Sin explicación

Verónica estaba lista para escuchar aquella verdad que con tanto entusiasmo y ganas había querido.

Malany parecía verdaderamente afectada, era una realidad que muy poca gente en su vida sabía y conocía las consecuencias de la misma. Estaba consciente de que si se la contaba a Verónica, jamás tendría la misma percepción de ella.

—Verónica, en realidad yo no siempre he sido así... Cuando me entrenaron para mi vecindario, yo estaba muy mal —expresó tratando de calmarse dándose un abrazo a sí misma—. Yo había hecho algo malo... ¿has notado que mi vecindario es infinitamente más pequeño que el tuyo?

La chica cayó en cuenta de esa verdad. El vecindario de Malany no era ni la cuarta parte del suyo. El suyo, se estaba acercando más a parecer una ciudad. Era grande vivo y lleno de cosas. El de Malany era hermoso, pero ahora que conocía la capacidad de los vecindarios, podía admitir que era diminuto.

—Es una pequeña "penalización", que mi vecindario no pueda ser más grande —dijo la chica suspirando.

—Pero, ¿qué es lo que pudiste haber hecho?

Malany se limpió un par de lágrimas. Eran gruesas y estaban tibias, le incomodaban mucho en ese momento, tenía ganas de salir corriendo, pero a ningún lugar podía huir de eso.

—Verónica... yo antes estaba muy desequilibrada, al igual que te pasó a ti antes de arreglar todo, pero yo sacaba mi ira con otras personas. Hace unos años, yo molestaba siempre a una chica... —se detuvo un momento para tomar aire—. La molestaba todo el tiempo, porque era mi manera de sacar toda esa ira y frustración que tenía... Pero, era demasiado cruel —las palabras se destruyeron para volverse un llanto incontrolable.

Verónica la abrazó sin saber qué era lo que continuaría y después de unos momentos, la chica se volvió un nido de tristeza, que su amiga no sabía cómo era que podría reparar.

Pasaron largos minutos de profundo dolor, Verónica la intentaba consolar, pero no sabía exactamente qué decir ahora que la historia estaba incompleta. Dejó que las cosas se calmaran y miró a Malany, que apenas estaba levantando la cara.

—Ella no resistió... por mi culpa... por mi culpa no está aquí —soltó Malany volviendo a romper en llanto.

Verónica no sabía cómo reaccionar, jamás creyó que Malany hubiera podido ser capaz de tratar mal a alguien hasta ese punto. Jamás creyó que podría causar que alguien atentara contra su propia vida, jamás pensó...

—¿Quién era tu casa final? —preguntó a Malany que intentaba calmarse.

—Era su madre —respondió limpiándose rápidamente las lágrimas. Ya no había tiempo, tenía que ayudar a Verónica a terminar antes de todo—. Su madre... Ella sabía la razón, ella sabía todo... ella... ella no me quería perdonar, yo no la quería escuchar.

Volvió a poner su mano sobre la boca para tapar el nivel de frustración que estaba experimentando.

—Verónica... tú no eres como yo, tú puedes hacerlo. El vecindario que tienes... Dios, ni en todas las vidas podría construir uno como ese. Ve, porque sé que eres capaz de esto y mucho más.

La chica se quedó unos instantes mirando a Malany, pero de inmediato volteó hacia la casa, que ya había encendido la luz. No tenía palabras las palabras perfectas para su amiga, así que tan solo se levantó y tomó la nueva perilla entre sus manos.

—Regreso pronto —le dijo y Malany asintió, al tiempo que más lágrimas asaltaban su rostro.

.·。.·゜✭·.·✫·゜·。.

La luz iluminó todo. La casa de su infancia, no había ninguna duda de que sería ese el punto de encuentro. La pequeña Verónica, su madre, uno de sus muchos padrastros. El reflejo de la sombra acechándola.

Todos estaban detenidos, como si fuera un museo de cera, eso la sorprendió, porque el resto de casas siempre estaban en acción.

Su versión pequeña lucía tan asustada, el padrastro serio y su madre divina, una diva... como de costumbre.

De pronto, la escena empezó a reproducirse. La madre queriendo salir de fiesta, el padrastro queriendo detenerla. Cuando eso sucedía, Verónica sabía exactamente lo que pasaría y fue entonces que asumió el lugar de la pequeña niña que era antes.

Su padrastro se giró hacia ella. Siempre le pegaba y la encerraba cuando su madre se iba de fiesta y lo dejaba solo.

La cara de ira se le había desfigurado, pero Verónica notó lo rápido que creció a su tamaño normal.

—No te atrevas —dijo con el mismo tono de voz de siempre—. No te atrevas.

En su expresión parecía confundido, era como si todo su propósito en esa escena le hubiera sido arrebatado.

—La niña peque...

—No soy una niña pequeña —dijo interrumpiendo sus intentos de burlarse—. Que te quede claro que dejé de verte hace años y que ya no soy una niña pequeña. Tú, en cambio, siempre seguirás siendo un monstruo, justo eso, un monstruo. No me puedes hacer nada desde ahí, eres tan, pero tan pequeño.

El hombre se iba reduciendo de tamaño con las palabras de la chica. Su existencia se iba reduciendo al mismo tiempo. Le encantaba esa sensación, aunque sabía que había sido un trabajo arduo en las otras casas para llegar a ese punto en el que su padrastro desaparecía con tal facilidad.

Su madre había salido de la casa. No sabía hacia dónde, porque en realidad solo desapareció. Se sentó en la sala a esperarla, pero los minutos pasaban y pasaban y ella empezaba a sentirse más y más pequeña.

Casi había alcanzado el tamaño de su versión infantil, cuando su madre regresó. Estaba buscando a su novio, confundida y se arreglaba el cabello con los dedos para no perder el glamour.

—Mamá —cayó en cuenta de lo pequeña que se había vuelto cuando finalmente escuchó su propia voz y después de todo, se espabiló.

No, no permitiría que todo el trabajo que había hecho se destruyera así de fácil, así que después de sacudirse un poco, respiró todo el aire que pudo e hizo sonar su voz tan imponente que hasta se creyó un poco más grande de lo que era en ese momento.

—Mamá —repitió, ahora ya no era la niña.

La madre volteó sorprendida, abrió los ojos. Era como si hubiera despertado. Verónica estaba a punto de decir un discurso parecido al de su padrastro, estaba preparada para lo que venía, saber que su madre en realidad no la quería y que todo eso había sido simplemente una estrategia para conseguirse más y mejores novios. Pero las palabras que prosiguieron, la sacaron de su confianza.

—Hija, hija, hija —corrió hacia ella y la abrazó de un solo movimiento—. Hija, te quiero tanto.

Verónica no sabía qué hacer, ¿era un sueño? ¿Parte de la prueba? Alejó un poco a su madre para ver su rostro, estaba llorando y, como sucedió con Jessica, también se estaba haciendo más pequeña.

—Mamá, ¿por qué me amas y me haces tanto daño? —soltó Verónica que comenzaba a llorar también.

Su madre ya era una adolescente. Ella sabía que su madre se había embarazado justo a los diecisiete años. La admiraba así, con la piel paliducha y el cabello mal pintado, quizá apenas estaba aprendiendo a hacerlo en esos momentos.

—Yo no sé cómo cuidarte —soltó la mujer mirando su cuerpo de adolescente—. No sé cómo... en realidad yo... siento muchas cosas y no sé qué hacer... Es más fácil solo enfocarme en mí. Te amo, hija, pero no sé cómo ser tu mamá. Nunca lo supe... quizá nunca lo sepa.

Esas palabras hicieron juego con lo que Malany le había dicho antes y en ese instante todo cobró sentido, una vez más.

Verónica abrazó a su madre de un solo movimiento.

—No es fácil —comenzó a decir llenando el cabello de su madre con lágrimas—, porque siempre me sentí tan triste por tu ausencia...

—Tengo miedo, tengo miedo de estar sola... Tengo miedo de ser madre —repitió la mujer hundiendo su rostro en los brazos de su hija.

Ahí estaban, después de años de abandonos, de peleas, de tensiones. Verónica sintiendo a su madre adolescente desmoronándose. Por un momento recordó los baúles que guardaba.

—Las fotos... ¿las guardaste porque en verdad te gustaban? —preguntó la chica limpiando su rostro.

La mujer buscó entre sus bolsillos y sacó una pequeña fotografía con ella y Verónica, cuando esta iba al jardín de niños.

—Solo hago pequeñas cosas bien... las fotos, las gelatinas de sabor que te di para una excursión. —La mirada volvió a ser triste—. Solo hago pequeñas cosas bien.

Verónica repasó los recuerdos. Siempre se había preguntado por qué su madre era así. Por qué podía darle una gelatina de limón y luego fallar en recogerla de la excursión escolar. 

—No te justifico, mamá —dijo Verónica provocando más llanto—. Pero entiendo que te sentiste perdida desde el primer día.

Volvió a abrazar a su madre, tratando de capturar su esencia y poco a poco aquella, retomó su forma adulta.

—Necesitamos hablar... pero no aquí. Creo que tenemos un camino muy largo que recorrer —señaló Verónica observando la casa transformarse—, pero por ahora... te perdono.

La luz explotó al momento, al igual que todo lo que había creído Verónica durante toda su vida.

.·。.·゜✭·.·✫·゜·。.

Cuando abrió los ojos, Javier estaba moviendo la colita con emoción. Ante ella, el lugar más hermoso de la Tierra. Era una casa que se sostenía en un segundo piso. Tenía cascadas, largos sillones, hermosas decoraciones. Olía justo a todo lo que le gustaba en este mundo, pero lo más divino fue que estando ahí, por primera vez en la vida, sentía que estaba en su verdadero hogar.

Acarició a Javier. Sabía que lo de su madre no se había resuelto así de fácil, tenía mucho trabajo que seguir haciendo en el mundo terrenal. Por ahora, quería disfrutar un poco de Life.

Cerró los ojos y permitió que todo la rodeara.

Al cabo de un rato, recordó algo importante, así que se levantó para abrir la puerta principal y buscar a Malany.

—¡Malany! ¡Lo logré...!

Javier olfateó alrededor, pero no había rastro de la chica. Ambos bajaron por la escalera y la buscaron en los bosques aledaños.

Verónica recorrió todo el vecindario y le pidió a sus inquilinos que la ayudaran, pero nadie encontraba a la chica.

Intentó tranquilizarse, finalmente, la vería al siguiente día, pero eso no pasó.

La butaca vacía, su nombre lo saltaron en la lista.

Life estaba bien, su vecindario por fin estaba completo... Pero Malany, eso era un misterio sin resolver.

—No —dijo Verónica a sí misma, mientras reflexionaba sobre todo lo sucedido antes de llegar a casa—. Esa es mi siguiente misión.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top