Tus ojos no pueden mentir (Rengiyu)
Hola ❣ Traigo una historia con intenciones de darla en adopción(? (●'◡'●) pensaba explotar la idea en una historia larga pero ya se me fueron las ganas y la inspiración 💔 les dejo el cachito que sí salió a ver si a alguien le interesa hacer algo con la idea jsjs.
AU escolar, Rengiyu, Akagiyu, sin advertencias (。・∀・)ノ゙
En el mundo existen más de un millón de cosas a las cuales temer, sin embargo, aquello que más aterroriza a las personas es mantener por más de cinco segundos contacto visual con alguien más.
Tal acto es tan invasivo, revelador y vergonzoso que sólo suele realizarse entre personas con un lazo muy fuerte de sangre, amistad o amor.
Alguien que se atreviera a buscar la mirada de alguien más sin apenas conocerse sería tachado de coqueto en el mejor caso, en el peor sería un sinvergüenza, atrevido, irrespetuoso, casi un violador.
Y es que los ojos reflejan el sentir que generan las personas en el contacto. Sin importar el color que tengan naturalmente, éstos se tiñen de un color diferente dependiendo de la emoción.
— ◍ —
—¿Otra vez en detención, Soyama?
A punto de cerrar con llave una de las aulas que creyó vacías, el profesor de gimnasia encontró al joven recargado contra el pupitre.
Akaza miraba hacia la ventana, distraído en su mundo cuando la voz del maestro que tanto disfruta fastidiar lo hizo sentir frío en la espalda.
¿Qué tan probable era que justo apareciera Giyuu cuando estaba pensando en él?
—Creí que sería Kyojuro quién se encargaría de mi castigo.
Mira directo a la barbilla del maestro. La mayoría de alumnos por respeto o miedo se limitaría a mirarlo hasta el cuello o el pecho, pero él hace mucho que cruzó esa línea.
A veces incluso se atreve a mirar las mejillas del hombre, en busca de algún accidente que haga coincidir sus miradas, siempre preguntándose qué color vería en sus irises mientras lo mira.
¿Qué siente el profesor Giyuu Tomioka estando junto a él?
—Si es así, entonces me retiro.
—Vamos, no tiene que huir cada vez que Kyojuro es mencionado ¿O tanto miedo le tiene?
Su voz es suave en contraste con sus palabras. Logra lo que desea sin esfuerzo, Tomioka entra al aula y se recarga contra el pizarrón con los brazos cruzados.
Mira la pequeña mueca en su boca y sabe lo que le diría.
"No le tengo miedo."
El conseguir lo que deseaba lo entusiasmó demasiado, tanto que se acomodó en su lugar, ignorante de que también consiguió que Kyojuro se detuviera a escuchar junto al marco de la puerta, a un segundo de entrar.
Sujeta contra su pecho el largo cuestionario que planeaba hacer responder a Soyama como castigo.
—¿Entonces te quedas? No será un buen castigo si me dejas entretenerme con tus gestos.
Los dos hombres se tensaron al escuchar esas palabras, aunque sólo uno de ellos sintió la amargura de los celos mientras se escondía. Giyuu por su parte sólo se preparó para ser molestado como de costumbre.
—Silencio, baja la mirada y siéntate correctamente.
—Mmm, nunca antes me habías pedido que bajara la mirada ¿Acaso sigue avergonzado por el accidente en las canchas?
Kyojuro se encogió al escuchar aquello.
Muchos alumnos fueron testigos de una tragedia que comenzó mal y terminó peor.
El profesor Rengoku es conocido por sus representaciones dramáticas de guerras y enfrentamientos históricos, siempre entusiasta enseñando a sus alumnos en muchas formas didácticas.
Un día de pronto decidió que lo mejor sería comenzar a realizarlas en las canchas donde habría mucho más espacio y comodidad que en un aula.
Para buena suerte de Kyojuro, nadie vio coincidencia de ello con el hecho de que comenzó a llevarse mucho mejor con Giyuu y que él suela pasar el tiempo libre en las canchas, ya sea comiendo en solitario o esperando a su siguiente clase.
Para mala suerte de Tomioka, en una ocasión no se fijó y terminó en el suelo por entrometerse en la carrera de Kyojuro y sus "guerreros" por querer recoger las pelotas de voleibol.
En ese instante de descuido, con la cabeza dando vueltas y sintiendo el cuerpo del maestro de historia sobre el suyo, no se ocupó de mantener sus modales.
Fue tacleado con tal brutalidad que su cabeza rebotó contra el lustrado suelo. Miró al frente tratando de entender por qué recibió tremenda embestida y encontró la mirada preocupada del rubio.
Casi cinco segundos mantuvieron el contacto, habría podido ver un cambio de color en los irises bicolor de no ser porque recibió una bofetada que terminó de aturdirlo. Se quedó tirado, abandonado y dolorido hasta que Zenitsu lo ayudó a levantarse.
Rengoku todavía no se puede explicar a sí mismo por qué actuó de esa forma tan violenta e impulsiva. O en realidad sí.
—El silencio dice mucho. Estoy seguro de que si le pides disculpas todo irá mucho mejor.
No se ha disculpado y ya han pasado un par de días. Si antes le causaba conflicto acercarse a alguno de sus compañeros ahora está seguro de que ha perdido todo el avance que había logrado hacer con el siempre alegre Rengoku.
Llegó incluso a tener la esperanza de forjar una amistad con él pero desde ese día puede notar que Kyojuro enrojece apenas se acerca, sale de la sala cuando él entra, incluso dejó de correr tras sus alumnos durante las representaciones.
Si no lo odiara ¿Por qué otra razón haría todo eso? Ahora está seguro de que luego de cinco segundos mirándose descubriría en los ojos de Kyojuro el negro más profundo y violento que pudiera existir.
Ojos llenos de odio.
—Estoy seguro de que Rengoku prefiere que jamás vuelva a acercarme a él– el pecho del nombrado se estrujó.
No es así, desde hace meses que no es así. No quiere que Giyuu se aleje, al contrario, quiere que ambos sean cada vez más cercanos pero su pobre cerebro se funde en asuntos del corazón, no sabe cómo expresarlo.
Él también se pregunta qué color vería tomar lugar en los orbes naturalmente azules como el mar.
—Vamos, si el problema fue por el contacto, entonces no creo que sea algo más grave que Kyojuro piense que eres un degenerado.
—... No soy un degenerado y deja de expresarte hacia tus maestros con tan poco respeto.
La risa de Akaza es burlona, corta pero ácida para aquel que la recibe. Una venita de enojo se hincha en la amplia frente del rubio flamante, ya debería entrar e interrumpir lo que claramente es mucho más irrespetuoso que el accidente que tuvo hace un par de días con el endrino.
Pero la vergüenza de entrar y mirarlo lo detiene. Los segundos corren, ellos siguen platicando y él está seguro de que el joven Soyama no sólo es bueno en las peleas cuerpo a cuerpo, es también profesional en dar bofetadas con guante blanco.
¿Por qué Giyuu soporta que la parte mala de los hermanos Soyama le hable de esa forma?
La respuesta sólo es clara para Tomioka.
Quiere cuidarlo de ese extraño maestro que parece haberse ensañado con él, no sería la primera vez que Douma acosa a un estudiante y como consejero escolar su deber es siempre parecer una figura protectora o alguien accesible a quien se pueda recurrir en cualquier caso.
Menos aún podría negarse a ser accesible luego de que el mismo Hakuji le pidiera ayuda, aunque fuera más por el bien del maestro.
Incluso la jovencita siempre correcta Koyuki también pidió que le tuviera la mayor paciencia posible, pues sabía que su cuñado podría llegar a ser descortés, encimoso, confianzudo y hasta bravucón.
Pero ni con todo ello sobre aviso pudo prever que el joven levantara el rostro y le hiciera una pregunta tan bochornosa.
—Giyuu ¿Qué color podría ver en tu mirada?
Los dos adultos se congelaron.
Soyama prácticamente le estaba pidiendo tener contacto, algo que la gente suele comparar con tener un momento íntimo.
Los ojos de Tomioka se abrieron más de lo acostumbrado, fue atrapado en su torpeza por la mirada curiosa de un joven que pasaba por su primer enamoramiento en una etapa en la que el pudor y lo socialmente correcto no podría importarle menos.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
El vello en el cuerpo de Rengoku se erizó, el silencio en el aula lo está matando.
—Giyuu, no lo puedo creer, después de todo mi esfuerzo esperaba ver al menos un buen gris– las últimas palabras sonaron rotas, fueron un susurro que apenas salió.
Él habría estado bien al ver un gris neutro que le hiciera ver todo el desagrado que le genera por acosarlo, incluso habría soportado ver un verde intenso por llegar a darle asco con sus preferencias.
Esos colores habrían matado todo lo que siente por él, lo alejarían y vuelto a poner en el suelo de dónde nunca debió despegarse por sentimientos tan absurdos.
Pero Giyuu lo mira con un agradable y pálido marrón, el maldito color del afecto paternal. Un hermoso brillo que cualquiera querría ver en un padre, una madre o cualquier figura protectora pero que a él le duele como el infierno.
En realidad Akaza quería ver alguna tonalidad rosada.
Y en realidad Tomioka jamás podría sentir más o menos por un chiquillo a quien ha tenido que estar vigilando con mucho más cuidado y esfuerzo que al resto.
—Soyama... Tú no... Tú no puedes guardar sentimientos así por mí, soy tu maestro y consejero escolar.
En segundos, el rosa intenso que gritaba la atracción hacia el maestro se tornó azul, incapaz de ocultar la tristeza del rechazo.
—Giyu... Te pido de favor que me disculpes con Kyojuro, no podré quedarme a mi castigo porque no me siento bien.
No dijo más, rompió la unión y escapó del aula. Rengoku lo vio salir corriendo, tuvo que contenerse de entrar a averiguar el color que vio Soyama. Por la forma en que salió puede intuir que no fue el que deseaba pero todo su ser se disuelve en el miedo y la incertidumbre.
Necesita saber, su corazón necesita la certeza de que el dueño de sus sentimientos no mira con ojos rosas a alguien que no es él. Su cerebro gritó la orden de entrar y encararlo pero su cuerpo se dio la vuelta para escapar antes de que Giyuu saliera del salón.
— ✿ —
Nuevamente está ahí, sentado en la soledad de las gradas, sosteniendo su lonchecito mientras mira perdido a la nada.
Kyojuro mira a Giyuu a la distancia, tratando de obligarse a ir de una vez con él pero incluso el estómago le gruñe por todas las emociones que lo están consumiendo.
Cuando finalmente se anima a acercarse se regaña de todas las formas posibles porque ni siquiera pensó en cómo debería comenzar la conversación. Quizá algo como "Perdóname por la bofetada, es que entré en pánico".
Las piernas le dieron para sentarse a su lado a una distancia discreta, la necesaria para no morir pensando que Giyuu podría escuchar a su corazón bailarín. Puede notar que Tomioka se tensa, luce incómodo.
—Ayer escuché tu conversación con Soyama– mierda, malditos celos.
Giyuu volteó a verlo tan rápido que temió por su cuello y apretó tanto su emparedado que el jitomate salió y se cayó.
—Jamás quise que algo así pasara, nunca tuve la intención de acercarme a él de una forma inapropiada– suena alterado, eso es normal ¿No?
—¿Qué color vio?
—... Dijo que marrón.
Al fin podría respirar tranquilo pero ese es sólo un asunto resuelto, aún falta el mayor de sus problemas. Por un momento pensó que había tenido suficiente por ese día, se levantaría y fingiría el resto de su vida que ahí no había pasado nada pero Tomioka le ganó.
Lo vio levantarse y hacer una reverencia que lo llenó de vergüenza.
—Me disculpo por la grosería que te hice hace un par de días, tampoco era mi intención invadir de esa forma tu privacidad– Giyuu no se alzó hasta que su disculpa fue aceptada.
—Si la invadieras ahora... ¿Qué color vería?
«¡Torpe, debías disculparte por el golpe! Sal corriendo ahora que puedes.»
No pudo. Se congeló cuando Giyuu levantó el rostro y le dejó ver un suave tono rojo en sus mejillas. ¡¿Soyama vio lo mismo?! Que maldita envidia.
El endrino volvió a sentarse, su zapateo delató sus nervios.
—Rengoku ¿Tú me odias?– de la respuesta a esa pregunta depende su propia respuesta. Si obtiene un sí, él diría sin pensar que sus ojos se mantendrían azules.
—Podrías averiguarlo en cinco segundos– su voz salió mucho más tranquila de lo que esperaba, casi con un tono coqueto, lo que extrañamente los relajó en lugar de ponerlos más inquietos.
Kyojuro se acomodó en la grada de forma que pudiera mirarlo plenamente, los vellos de su nuca se erizaron al instante en que Giyuu se giró de la misma forma aunque seguía con la vista baja.
El cerúleo se niega a chocar con los iris de flama.
—¿Estás seguro? Aquí no deberíamos estar haciendo-.
—Sólo mírame– ya no puede más. Es ahora o nunca, él y sus manos húmedas lo saben. Él y sus labios mordidos con pánico están seguros de que no podrá volver a intentar algo así.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
Blanco. Un inesperado y puro blanco es recíproco.
El color del todo y nada al mismo tiempo, presente en Kyojuro por culpa de lo malo que es controlando sus emociones, si él mismo no logra distinguir lo que siente, sus ojos responden mostrando el iris blanco.
En cambio en Giyuu el blanco aparece en respuesta a todo lo que piensa; el miedo, la tristeza, el agrado y hasta el enojo se revuelven en su cabeza cuando está junto a Kyojuro porque para él es muy difícil de descifrar.
Un momento es feliz y ruidoso, al otro es tímido y reservado. Primero parece querer acercarse y luego sólo se aleja.
En ese instante no había una sensación que predominara por sobre las demás. Sin embargo, un amarillo suave como los pétalos de un diente de león se fue apoderando de los ojos de Giyuu. Una inocente felicidad de ver que al menos Kyojuro no es parte de ese "club" que lo odia.
—Tus ojos son blancos, creía que serían negros o verdes– Giyuu no reprimió a sus labios que formaron una sonrisa. Pequeña, apenas perceptible y aún así, combinada con sus ojos que mantenían el contacto, fue suficiente para que Tomioka de nuevo fuera atacado por una mirada rosa.
Ni siquiera se trataba de un rosa pastel que sería fruto de una atracción repentina, el inicio de un enamoramiento o una punzada de cariño.
No.
El rosa que lo observa es fuerte, brilla y le grita que está a nada de convertirse en rojo.
Ha pasado medio minuto en el que la unión sólo se ha interrumpido por los parpadeos, el rosa sigue firme en los irises del rubio mientras que el amarillo en el endrino le fue cediendo el lugar al lila.
Giyuu siente vergüenza.
No una similar a la pena por algo que hiciera mal en público, es más un ataque de bochorno por la situación, siente que su rostro arde y sus temblorosas manos en algún momento dejaron caer su comida.
—Hace un momento estabas feliz pero ahora estás avergonzado ¿Hay otro color que debería ver?– como verde tal vez.
No le sorprendería que Tomioka se asqueara al descubrir que el compañero que suele asustarlo por gritarle los buenos días ahora guarda sentimientos por él tan abrumadores. Aún así fue una punzada directa al corazón cuando Giyuu rompió el contacto y se giró.
—No creo que debamos resolver ésto aquí... Y quizá primero deberíamos... Pasar un rato.
«No lo hagas, no me des esperanzas, recházame directo y sin piedad.»
Su pobre corazón se estuvo preparando para ser rechazado de la misma forma que Soyama, no cree que pueda pasar más tiempo así, esperando por lo inevitable.
— ✿ —
—¿Han escuchado el rumor?
—¿Cuál?
—Dicen que el maestro de historia empezó a salir con el consejero escolar, desde hace un par de semanas que se les ve compartiendo el almuerzo, algunos los han visto irse juntos y escuché al maestro Uzui decir que se alegra de ver alegre al señor Rengoku cuando está con el señor Tomioka.
Tonterías. Todos esos rumores debían ser estupideces. Por el bien de Akaza y su corazón, más valía que ningún rubio escandaloso estuviera pretendiendo al hombre que lo rechazó por ser su alumno.
Una diminuta esperanza se enraizó en su pecho al creer que cuando terminara ese último año escolar podría arreglar las cosas con el maestro de gimnasia. Se había prometido dejar de rondarlo y molestarlo hasta que eso pudiera ser posible pero ahora que escuchó esas tonterías no podrá seguir el plan.
Esperó a la llegada del almuerzo para poder volver a su vieja rutina, comprar algo en la cafetería y luego ir a las canchas donde sabe que estará Tomioka que espera, necesita, que esté solo.
La realidad lo golpeó al instante, la maldita personificación de la eterna energía no sólo está comiendo con Tomioka, está invadiendo el espacio que a él jamás se le permitió. Rengoku le comparte de sus bentos, se atreve a alimentarlo en la boca y su estómago arde en cólera al ver que Tomioka imita el gesto.
¡¿En verdad están juntos?!
No, aún no. Los ojos de Giyuu aún son dominados por un lila pasteloso cada vez que se unen en contacto visual, pero en algunas semanas han podido trabajar tanto en su relación que Kyojuro siente que podría morir de desamor si después de todo eso un par de irises naranjas, ojos de amistad, le devuelven la mirada.
Eso no es algo que Akaza o el resto de la escuela sepan. Tampoco es algo que les importe.
Lo que puedes ver es lo que importa.
— ✿ —
—Tomioka, si no niegas las acusaciones, no hay mucho que pueda hacer por ti.
El director Kibutsuji lo mira con desgana, casi con aburrimiento. Sospecha que, aunque quisiera hacer algo por los rumores en su contra, no recibiría mucho apoyo de su parte.
Akaza Soyama lo acusó de acosarlo.
No sólo eso, de alguna forma consiguió que otros estudiantes corrieran rumores de que suele mirarlos con lascivia o que les ha hecho propuestas indecorosas.
Una imagen habla más que mil palabras, así que lógicamente la gente cree sin dudar a las chicas que hablan sollozando. Pocas personas eligieron defender al pobre maestro marginado que se la pasa solo o que va por ahí castigando a todos por incumplir el reglamento de la academia.
—No es cierto, nada de lo que dicen es cierto. Pero no tengo cómo probarlo.
Por más que Sabito, Kocho, Rengoku y Uzui lo defiendan, no podrá hacer algo contra todas las personas que ya lo tachan de enfermo, pervertido y abusador.
Salió de aquella oficina con más tranquilidad de la que cualquiera tendría en una situación así. Ni siquiera era por su aspecto siempre neutro o hasta aburrido, realmente no se sentía desamparado a pesar de saber que no podrá volver a ejercer como maestro.
No puede negar que se siente libre y un poco mejor ahora que no tiene el puesto que lo llena de estrés, complicaciones e hijos postizos de los que luego debe estar al pendiente y que lo terminan traicionando.
Como sea, su vida no termina por ser despedido de una academia en la que en realidad nunca quiso estar, mucho menos por una decepción.
—¿¡Qué ocurrió!? ¿¡Qué te dijo Kibutsuji!?– Kyojuro lo interrogó en cuanto entró a la sala de profesores. Algunos oídos curiosos dejaron lo que estaban haciendo para poder escuchar más sobre el tema del momento.
Le habría gustado que Douma supiera disimular un poco más su satisfacción.
—Firmé mi renuncia.
—¿¡Qué, por qué!? ¡Debiste pelear, defenderte con extravagancia y demostrar tu inocencia!– claro que Uzui estaba escuchando.
Kyojuro tomó a Giyuu de los hombros y lo llevó afuera donde no hubiera tantos curiosos.
—Tiene razón, debiste hacer algo, al menos intentarlo.
—Es que no me gusta discutir.
—¿¡Vas a dejar que hagan contigo lo que quieran sólo porque no te gusta discutir!? ¡Es tu trabajo y tu imagen, no puedes rendirte sin primero darlo todo!
Una enorme vena saltó en su frente cuando por respuesta recibió un gesto de "Meh, pues ya ni modo".
—Si él puede hacer lo que quiera contigo entonces yo– apenas pudo detenerse. Para cuando el -yo- fue pronunciado su cerebro pudo dar un chispazo de inteligencia y darse cuenta de lo que estaba haciendo.
Sí, le enfurece la situación y más aún no poder hacer algo para ayudar a la persona que le ha estado llenando el corazón de azúcar, pero esa no es razón para tomarlo de las mejillas y casi robarle un beso.
Es que en verdad él también quiere hacer con Tomioka lo que quiera y que éste tampoco se resista.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
El amarillo encara al rosa magenta.
—Tomioka ¿Cómo puedes sentir alegría en un momento así?
—Es lo que me haces sentir, así que es tu culpa.
—No me explico cómo es que en este momento sientes felicidad estando conmigo.
Sus manos se tensaron, Giyuu le sonríe.
—Tú creíste en mí todo el tiempo, incluso sin que yo te dijera algo. Los demás cuando se enteraron se asustaron y desconfiaron pero tú comenzaste a gritarles a todos que los rumores no eran ciertos... Gracias, Kyojuro.
Tiro de gracia.
Esa es la primera vez que Giyuu lo llama por su nombre y su ser simplemente no lo puede soportar. Aún no le ha quitado las manos del rostro así que su sonrisa se convierte en una mueca graciosa por la fuerza con que lo estruja.
Pareciera que está corriendo por la velocidad de sus latidos y no puede creer todo el calor que siente. Podría ya estar muerto pero Tomioka lo remata por si acaso, le muestra sus ojos enrojecer.
Un rojo tierno, brillante y suave como una dalia lo mira mientras su rostro escala hasta el mismo color. Giyuu lo mira con amor.
Finalmente lo suelta cuando se da cuenta de que ha comenzado a sudar. Está completamente seguro de que el color en el contacto ahora es el mismo, pero le avergüenza pensar en la diferencia de tonalidades y lo que ello significa.
Mientras Giyuu va lento, queriéndolo paso a paso y entregándose con delicadeza, él ya debe tener una tonalidad más cercana al de un semáforo porque su corazón va en caída libre. Eufórico, abrumador y sin paracaídas.
—Que desvergonzado ¿Cómo puedes mostrarme ese rojo cuando nunca antes me mostraste un rosa? Y encima en el pasillo de la escuela– JA, Rengoku pudo haberse quedado sin lengua por bromear llamándolo desvergonzado.
Giyuu no le contestó. Si nunca lo miró con ojos rosados fue porque a su lado otras emociones eran mucho más fuertes que la atracción. En el joven desempleado, la felicidad y la pena solían predominar sobre la atracción y saber eso también le avergüenza.
Bueno o(*°▽°*)o esa es la idea.
Pensé en esos coloritos: azul (tristeza), amarillo (felicidad), rojo (amor romántico), rosa (atracción), lila (vergüenza), negro (odio), naranja (amor amistoso), marrón (amor fraternal), gris (desagrado), verde (asco) y blanco (varios sentimientos con la misma intensidad).
Sería muy feliz si alguien adopta la idea jiji y obvio que pase el link ('▽'ʃ♡ƪ)
Muchas gracias por leer ❣
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