Cambios en el vecindario
—¿Qué más pasó? —preguntó Malany a la mañana siguiente en la escuela.
—Todo estuvo estupendo, al principio no sabía a dónde llevarla o qué hacer, pero le pregunté sobre sus intereses. Fuimos a una tienda de cómics, a comer más tarde unos tacos y compramos unas estampas chistosas.
Verónica había pasado una tarde estupenda con Sara. Ambas, en realidad.
—Después me confesó que no tenía un lugar en dónde dormir. Estaba quedándose con personas diferentes.
—¿Qué sucedió con eso? —preguntó Malany angustiada.
—La acompañé con su tía —relató Verónica sonriendo con orgullo—. Era muy, muy noche. En mi casa no notaron que no llegué tiempo, porque mi madre nunca se fija en eso, pero era en verdad tarde cuando volví. Después de cenar, me contó sobre su tía. Tenía miedo de que la rechazara.
—Por la idea que tenía de ella misma —completó Malany recibiendo una afirmación por parte de su amiga.
—La convencí de pedir su ayuda y asilo. Fuimos hasta su casa y charlamos con ella. Estaba horrorizada con el estado de Sara y le pidió quedarse en su casa... Me siento muy contenta, Malany, creo que nunca me había sentido tan bien en toda mi vida.
Malany también la miró con orgullo. Era un reto difícil, a pesar de ser el primero, así que no tomaba a la ligera el hecho de que se hubiera topado con dificultades en el camino.
—Bueno, ahora que ya concretaste esto en la vida terrenal, dime... ¿Estás lista para Life?
Verónica asintió con una gran sonrisa sobre el rostro.
La habitación lucía cada vez más amena. Recordaba la pregunta que le había hecho a Malany, ¿por qué no le molestaba tener una habitación cualquiera cuando en Life tenía toda una mansión? Ahora que estaba avanzando en sus misiones, podía apreciar todo lo que estaba en su entorno. Inclusive su propia habitación empezaba a sentirse cómoda de vez en cuando.
La luz las envolvió y Puki y Javier se reencontraron.
—¿Por qué Puki no te acompaña como lo hace Javier? —preguntó Verónica con una curiosidad genuina.
—Javier no puede habitar en tu vecindario todavía. Sabes que hay mucho trabajo por hacer, cuando todo esté terminado, te esperará ahí todos los días.
Verónica no pudo evitar sentir una leve sensación de nostalgia. En verdad estaba muy acostumbrada a tener a Javier a su lado, como un soporte emocional que le era complicado imaginar reemplazar.
Malany la sacó de su ensimismamiento para que ambas se dirigieran hacia la avenida. Verónica acarició a su pequeño lobo y después se dirigió a la puerta para continuar con la aventura.
El aire en definitiva se sentía diferente. Solo había cambiado una de las miles de casas que estaban ahí, pero ahora todo era distinto. La paz estaba amenazando con apoderarse de ese sitio, dejando por debajo de ella uno de los vecindario más bonitos.
Eso era algo que no había dicho en voz alta Malany, pero era verdad, el vecindario de Verónica era uno de los más bonitos. Estaba segura de ello, porque cuando llegó a Life le permitieron mirar imágenes de otros vecindarios y el de Verónica sin duda pintaba a ser uno de los más hermosos.
Avanzaron por el camino que ya habían recorrido, para poder llegar a la casa de Sara.
Los ojos de Verónica no pudieron refrenarse y al instante se puso a llorar. La pequeña casita que antes estaba destruida, ahora lucía en remodelaciones. Se notaba que habían hecho un cambio en el techo y las tuberías. No era como que fuera una remodelación extrema finalizada, pero al menos, se podía saber con certeza que alguien tenía interés en que esa choza luciera bien.
Había luces a su alrededor, como si fueran un camino de luciérnagas que señalaban hacia un sitio especial. La chica se encontraba totalmente emocionada por lo que estaba presenciando. Cuando no podía caber más en felicidad, notó algo que le llamó mucho la atención. Era la misma Sara, que se encontraba agachada, cerca de la puerta, con un bote de pintura blanca.
Estaba pintando la pared de su casa con mucho cuidado. Lucía diferente, la ropa estaba limpia y como nueva. Estaba segura de que todo lo que habían hablado había rendido sus frutos.
—Ven, vamos a saludar —dijo Malany, que tampoco cabía del orgullo por Verónica.
Los pasos entre las hojas y el pasto, alertaron a Sara sobre la llegada de invitados. Aquella volteó de inmediato con una sonrisa en el rostro. No tenía nada que ver con la manera tan sombría de recibirlas que había tenido la última vez.
—¡Hola, Verónica! —dijo ella sonriendo—. Mira, estoy haciendo unas remodelaciones en mi casa, ¿qué te parece?
Verónica miró todo con mucho orgullo.
—Me parece lo más hermoso que he visto.
La luz que mostraba Sara estaba resplandeciente. Verónica se preguntó qué tan hermosa quedaría la casa, cuando estuviera terminada, pero pareciera que Malany leyó su mente, porque de inmediato le colocó la mano sobre el hombro, como tratando de frenarla.
—¿Qué pasa?
Malany esperó a que Sara se fuera al costado de la casa para seguir pintando, antes de continuar con lo que estaba a punto de decir.
—Bueno, recuerda lo que hablamos. Sara es una persona que no debería estar aquí. No debería ser residente permanente de tu vecindario, por lo que es necesario...
—¿Que se vaya?
Verónica la miró horrorizada. En verdad le hubiera encantado tener a Sara por ahí, era una chica muy agradable. Probablemente, una nueva amiga en esta etapa.
—Pero... nos llevamos tan bien...
Malany se colocó frente a ella, buscando darle fortaleza y le mostró la extensión del vecindario.
—Todos tenemos mucho espacio para diversas personas, pero la estancia en el vecindario es algo que pasa con el tiempo. Sé que la pasaste genial con Sara ayer, pero solo fue un día.
La chica cayó en cuenta de que aquello era cierto, tan solo habían charlado por unas horas, si se contaba correctamente el tiempo, en realidad habían compartido solo un fragmento de aquel día.
—¿No hay posibilidad de que se quede?
Malany sonrió y asintió con ternura.
—Tienes que cultivar esa amistad, si lo haces, entonces ella podrá tener una casa en tu vecindario, como toda la gente importante. Lo insano era que ella solo te tenía como un recuerdo anclado. Tiene que ir a su propio vecindario a trabajar en él. —Malany se giró para admirar a Sara que tomaba un par de flores para dejarlas pegadas en la pintura de la pared—. Se ve que está haciendo un trabajo estupendo.
Verónica sintió aquello como verdadero, quizá no podría tener a Sara como una residente permanente en su vecindario, pero tenía la esperanza de poder seguir hablando con ella, visitarla constantemente con su tía y recuperar esa amistad que tanto le hacía falta.
Ahora, volvía a preguntarse cómo sería la casa en la que Sara vendría a visitarla, pero no solo eso, sino que se cuestionó cómo es que luciría su propio vecindario terminado.
—Entiendo —dijo Verónica caminando lejos de Malany para acercarse a su nueva amiga—. Gracias, Sara. Me has enseñado bastante.
En un abrir y cerrar de ojos, mientras aquellas se daban un abrazo, Sara desapareció. Finalmente, volvió a su propio hogar.
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