Capítulo 1. Libertad
Matthew
Aún recuerdo la víspera de la libertad; se sentía una emoción indescriptible en el ambiente de nervios, de felicidad, y un poco de miedo. Mis manos sudaban y caminábamos de un lado al otro en nuestra pequeña casa. Juntábamos todo lo que nosotros considerábamos nuestras pertenencias aunque en el fondo sabíamos que nada era nuestro del todo.
Después del comunicado, nuestros padres nos mandaron a hacer nuestras maletas. Siempre obedecen lo que dice el gobierno al pie de la letra, por algo habrán sido escogidos para estar aquí, supongo.
Teníamos dos días para empacar todo, e irnos. Margoth y William siguieron esos días sin salir, como siempre. Aunque ya era legal para Margoth conocer la isla, mis padres no querían dejar a William, se les hacía poco equitativo. Esperarían un mes más a que William cumpliera los 5 años y pudiera salir, para que juntos conocieran el mundo exterior. Así que, Margoth permanecería encerrada.
Ryder, Makayla, Caleb, Diego y su servidor, por otro lado; no parábamos de meter cosas en nuestra maleta. Queríamos llevarnos hasta la más mínima cosa nuestra para ya no regresar. No es que odiemos nuestro hogar. Más bien, es porque hemos vivido encerrados en él por largos años. Al ave siempre le pesa la jaula, incluso cuando no conoce la libertad.
—La casa se verá tan vacía sin ustedes —decía mi madre al vernos.
—Esperemos que pronto abran escuelas a donde asistir a clases presenciales también —exclamó Ryder.
—Me siento nervioso —exclamé—. No tengo idea de cómo es ir a la escuela, pero en las películas no parece nada bonito.
No sé a qué se debe, pero soy como el hombre preocupan, y a la vez, astuto de la familia. Y en mi núcleo familiar, eso no me ha servido de mucho.
—Tranquilo —dijo Ryder dándome una fuerte palmada en la espalda—, seguro no es tan malo.
Mi hermano, Ryder, es el hombre deportivo y seguro de sí mismo de la familia ¿Saben? Mi padre es rubio con ojos azules, y mi madre es de cabello castaño y ojos cafés. Nosotros somos una extraña combinación de ellos.
Ryder es rubio con ojos cafés, yo soy castaño y con ojos azules. Ryder se parece a mi padre y yo a mi madre, la vida no es tan injusta después de todo.
—Ryder, no te lleves las pesas —exclamó mi padre—; no son sólo tuyas. Mejor deberían llevarse las bolsas de dormir.
—Déjalo papá —exclamó Caleb—, si queremos hacer ejercicio iremos a molestarlo a su apartamento.
Caleb, él es igual a mi papá pero con el cabello castaño y ojos cafés. Aunque pensándolo bien, mi papá y Caleb no se soportan. Caleb es extrovertido, líder, bromista; mi papá es mas serio. Pero por suerte, las bromas de Caleb logran hacer reír a mi mamá.
—Creo que si las dejaré —dijo Ryder sacándolas de su equipaje.
Caleb comenzó a reír burlonamente y mi papá le ordenó callar con la mirada. Así que sólo siguió riendo, sin hacer ruido.
—¡Mamá, Margoth sigue robando mis pulseras! —gritó Makayla.
—Margoth las toma prestadas, no las roba —aclaró mi madre.
—Me las roba, es una pequeña rata —comentó mirándola en juicio.
—Basta ya, Makayla. Recuerda que tu hermana es pequeña. Lo material va y viene —siguió explicando mi mamá.
—Si, como sea —respondió con desdén.
"Ya casi eres libre de este infierno Matthew", pensé para mí mismo.
Yo veía a mi madre, y había algo diferente en ella. Intentaba no verla, también intenté no pensar en eso. Pero no podía evitar ver su manos jugando con su ropa, retorciéndola o apretándola. Tenía el rostro ensombrecido y el cabello despeinado. También pensaba que seguramente, le daba miedo vernos salir al mundo exterior después de tanto tiempo.
Diego llevaba todos sus videojuegos, casi no llevaba ropa; casi, ningún otro objeto.
A pesar de ser hermanos, todos somos muy distintos. Aunque pienso que de todos, yo soy el más común. Pero, no lo sé porque fuera de esta loca familia, no hay con quien más me pueda comparar.
Esta por demás decir que hay un pequeño defecto que tengo, que surge en mí repentinamente y sin avisar. Inevitable, transparente y sin solución. Es tan grande y pesado que mis padres lo ocultan y mis hermanos le temen. Era justo por eso, que no quería prestar atención a las cosas, y quería ser como los demás.
Se dice que sufro de paranoia, y tengo una desconfianza muy grande hacia el resto del mundo. Yo sólo sé, que puedo percibir las cosas como realmente son; más que un defecto, parece un don. Se cree que puedo crearse por vivir en esta isla y encerrado durante tanto tiempo; más en mi familia soy en único que es así.
—Espero se lleven bien con los vecinos, son buenos chicos también —decía mi madre. Ella si los conoce, los visita como sus amigos a nosotros.
—¿Iremos a estar en el mismo piso todos? —pregunté.
—Creo que se les va a revolver con todo el edificio, es con el fin de que se conozcan y aprendan a socializar —respondió mi madre.
—Recuerden que este siempre será su hogar —dijo mi padre con cierta nostalgia.
Nos conmovió verlo así, así que entre todos nos abrazamos. Digo, en realidad, no es como que nos vayamos muy lejos de casa. Pero, es normal que a ellos les preocupe que salgamos después de años de estar dentro de casa. No sabemos que hay afuera, tampoco sabemos que esperar ¿Cómo añorar algo que no conoces? Lo desconocido siempre es lo más atractivo.
—Dicen —exclamó mi padre preocupado—, que en la isla ya no sólo están aceptando gente adulta. Mañana estarán llegando botes con gente más joven.
—Es verdad —dijo mi madre con tristeza—, mañana me toca hacerles exámenes médicos.
—¿Por eso estás nerviosa, mamá? —pregunté.
Mi madre de quedó viéndome, y jalo un poco su boca mientras sus ojos se pusieron de cristal. Asentó con la cabeza. Nosotros nos quedamos aterrados ante su reacción. Gente de afuera, todos en la isla sabemos que ellos no tienen nuestra mentalidad; además podrían estar enfermos.
—Matthew, debes cuidar a tus hermanos —dijo mi madre seriamente.
—Lo sé —"Ser el hermano mayor no es fácil", pensé.
—No sabemos cómo los van a revolver, pero cuídense de la gente del exterior. No sean tan confiados como siempre. No es lo mismo estar en casa con tu familia, que afuera con extraños... —seguía explicando preocupada.
—Alguna vez también fuiste gente del exterior —dijo mi hermano Ryder y mi madre lo volteó a ver molesta tras sus palabras—. Sólo digo que tal vez esa gente no es tan mala, por algo están aquí.
—Somos aún muy poca gente en la isla, por eso creen bueno traer más gente. Ya saben, los lideres de este proyecto —dijo mi padre.
—¿Viviremos en la isla siempre? —preguntó Makayla preocupada.
—No lo sé. Cuando nos mandaron aquí, nos dijeron que sólo sería hasta que el mundo fuera seguro —musitó mi madre llevándose la mano a la boca.
—Han pasado años desde entonces —añadió mi padre.
—Igual todo es nuevo para las personas que recién llegarán, y para ustedes. Seguro nos adaptaremos juntos a esto —exclamé.
—No todos los padres dejarán salir a sus hijos —añadió mi madre repentinamente.
—¿Por qué no? —preguntamos extrañados.
—Estamos acostumbrados a tenerlos en casa, nos da miedo; algunos están petrificados. Mi amigo Percy Herrejon, no planea dejar salir a sus hijas hasta ver como va la situación las cosas.
—¿Qué? Él mejor que nadie debería dejarlas salir —comentó Makayla molesta.
—Bueno, la mayoría de sus hijos son mujeres —mencionó mi padre—, yo sólo me preocupo más por una... —comentó observando a Makayla.
Makayla es la favorita de mis padres, bueno, en realidad tanto Makayla como Margoth. Makayla fue su primera hija mujer y durante mucho tiempo pensaron que sería la única; cuando sólo éramos 5. Pensaron que siempre sería asi y de repente llego Margoth. A ellas les suelen comprar más cosas y consentirlas más que al resto. Cuando en mi familia se compra un libro, primero pasa por las manos de Margoth y Makayla, y después nos lo van prestando de mano en mano a los demás.
Pero por otro lado, yo, como soy el mayor; mi madre suele platicar conmigo de su vida. Ella me ha dicho que en realidad ella no planeaba tener 7 hijos. De hecho no planeaba tener siquiera 4. Siendo honestos a Diego, a Caleb y a William no los conocen. No saben que día son sus cumpleaños, es más, a veces mis padres creen que Diego es mayor que Caleb. A diferencia de Margoth, por ejemplo, que aunque también vino después de su tercer hijo, saben que lugar tiene en la familia y cuando es su cumpleaños.
No digo que tenga malos padres, sólo digo que creo que tener tantos hijos no debe ser nada fácil.
El siguiente día, un día antes de irnos de casa, estábamos listos para irnos. Todavía estaba oscuro como cuando apenas saldrá el sol, pero tímidamente aún se esconde del cielo. Se escuchaba mucho movimiento afuera, los botes estaban llegando con personas. Se había adelantado un par de horas. Mi madre salió desde temprano de casa para atender a la gente. Mi padre permaneció en casa, el es ingeniero en sistemas y prácticamente todo el tiempo trabaja desde casa.
—¿Te imaginas? —decía Diego— conoceremos chicas; afuera podría estar el amor de nuestra vida.
Diego es, muy... romántico. Además, es el geek de la familia.
—Lo único que quiero es terminar mis estudios... —respondí cortante.
Y yo, por otro lado, soy muy frío.
—Pero el amor ¿Qué se sentirá vivirlo? —insistía.
—El amor no lo es todo —contesté—, no creo que tus planes a tu corta edad sean casarte y tener 10 hijos. Aún hay cosas que debes saber, sentir....
—¿Cómo lo sabes?
—Porque sólo hemos estado aquí. Me niego a creer que el amor es lo más interesante que está allá afuera. Además porque soy mayor, eso me vuelve más inteligente —exclamé dándole un coscorrón.
Diego siempre me ve como su modelo a seguir, a pesar de ser tan diferentes; pienso que todos tenemos un poco de razón, y que en cada una de nuestras palabras hay un poco de verdad.
Mis hermanos y yo compartíamos el mismo cuarto. Makayla y Margoth también comparten el suyo. Creo que para Margoth y Willian será genial que nos vayamos. Al fin tendrán privacidad, especialmente Willy, quien con trabajos duerme en un rincón.
El resto de día sólo escuchábamos movimiento. Más de lo normal, en la calle, en nuestra casa, en la casa de los vecinos... Todo el día estuvo lleno de incertidumbre y emoción. Se sentía como cuando estás en vísperas de navidad o Año Nuevo.
No sabía que pasaría al día siguiente y no podía pegar el ojo. Tenía más ansiedad que de costumbre. Sentía que podía exprimir una manzana con mi mano, y sabía que eso no era normal. Pero mis hermanos se veían igual, sólo que extremadamente felices.
Por la noche no podíamos dormir, sabiendo que al día siguiente estaríamos afuera. William fue el único que cayó dormido.
—Está roncando... —musitó Caleb con risas— ¿Siguen despiertos?
—No puedo dormir —respondí.
—Yo tampoco, y realmente estoy cansado —dijo Ryder con tono de fastidio y confusión.
—No creo que sea bueno desvelarnos —exclamó Diego.
—Mañana estaremos libres... — exclamó Caleb en tono de silencio.
Algo de ilusión se sintió en el aire de nuestra habitación.
—Pobres de las Herrejon ¿No creen? —dijo Ryder— seguirán en casa más días.
—El gobierno debería de hacer algo— dijo Diego.
—Podríamos levantar una denuncia —musité.
—Es el mejor amigo de nuestra madre, no sería correcto —dijo Diego.
Nos quedamos callados unos segundos.
—Deberíamos dormir, —exclamé intentando calmar el ambiente— mañana debemos despertar temprano.
Mis hermanos estaban de acuerdo con mis palabras y todo permaneció en silencio. Pero, creo que ni ellos ni yo, dormimos el resto de la noche; si a caso una hora.
Por fin, 7 de la mañana y nosotros despiertos como si hubiéramos tomado un café expreso por primera vez. Tomamos nuestras maletas intentando no hacer ruido para no despertará William. Mi madre recién venia llegando del trabajo, acababa de salir de la ducha dentro de la habitación de mis padres; no había dormido nada. Debido a que los botes adelantaron su llegada, su trabajo también se adelantó repentinamente; mi mamá tiene un trabajo muy demandante.
—Todos parecen sanos —mencionó saliendo de la ducha secando su cabello con la toalla—, pero intenten no tener interacción con ellos —dijo preocupada.
—Si madre —exclamamos.
—Llevaré a los muchachos al edificio —dijo mi padre tomando su abrigo y sus llaves.
—¡Floreció! —dijo mi madre sonriéndole y guiñando su ojo.
Nosotros pusimos cara de extrañeza. Y por nuestra mente pasaron pensamientos de un nuevo integrante en la familia, tal vez. Después de ser 7, ya no nos sorprendería.
Nuestros primeros pasos afuera de la unidad, se sentían como premios. Sentíamos como si tuviéramos una medalla encima y el piso fuera de nubes. No había muchas casas de parejas casadas. Entramos en shock. Pensamos que habría unas 50, en realidad había al rededor de 20. Mi padre dijo que había personas que se habían quedado solteras desde que él llegó a la isla. Nos quedamos pasmados y anonadados viéndonos los unos a los otros. Debe ser difícil no haber sido escogido después de tanto tiempo, aunque sea como última opción.
No hicimos un recorrido, caminamos directo al edificio. Aquel edificio se veía desde nuestra casa, pero que mientras más nos acercábamos a él, más imponente se veía. La verdad, era más alto de lo que pensábamos, y pensé que seguramente tenía una vista impresionante.
Parecía un hotel, de esos que salen en las novelas que ve mi mamá en la televisión; pero más bonito.
—¡Qué enorme es el edificio! —exclamó Caleb.
—Sólo vivirán en él mientras sean solteros —dijo mi padre.
—Quiero vivir en él siempre —musité con tos; mi padre me vio molesto.
—Aceptémoslo —dijo Ryder—, vivir en el departamento suena mejor; se ven más espaciosos que las casas de la unidad.
Abajo del edificio había muchos jóvenes, de distintas edades. Podíamos adivinar quienes eran sus padres por sus rasgos físicos. Cada familia tenía por lo menos 3 hijos. Conocíamos a varios vecinos adultos, a veces iban a la casa a ver partidos o a comer, pero no conocíamos a sus hijos.
Por alguna razón los adultos de la isla parecen más jóvenes de lo que son, incluyendo a nuestros padres.
Al rededor de el edificio había árboles color rosa, se llamaban primavera. Y arriba, hacia el parque encima de la montaña, los árboles de ahí también eran rosas.
—Ya florecieron —dijo mi padre con una sonrisa en el rostro.
Entonces entendimos el mensaje de mi madre. A veces pareciera que nuestros padres hablan en clave. Me pregunto si eso viene incluido en el paquete al que llaman amor.
El alcalde subió a un estrado que está frente al edificio. Vestido de manera elegante y reluciente. Camino imponentemente y se posteo frente a un micrófono probándolo con sus dedos mientras nos veía al rededor.
—A continuación —dijo el alcalde—, se les llamará de uno en uno para que pasen a recoger sus llaves.
—La familia Herrejon aún no llega —exclamó uno.
Nunca falta el vecino entrometido, a lo que nosotros reaccionamos viéndolo penetrantemente. Después de todo, la familia Herrejon es como si fuera de nuestra sangre.
—La familia Herrejon se incorporará al sistema una semana después de ustedes.
Todos se quedaron en silencio y se voltearon a ver con cierta molestia. Nosotros tampoco entendíamos muy bien las razones de la familia Herrejon para no salir.
—Empezaremos en orden alfabético... La familia Bell —dijo de inmediato.
"No sé por que, pero creo que comienzo a odiar mi apellido", pensé.
Caminamos hacia el lugar con nuestras maletas en mano. Algunos nos veían y susurraban. Para todos es impactante conocernos por primera vez.
—¿No tenias dos hijas mujeres? —le preguntó el alcalde a mi padre.
—Mi otra hija es menor de 15, mi otro hijo apenas tiene 4 años.
—Ya veo —dijo—, tienes bendición de tener hijos varones al parecer. Por parte de la familia Bell —dijo dirigiéndose al público—, se incorporan a nuestra sociedad 4 varones y una mujer. Esperamos que adaptarse a nuestra sociedad sea de su agrado.
Makayla lo vio despectivamente molesta, y se aguantó las ganas de soltarle un par de palabras dirigidas hacia su machismo. Nosotros nos quedamos viéndolo con desdén. No sabíamos que decir, y además de querer correr a nuestro departamento, no había otra cosa que quisiéramos hacer.
Después de darnos un discurso de la importancia de nuestros padres en la isla, y recordarnos que esperan lo mismo de nosotros, nos dirigimos a nuestros departamentos; la mayoría quedaban separados. Mi padre sólo acompañó a Makayla a conocer su nuevo departamento, al resto nos dejó solos. Por suerte Ryder vivía en el mismo piso que yo.
Metí la llave rápidamente y prendí la luz. Estaba totalmente vacío...
—Ahora veo la insistencia de darnos bolsas para dormir.
—Pensé que tendría muebles —dijo Ryder.
—Creo que somos nosotros los que debemos comprarlos.
—¿Cómo lo haremos? Apenas estudiamos...
—Seguro debe haber una explicación, cálmate —mis hermanos menores siempre me desesperan—. Esperemos a que papá venga, aunque creo que tardará. Estoy seguro que irá en orden de menor a mayor, después de terminar con Makayla.
—Esperemos que recuerde que Diego es menor que Caleb esta vez —respondió en burla.
Y así fue. Esperamos a papá muchos minutos, vimos pasar varios vecinos. En realidad, todos los vecinos del mismo piso, eran vecinas. Éramos los únicos hombres en el piso, y entre tanta mirada nos sentimos acorralados e incluso algo acosados.
Nos sentamos en el piso y jugamos baraja para distraernos. A las vecinas, sus papás si les habían preparado muebles previamente comprados; sólo a nosotros no. Pero tal vez ellas no tienen tantos hermanos.
Entre los departamentos uno nunca se abrió. En varios pisos dejaban un espacio vacío. Pero seguramente con la suerte que cargamos, sería mujer; una mujer más a la lista de mujeres del piso 8.
—8-8 y 8-6, suena bien —dijo mi padre al llegar a nuestro piso del edificio.
—Las vecinas tienen muebles que les trajeron sus padres —reproché.
—Ustedes son hombres —contesto a secas.
—A Makayla si le dieron muebles ¿Verdad? —preguntó Ryder molesto.
Mi padre sólo suspiró y no pronunció ninguna palabra. Abrió la puerta del departamento y nos metió.
—¡No es justo! —reclamó Ryder— Nosotros nacimos primero.
—Makayla es mujer, sus necesidades son diferentes.
—¿Diferentes? —respondió efusivo— ¿Maquillarse? ¿Arreglarse? ¿Esas son sus necesidades?
—Ryder, cálmate. Estás actuando como un niño —exclamé con molestia.
—Gracias Matt, sé que tú siempre comprendes nuestro punto. El gobierno quieren que trabajen medio tiempo. Se necesita personal en las tiendas departamentales, esa es la razón por la cual a ustedes se les liberó. Como jóvenes deberán ir y cumplir con su trabajo, a cambio recibirán una paga, claro está.
—¿Makayla también trabajará? —preguntó Ryder.
—Todos trabajarán... Si, incluida Makayla y las vecinas ¡Todos! —contestó mi padre molesto.
Permanecimos callados viéndolo. Siempre creímos que la mentalidad de consentir a las mujeres sólo era forma de pensar de nuestra familia, pero creo que toda la isla protege más a las mujeres.
Cuando mi papá se fue, Ryder y yo permanecimos en mi departamento; desempacamos nuestras cosas y las pusimos en el piso. Pusimos nuestra bolsa de dormir y nos quedamos a dormir juntos. Sonará extraño pero creo que nunca antes habíamos sentido aquella extraña sensación llamada "Soledad".
Poco después llegaron Caleb y Diego. Nosotros no podríamos dormir estando solos. Makayla, por otro lado, si paso la noche sola. Pensamos que llegaría tarde o temprano, pero no fue así. Tal vez Makayla a pesar de ser tan consentida y mimada, era el miembro más fuerte de la familia.
A media noche se escucharon pisadas en el pasillo. Se me hizo extraño así que me asomé. Era el doctor Herrejon acompañado de una muchacha. Tenía mucho sueño así que no le presente atención, y cerré la puerta.
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