Tus heridas en mi piel (Sanemi x Giyuu)


Este one shot forma parte del evento "Semanitamultishipper y Crackweekconlacherry" de la página Dibujitos feos de la Cherry_Wine

10/08 Almas gemelas (Compartir heridas)

Este OS también contiene mención de Uzuren (Tengen x Kyojuro), Muyorii (Muzan x Yoriichi) y Akaoba (Akaza x Obanai).

—¿Qué haces Kamado? No puedes estar aquí, es una reunión de pilares–.

Shinazugawa fue contra el joven en cuanto lo vio, aún no le perdona que lo haya dejado mal parado al darle un cabezazo y tampoco ha podido aceptar que su hermana demonio ahora sea parte oficial de la compañía.

—Lo sé, vine en nombre de Tomioka–.

Ello respondió la pregunta del pilar del viento y otra que algunos de los demás pilares se hacían.

¿Por qué Tomioka no ha llegado?

Los otros ocho pilares llegaron en buen tiempo, cuatro de ellos se extrañaron por no ver al depresivo engrino que suele ser de los primeros en llegar.

—¿Acaso Tomioka cree que ésto es un juego? No puede mandar a cualquiera a suplirlo en sus deberes o ¿Es que ya no soporta estar entre nosotros?–.

—Shinazugawa, no saques conclusiones sin saber lo que ocurre–.

—Rengoku tiene razón, dinos Tanjiro ¿Qué pasó con Tomioka?– la tersa voz de Shinobu puso nervioso al joven.

Ella lo mira fijamente, ni siquiera parece parpadear, es como si en ella se activara una especie de detector de mentiras que él obviamente va a encender.

Aún no habla y su rostro ya se transformó con una horrible mueca, su bondad eterna le impide mentir incluso si es por su amigo.

—Él... Tuvo un gran inconveniente, prefirió no molestarlos con ello– respira, intenta que en sus mejillas no se enciendan luces que lo delaten.

Está intentando decir verdades a medias pero hasta eso se siente mal. Es como mentir con la verdad y eso lo pone de los nervios.

—¿Qué inconveniente? ¿Su salud está en peligro?– la voz fuerte de Kyojuro terminó llamando la atención de los demás.

Ahora tiene ocho pares de ojos sobre sí y eso es algo que no cree poder soportar por mucho tiempo.

—Oh... Algo así–.

Definitivamente su salud e integridad física corren peligro y no han encontrado una forma de evitar que un tornado acabe con la desgraciada vida del pilar del agua.

—¡Habla claro! ¿¡Qué pasó con Tomioka!?– Tengen mete presión porque no soporta las historias lentas. Se aburre si no hay algo dramático en ellas.

—Él... Él recibió fuertes heridas hace poco, está intentando ocultarlas– mitad verdad, mitad mentira.

No son heridas.

Y Shinobu lo sospecha.

—Hace poco fue el cumpleaños número 21 de Tomioka– joder, ella sí que tiene un radar.

Tanjiro se tensa y deja de respirar. Mira al cielo suplicando por auxilio.

—¿Y eso qué? Un cumpleaños no es razón válida para quedarse en casa a llorar por heridas– Obanai no perdona.

Pero Tanjiro agradece que siga el camino de las heridas, eso hace que la mayoría de los demás se mantengan con esa idea, solamente Shinobu tiene en mente algo más.

La menor de las Kocho piensa en un suceso vergonzoso y tan común en el resto del mundo como escaso en el cuerpo de cazadores. Es una tragedia, pero gran parte de los cazadores no llegan a esa edad así que no se enteran si estaban predestinados a alguien.

El resto del mundo vive una romántica fantasía en la que cuando se cumplen 21 años el cuerpo comienza a mostrar las marcas que su alma gemela posee.

Comparten heridas y cicatrices.

Sus cuerpos se marcan con tatuajes de propiedad que los unen en una hermosa vida deseada y ansiada por la mayoría. Algo que es muy poco común entre los cazadores. Algo en lo que ni siquiera se piensa porque sus cuerpos están tan marcados que, si es que llegaran a la edad, quizá no podrían distinguir las cicatrices de los tatuajes.

Y, siendo realistas, sería una cagada del destino que sea necesario perder a la familia o a alguien importante para que la vida lleve a dos personas a convertirse en cazador de demonios y así encontrar a su alma gemela.

No es una gran fantasía.

—El patrón está aquí–.

Kamado fue salvado por la pequeña Kanata. La reunión se llevó a cabo sin problemas, Tanjiro informó todo lo necesario y también recibió órdenes que debe comunicar a Giyuu.

Estuvo a punto de irse cuando la chica de los ojos púrpura más intimidantes se interpuso en su camino.

—Me imagino que vas directo a hablar con Tomioka sobre lo hablado aquí–.

—¡Si! Así que, si me disculpa...–.

—Claro, sólo quiero pedirte un favor, dale un recado a Tomioka de mi parte– su tono es inusualmente más alto, es dulce pero lleno de maldad.

Tanjiro puede oler en ella una mezcla extraña de alegría y celos.

—Claro– intenta no mirar a su alrededor. Sabe que los demás pilares prestan atención, excepto Muichiro que ya se marchó porque el drama no le interesa o quizá porque no recuerda de quién se está hablando.

Tanjiro ya está sudando otra vez.

—Dile a Tomioka que estoy ansiosa por ver sus marcas– sonríe y se marcha.

Shinobu deja atrás a un pobre Kamado que ha olvidado cómo respirar y a algunos pilares que no comprendieron a lo que la joven se refiere.

De entre ellos, alguien con 27 años logró comprender lo que ocurría. Comenzó a llorar y se marchó rezando, pensando en su triste y solitaria vida en la que no puede saber si su cuerpo le muestra que haya alguien esperando por él y tampoco podría ver si el cuerpo de alguien más busca el suyo.

Dos cuerpos más se encogieron al entender, Tengen mira a la distancia a Kyojuro, comparten tristes sonrisas y se retiran.

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—Si antes tu rostro era una invitación a alejarse ahora casi gritas que no nos acerquemos. Tomioka, realmente no eres bueno integrándote ¿Verdad?– Kocho sonríe, intenta aligerar el ambiente y no mostrar su propia decepción.

Una nueva reunión de pilares fue necesaria más pronto de lo que cualquiera desearía y para todos fue una gran sorpresa cuando Giyuu apareció luciendo una máscara de madera.

Es graciosa, imita su mueca neutra y aburrida, incluso es linda por los adornos que simulan su elemento pero esa máscara sólo sirve para alejarlo mucho más del grupo.

Ahora ni siquiera pueden saber si Tomioka los mira o si su gesto cambió. Incluso Kyojuro luce desalentado por ello.

—Y claro que tampoco contestas, es muy típico de ti... Oye ¿Sí estás ahí? ¿Eres tú, Tomioka? ¿Estás despierto? ¿Estás en este plano con nosotros?– cada pregunta de Kocho fue un piquete en su espalda con mucha fuerza y toda la intención de sacarlo de su burbuja aunque fuera a base de dedazos.

—Kocho, no es necesario que me golpees–.

—¡Ah, entonces sí estás ahí! Ya me estaba preocupando–.

Cómo la mayoría de veces, el círculo social de Giyuu se resume a Shinobu y a Kyojuro, aunque el rubio no pudo hacer mucho por comunicarse. Si antes le era difícil escuchar la voz de un introvertido Tomioka, ahora con la máscara es mucho más difícil.

Los nueve terminaron agradeciendo que la señora Ubuyashiki apareciera para iniciar la reunión. No se extrañaron de verla a ella en lugar de al patrón porque no estaban en la sede, se encontraban en uno de los cuarteles en donde se realizan los uniformes.

Amane les informó que se trataba de un simple control médico y de una toma de medidas para cambiar los uniformes, algo bueno y ventajoso pues sus sastres lograron desarrollar una tela mucho mejor.

Menos pesada, más resistente y mejor en cuanto al control de la temperatura corporal.

Mitsuri y Shinobu tuvieron que separarse de los hombres. Muy a pesar de la azabache que en verdad esperaba poder ver lo que a Tomioka tanto atormenta.

El resto se quedó en la habitación y siguieron las indicaciones que recibían. Seis de ellos descubrieron su pecho sin problema, siendo rodeados por un médico y un sastre. Pero Giyuu se rehusaba a quitarse algo más aparte del haori y también se negaba a dar explicaciones.

Prefería pedir que tomaran como base un uniforme viejo y que dejaran para después su chequeo porque se encontraba bien.

Algo que no pasó desapercibido y comenzó a generar molestia entre los pilares con mecha corta.

—¿Quieres dejar de darles problemas? Están siguiendo órdenes y tú sólo se lo complicas, a nadie le importa ver tu cuerpo– Sanemi intentó por todos sus medios no sonar tan brusco, quería alentar al pilar tímido a que se abriera junto a los demás, no sólo regañarlo.

Pero Giyuu se encogió.

Está seguro de que en cuanto muestre su cuerpo sus segundos de vida estarán contados.

—¿Pueden hacerlo en una habitación aparte?– susurró a los hombres que se mantenían a su lado en espera.

Para su mala suerte, Sanemi está de muy mal humor. Se ha estado sintiendo extraño en presencia de Tomioka y lo atribuye a qué cada vez es un bicho más raro. Escuchar que el engrino sigue dando problemas al negarse a hacer algo tan simple acabó con su paciencia.

Su aura quitó a todos de su camino hasta llegar frente a Tomioka quien por instinto se alejó un par de pasos, algo que empeoró el asunto porque Sanemi lo tomó del cuello del uniforme.

—¿Crees que a alguien aquí le importan tus cicatrices? Eres un cazador, todos aquí somos cazadores ¡No eres especial aquí! Todos tenemos marcas y eso no nos hace menos ¿Acaso te atormenta que veamos tu linda carita marcada? ¡Sólo deja de dar problemas y!– no pudo terminar.

Arrancarle la máscara a Tomioka a él le arrancó el aliento. Deseó al instante no haberlo hecho.

La habitación entera se quedó en silencio cuando el rostro de Giyuu Tomioka se reveló con pánico mostrando marcas, tatuajes de propiedad, reflejos de su alma gemela.

Su frente luce una equis encima de una larga línea y por su mejilla corre otra marca que se extiende por el puente de la nariz hasta casi llegar a la otra mejilla.

No son cicatrices como todos esperaban, ni siquiera heridas, son manchas de un par de tonos más fuertes que su piel. Son marcas que gritan con obviedad "¡Sanemi Shinazugawa es mi alma gemela!".

La máscara cayó al suelo, el ruido hizo que varios de los Kakushi presentes dieran un brinco por el susto.

Sanemi abrió de un tirón el uniforme de Giyuu, no puede creer lo que ve en su rostro así que busca una confirmación o una negativa en el resto del cuerpo.

Pero no.

El pecho del engrino confirma lo obvio. La realidad le abofetea la cara, una vez por cada mancha que ve exactamente igual a sus cicatrices tan malditamente grandes, identificables, inconfundibles las hijas de perra.

—Perdón... No quería dar más problemas... No quería hacerte daño– Giyuu, después de años mostrando un rostro neutro, dejó escapar un par de lágrimas con un gesto que rompió el corazón de Kyojuro y que seguramente habría hecho llorar a Mitsuri.

Luce tan triste, tan abrumado y temeroso como si estuviera frente a él el peor de los demonios. Pero es su alma gemela quien se posa frente a él.

Es Sanemi Shinazugawa el culpable de ese gesto.

Es Shinazugawa quien no sabe ahora qué hacer, decir o sentir. Nunca pensó en algo así, jamás le dio importancia a algo como las marcas y, de hecho, ni siquiera era consciente de su propia edad.

Él también está por cumplir los 21.

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Giyuu terminó huyendo del lugar. Esa tarde fue la más tensa e incómoda para todos los que estuvieron presentes y, ahora que llevan ocho meses sin ver ni saber algo del pilar del agua, Sanemi quedó frente a todos como un desalmado.

Incluso Obanai sintió lástima por el patético hombre con la peor mala suerte del mundo. O quizás el segundo o el tercero, no lo sabe muy bien. Septiembre y Octubre pasaron.

Él también cumplió 21 pero su cuerpo no mostró ninguna marca. Una pequeña parte de él quiere creer que es porque no hay alguien predestinado para él pero la otra gran parte de su ser tiene mucho miedo porque ha estado sintiendo ardores.

Dolores terribles que desaparecen tan rápido como vienen y eso no es bueno. Ha logrado ver su piel en esos momentos y puede jurar que es como ver marcas fantasma, manchas que aparecen en su piel por segundos antes de desaparecer por completo.

Aparte de eso, el maldito cumpleaños número 23 de Tengen pasó y todos tuvieron que soportar un escandaloso drama protagonizado por el albino extravagante que sigue sin ser aceptado en la familia Rengoku.

Estuvo tranquilo por un par de años, tratando de hacer méritos y mostrarse como una pareja estable y adecuada para Kyojuro a pesar de las grandes diferencias, pero Shinjuro sigue sin dar su aprobación, piensa que las marcas en el cuerpo de Uzui podrían ser de cualquier otro espadachín y, lo peor de todo, se niega a ver la conexión que se va haciendo más fuerte entre los pilares.

Grita con seguridad que cuando Kyojuro cumpla los 21 en mayo que se aproxima su cuerpo demostrará que no es Uzui su otra mitad, será alguien adecuado.

Pero...

¿¡CÓMO EL DIOS DE LAS FESTIVIDADES NO VA A ESTAR A LA ALTURA!? ¿¡CÓMO SE ATREVE A DECIR QUE UZUI TENGEN NO SABE DISTINGUIR A SU OTRA MITAD!? ¿¡QUIÉN MÁS APARTE DE KYOJURO, EL PILAR MÁS FLAMANTE Y LLAMATIVO, PODRÍA SER SU ALMA GEMELA!?

Joder, Tengen le agradaba hasta antes de todo eso.

De cualquier forma, no será difícil distinguir al pobre desafortunado que llegue a ser su lazo, no muchas personas, ni cazadores, tienen una horrible cicatriz en la boca.

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—Faltan pocos días para tu cumpleaños Shinazugawa ¿Estás nervioso?– Shinobu no puede evitar mostrarse cautivada por la trágica historia.

—¿Por qué lo estaría?–.

—Bueno, sabemos que eres quien complementa el alma de Tomioka pero no sabemos cómo te sientes al respecto. Ni siquiera sabemos qué es lo que esperas... He escuchado de casos en los que las marcas no son compartidas, solamente uno de ellos las posee ¿Te imaginas que tú cuerpo no presenta marcas? ¿Cómo te haría sentir que Tomioka no sea tu mitad?–.

—Con una mierda, Kocho, cierra la boca– no fue un grito, ni siquiera algo demasiado ofensivo y aún así el tono de voz se encargó de hacer que nuevamente el ambiente fuera asfixiante.

Ni siquiera Tanjiro, que aceptó seguir yendo en nombre de Giyuu con la aprobación del patrón, quiere estar ahí por mucho tiempo más.

Ahora Sanemi siente un gran desagrado por la mariposa, casi siente odio hacia la mujer porque ya tenía suficiente odiándose a sí mismo desde hace meses para que ahora Kocho sembrará en él miedos y sensaciones que nunca antes pensó que llegaría a sentir.

No sabía si quería presentar marcas pero ahora sabe y siente que moriría de tristeza si no lo hiciera.

No sabía que había en su corazón espacio para un antipático pilar que lo desquicia pero ahora siente un terrible dolor por estar lejos de él por tanto tiempo y una gran necesidad hace bombear su corazón como tambor.

No sabía que llegar a cierta edad le daría tanto pánico pero ahora tiene la urgencia de lanzarse como kamikaze a las misiones más malditamente suicidas con tal de evitar llegar al día.

Pero joder... Tampoco eso puede hacer.

No puede buscar a Giyuu, no puede aventarse a la muerte y sobre todo no puede razonar consigo mismo sobre lo que siente.

¿Aún tiene libre albedrío? Mierda, definitivamente no ¿De qué otra forma se explica que quiera correr a abrazar a la persona que menos le gusta en la tierra?

En el mundo, en el país, en el cuerpo de cazadores... De todas las posibilidades ¿Por qué tenía que ser él? Justo la persona que siempre le causó horribles cosquillas en la espalda, desagrado por su actitud distante y enojo por sus aires de superioridad que le impiden acercarse.

¡Joder, ahora eso no suena bien!

Ahora su mente grita que siempre ha querido estar cerca pero por una u otra razón ambos se han negado ese derecho divino que el destino tuvo que embarrarles en la piel para que se dieran cuenta.

Eso no es bueno... Eso no es nada bueno.

Ni siquiera pudo prestar atención a la reunión y para cuando salió de su maraña mental se vio abandonado por el resto de pilares, sólo quedaba el patrón que esperaba impasible y cálido a que regresara a su mundo para poder hablar.

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Cuenta los segundos mucho más rápido de lo que éstos se gastan. El 29 de noviembre llega para él con un terrible retraso y eso hace que su estómago se sienta contraído como si fuera succionado a un abismo.

Por un momento pensó que su mayor temor se había hecho realidad porque su piel no parecía cambiar.

Arrancó hasta la última prenda de su cuerpo y observó a detalle cada centímetro de éste. Casi vomita de la impresión cuando algunas manchas comenzaron a aparecer entre su telaraña de marcas y cicatrices, manchas que, de no haber estado buscando con tanto ahínco, jamás habría notado, las habría dejado pasar como marcas propias, no como un símbolo de destino y propiedad.

La mayoría de la irritante voz de Kocho ya no resuena en su mente, ya casi puede ir a burlarse en su cara con la extraña satisfacción que le da el saber que sí está destinado para alguien.

Ahora sólo falta callar el último miedo, arrancar de su cabeza las palabras venenosas que Shinobu no perdió oportunidad de decirle incluso después cuando se volvieron a ver.

"¿Te imaginas que obtienes marcas pero resultan no ser del cuerpo de Tomioka?".

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Tuvo que aceptar la ayuda del patrón para lograr encontrar el escondite de Tomioka, aunque quizá habría sido algo obvio si supiera al menos los pequeños detalles de la vida del pilar del agua.

O si tuviera cerebro para intuir que podría estar con su maestro.

—¿Está aquí Giyuu Tomioka?–.

—No... Pero pronto lo estará, puedes pasar si quieres esperar dentro– Sakonji identificó las cicatrices, son iguales a la causa del tormento de Giyuu.

—Con permiso–.

Parece amable y educado, el ex pilar no encuentra en el albino algo que le grite el peligro y temor que su casi hijo y joven discípulo muestran.

Ahora menos que antes aprueba el hecho de que Tanjiro se esté presentando en nombre de Giyuu y que éste haya abandonado la finca del agua para irse a esconder con él.

Lo vio hacer una reverencia y entrar a la cabaña con mucho respeto... O quizá esa rigidez se debía al pánico.

—¿Deseas algo?–.

El ruido afuera aceleró tanto los latidos de Shinazugawa que casi se sintió desmayar, pensó que se trataba de pasos, creyó que Giyuu estaba llegando pero sólo era un animal.

Igual su rostro de pánico con ojos que casi se salen de sus cuencas fue visto por Urokodaki.

—No, gracias–.

—¿Tú a qué le temes?–.

—¿Disculpe?–.

—Hasta donde entiendo, Giyuu teme que lo odies aún más, a un punto en que quieras hacerle daño por un vínculo que nadie pidió ni puede controlar... ¿Tú a qué le temes?–.

Joder, que buena pregunta.

—Temo que algo nos separe– otra vez.

Él mismo los separó por mucho tiempo, Giyuu también puso su distancia, incluso el patrón intervino en todo lo posible para separarlos porque las peleas y malentendidos eran terribles. Ni hablar de los amores fugaces que ambos tuvieron.

Teme no ser capaz de mantener a Giyuu a su lado, teme que su unión no sea suficiente. Le aterra la idea de convertirse en una copia de su padre... Pero todas esas ideas se atoran en su garganta.

—Bien, yo no seré quien lo haga. Mantengan el fuego por la noche si no quieren morir congelados– Sakonji tomó un bolso y se marchó, dejó a Sanemi en la cabaña con mucho más miedo del que antes.

Tenía la esperanza de que un tercero hiciera presencia como mediador, evitando que Giyuu escapara y que él lo arruinara de nuevo con un ataque de ira.

Varios pasos lo alertaron, se alegró de que el maestro de Tomioka hubiese olvidado algo o que simplemente prefiriera regresar, ni siquiera fue consciente de que ya había pasado demasiado tiempo como para que se tratara de Sakonji.

—Por favor, le pido que no se marche–.

Los pasos se detuvieron apenas en la entrada, no era Urokodaki. Tomioka se petrificó al verlo y escucharlo.

Algo bueno es que ha dejado de usar la máscara, eso le hace creer que el engrino no sufre ni se avergüenza de las marcas, simplemente se las ocultaba a sus compañeros y a él por temor.

También pudo dar gracias a su error porque de otra forma habrían pasado demasiado tiempo mirándose sin que uno de los dos hablara, Giyuu terminaría marchándose otra vez.

—Perdón– jamás creyó que su voz podría tornarse tan tranquila, rasposa al casi abandonar toda violencia.

Giyuu tembló. Nunca antes tuvo tanto miedo de entrar a esa cabaña, ni siquiera cuando Sabito y él rompieron sus espadas aún después de que Sakonji les advirtió que él los rompería a ellos si lo hacían.

Sintió que un trago de su saliva era un mar entero, se atoraba y tentaba con matarlo de una vez.

Pero no se movió, se obligó a quedarse y escuchar, mirar fijamente al albino que ahora se levanta y lo espera junto a la chimenea.

—Perdón por todo el daño que te hice... Yo– no continuó con palabras.

Bajó la mirada a sus manos, su pecho y vientre. Pasó las yemas de sus dedos con toda la delicadeza que le era posible y Giyuu pudo sentir como si fuera su propia piel la que era acariciada.

Un frío mucho peor que el del invierno golpeó su espalda. Sanemi le está diciendo que en él también aparecieron los tatuajes de sus heridas.

Pero no se ve furioso. No parece querer lastimarlo.

Su mano subió hasta su frente, no hay un relieve que le indique si va por buen camino así que toca toda la piel a su alcance, teme que sus manos con callos sean desagradables pero Sanemi le demuestra que no.

Lo ve cerrar los ojos, suspirar y ladear la cabeza. La comisura de sus labios muestran el agrado. Eso parece ser suficiente para que Giyuu decida dejar de congelarse en la entrada.

Cierra la puerta, deja su calzado a un lado y se acerca con cautela. Su piel casi agradece el calor del fuego con el mismo entusiasmo con el que recibió los roces.

—Lamento haber sido tan despreciable–.

Esa disculpa pega en el corazón de ambos, Sanemi tiene el impulso de regañarlo por decir algo tan horrible pero aún no se siente con la libertad de hacerlo.

—Lamento haberte hecho creer que lo eras– eso es mejor que un regaño.

Mil veces mejor porque su pecho siente un hormigueo salvaje que surge desde el interior. Giyuu casi le sonrió.

Su rostro encaró el suelo y sus labios se movieron en una adorable mueca, pero es un buen inicio.

Un nuevo inicio.

Algo que no les queda claro si ambos quieren o si sus mentes son sometidas a los efectos de la unión, pero al carajo con eso. Ya no es algo de lo que puedan huir y tampoco sería mejor hacerlo.

Libre albedrío o no, ahora ambos se necesitan, sus pieles se buscan y sus corazones se anhelan.

Inexplicable, abrumador y jodidamente dulce.

Sanemi tocó las manos de Giyuu, tenía la intención de sólo seguir rosando sus pieles pero la preocupación lo impulsó a tomar ambas manos entre las suyas.

—Estás congelándote–.

—Shinazugawa–.

Toma las manos frías y las extiende sobre su pecho, lo deja robar su calor e intenta aferrarse a esa unión cuando escuchar su nombre le hace temer que Tomioka le pida que se aleje.

No es capaz de mirar al engrino y notar que la sangre comienza a calentar su rostro.

—Está a punto de nevar... ¿Quieres quedarte?–.

El resto de la vida.

El maldito resto de su horrible vida.

Neve o no, quiere quedarse junto a ese hombre torpe, difícil de leer y con actitud de niño regañado.

Se arrepiente de asentir cuando su pecho siente mucho más frío al ser abandonado por las manos del pilar del agua. Lo ve asegurar la cabaña, alimentar el fuego, acomodar futones cerca del calor y servir para ambos comida hecha por Sakonji.

El invierno hace su magia, para cuando sus platos se vacían el lugar entero está en penumbra, la luna apenas puede hacer algo por marcar el exterior y dentro sus rostros se bañan con el baile del fuego que siguen alimentando.

—Deberías dormir, vienes de una misión y necesitas descansar, yo cuidaré del fuego–.

—No creo que el frío me deje dormir–.

Es demasiado friolento cómo para que un futón y un par de edredones le brinden descanso en una noche tan fría.

—Ven aquí–.

—¿Eh?–.

Lo escuchó, está cien porciento seguro de que Giyuu lo escuchó y no está dispuesto a repetir algo que lo avergüenza tanto. Sus ojos se cierran, su ceño baja con enojo pero su boca se expande en una tímida sonrisa.

Levanta sus edredones, se hace a un lado. Lo invita a entrar en su futón sin siquiera atreverse a mirarlo porque podría arrepentirse de puro pánico.

Escuchar a Giyuu gatear hasta llegar a su lado le baja el corazón hasta el estómago. Siente el frío entrar a su lado y también el peso de los edredones del engrino que puso encima para guardar aún más calor.

Pensó que se cocinaría pero mierda, Giyuu parece una jodida escultura de hielo, todo su ser parece ser frío como su rostro.

De pronto es consciente del dolor que atormenta su cuerpo. No sólo sus cicatrices se resienten con el frío, también las marcas le duelen. Siente el dolor de Giyuu a través de su unión.

—Siento tu dolor–.

—También siento el tuyo–.

Sanemi se encoge con culpa, sabe que Giyuu tiene muchas más marcas en su cuerpo, ahora él debe cargar con el dolor de tener un alma gemela a la que al parecer le encanta ir por la vida cortándose.

Aprieta los puños, agarra valor quién sabe de dónde y se atreve a girar su cuerpo hacia Tomioka. Puede ver su perfil a contra luz, ahora se arrepiente de no haberle prestado antes la atención suficiente para notar que Giyuu le roba el aliento.

O quizá antes también le robaba la cordura y eso era lo que desde un principio le hacía enojar.

—¿Cómo es que has sobrevivido en el frío todo este tiempo?– fingió estar enojado, eso le dio el valor suficiente para acercarse y acurrucarse.

Su cuerpo encaja a la perfección con el de Giyuu, tanto que se le rompería el corazón si él no aceptara esa repentina invasión a su espacio personal.

El tiempo hizo el silencio eterno, Giyuu nunca le respondió, sólo se dejó hacer, ni siquiera se dio cuenta del momento en que el calor se expandió y las flamas bailarinas lo arrullaron.

Durmió por tantas horas de corrido que no tenía idea del día o la hora que eran al despertar, tampoco le importó cuando una mata albina subiendo y bajando al ritmo de su pecho le cubrió la mayoría de la vista.

Se mantuvieron abrazados durante todo ese tiempo, la chimenea se apagó y Sanemi también tomó una buena siesta.

—Buenos días–.

—Buenos días... ¿Ya paró la tormenta?– no preguntó para correrlo, todo lo contrario.

Su niño interior casi lo hace formar un puchero al tener el pensamiento de que Sanemi se marcharía en cuanto la tormenta cesara.

—Creo que sí, al menos lo espero porque tenemos misiones–.

Ambos se obligaron a alistarse. Secretamente desearon que una terrible tormenta azotara el lugar o que ocurriera cualquier cosa que los mantuviera juntos en ese lugar, pero terminaron de prepararse y nada ocurrió.

—Craaa, Giyuu creciste un poco– Kanzaburo se posó en la cabeza de Sanemi, su patita lleva la razón de que deban separarse.

Toma al viejo cuervo con la mayor delicadeza que puede, lee la carta y pasa un trago amargo.

La misión es muy lejos, tan sólo llegar le tomará varios días.

—Puta mierda– algo similar ocurre con la misión de Shinazugawa.

Salen a ser golpeados por el frío de la montaña, no saben qué hacer o decir, nunca antes tuvieron la necesidad de despedirse y realmente ni quieren hacerlo. Sus entrecejos muestran el disgusto que las nuevas experiencias les están dando.

En otro tiempo simplemente se habrían alejado sin mediar palabra. Ahora sienten el miedo y la tristeza oprimirlos porque el destino es un hijo de perra que podría hacerles perder su otra mitad en esa misión.

O en la siguiente... o en la siguiente...

—Sabré si no te cuidas– es Giyuu quien rompe el silencio.

—Prometo hacerlo, no quiero que sientas dolor– su lengua se comienza a soltar.

La sinceridad de sus deseos logran colorear el rostro de Tomioka, algo que también se refleja en el albino.

—¿Tomarías el té conmigo?–.

Giyuu siente que lo haría incluso si no le gustara el té.

—Sí, te estaré esperando–.

Una reverencia pone fin al encuentro.

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Enero está por terminar, un dígito más está pronto a sumarse a la edad de Giyuu y eso es algo que activa las inquietudes en Sanemi. ¿Debería regalarle algo? ¿Qué podría darle? Y más importante aún ¿Podrá verlo ese día?

Han estado compartiendo sus ratos libres cada que pueden. Vuelven de sus misiones, arreglan un poco su aspecto y siguen el camino que les hace vibrar.

Tiemblan de pánico y terror cada vez que caminan hacia la finca de su alma gemela.

Les da miedo llamar a la puerta y no recibir respuesta.

Les da mucho más miedo llamar a la puerta y recibir respuesta.

Aún así, han conseguido pasar juntos el tiempo suficiente como para que al menos dejen de sentir que sus estómagos se deshacen.

O al menos eso es lo que Sanemi siente que ha progresado, aún se pone mal pero ya no es tan, tan mal. Aunque puede que eso esté por cambiar en ese momento en que Giyuu le permitió entrar y le dijo que lo siguiera.

Cada vello de su ser se erizó cuando pasaron de largo los jardines y la sala en donde suelen tomar el té para ir directo a una habitación en la que sólo hay un futón.

—Toma asiento, me encargaré de ti–.

¡Mierda! ¿¡Qué piensa hacerle!?

Su rostro compitió en tonos rojizos con el atardecer cuando el engrino bajó su yukata hasta la cintura.

Tomó aire como si estuviera a punto de zambullirse, parece que su cerebro dejó de funcionar porque dejó de respirar adecuadamente.

Tomioka salió de la habitación y regresó con todo un botiquín, algo que desinfló por completo el ánimo y cuerpo del albino.

—¿Qué ocurre? No estás respirando bien, tus heridas están sangrando mucho más ¿Tan graves son?– Giyuu se centra en su espalda dañada.

Ni siquiera entra al futón junto a él. Se acomoda atrás para comenzar a tratar sus nuevas heridas que consiguió en la misión que acaba de cumplir.

—No es nada... Sólo me distraje– debe hacer un gran esfuerzo por no sonar desilusionado.

Pero no todo es malo, sentirse cuidado por Giyuu también le acelera los latidos, le encanta sentir que acaricia su piel y la trata con miedo a dañarla más, como si de una hoja se tratara.

Es tan cómodo, cariñoso y tranquilo el momento que no se percata de cuando el sol termina de esconderse. Prefiere perderse en ese tímido pilar que lo envuelve en vendas.

Lo cuida, lo toca... ¡Le deja un beso en la espalda!

Se tensó al instante que sintió los labios de Giyuu contra uno de los pocos espacios en su espalda que no quedó vendado, apenas pudo contener el brinco que los hubiese separado y mandado lejos al pilar que ahora parece tener más confianza, la suficiente para jugar con él de esa forma.

—¿¡Qué es lo que haces!?–.

—Nos cuido...– apoya su frente y nariz en Shinazugawa sin ser consciente de todo lo que está provocando en él.

—¿¡De qué hablas!? No son cortes graves– la situación le avergüenza, le abochorna pero no se va a alejar.

—Sanemi–.

O tal vez sí, escuchar por primera vez su nombre en boca de Giyuu lo aturdió tanto que volvió a interrumpir la respiración de concentración total. Tampoco pudo evitar girarse para encararlo pero no es capaz de decirle algo.

—Sanemi, tu dolor también es mi dolor, si algo te ocurre prefiero que primero te atiendas, el té y los dulces pueden esperar–.

Eso es demasiado. Shinazugawa siente que no puede con todo lo que ha cambiado. No soporta el hecho de que su lazo se está haciendo más fuerte, tanto que ahora Giyuu siente el daño que él sufre.

No puede procesar que alguien se preocupe tanto por él.

No quiere ni parpadear ahora que es capaz de ver gestos en el rostro antes siempre neutro, no quiere perderse ni un segundo de éstos aunque sean negativos.

Ahora tampoco puede con el hecho de que Giyuu estuvo preparando todo para cuidarlo y él sólo pudo pensar en actos subidos de tono.

—Tú... Lo lamento... Voy a cuidarme mucho más, gracias por curarme... Giyuu–.

¡AH! Nombrarlo se siente hermoso y ver que las mejillas del contrario se sonrojan con su voz lo lleva al cielo.

Se va a volver loco.

La verdad es que están avanzando muy rápido en su relación pero Sanemi siente que va a envejecer antes de lograr obtener todo de Giyuu.

Porque ahora no se enoja ni avergüenza al pensar en que desea absolutamente todo de ese joven introvertido que claramente está haciendo por él un gran esfuerzo por hablar y comunicarse lo mejor posible para evitar otros malentendidos y peleas.

—Aunque prefiero mil veces tus atenciones a las que puedan darme en la finca de Kocho o en cualquier casa de glicinias–.

—No soy tan bueno– lo es.

Su sentimiento de inferioridad lo ha orillado a pensar que no debería de ser tan bien atendido como un pilar, ni siquiera como un cazador de alto rango. Eso sumado a su timidez lo hicieron aprender a trabajar su espada y curar cualquier daño que reciba su cuerpo.

Más razones para hacer enojar al pilar del viento que pensaba en ello como si Giyuu no viera adecuados o suficientes los tratos que se le dan.

—No importa si eres bueno o no. El punto es que en ningún otro lugar van a besarme al curarme–.

Acerca su rostro, mira fijamente los orbes mar que se hincharon al escucharlo. Se deleita con el rostro enrojecido y trata de ignorar el hecho de que el suyo va igual y en aumento al ver que Giyuu no toma a mal lo que dijo, al contrario, también se está acercando.

—¡Reunión de emergencia! ¡Craaa! ¡Giyuu, reunión de emergencia en la sede!–.

¡Joder! Vaya forma de ser interrumpidos. Pronto el cuervo de Sanemi imita los gritos de Kanzaburo. El enojo hinchó un par de venas en la frente de Shinazugawa que se vistió al instante y se encaminó junto a Tomioka a la reunión.

Ambos agradecieron que la noche enfriara sus cuerpos antes de llegar junto a los demás y el patrón.

—¡¿Qué sucede?! ¡¿Dónde está Kyojuro?!– Tengen notó su ausencia de inmediato, más aún cuando Kiriya les pidió que entraran para dar inicio a la reunión pero el rubio flamante y el pilar de la serpiente seguían sin aparecer.

Quizás tomaría el momento con más tranquilidad si no sintiera todo el torso arder y si no tuviera una nueva marca de propiedad. Una larga línea con ramificaciones imperfectas corta a la mitad uno de sus ojos.

Esperaban encontrar al señor Ubuyashiki tendido en un futón al sentir malestares pero fue Kyojuro quién los recibió tendido, todavía siendo curado por las hijas más pequeñas del patrón.

—¿¡QUÉ PASÓ!? ¿¡CÓMO ES QUE VOLVIÓ ASÍ DE UNA MISIÓN CONTRA UNA MENGUANTE!?–.

Shinazugawa se consume en culpa. Se pregunta muy seriamente si Tomioka se mostraría tan alterado como Uzui, cuando siente su daño, si fuera un poco menos reservado. Se cuestiona si él siente el mismo miedo y toda esa preocupación que ve en el albino gritón.

Eso explicaría mucho mejor lo que ocurrió entre ellos hace unos momentos. Definitivamente va a dejar de usar su sangre marechi como un arma más.

Cuando Nichika y Hinaki se retiran, Kyojuro se esfuerza para levantarse y narrar todo lo que ocurrió antes, después y durante su misión en el tren infinito.

Obanai fue junto a él, lo interceptó antes de que se marchara y le pidió que le permitiera acompañarlo, fue muy insistente en no llevar a alguien más porque de esa forma podrían hablar plenamente.

Algo que el pequeño pilar necesitaba hacer o explotaría, en verdad quería hablar con alguien sobre lo que ha estado sintiendo en su cuerpo, sobre sus sospechas de su alma gemela, todo el dolor y asco que ello le provoca pero que no son ni por asomo tan fuertes como el anhelo y la soledad que siente.

Vencieron sin problema a los demonios del tren pero ninguno de los dos esperaba que todo eso no fuera más que los últimos pasos antes de llegar a su destino.

La tercera luna superior apareció.

Lo peor, Akaza mostraba sin pena alguna la marca del destino que lo une a Obanai. Los cachetes del demonio estaban marcados con la cicatriz que el azabache tanto se esfuerza en ocultar.

Para este punto todos los pilares presentes no podían creer que algo así fuera posible, nunca antes había ocurrido algo similar... No que supieran.

Todo se fue a la mierda cuando Kyojuro terminó su relato diciendo que Akaza escapó del sol y sus ataques, no sin antes tomar a Obanai para llevarlo con él.

Pero Iguro, el Iguro que todos creyeron conocer, no puso resistencia.

Ante la incredulidad de los pilares, aún siendo Rengoku quién hablaba, apareció Amane con un viejo libro que Kagaya le pidió. Era uno de tantos diarios que los Ubuyashiki leen al convertirse en la nueva cabeza de la compañía porque están llenos de las vivencias de sus antecesores.

Ese en específico tocaba un tema delicado, uno que explicaba la razón por la que Muzan Kibutsuji no ha muerto hasta la fecha y es que incluso él, el maldito rey de los demonios, encontró a su alma gemela.

Amane leyó las letras que escribió un patrón en sus primeros días como líder hace cientos de años.

El nombre Yoriichi Tsugikuni quedó grabado en la mente de todos los presentes al ser el hombre que complementaba al demonio. Algo que nadie esperaba, algo que nadie pudo controlar, ni siquiera los mismos dueños del lazo inquebrantable.

Yoriichi quedó frente a la compañía como el traidor que dejó escapar a Muzan, algo impensable, una aberración. Fue un hombre maldito desde su nacimiento hasta su muerte a manos de su propio hermano porque ni el mismo rey de los demonios podía contradecir al destino.

Muzan jamás pudo hacer por sí mismo algo para dañar a Yoriichi, su alma gemela.

Y nadie más aparte de él mismo sabe que más allá de perfeccionar la inmortalidad, Muzan busca desesperadamente el lirio de araña azul para poder curar las heridas que Yoriichi le hizo y que jamás cerraron por completo.

Aún duelen.

Arden y carcomen su solitario ser incompleto.

🎐      🎐      🎐

Después de aquella reunión tan reveladora, fue difícil bajar la guardia. Equipos especiales de Kakushis y cazadores buscaban a Obanai.

Lo bueno de todo ello fue que después de un siglo se logró una victoria contra una luna superior. Con ello, fue imposible para Shinjuro seguir negando la unión entre Tengen y su hijo porque mayo llegó e hizo aparecer en el brazo izquierdo de su primogénito la marca que representa la pérdida de ese miembro por parte del albino.

Lo malo de todo ello... Es que Giyuu comenzó a alejarse, Sanemi ni siquiera pudo verlo cuando el engrino cumplió un año más y él estuvo quebrando su cabeza para intentar pensar en algo para regalarle.

No sabe si matarse o matar a Giyuu por su repentino cambio de actitud.

Antes gustaba de acariciar sus marcas, sobre todo las nuevas que notaba porque le gustaba la idea de brindar confort a su otra mitad pero ahora debe contenerse para no pellizcar o hacer daño a esas malditas manchas en su piel.

Es que no entiende.

Le duele.

Y eso le enfurece.

Pensó que iban por buen camino. Creyó que podría tener algo lindo.

Cuando varias semanas pasaron sin que pudieran verse decidió rendirse a esa ira y esos impulsos que estuvo conteniendo para no volver a asustar al desgraciado pilar del agua.

Tocó varias veces en la puerta de la finca pero no recibió respuesta. Su tercera postura hizo trizas la entrada. Entró de una buena vez para descubrir que Giyuu se estaba ocultando en un rincón.

El corazón se le hizo trizas.

—¿¡Qué mierda ocurre contigo!? ¿¡No se supone que dejarías de esconderte de mí!? ¡Dime qué fue lo que hice! Dime... ¿Tan malo es estar a mi lado?– comenzó gritando pero se fue apagando al ver que Giyuu se encogía.

—No... No es malo estar a tu lado... Me gusta–.

—¿¡Entonces!? ¡¿Por qué de pronto vuelves a huir de mí?!–.

—No huyo... Quería darnos espacio... Quería que lo que hiciéramos fuera por decisión propia... Es que, escuchar lo de Iguro me hizo pensar que el lazo nos cambia y podría obligarnos a hacer algo que no queremos– mira al suelo como si en él estuvieran escritas las mejores respuestas y la solución al temor que surgió en su pecho después de la última reunión.

Silencio.

Horrible y doloroso silencio.

Entonces Giyuu analiza sus palabras, decide seguir hablando antes de que Sanemi interprete que se siente obligado a estar con él.

—No quiero que estés conmigo en contra de tu voluntad y no quiero que actúes diferente a como solías ser por nuestro lazo– porque es obvio que ahora todo es diferente a como solía ser.

Él mismo ha notado los cambios sin necesidad de que Kocho y sus picoteos lo evidencien. También puede comparar su relación con la de Kyojuro y Tengen. Ellos estuvieron distantes por mero capricho del Rengoku mayor, no porque sus personalidades chocaran tanto que les es imposible convivir y ahora ni Shinjuro los puede mantener alejados.

En cambio ellos van de a poco, todavía tratando de acostumbrarse al otro sin morir en el intento. ¿Y si en realidad no eran sus voluntades actuando? ¿Y si sólo se estaban dejando llevar por la influencia de su unión?

—¿¡Eso es todo!? ¡Es una maldita estupidez! ¿¡Tienes idea del miedo y el dolor que me causaste estos días!? Joder, puedo ser un imbécil pero hasta yo noto lo que el lazo nos hace– los gritos de Sanemi lo sacaron de su burbuja de sufrimiento.

—¡Ya no escogemos, ya no podemos! ¡Sí, antes te odiaba pero ya no es así! Ahora todo entre nosotros es diferente pero nada en este mundo me va a hacer cambiar o hacer algo que no quiera. Estoy aquí porque quiero, te busco porque quiero, si hiciera una estupidez como destruir tu puta puerta ¡Ten por seguro que es porque quiero!–.

El silencio volvió cuando Giyuu se mostró muy sorprendido. Ya tenía un buen rato sin ser regañado por el pilar del viento y eso, lejos de asustarlo, lo tranquilizó.

Le hizo sentirse como un idiota por alejarse de esa forma, incluso cuando él también sentía dolor al hacerlo. Dio cortos pasitos hasta quedar frente a Shinazugawa, tratando de pensar en qué decir para arreglarlo.

Se tardó demasiado porque Sanemi volvió a hablar, mucho más bajo y calmado, casi dejando que la tristeza le gane al enojo.

—Ningún lazo me hará hacer algo más estúpido que esperar que sientas por mi lo mismo que yo siento por ti–.

Demonios, eso es un golpe directo a su corazón y a su estupidez. Realmente lamenta lo que hizo. Quiere disculparse.

Alza el rostro para mirarlo fijamente pero apenas soporta mantenerle la mirada. Su cerebro se apaga.

—¿En verdad destruiste mi puerta?–.

—¡Concéntrate estúpido niño reprimido!– Sanemi toma su rostro con tanta violencia que se siente abofeteado. Cierra los ojos por pánico, al instante siguiente su boca recibe el beso más brusco que haya podido imaginar.

Fue como si Sanemi lo golpeara con sus labios, estuvo a poco de doler pero con eso pudo sentir la desesperación del albino. Respira, abre los ojos.

Se obliga a funcionar antes de arruinarlo mucho más.

—Sanemi, ten por seguro que siento por ti lo mismo que sientes por mí... Pero no puedo evitar sentir tantos miedos e inseguridades–.

Un nuevo beso fugaz lo interrumpe, éste es mucho más delicado que el anterior, le calienta el rostro y hace difícil continuar. Ya no puede mantener el contacto visual y siente que tiembla entre las manos de Shinazugawa.

—Creí que si me alejaba te darías cuenta de que no soy lo que realmente quieres y te irías antes de que nos hiciéramos mucho más daño–.

Recibe un beso más largo, tan cargado de dulzura que logra suavizar el gesto de ambos. Ya no cree poder continuar hablando, aunque parece que eso es justo lo que el otro quiere.

—Te voy a seguir callando hasta que dejes de decir estupideces– de alguna forma logró decir algo tan atrevido sin colapsar. Al menos al principio porque después tuvo que desviar la mirada.

—Lo lamento– Giyuu por fin lo dice.

¿Por qué mierda es tan difícil decirlo?

Despiertan su cerebro y sus brazos, se cuelga del cuello de Sanemi para poder ser él quien inicie una nueva unión, esta vez mucho más fuerte, apasionada y posesiva.

Sanemi abraza su cintura para evitar que se separe antes de obtener lo suficiente de él para al menos poder volver a sentir que no se ahoga en su horrible soledad.

—¿Puedes dejar de reprimirte?–.

—¿A qué te refieres?– "Uh, no pienses mal, no pienses mal, no pienses mal".

—A todo... Sé que te has estado conteniendo, seguramente quisiste gritarme muchas veces antes... Y también sé que no quieres detenerte en un simple beso– ¿Llama simple al beso que le está devolviendo la vida?

Bueno, claramente eso es luz verde para tomar de él todo lo que desea sin pensarlo dos veces.

Esa noche no le permite alejarse, tampoco le permite callar.

🎐      🎐      🎐

—Sentí su dolor... Mi cuerpo entero se llenó de él...– Obanai todavía siente como si su piel ardiera con el peor de los venenos y manos surgieran de su interior.

Fue encontrado por Tengen y Kyojuro cuando se encontraba huyendo en dirección al amanecer, no pudieron hacer mucho cuando él les dijo que Muzan los encontró.

Akaza y él intentaron huir juntos, presas del miedo y el repudio que un vínculo tan poco común les provoca pero perdidos en el maldito sentimiento de al fin estar completos.

—Él dijo que debía irme pero no pude hacerlo–.

Ahora, entre los brazos de Mitsuri que intentaba consolarlo y rodeado del apoyo de sus otros compañeros pilares y el patrón, Obanai no podía dejar de llorar y temblar. Jamás va a poder olvidar la sensación de dolor que compartió con Akaza cuando Muzan activó en él la maldición.

Para él, su piel se verá por siempre llena de grietas sangrantes aunque éstas hayan desaparecido cuando el demonio se hizo polvo llegando el amanecer.

Le cuesta trabajo aceptar la ayuda de la compañía luego de la traición que cometió pero su solitaria alma necesita sentirse rodeada, anhela algo que sustituya el calor de su unión ahora inexistente.

Aquel día fue el inicio del entrenamiento de los pilares, el inicio de la batalla final contra Muzan Kibutsuji y nadie dio tanto de sí en el entrenamiento como Obanai.

No se perdonó cuando los demás lo hicieron, no descansó cuando ellos se lo pidieron. Cuando llegó el momento no se permitió detenerse ni tener una pizca de consideración con los demonios o su propio cuerpo dentro del castillo infinito.

Encaró al rey de los demonios con toda la fuerza de su ira y entregó hasta su último aliento para lograr la victoria junto a sus compañeros cazadores.

🎐      🎐      🎐

Giyuu no sabe muy bien lo que está ocurriendo. No siente su cuerpo, es como si su cerebro decidiera apagar todo o sería incapaz de soportar el dolor, tanto el propio como el de Sanemi.

¡Sanemi!

El nombre en su mente lo despierta lo suficiente, antes de ser lanzado pudo ver que el albino tampoco pudo esquivar el último ataque de Muzan. Logra mirar a su alrededor, hay mucha calma, todos están petrificados porque las últimas cenizas de Kibutsuji se pierden con la brisa matutina.

Su cuerpo se relaja, ahora puede respirar con una pizca de tranquilidad, misma que desaparece al darse cuenta de que ha perdido un brazo y no puede contar las heridas que recibió.

Peor aún, no puede encontrar a Sanemi con la vista, su cuerpo apenas le responde, se retuerce entre los escombros. No puede levantarse.

Al fondo estallan los vitoreos, cazadores y kakushis celebran la victoria pero todo lo que él puede oír es su corazón, cada vez más lento, agotado. Se está apagando.

Una pequeña gota brota de su ojo menos lastimado, corre por su rostro limpiando la sangre y mugre que lo cubre por completo. Está muriendo.

Está muriendo en una terrible soledad. El frío invade su cuerpo, incluso su alma, y él sólo puede pensar en Sanemi y en dos palabras que nunca fue capaz de pronunciar aún cuando esas dos palabras expresaban su mayor sentir.

Sus dedos logran tomar un trozo de vidrio, hace un enorme esfuerzo por no dejarlo caer, lo sujeta con la misma determinación con la que antes tomó su espada. Busca en su cuerpo un maldito lugar que no haya sido lastimado en la pelea.

Pasa un trago que le sabe a sangre antes de que un cosquilleo lo haga toser y gastar lo último que le queda de energía. Corta su propia piel esperando que ni la vista borrosa ni el mareo lo hagan escribir mal.

Cuando termina cierra los ojos, se deja hundir en la oscuridad, ya no escucha a los kakushi que rápidamente lo rodean e intentan salvarlo.

🎐      🎐      🎐

—Tienes que admitir que fue muy dramático lo que hiciste– Sanemi pasa sus dedos por encima de las letras en su piel, apenas tocándolas pero es suficiente para causar un estremecimiento en Giyuu.

El último pilar del agua se siente avergonzado.

Tuvieron que pasar algunos meses para que los sobrevivientes despertaran, a Sanemi le tomó muchas menos semanas que a Giyuu.

Cuando despertó descubrió en su antebrazo las palabras "te amo". Esa fue por mucho tiempo la cicatriz más dolorosa de entre todas, no físicamente. Su alma se sentía torturada, temerosa de perder su unión.

—Es que nunca antes pude decirlo, era muy difícil... No quería irme y que pensaras que no te amo–.

Ahora es mucho más fácil decirlo.

Han pasado un par de años luego de la batalla final, sus cuerpos se recuperaron todo lo posible pero "tuvieron" que empezar a vivir juntos porque los inviernos no tienen piedad, maltratan sus pieles llenas de tatuajes y "¿De qué otra forma podría Sanemi asegurarse de que Giyuu no muera con el frío?".

Así que, naturalmente, Giyuu fue tomando mucha más confianza y ahora pronuncia esas palabras sin piedad. No se percata o no le causa culpa el hecho de que eso es como un tamborazo en el pecho de Shinazugawa.

Hace que mire a otra parte, incluso en ese momento en que se acurrucan uno contra el otro, tomando el té en uno de los jardines de la antigua finca del agua.

—Bueno... Entonces yo también puedo llegar a escribir algo que sea muy difícil de pronunciar–.

—No, tú debes decirlo–.

—¿Por qué? Eso no es justo–.

—Tú no eres un cobarde–.

Mierda, no sabe qué responder a eso. Pero ya tampoco importa su reacción, sea tranquila o sea explosiva, Giyuu la va a recibir con un gesto tranquilo que ya no lo saca de quicio como el neutro y aburrido que antes solía mantener.

—¡No es justo, entonces tú jamás te atrevas a hacerlo otra vez! Lo que tengas que decir sólo suéltalo y ya–.

Giyuu abre mucho los ojos, se siente descubierto, algo quiere decir y ha estado pensándolo por mucho tiempo, tratando de hacer que en su garganta no se atoren sus palabras.

—¿Qué?... ¿Volverás a decirlo?... También te amo Giyuu, no explotes–.

No como su corazón cada que lo dice, es precioso e inigualable, es el mejor sentimiento en toda su existencia.

—¿Te casas conmigo?–.

O quizás no. Nunca va a estar preparado para lo que Giyuu pueda hacerle sentir, tampoco podrá forzarse a funcionar correctamente.

Quiere gritar que sí pero no puede, es demasiada alegría, un tornado entero en su cuerpo, toma su cordura y la manda a la mierda. Mira al engrino fijamente, abre mucho la boca pero no puede soltar algo coherente.

Su rostro es tan colorado como el té entre sus dedos torpes que apenas logran sostener la tacita sin dejarla caer por la impresión.

Giyuu no se alarma cuando lo ve levantarse y entrar, sabe que en parte es su culpa por soltarlo de esa forma. El día transcurre en intentos de Sanemi por responderle, recibe cada uno con una sonrisa y la mantiene incluso cuando el albino se marcha echando humos.

Escuchó varias veces un gruñido por la noche, sintió que Sanemi se removía, se alejaba, volvía para acurrucarse...

Finalmente Giyuu despertó en el frío de un futón solitario, el cielo apenas se está aclarando pero Sanemi ya se levantó para cuidar de sus pequeños cultivos.

Puede verlo por la ventana picoteando la tierra con enojo. Su cabello blanco contrasta mucho con sus orejas rojas como las verduras que arranca con poca delicadeza.

Un leve ardor en su pierna le avisa que ha recibido una nueva marca, ríe al pensar que Sanemi se lastimó por estar de mal humor pero no es así.

La alegría lo inunda al poder leer su nueva marca.

"Sí".

o(≧∀≦)o Muchas gracias por leer algo tan largo, sóbense los ojitos ❣

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