Prólogo
El símbolo de escorpio se mostraba en la mano del hombre que estaba en la cima del castillo zodiacal, pequeños vientos pasaban por el lugar despeinando su cabello negro — Están aquí — Una sombra le habló a su lado derecho.
A Eric siempre le había molestado la apariencia de aquel ser, un hombre con el aura de un demonio, miró a su derecha, sus ojos lo enfrentan — No las dejaremos ganar, te lo aseguro —, dijo con voz firme.
Los ojos del ser se tornaron rojos para luego agarrar por el cuello de la camisa al que era el rey Escorpio — Si las hubiéramos matado en aquel entonces — su voz se escuchó furiosa —¡Es tu culpa por dejarlas escapar! — le gritó.
El pelinegro juntó sus cejas con enojo, apretó sus puños y tenía toda la intención de insultar aquel espíritu corrompido — Oye t...
Sus palabras fueron interrumpidas por una espada que desprendía un brillo afilado pasando por la mitad de ellos cuyo recorrido terminó en la pared del castillo — Moonbyul... —. Susurró Eric con sus ojos abiertos, volteó su cabeza para buscar a la nombrada.
Lo primero que notó al encontrarla era su sonrisa de medio lado, levantó su brazo derecho, esperando solo unos segundos a que la espada regresara a su mano con fuerza magnética —¡Hola maldito! —. Gritó la joven de cabello plateado, sosteniendo con emoción el mango del arma — Venimos a destronarte — Sus labios dibujaron una sonrisa más grande, una de victoria.
A las espaldas de Moonbyul se encontraban las princesas del zodiaco, todas con voluntad firme y posición para pelear, era el momento que tanto habían esperado.
Siyeon, princesa de Libra, sonrió al ver la tenacidad con que gritó la princesa de Capricornio, aún no creía todo que había pasado, se preguntaba qué pasaría si Sua no hubiera activado aquella joya.
¿Sus vidas serían normales?
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