gee. — Dijo su madre.

— Yo también... De verdad conseguiré el empleo. Ya, sean felices. — El sarcasmo se le estaba saliendo por los poros. Claro que no iba en serio.

Estaba total y completamente seguro de que, al final, sus padres, terminarían aceptándolo de nuevo en la casa o seguirían manteniéndolo en su nuevo hogar aunque no consiguiera el empleo, incluso daba igual si dejaba de darles la excusa de "estoy buscando trabajo", sobre todo cuando esa excusa no valía con los padres influyentes que tenía. Pero no lo iban a dejar desamparado, eso lo tenía en claro

... Al menos lo tuvo en claro por un rato.

— Entonces tenemos un trato, Gerard. — El aplomo de su padre, lo obligó a enseriarse de nuevo. — Y te daremos el generoso plazo de un año para que consigas un buen trabajo y retomes tu vida. Si el veintiséis de diciembre del año que viene no tienes un empleo, nos veremos obligados a dejarte a tu suerte por más doloroso que sea.

— N-no hablas en serio ¿O sí? — Ahora sí, se asustó de verdad.

— Hablo muy en serio. Además, si vas en nuestra contra y decides optar por un trabajo que no cumpla con nuestras expectativas, entonces tendrás que buscar otro sitio donde vivir, pagar tu propia renta y todos tus gastos sin ningún tipo de ayuda de nuestra parte.


Esa fue su última palabra, yo no pude decir o hacer más. Ya es un hecho que desde el veintiséis de diciembre empezará un nuevo calvario.

Lo peor es que Mikey parece estar contento con mi dolor.

Siento que ya no queda nada de aquel niño que (aunque suene patético) era mi mejor amigo. Me echaron de la casa por su culpa y parece disfrutarlo al máximo.


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