Siempre hay tiempo para calcular porcentajes, aunque te acabes de desmayar

—No necesito tu ayuda.

Dylan observó mi tercer intento de levantarme y acabar tirada en el suelo.

—Mira, no tengo que ser un hijo de Apolo para saber que necesitas ayuda y que si sigues así te vas a desmayar.

Acto seguido, me desmayé.

Lo primero en lo que pensé al despertarme fue que el 66,7% de las veces que me había desmayado fue en este campamento. Luego, me di cuenta de que ya no estaba tirada en el suelo.

Mi brazo rodeaba un cuello bronceado y mi cabeza estaba apoyada en el hombro de la persona. Enseguida reconocí el pelo azabache desordenado del chico que me transportaba.

—¡Te dije que no quería tu ayuda! —protesté, pero no me moví, ya que me sentía demasiado cansada.

—¿Te llevo a la enfermería o a tu cabaña?

Le indiqué con la cabeza que prefería la Cabaña 11 y me llevó hasta allí.

Jack abrió la puerta para primero fulminar a Parker con la mirada y luego mirarme con preocupación.

—¿Qué te ha pasado?

—Nada...

—Ha hecho un viaje-sombra, no sé como —me interrumpió el hijo de Poseidón.

La cabaña estaba prácticamente vacía, con la excepción de Jack y su hermano Trenth. Aún así, mande callar a Dylan.

—Espera, ¿qué? —cuestionó mi amiga—. Primero poderes de Hefesto... ¿Ahora de Hades?

—Es imposible —dije.

—Vi como salías de entre las sombras justo detrás de mi cabaña —replicó el chico.

Iba a seguir discutiendo pero entonces entró Valeria en la cabaña y todos nos quedamos callados. Jackeline y yo nos miramos y asentimos. Le dije a Dylan que me soltase y él debió oír «ayúdame a salir fuera», porque es lo que hizo.

Fuimos hasta la enfermería y Jack robó por nosotros un poco de ambrosía y nos dirigimos a la sombra de unos árboles a la entrada del bosque.

Había fulminado con la mirada a Dylan todo el trayecto, pero no parecía que fuese a dejarme en paz. Nos sentamos en la hierba y observamos como los semidioses entrenaban a lo lejos.

—Creo que ya estoy bien, al menos ya no estoy mareada —dije frotándome el brazo que todavía tenía vendado.

Ya casi no me dolía ya que un esguince, si es tratado por ambrosía y eres un semidiós, no tarda mucho en curarse, al parecer. De todas formas, Jarred había insistido en que siguiese con la venda.

Dylan se fijó en ella e iba a decir algo, cuando Jack se le adelantó.

—¿Para qué fuiste a ver a Quirón y al Señor D?

Me quedé muda. Se me había olvidado todo ese tema y ahora volvía a estar preocupada. Tampoco me habían dado instrucciones, no sabía si podía contarlo o no.

De todas formas, la profecía no podía referirse a mí, ¿verdad?

Debería apuntar en mi diario que mentirse a uno mismo no te hace sentir mejor. Sabía de sobra que podía ser la protagonista de esa profecía, y no es el tipo de cosas de las que te gusta ser protagonista.

Por otro lado quería probarme a mí misma. Por lo que me habían contado, más de la mitad de los campistas no habían salido del lugar desde su llegada. Yo no quería ser una campista más. Yo quería impresionar a la gente, quería salir fuera y demostrar mis aptitudes.

Pero no, no estaba entrenada. Salir de misión, que además es parte de una profecía importante, sería suicida.

—No sé si puedo contártelo —empecé. Jack bajó la cabeza decepcionada y me di cuenta de que no era capaz de ocultárselo—. Pero lo voy a hacer... —miré a Dylan—. ¿Puedes irte? Gracias.

Dylan frunció los labios y he de admitir que eso le daba un aire de tipo duro. Aunque sus marcados músculos también ayudaban a eso...

«Cállate —me dije a mí misma— céntrate en tu único, eterno y por desgracia ficticio crush, Finnick Odair. Además, ¡tú odias a Parker!»

Se alejó de nosotras y le conté todo lo que me habían dicho: que seguían creyendo que era hija de Atenea con poderes de Hefesto y Hades, y que podría ser la protagonista de la última gran profecía.

—Por los dioses... ¿Es todo eso verdad? —dijo con los ojos muy abiertos.

—Espero que no —admití.

El hijo de Poseidón notó que ya había terminado mi explicación, porque se acerco.

—Creo que sería una buena idea comer, ya que necesitamos fuerzas para la carrera de carros.

Se ma había olvidado. Odiaba olvidar cosas. En unas horas, tendría que participar en la carrera.

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—Este pegaso de aquí es Pringle —presentó Dylan—. Esta de aquí es Bethany.

—¿Pringle y Bethany? ¿Uno tiene el nombre de una marca de patatas y otra un nombre humano?

—Oye, yo no les puse el nombre.

—Pensaba que teníamos que escoger caballos, no pegasos —repliqué.

—Siempre que no vuelen da igual.

Ya teníamos todo listo para la carrera. Vi de lejos a los demás participantes. El primero en el que me fijé fue en el hijo de Ares al que había pegado hace un rato, Craig Lanster. Iba armado hasta los dientes.

No tuve mucho tiempo para analizar a su compañero ni a los demás participantes, porque enseguida comenzó la carrera.

Dylan me entregó una espada y un escudo.

—¡Protégenos y ataca! —me dijo.

—¡Yo no sé manejar armas! ¡Llevo aquí poco más de dos días, de verdad!

Al parecer eso no importaba. La carrera empezó y el hijo de Poseidón se puso en cabeza mientras dirigía a los pegasos.

Yo me puse a la defensiva como pude. Me coloqué el escudo y traté de usar la espada, pero no era capaz. No me sentía cómoda con ella. Se la di a Dylan y me miró como si estuviese loca.

Entonces, me quité la goma de pelo que sujetaba mi coleta y la estiré mucho hasta que de convirtió en una daga. Mi daga.

Un carro se acercaba a nosotros. Hijos de Tique, supuse. Se gritaban el uno al otro sobre quien era mejor. Uno decía que lo más importante en una carrera de carros era conducir bien el carro, porque no había otra forma de ganar. El otro señalaba que si no había un gran luchador para proteger el carro, este no llegaría de una pieza a la meta.

Se pusieron a nuestro nivel y el que iba armado levanto su lanza para golpearme con ella.

Rápidamente, y copiándome del estilo de Steve Rogers, levanté el escudo sobre mi cabeza protegiéndome de la lanza. Luego, saqué mi daga y forcejeamos, hasta que los dos perdimos el equilibrio.

Vi como el otro caía, pero antes de que yo tocase el suelo, una mano me agarró y me subió de nuevo al carro.

—De nada —me dijo mi compañero.

—¡El carro, Parker! —obtuvo como respuesta.

No pareció comprender al instante, por lo que le aparté del medio y cogí las riendas del carro, antes de que los pegasos se saliesen del camino.

Oí un choque que de metal detrás de mí y me di la vuelta para descubrir que Dylan luchaba contra Craig.

No debía distraerme mirando la lucha, ya que debía conducir el carro, pero no me apetecía tener que acabar esta carrera yo sola.

Cargué contra Lanster y entre los dos, Dylan y yo, lo tumbamos en su carro.
Dylan cogió las riendas esta vez y seguimos el camino. Ya llevábamos dos vueltas y estábamos en la última. No pude evitar pensar en que esto se parecía a un Mario Kart en la realidad.

Ya casi estábamos en la meta, cuando un golpe proveniente de otro vehículo casi me tira al suelo.

Vi a Christian, un chico de mi cabaña. No había sido reconocido, algo que últimamente era muy extraño, así que los de Hermes lo habían adoptado como su hermano. Era grandón pero parecía incapaz de matar a una mosca, razón por la que él conducía y no luchaba. Ese puesto lo ocupaba Valeria.

De repente vi como una flecha se dirigía hacia mí y no me dio por los pelos. Lancé una estocada contra su armadura que no logró esquivar y empujó a Christian, quien por unos segundos perdió el control del vehículo.

Valeria sw recobró rápidamente y desenfundó una espada. Sus estocadas eran irregulares e imprecisas, por lo que deducí que lo suyo no era la lucha de cuerpo a cuerpo.

Para aprovechar esa debilidad, salté a su carro.

—¿QUÉ DIABLOS HACES? —exclamó Dylan.

Lo ignoré y cargué contra la hija de Hermes. La misma que había usado su Embrujahabla contra mí.

¿Había mencionado que soy una persona "un poco" vengativa?

Puesto que todavía no sabía manejar bien la daga, decidí mostrar mis habilidades con el judo.

Le di una patada en el costado y ella agarró mi pierna. Entonces, aprovechando que la estaba usando de punto de apoyo para no caer del carro, hice descender mi pierna al suelo a gran velocidad y la chica cayó con ella. Saqué mi daga y quedé apuntando al cuello.

Ella saltó del carro y me dejó a solas con el chico desarmado. Este simplemente se rindió e hizo otro tanto.

Salté de nuevo a mi vehículo justo antes de llegar a la línea de meta.

Varios semidioses estallaron en vítores, la mayoría eran o de la cabaña 3 o los pocos que conocía de la 11. Incluso Christian nos felicitó. Justo entonces, cuando nos bajamos del carro oara obtener nuestro premio, sentí como el aire de embadurnaba de una esencia que me recordaba a los olivos que rodeaban mi casa de Boston y noté que algo gris brillaba sobre mi cabeza.

Levanté la cabeza y vi una lechuza.

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Sí, por fin actualizo :v

Entre que he estado empezando un AU, estoy sin inspiración y tengo pilisima de exámenes... En fin.

Pero como recompensa, este capítulo tiene nada más y nada menos que 1600 palabras, creo que es el capítulo más largo de esta historia.

¡Felices Navidades y feliz año nuevo atrasados!

Por fin tengo mi camiseta del Campamento Mestizooo :3

Bueno, tengo que ir a hacer deberes, ciao!

~Pau

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