La muerte

Siempre pensé que la muerte era una soga,

frágil, que al fin del camino se desata;

sostenerla raspa, abre la piel, y ahoga,

mas no cede aunque el alma se dilata.


Pero es un canto, un eco que no calla,

una melodía que fluye en su misterio;

nadie la entiende, salvo quien batalla

y escucha su arrullo constante y serio.


Yo solo quiero que el disco se detenga,

que la vida me conceda un breve alarde;

un respiro, donde el tiempo no me venga,

pero el sonido es caprichoso y no tarde.


Nadie lo busca, y sin embargo llega,

dejando huellas donde antes hubo calma;

como un buen verso, su presencia se entrega:

disfrutar queda la obra que rasga el alma.


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