Capítulo 2. Un cielo lleno de estrellas

Skylar

De entre mis hermanos, siempre he sido la más mimada y consentida, y por supuesto, la mayor.

Mi padre es fan de Coldplay; y me llamó Skylar por la canción de "Sky full of stars". Mis otras hermanas se llaman: Alissa, Olivia y Beverly. Sus nombres no tienen razón de ser a diferencia del mío, y eso a veces nos genera un poco de rivalidad; es difícil vivir con tanta mujer. Y si es difícil para nosotras, no me quiero imaginar lo difícil que es para mi padre; y mi hermano menor, Alexander.

Me parezco a mi madre. Tengo los ojos de su tono y forma. Mi cabello es del mismo color que su cabello. La diferencia es que ella tiene el cabello rizado y yo lacio. Ella es baja de estatura y yo soy alta. El resto de mis hermanos se parecen a mi papá; Alissa un poco menos.

Mis padres se conocieron porque ambos practicaban tenis. Mi padre un día invitó a salir a mi madre y ¿Quien no querría salir con el único psicólogo de una isla desierta? Futuro asegurado.

Lo imaginé alguna vez. Cuando eres mujer y vives encerrada por años, te preguntas como es afuera, y lo poco que obtienes del exterior, lo atesoras como a nada en la vida.

Tengo recuerdos de la señora Bell desde que era niña, y sabía que ella tenía tenía hijos hombres. Siempre preguntaba por ellos, porque quería imaginarme como eran los niños hombres. En mi casa éramos sólo mujeres, hasta hace apenas 6 años que nació Alexander.

Así que conocer hombres para mis hermanas y para mí, es una experiencia que morimos por tener. Cuando Matt llamó a la puerta, yo sabía que él era para mí, pero no sabía si él lo sabía. Creo que las mujeres somos las intuitivas en esos casos. Si acepté salir con Ryder, fue sólo para saber que se sentía salir con un chico, repito, es difícil vivir encerrada en una casa sólo con mujeres. Y, es normal que tenga curiosidad de saber que se siente tener novio.

—Hola ¿Eres Skylar? —preguntó.

Bajaba las escaleras pensativo y viendo su celular.

Yo iba vestida con mi mejor vestido de noche. Casual y formal; y un suéter delgado color azul. Él iba con una camisa azul y un pantalón de mezclilla.

—Si, soy la hija del doctor Herrejon.

—Claro, eso me comentaron. Además eres igual a tu mamá. Si tus hermanas son tan guapas como tú, todos mis hermanos querrán tener una novia Herrejon —guineo el ojo.

—Todas mis hermanas son lindas, pero todas somos diferentes —contesté nerviosa.

—¿Qué quieres hacer esta noche? —preguntó llevándose las manos a los bolsillos.

—Vamos al parque de diversiones; siempre he querido conocerlo.

—Claro, vamos. Oye ¿Te importaría si llevamos a Margoth?

—¿Quién es Margoth? —no era precisamente lo que yo esperaba en mi primera cita.

—Es mi hermana menor. Ella ya puede salir, pero no la sacan por mi hermano, William. Pero pienso que a estas horas él no se dará cuenta, él duerme más temprano que Margoth.

—Está bien, —contesté tímida y sin remedio— vamos por Margoth.

Ryder no me tomaba de la mano al caminar, como suele suceder en los cuentos y películas. Rara vez me volteaba a ver y sólo soltaba dos que tres palabras.

No conocía mucho de citas pero, incluso pensé que no quería volver a tener una cita con nadie jamás. Nunca había sentido esa extraña sensación, a la que ahora llamo incomodidad.

Al llegar a la casa de la familia Bell, su madre abrió sus ojos como platos al verme; al igual que su padre que estaba en el sillón viendo un partido por televisión con su pequeña hija, Margoth.

—¡Skylar! —exclamó su madre mientras se lavaba las manos para saludarme— ¡Qué agradable sorpresa!

—Igualmente señora, que gusto verla.

—¿Estas saliendo con mi muchacho? —preguntó nerviosa al acercarse a mí— Es un buen muchacho, algo necio y muy fitness; pero de buen corazón.

—Mamá... —bramó Ryder.

—Hacen una buena pareja ¿O no cariño? —preguntó su madre a su padre.

—Si, se ven muy bien —contestó su padre siguiendo la corriente.

—Vamos a ir al parque y queremos llevar a Margoth —soltó repentinamente.

—Ryder, tenemos un trato —inmediatamente contesto su madre.

—Será un secreto, madre —contestó.

Me comencé a sentir aún más incómoda y nerviosa. Caminé hacia afuera de la casa a esperar sentada en las escaleras de la entrada. Miré al cielo, encontré un cielo lleno de estrellas y vi pasar una estrella fugaz. No se me ocurrió pedir un deseo; pero bajé la mirada y Matt venia caminando hacia mí, y no supe cómo reaccionar.

Los gritos de sus padres se escuchaban incluso en el patio.

—¡Vámonos! —dijo sonriendo y me dio la mano.

—Pero, Ryder... se va a molestar.

—Emmm —dijo pensativo— si, pero yo hablaré con él.

—No me gustaría que hubiera malos entendidos entre nuestras familias.

—Descuida, soy su hermano mayor y tiene que hacerme caso.

Y de nuevo sentí esa chispa, sentía como si hubiera conocido a Matthew de toda la vida. Como si pudiera confiar en él, y era una sensación que me hacía sentir feliz y plena. Y comparándolo con Ryder, sabía que esa chispa no se sentía con todos.

Tomé de su mano y caminamos hacia el parque, el cual estaba cubierto de árboles color rosa. En el camino estuvimos hablando de todo un poco: comida, vida pasada, y del exterior...

El exterior es un secreto que yo quiero descubrir, y tengo la impresión de que en esta isla nos ocultan cosas. Desde que tengo conciencia lo he sentido, pero lamentablemente el creerlo, me ha dado mucho problemas. Empezando por el hecho de que nunca hemos visto el mundo exterior. No hay fotos de él en internet o en libros. A veces me temo que no es real, y que estaremos atrapados aquí para siempre.

Cuando llegamos al parque me acosté en el pasto a ver las estrellas y él se acostó a un lado de mí. Se quedó viendo al cielo callado y después comentó.

—Lamento que tu cita con mi hermano no funcionara, no es muy inteligente que digamos.

—¿Por qué lo dices?

—Porque no sabe cómo tratar a las mujeres con las que sale, al parecer.

Podía sentir el picazón del pasto sobre mi ropa al estar acostada en el. Se sentía húmedo, más no mojado. Y el olor que tenia a césped recién cortado, era insuperable. Era como si recién estuviera descubriendo mis sentidos. Y era alucinante.

—Suenas como todo un experto -repliqué con cierta insinuación y burla, traba un suspiro de olor.

—No tengo mucha experiencia, pero si yo hubiera salido contigo en una cita; no te habría llevado a discutir con mis padres.

—¿A dónde me habrías llevado? —pregunté recostándome de lado, para poder verlo.

—Al parque...

¡Bingo! Estas técnicas para sacar la verdad del inconsciente funcionan no sólo con mis hermanas. Mi padre es el mejor.

—Pues... entonces finjamos que esta es nuestra primera cita.

Sonreí y el volteó y sonrió; pero se veía extraño. No dijo nada y cerró los ojos. Si mirada quería decirme algo, más nunca antes había visto una mirada así. Ante esa incomodidad que de nuevo quería hacerse presente, tomé mi celular y comencé a poner música de Coldplay.

—¿Tanto te gustan?

—Son una buena banda, siempre es el momento perfecto para escucharlos.

—¿Sabes jugar videojuegos? —preguntó apenado.

—Claro, mi papá es súper gamer. Bueno, no; pero si es muy bueno y nos enseño a jugar a todos.

Permaneció callado y después comenzó a reír un poco.

—¿Te estas burlando de mí? —pregunté entre risas.

—No. Me rio de que, siento que habría sido bueno conocerte antes. Siento que sería bueno conocer el mundo con alguien. Oye, me gustaría decirte algo.

—¿Es malo?

Él se quedó viéndome en silencio... y después volteó al cielo.

—No, sólo... te quería decir que yo estoy en la misma escuela que tú.

—Fantástico. Podremos vernos más seguido y salir. Un momento, es la única escuela...

—Oye... —dijo de nuevo mientras sus labios parecían temblar intentando encontrar las palabras adecuadas.

Insistía queriéndome decir algo. Y comencé a ponerme de mal humor. La vida real no se parece en nada a las películas y programas de televisión, ni siquiera a un video juego.

—¿Por qué no me dices lo que quieres decirme?
—concluí molesta.

—Porque no sé si te quiero decir o no...

—Pero si insistes en decirme algo, entonces si quieres decirlo —dije molesta.

—Pero si parte de mí se detiene, entonces parte de mí quiere decírtelo y parte de mi no.

Permanecí callada esperando. Viendo las estrellas hasta que nos quedamos dormidos en medio del parque, bajo un enorme árbol. Pero, unos sollozos empezaron a emerger del bosque que rodeaba el parque. Me levanté asustada y curiosa. Matthew también se enderezó al escucharlos. A lo lejos, vi a una mujer de pelo medio quebrado y rubio, vestida totalmente de rosa. Agarraba sus rodillas con los brazos y negaba con la cabeza.

Me levanté inmediatamente y caminé hacia ella rápidamente. Tengo ese instinto de consolar a las personas; tal vez es porque soy la hermana mayor.

—¡Espera! —gritó Matt, pero seguí caminando.

Cuando ella me vio acercarse se asustó, y se talló los ojos disimulando sus lágrimas.

—¿Qué te pasa? —pregunté sin más.

—¿No deberías estar con Ryder? —preguntó sollozando y confundida.

—¡Peach! —exclamó Matt caminando hacia ella.

—¿Matt? —preguntó aún más confundida.

—Ella... No salieron bien las cosas en su cita con Ryder. Tuve que intervenir, te dije que era amiga de mi familia. Skylar, ella es Peach, ella planeó su cita.

En eso punto, la persona confundida era yo.

—¿Por qué lloras? ¿Te sientes mal? —preguntó Matt.

—Estaba preocupada. Pensé que perdería a Ryder para siempre. Cuando los vi salir juntos...

—¿Te gusta mi hermano? ¿Por qué no en vez de organizarle salidas, se lo dices? —interrumpió.

—¿Y por qué no me lo dice él? —exclamó con berrinche.

—Porque Ryder no sabe ni lo que quiere —comentó sentándose en el piso—, mi hermano, entre todos mis hermanos, es el menos centrado y el más distraído. Si tú no le dices nada, puedes estar segura que él tampoco lo hará.

—Ustedes los del mundo exterior son tan extraños —exclame—. No les cuesta nada decir lo que sienten, pero en vez de eso evaden sus responsabilidades —exclamé y ambos me voltearon a ver, después Peach volteó a ver a Matt y no dijo nada más.

—Deberías decirle hoy, mañana, o la siguiente semana. Los amores que no se confiesan, suelen ser los más dolorosos —dijo Matt.

Peach se levantó y caminó rápido hacia el edificio sin decir una sola palabra más. Matt y yo nos quedamos en el parque y nos sentamos en una banca.

—Todos sabíamos que se arrepentirían —dijo él.

—Y aún así, me invitaste a salir con él.

—Lo siento, sabía que no sería una buena idea.

—Hasta ahora, me debes un favor —guiñé.

—¿De qué hablas?

—Invítame a jugar videojuegos en tu departamento. Nuestra consola se la llevó mi hermana Olivia y no es muy compartida que digamos.

—Mañana, de hecho, se reúnen varias chicas a jugar en mi casa. Podrías ir, sino te molesta jugar en grupo.

—Para nada, mientras más traseros patee; por mi mejor.

—Vamos, regresemos a nuestros departamentos antes de que sea más tarde.

—Espera —dije sacando de mi bolso una pequeña cometa doblada.

—¿Qué es?

—Jamás la he jugado, pero dicen que si corres con ella vuela.

—¿En serio? —preguntó asombrado.

—Si, me pareció una idea genial y pensaba volarla con Ryder pero...

—Está bien —interrumpió—, sería bueno intentarlo juntos. En realidad ni tú ni yo conocemos el mundo, me agrada la idea de descubrir cosas nuevas.

Matt tomó del hilo la cometa y comenzó a correr. Ningún intento parecía ser suficiente, tras 5 intentos fallidos el 6 fue el bueno. El problema era intentar mantener la comenta en el aire.

Cuando cayó comenzamos a reír patéticamente. Creo que esa experiencia si parecía una cita. Seguimos intentándolo hasta perfeccionar la técnica. El viento cálido rozaba nuestras mejillas y el tiempo parecía no pasar entre nosotros ¿Cómo algo tan simple, puede dar momentos de alegría? Creo que la vida está llena de eso.

Al llegar las dos de la mañana, Matt y yo caminamos al edificio. Seguíamos riéndonos. Ese día descubrí que aveces no necesitas un reproductor de música o audífonos; hay personas que logran hacer que tu cerebro reproduzca canciones automáticamente.

Él a veces volteaba a verme sonriendo, y yo hacía lo mismo. Y al llegar al piso de nuestros departamentos, Ryder estaba dormido en mi puerta.

—¿Ahora qué hago? —pregunté a Matt.

—Tranquila —exclamó poniéndome una mano en el hombro—, yo lo despierto y hablo con él.

Matthew sacudió a Ryder levemente, Ryder abrió los ojos asustado y volteó a verme ignorando la presencia de Matt por un instante.

—Lo siento mucho —dijo preocupado—. Cuando salí de la casa ya no estabas. Comprendo si no quieres volver a verme. La verdad no conociste lo mejor de mí, y es que no estaba al 100 para una cita. A mí me gusta alguien...

—¿Peach? —preguntó Matt un poco burlón.

—¿Tú que haces aquí? —le respondió.

—Yo tomé a Skylar y me la llevé porque me dio más pena a mí, que a ustedes todo el show que hicieron. Sabes que no dejan salir a Margoth aún y debes respetarlo.

—¿Tuvieron una cita? —preguntó confundido y Matt permaneció callado.

Decidí callar también porque tampoco sabía si habíamos tenido una cita o no.

—Vete a dormir Ryder, mañana iniciamos a trabajar en el restaurante —contestó Matt.

—¿También trabajarán ahí? —pregunté.

Matt abrió los ojos como si alguien estuviera apuntándole con una pistola; y me daba la sensación de que se sentía acorralado.

—Si, vamos a ser meseros medió turno saliendo de la escuela.

—Ya veo, yo estoy como ayudante del chef porque es parte de mi servicio social. Me lo tomarán en cuenta desde ahora para el futuro —contesté.

—Eres una buena chica Skylar —dijo Ryder sonriendo—, serías un buen partido para cualquiera, es una lástima que...

—Ryder mañana vamos a jugar videojuegos en el departamento —interrumpió Matt—, podrías aprovechar para aclarar las cosas con Peach de una vez.

—No lo sé. No sé que le diré. Ella quería que yo saliera con Skylar.

—Todos nos podemos arrepentir —musité viéndolos.

Matt tomó a Ryder y se fueron a dormir a sus departamentos. Yo llegué muerta de cansancio a quitarme los tacones y a bañarme antes de dormir. Ya eran como las 3:30 de la mañana y yo entraba a trabajar a las 10 de la mañana. Los chicos habían quedado en pasar a recogerme al día siguiente y de ahí estaríamos juntos hasta la noche.

Pensé que el destino acomodaba las cosas. Matt y yo teníamos el mismo trabajo, éramos nuevos en el mundo, sabíamos de videojuegos, nuestras familias eran amigas.

Lo que yo no sabía, era que al destino le gustaba jugar bromas pesadas.

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