Los habitantes

El sol parecía brillar mucho más mientras iba camino a la escuela. Sintió un cosquilleo al subirse al camión, pero también la seguridad de que la vida era profunda.

Antes de dormir, Verónica le había contado a Javier lo mucho que había aprendido. Estaba contenta de saberse... ¿libre?

—Esa es la palabra —le dijo al lobo—. Libre, me siento libre. Porque ahora quiero caminar por el mundo sin ese peso de sentir que todos querían lastimarme.

Y así era en verdad. La espalda le parecía ligera. Todo en el mundo se veía diferente, ahora que podía mirar su entorno con más profundidad. La sonrisa le cambió para bien cuando recordó la magia que había presenciado el día anterior.

Poco después de que la reflexión verdaderamente llegara al corazón de Verónica, el vecindario entero empezó a crujir. Los troncos parecían estarse espabilando después de una larga siesta involuntaria. Dejaban debajo de sí todas esas cenizas que provocaron escalofríos, para dar paso a hermosas cortezas grisáceas, como en una película Navideña.

Las nudosas raíces que estaban cubriendo cada centímetro del lugar, se habían enderezado y ahora volvían debajo de la tierra para alimentar a los árboles restantes.

Esas copas inexistentes, ahora estaban repletas de bonitas hojas anaranjadas. Malany le explicó que todo vecindario era diferente. La vegetación de Verónica no era de un verde limón con fuertes colores, sino que lucía elegante unos tonos otoñales.

Un viento agradable empezó a deshacerse del resto de polvillo y cenizas que se encontraban regados después de la transformación. Ahora, todos podían admirar el vecindario en su esplendor.

Verónica abrió los ojos, en especial al mirar lo que había debajo de tanto desorden.

Un montón de casas se encontraban listas para conocerse. Se encontraban con los techos todos destruídos, con las ventanas rotas, todo empañado. Sería imposible que personas habitaran esos sitios, pero en definitiva necesitaba averiguar quiénes eran los antiguos moradores.

—Malany, ¿quiénes vivían aquí? —preguntó la chica con la mirada escudriñando cada uno de los recovecos de la zona.

Por supuesto que sabía que su amiga no tenía ningún contexto sobre Life, pero no pudo evitar sorprenderse por lo que acababa de decir.

—Bueno... en realidad siguen viviendo ahí. Todos están dentro —explicó Malany señalando las casas destartaladas.

Verónica hizo un gesto de pesar. Si era de ella misma, por qué había otros moradores y, en especial, por qué esos moradores se conformaban con esas horribles casitas que afeaban el vecindario.

Ahora que el clima había mejorado considerablemente, y que la naturaleza estaba retomando su belleza, las casas resaltaban demasiado. Parecía que un horrible Apocalipsis hubiera arrasado con todas.

—¿Quiénes viven en mi vecindario?

Por el largo silencio que hizo Malany, la chica imaginó que la respuesta no sería sencilla de digerir.

—Son todas las personas que has conocido en tu vida, bueno, las que te han marcado de una u otra forma. Ven a mi casa y podré explicarte todo mejor. Empieza a darme un poco de escalofrío.

Verónica estaba asombrada por esa reacción. Malany lucía realmente afectada por la apariencia del vecindario, sin embargo, a pesar de que temía el siguiente reto, ella se encontraba en un estado mucho más calmo.

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Otra taza de té se encontraba frente a ellas, aunque a Verónica le daba la impresión de que su amiga lo había preparado para calmar sus propios nervios.

—Gracias —dijo al recibir la deliciosa bebida—. Ahora sí, explícame lo de los vecindarios.

—Todos tenemos habitantes en nuestros vecindarios. Como puedes ver, yo tengo muchos por aquí —expresó bajando un poco la mirada.

Por primera vez, Verónica pudo admirar que el cielo se estaba pintando de gris. La lluvia amenazaba con llegar y unas pequeñas gotas golpearon el vidrio con calma.

—Los habitantes se dividen en diferentes tipos. Por una parte, están todas las personas que han marcado tu vida, que a su vez se clasifican en diversas categorías; también hay algunos que tú has marcado de tal forma que se instalan en tu vecindario; y por otro lado, los viajeros privilegiados.

—¿Viajeros privilegiados?

Malany volvió a sonreír y el cielo empezó a clarear de nuevo. Lo hizo de una manera tan sutil, que ni siquiera lo notó.

—Cuando eres una persona maravillosa, una persona que ha marcado la vida de las personas de una manera muy positiva, te vuelves un viajero privilegiado. Puedes visitar los vecindarios más bonitos de las personas a las que has ayudado, y quedarte el tiempo que prefieras —explicó la chica asomándose por la ventana para señalar una casa—. Como la señora Torres, ¿ves? Ella fue mi profesora de inglés. Sé que es una maestra muy buena y ha hecho cosas por sus alumnos que le dieron la categoría de viajera privilegiada.

Verónica se asomó a la ventana para ver a la señora regando sus plantas con alegría. Realmente parecía estar disfrutando su estancia en el vecindario de Malany.

—¿Y esto cómo se traduce a la vida real? Bueno, a la vida de allá abajo. ¿Significa que esa señora sabe de la existencia de Life y todo eso?

Malany sonrió conmovida después de ver a su profesora.

—No, ella no sabe nada. Como te dije, muy pocas personas logran llegar a la consciencia de que existe Life. Pero su vecindario siempre está influyendo en ellos y ellos en el vecindario. —La chica se alejó de la ventana para regresar al sillón y acariciar a Puki que llegaba agitado de tanto jugar con Javier—. Bien, pues lo que sucede con ella y con todos los viajeros privilegiados es que, en la vida terrenal, tienen acceso a esa sensación de bienestar. Poder estar de vecindario a vecindario te ayuda muchísimo. Aprendes un montón de cosas, puedes relajarte, tener pasatiempos. La vida de los viajeros es muy amena.

—Pero, ¿y su propio vecindario? —cuestionó Verónica—. Me parece injusto que el resto de nosotros tengamos que hacer circo, maroma y teatro para obtener que el vecindario se vea decente, cuando ellos simplemente pueden irse a otro.

Javier llegó en ese momento. Se sentó a un lado de Verónica para recibir su cariño. La joven de inmediato se puso a acariciarlo, tenía en el corazón ese breve fuego de esperanza que le provocaba querer continuar en el viaje.

—Pareciera que es así, pero los vecindarios de los viajeros privilegiados también son muy hermosos. Para que el vecindario de alguien sea bello, no necesariamente tiene que saber sobre Life. Al cultivarse a ellos mismos, el vecindario mejora. Es muy común que las personas que marcan la vida de otros de una manera tan positiva, tengan un vecindario lindo que les deje ser así con los demás.

Verónica lo analizó mientras sorbía de su té. Tenía bastante sentido lo que le habían explicado. Le hubiera encantado ser una viajera frecuente, probablemente podría tener diversas vidas en su inconsciencia. La chica se quedó un momento sin moverse, un pensamiento llegó hasta la mente. ¿Por qué Malany no era una viajera privilegiada? Parecía tan buena y todo el mundo la quería, lo más lógico es que hubiera sido una, pero ella no comentaba nada sobre ningún viaje. Por alguna razón, sintió que no estaba tan bien preguntar sobre el asunto.

—Bueno... entonces, ¿hay viajeros privilegiados en mi vecindario? —preguntó la chica con interés.

—No lo sabemos, tenemos que hacer una exploración. Visitaremos todas las casas y clasificaremos a las personas que habitan ahí.

—¿Tiene que ver la clasificación? —cuestionó Verónica mirando a Javier con ternura.

—Claro que sí, pero eso lo iremos averiguado con el tiempo. ¿Estás lista para comenzar?

Nuevamente sintió el miedo de que aquello fuera más de lo que pudiera manejar, pero finalmente suspiró y se armó de valor.

—Estoy lista.

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