Todo guay. Las profecías son guays. Todo guay para Emelyn Carter.
Pasaron dos días desde el incidente y ya casi había terminado el carro. Yo sola.
También es verdad que había ignorado a Dylan. No hasta al punto de hacer como que no existía, ya no tenía 7 años, sabía que eso era una tontería. Pero respondía a más de la mitad de las cosas que me decía rodando los ojos y suspirando.
Consideraba que el carro no me había quedado mal. Era gris plateado y tenía acabados curvados y regulares. Las ruedas estaban libres de posibles astillas o deformaciones.
El brazo me había mejorado bastante gracias a la ambrosía, por ello pude trabajar más rápido y sin ayuda.
Estaba dando unos últimos retoques al carro cuando Dylan llegó de sus actividades.
—Wow. Está guay —comentó.
—Vale —respondí cortante. Se quedó de pie esperando a que dijese algo más—. Tú encárgate de conseguir caballos.
—Oh, no hay problema —sonrió—. Parte de los hijos de Poseidón podemos hablar con caballos, así que conseguiré unos buenos y dispuestos a ayudar.
Asentí y me tumbé exhausta en la hierba, ignorando el hecho de que ese chico podía hablar caballo. Había trabajado sin parar, me había saltado las actividades y había dormido poquísimo. Pero toda esta situación era estresante y lo que mejor me ayudaba con el estrés era diseñar y construir.
Entonces noté como alguien se acercaba me giré para ver a Valeria.
—¿Qué quieres? —le dije cortante.
Desde el día que había usado ese Embrujahabla, nuestra relación había estado bastante tensa. Ella se iba con las hijas de Afrodita mientras que yo me quedaba con Jackeline, que le guardaba algún tipo de rencor a Val por algo relacionado con sus poderes persuasivos.
—Quirón y el Señor D quieren hablar contigo, sobre lo que pasó el otro día en el muro de lava.
Me levanté y caminé hacia la Casa Grande, dejando atrás a las dos personas que menos apreciaba en ese momento.
Digo en ese momento, porque justo después conocí a Craig.
Craig Lanster, de la Cabaña 5, lo que significa que es hijo de Ares, un dios muy amable y cariñoso con el que tendré muy agradables historias.
¿Sarcasmo? ¿Qué es eso, se come?
Un chico de casi dos metros (sí, con catorce años mide dos metros) y muy musculoso, aunque no es que sea tan fino como un palo: digamos que estaba a un bocata de tener que usar la talla XXXL.
Estaba en la puerta de la Casa Grande y acababa de empujar a un chico que solo quería pasar dentro.
—¿Necesitas ayuda? —le pregunté.
Él solo negó, se levantó y salió corriendo.
Fruncí el ceño mirando hacia el grandullón.
—¿Pretendes demostrar algo pegando a los que son más pequeños o simplemente los haces porque eres idiota y tu cerebro no tiene ideas mejores que hacer?
Estuvo un rato procesando todo lo que le dije (juraría que incluso vi salir algo de humo por sus gordas orejas). Entonces gruñó y se acercó dando largas zancadas.
No quería hacerme la valiente ni nada por el estilo, en el fondo el chico me provocaba algo de terror, pero no pensaba demostrárselo.
—¿Tienes algún problema, enana? Es imposible meterme con alguien de aquí que no sea un enano, ¡todos lo sois! —exclamó, con una voz más aguda de lo que aparentaba. Se pasó un pano peinando su pelo moreno lacio y crujió sus nudillos.
Iba a sugerirle por donde podía meterse sus insultos a los "enanos", pero en ese momento un centauro me llamó.
Me reuní con Quirón, quien dirigía su mirada primero a mí y luego a Craig.
—Hola... —empezó Quirón, pero rápidamente fue interrumpido por una voz gruñona.
—¿Ha llegado ya la Emelyn Carter esa?
Por lo que me habían contado mis compañeros de cabaña, solo había una persona que mezclase nombres de esa forma: el Señor D, también conocido como Dioniso, dios del vino y director del campamento.
—Es Emily Carver, Señor D —dije.
Un hombre con cara de bebé y un zumito con pajita en la mano salió de donde provenía su voz.
—Quirón, deberías enseñarle a tus campistas que incendiarse a sí mismos no es inteligente.
—Sí, claro, porque me incendié a propósito —respondí mordazmente.
El diosecillo me fulminó con la mirada y noté como unas vides comenzaban a crecer a lo lejos.
Él suspiró y murmuró algo de convertirme en un delfín con camisa hawaiana.
Quirón carraspeó y me contó lo que pasaba:
—Creo que eres la persona de la que habla nuestra última gran porfecía.
Vaya, que directo. Al parecer, siempre se habían montado dramas con antiguas profecías, sobre no contar de que iban hasta el día anterior a guerras contra titánes o no sé que historias.
Me mareé un momento. ¿Porfecía? ¿Yo? ¿Tengo una profecía?
Pero seamos sinceros, lectores, sabíais que esto acabaría pasando, si no no estaría contandoos mi historia.
—«La semidiosa del conocimiento, fuego y muerte» —recitó Quirón—. Esta profecía llegó a nuestros oídos hace unos veinte años, hecha por nuestra anterior Oráculo, Rachel Dare. Por lo que sabemos, tienes poderes ígneos. Según los cotilleos del campamento, puedes ser hija de...
—Imposible —le cortó el Señor D—. Atenea reclama a sus hijos nada más nacer estos.
¿Por qué todo el mundo estará empeñado en que soy hija de Atenea?
—Lo sé, Señor D, ¿pero cuántos hijos o hijas de Atenea han sido los protagonistas de una gran profecía? Atenea es inteligente, sabe que es peligroso reclamar a alguien como su descendiente si eso puede hacer que forme parte de una profecía.
Siguieron discutiendo un rato hasta que me cansé y grité:
—¡Un momento! Vale, supongamos que estoy involucrada en esa profecía, ¿qué tengo que hacer si es así?
—Consultar a la oráculo —contestaron automáticamente a la vez.
Tras un rato me fui de la Casa Grande, para encontrarme con Lanster otra vez.
—Bueno enana, ahora que ya no tienes a ese hombre-caballo para sacarte de este aprieto, prepárate para la pelea de verdad.
—Es un centauro, idiota —le solté, seguido de una bofetada en la cara que le hizo girar el cuello 90° y quedar con la boca abierta.
«Oh, oh» —pensé. Gracias, cerebro, por ser tan útil dándome estos sabios pensamientos.
Vi casi a cámara lenta como el abusón se recomponía de la bofetada que casi le había hecho chocar con el tronco de un árbol. Entonces, levantó su puño y lo único que pedí a los dioses fue que me teletransportasen de ahí.
Sorprendentemente fue lo que pasó, aunque no gracias a los dioses.
Me encontraba detrás de la Cabaña 3, o eso supuse, ya que era una cabaña con las paredes verde mar.
Intenté levantarme, pero me sentía muy débil y me desplomé de nuevo en el suelo.
Noté que alguien se acercaba y oí la voz de un Dylan muy sorprendido.
—¿A-acabas de usar el viaje-sombra?
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¡Tachán! Conocimiento, fuego y ahora... ¡Muerte!
Bien, Quirón, hay que ser directo. Total, saber que eres la clave de una gran profecía es algo que te pasa todos los días, ¿no?
Comentad y eso, se agradece ^^
No sé si alguien se habrá enterado mediante mi tablón de anuncios, pero acabo de tener una oleada de exámenes y no he tenido tiempo para escribir en dos semanas. Pero ahora enseguida tengo vacaciones de Navidad, así que intentaré escribir varios capítulos :3
~Pau
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