Guía por el campamento. Todo muy normal. ¿No eras tú un centauro?

Capítulo dedicado a Erasfin, por apoyar la historia y ser hija de la mejor diosa existente, mami Atenea (¡Hago la pelota porque me medio obliga!)

Aclaración antes de todo: El personaje que añadí en el capítulo anterior, Maya Kelly, se llama ahora Valeria Cahill. El otro nombre no me convencía del todo, y ese es en honor a una persona a la que quiero mucho (agh, demasiada cursilería,  sí que debo de estar mala, maldito dolor de cabeza).

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—¿Entonces dices que has visto a James? ¿En un sueño?

—Exacto —llevaba diez minutos repitiéndole a Derek lo mismo, y ya me cansaba.

Suspiró aliviado. Estaba totalmente despeinado y se notaba que llevaba varios días en cama. Yo debía de estar igual, pero no le di importancia.

—Voy a desayunar —le anuncié—. Ya hablaremos más tarde.

Fui hasta el comedor, donde vi a Valeria haciéndome señas para que me sentase junto a ella. No le di más vueltas y lo hice.

—Prueba estos pasteles, están deliciosos —dijo la chica prácticamente metiéndome una en la boca.

Me reí y lo tomé. Buena decisión, ya que Valeria tenía razón: estaban riquísimos.

—Por cierto —me dijo—. Llámame Val. Me gusta más la abreviatura.

Asentí y le contesté:

—Puedes llamarme Em si quieres.

—Ya te gustaría, Sabionda —rio.

Me puse roja, fruncí el ceño y apreté los labios.

—No me llames así —mascullé.

Ella soltó una carcajada y me dio una palmada en la espalda.

—¡Oh, vamos! ¡Ese apodo es perfecto para ti! —exclamó la rubia.

Rodé los ojos y me puse a juguetear con la comida. Valeria me caía bien. Se sentía bien tener a alguien que quiere conocerte de verdad y ser tu amiga, en vez de burlarse de ti.

Seguimos un rato hablando. Yo le conté que era de Boston, pero estaba más tiempo en internados que en mi casa. Ella me contó que era de Florida, que tiene doce años (uno más que yo) y que vivía en una casa con tres perros, dos gatos y un caballo. Me lo contó con tono nostálgico, así que cambié de tema hasta que acabamos hablando de las actividades del campamento.

—Verás, todos los días hay actividades, normales, por así decirlo. Tiro con arco, entrenamiento con espada y otras armas blancas, escalada... —yo apuntaba todo mentalmente—. Pero una vez a la semana, más o menos, solemos hacer una actividad especial. Este viernes, es decir, mañana, toca la carrera de carros. Es por parejas. Te construyes un cacharro con ruedas e intentas que tus caballos sean los primeros en llegar a la meta sin que te mutilen.

Intenté reprimir un montón de comentarios, sobre todo cuando mencionaba que «entrenamiento con espadas» era algo normal.

—¿Y es por parejas la carrera, dices? —pregunté.

Ella asintió alegre, pero de pronto un brillo en su mirada se apagó.

—Iba a decirte que si te presentabas conmigo, pero le prometí a Christian, uno de mis hermanos, que la haría con él.

—Oh, no pasa nada —me apresuré a decirle—. Ya encontraré otra pareja. Ni siquiera tengo porque participar...

Iba a seguir hablando cuando oí que alguien clamaba mi nombre a lo lejos. Divisé una cabellera oscura llena de tinte de colores en las puntas. Electra.

—Electra me esta llamando, ¿vamos? —le propuse a Val.

Ella me miró con una mirada misteriosa que no entendí.

—S-sí, claro.

Le dediqué una mirada inquisitiva y luego me giré y fui directa a la chica que me esperaba, seguida por una misteriosa Valeria.

—Hola Elec, ¿estás bien? —saludé.

—Sí, por supuesto, ¿y tú, Carver?

Asentí y me crucé de brazos.

—Físicamente sí. Pero siento que me estoy volviendo loca.

La chica se rio. Luego se dio cuenta de la presencia de Val y la saludó con un gesto de la cabeza.

Valeria, en cambio, sacudió la mano mientras daba unos pasos hacia atrás, con la cara tiñiéndosele de rojo.

Ajá. Me hacía una idea de lo que pasaba.

—Bueno, al grano —dijo Elec—. Quirón, el director de actividades del campamento, quiere verte. Todavía no se ha presentado. Quiere hacerte un resumen de todo, aunque me imagino que ya te lo habrán hecho —dijo señalando con la cabeza a la rubia, que desvió su mirada al suelo un murmuró un «Sí, seguro...».

—Vale, pues vamos —dije.

Me guiaron a la Casa Grande de nuevo. Esta vez, en vez de pasar directamente a la enfermería, me quedé esperando en la entrada. Observé el lugar. Parecía una sala de estar normal y corriente. Una gran mesa de ping pong se encontraba pegada al borde de una pared, alrededor de la cual había cinco personas hablando. Uno de ellas era un señor mayor en silla de ruedas. Miró hacia nosotras y sonrió.

—Señorita Mayers, Señorita Cahill, gracias por acompañar a nuestra nueva campista.

Val y Elec asintieron sonriendo.

El señor me examinó y me miró fijamente a los ojos.

—¿Sigue sin determinar? —preguntó a Electra.

—Así es, Quirón.

Me quedé perpleja. ¿Ese de ahí era Quirón? Según los mitos, ¡Quirón era un centauro!

—Emily Carver —me presenté.

Quirón se acercó y me tendió la mano. Nos saludamos formalmente y se presentó él:

—Yo soy Quirón, Señorita Carver, director de actividades del campamento. Es posible que mi nombre te suene por...

—Los mitos, sí, lo conozco —le interrumpí—. Eso solo que... Tenía entendido que usted era un centauro, ¿o no es así?

Valeria soltó una carcajada y susurró:

—Oh, dioses míos, Emily, no puedes preguntarle a una persona por qué no es un centauro.

Rodé los ojos mientras Electra reprimía una risa y Quirón nos miraba confuso.
Meneó la cabeza y siguió hablando.

—Sí, soy un centauro. Verás.

Quirón hizo el amago de levantarse. Estuve a punto de comentar si alguien se daba cuenta de que estaba a mínimo de caerse, pero en vez de eso, unas patas de pelaje blanco salieron de la silla, y otras se vieron al caerse la manta que le tapaba las supuestas piernas.

Me quedé boquiabierta.

—Bueno, ¿necesitas ver el vídeo de orientación del campamento?

...

Era por la noche. Había pasado todo el día viendo a la gente luchar y entrenar, en vez de ver el vídeo de orientación, que según me contaron, no lo cambian desde los años setenta.

Derek ya había salido de la enfermería y se encontraba con sus tres hermanas y su hermano escalando el muro de lava (el cual era una pasada, tenía muchas ganas de probarlo).

Electra estaba en la cabaña 16, su cabaña, con el resto de hijos de Némesis.

Valeria y yo dábamos un paseo por los terrenos del campamento. Acabábamos de volver de que me enseñase la cabaña 13, la de los hijos de Hades. Estaba habitada por siete hermanos, cinco chicas y dos chicos. Era muy oscura y tenían siempre las ventanas cerradas. Estaba adornada con calaveras y más cosas del estilo, parecía que estaban preparando la casa para Halloween.

La verdad, esa cabaña no me disgustaba.

Valeria me sacó de mis pensamientos preguntándome:

—¿Con quién participarás en la carrera, entonces?

Cuando iba a responder, apareció un chico de pelo azabache y ojos verde mar: Dylan Parker.

—Eh, Carver. Necesito ayuda con mi carro, mi hermana no podrá participar, se ha roto un par de huesos... ¿Te apuntas?

Antes de que dijese nasa, otra vez mi prohibieron contestar.

—Claro que se apunta —dijo Val sonriendo.

La fulminé con la mirada. ¿Por qué iba yo a querer participar con el chico que me empapó entera?

—¿Y por qué quieres participar conmigo? —pregunté, con tono escéptico y cruzándome de brazos.

Él se encogió de hombros.

—Supongo que al ser nueva en el campamento no tendrás pareja para la actividad todavía. Y yo necesito ayuda con el carro. ¿Sí o qué?

Suspiré y me di cuenta de que no tendría otra opción si quería participar, parecía que todos tenían pareja ya.

—Supongo que sí —contesté secamente. Me levanté, cogí el libro que tenía en mi mano y me fui a leer a otra parte.

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Hala, nuevo capítulo.

Hasta ahora son algo aburridillos, pero pronto empezará la acción, creo. :v

Espero que alguien haya pillado la referencia que colé por ahí xD

Estoy algo mala, y mi cabeza no está para pensar ahora mismo, así que siento si hay muchos errores de ortografía, ya lo revisaré más tarde.

Pues eso, gracias por leerme, me alegráis el día :3

Creo que tardaré en actualizar, lo sientoo :/

Bye,

~Pau

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