XXVII

Felipe

Cierro la puerta del cuarto de Antonia y vamos al comedor de la casa de Júpiter. Vibra el celular en mi bolsillo, pero no me atrevo a revisarlo todavía. Respiro hondo, no estoy seguro de qué va a pasar ahora.

—Tenemos que decírselo... De una vez por todas. No podemos seguir esperando a que todo esté listo —dice Bely nada más al sentarnos en la mesa del comedor.

—¿Pero cómo se lo diremos? No podemos simplemente decirle "Hey, no te trates de suicidar de nuevo, porque volverás a caminar" —susurra Júpiter mortificada.

—No podemos decirle ahora, aún no consigo todas las autorizaciones necesarias —murmuro más para mí que para ellas—, ¿Qué pasa si algo se retrasa o falla? Puede que consigamos incluso el efecto contrario. Entiendo que la situación sea delicada, pero eso no significa que tengamos que tomar decisiones apresuradas. Tenemos que pensar con la cabeza fría.

—¿Hay alguna forma de que puedas acelerar la cosa? —me pregunta Bely con algo de vergüenza—. Si se demora lo que se está demorando, Antonia se nos va a ir y nada de lo que hayas hecho tendrá sentido.

Pienso inmediatamente en Katrina y en sus influencias como presidenta de la República. Con ella, dentro del mes que se demoraría Maldonado en fabricar las prótesis tendríamos todo listo, pero...

—No puedo abusar de Katrina. Ya bastante está haciendo con financiar la operación y ayudándome a hacer todos los trámites por vía regular. Yo le insistí que fuera todo por vía regular, para no dar pie a que la acusaran por corrupción —respondo luego de unos segundos—. Si le pedimos esto a ella, pondremos en peligro el gobierno, que bastante ha costado empezar a instaurarlo.

—Me aterra que Antonia haga un nuevo intento a nuestras espaldas y esta vez no falle —dice Júpiter—. Entiendo que no quieras sobrecargar a Katrina, pero esto es, literalmente, un asunto de vida o muerte. No veo cómo podrían acusarla de corrupción por salvar a la líder de la operación que instauró por primera vez una democracia.

—Si quieres, podemos hablar nosotras con ella, no sé, tenemos que hacer algo —murmura Bely.

Escuchamos un ruido de motor de vehículo y Júpiter mira hacia afuera. Mi auto se acaba de estacionar afuera, lo que me hace revisar el celular. Tengo al menos unos cien mensajes de Katrina preguntándome cómo está Antonia. Mierda. No le respondí.

Al par de minutos tocan la puerta, Bely la abre y aparece Kat, que corre directo a saludarme.

—Hola... Te mandé al menos unos mil mensajes. Cancelé todas mis reuniones porque no contestabas el teléfono. ¿Qué pasó con Antonia?

—¿Katrina? —dice Júpiter sorprendida.

—Mierda, dónde dejé mis modales, lo siento —Katrina se reprende a sí misma y abraza a las chicas—. Estoy preocupada, Felipe me dijo que Antonia...

—Trató de suicidarse —Bely completa la idea por ella.

—Claramente Felipe NO me dijo eso exactamente —Kat me observa con reproche—. Me dijo que se había ahogado en la tina y que se quedaría con ella para asegurarse que estuviera bien... Pero no me dijo nada acerca de un intento de suicidio. Esto es grave, demonios, ¿Cuándo pensabas decírmelo, Felipe?

—Ese no es el meollo del asunto —le respondo intentando evadir el regaño que recibiré después.

—Tenemos que hablar contigo, Katrina —señala Júpiter intentando mantenerse seria.

—¿Qué ocurre? Maldita sea, díganme de una vez. Odio que no me digan las cosas de frente y de inmediato —dice Katrina muy molesta.

—Mira... Sé que no te has enterado de la mejor forma de lo que pasó con Antonia y creo que es eso lo que te tiene tan molesta —intento calmar sus ánimos para que no me asesine luego—. Ella está bien, está consciente, pero... Creo que necesitamos tu ayuda.

—¿Puedes dejar de dar vueltas y decirme de una maldita vez cómo puedo ayudar a Antonia? —me reprende Katrina.

—Kat... Por favor tranquilízate.

—Antonia intentó suicidarse, ¿Crees que es algo por lo que deba estar tranquila? —me rebate de inmediato.

Miro de reojo a Júpiter, quién observa el cuarto de Antonia cada tanto.

—¿Puedes reprocharme luego? Antonia puede escucharte y no es buena idea que...

—Bien —murmura a regañadientes, interrumpiéndome.

—Creo que la vía regular está tardando demasiado, y el tiempo de espera se nos ha reducido a la mitad con lo que acaba de hacer Antonia.

—Maldonado no puede tener las prótesis antes de un mes, eso deberías tenerlo claro, Felipe —Kat enarca una ceja y me mira atentamente.

—Pues no, pero en ese mes hay que conseguir el resto de autorizaciones que hagan falta para concretar la operación de Antonia.

—¿Estás diciendo que en menos de un mes hay que conseguir la autorización del jefe de clínica y la de otro cirujano?

—Es exactamente eso lo que estoy diciendo.

—¿Por fin vas a dejar de rechazar mi ayuda, Echeverría? —comenta Kat con sorna.

—No me hace ninguna gracia tener que hacerlo, Santelices —le respondo en el mismo tono.

Júpiter y Bely se limitan a observarnos discutir.

—¿Qué es más urgente? ¿La autorización del jefe de la clínica o la del tercer cirujano?

—La del tercer cirujano.

—¿Ya tienes a alguien en mente?

—He tratado de contactarme con algunos, pero no he tenido éxito.

—¿Tiene acceso a la base de datos del ministerio?

—Nop —respondo negando con la cabeza.

—Bien. Hoy mismo te daré mis claves para que puedas buscar a algún cirujano que creas que es competente para la operación.

—De acuerdo —murmuro avergonzado.

—Bel, Jú, ¿Qué necesita Antonia exactamente?

—Tenemos que hablar con su psicólogo... Explicarle la situación y ver si le pueden subir la medicación.

—Chicas —les digo a todas—. Antonia más que nunca necesita estar en buena condición muscular. Por favor llévenla a las terapias y háganle los ejercicios que sean necesarios.

—Veremos cómo va todo de aquí a los próximos siete días. Iremos controlando el estado de Antonia, las gestiones y le diremos entonces.

Las chicas y yo asentimos con la cabeza.

—Ahora... Felipe, tengo que volver, ¿Puedes llevarme?

—P-por supuesto.

Me despido de Bely y Júpiter con un abrazo corto.

—Avísenme cualquier cosa respecto a Antonia. Vendré más tarde para ver cómo sigue, traten de no atosigarla con preguntas ni nada parecido. Está muy delicada —les digo antes de salir por la puerta, con Katrina detrás de mí.

Kat sube al auto por el asiento del copiloto y yo por el lado del conductor. Echo a andar el vehículo y conduzco para llegar al palacio de gobierno.

—¿Por qué no me dijiste nada cuando te pregunté? —me reprende luego de un minuto de silencio.

—Porque estaba pendiente de cómo estaba Antonia, no de contestar mensajes de texto.

—Entiendo, pero, ¿Qué te costaba decirme una vez controlada la situación? Me dejaste toda la maldita noche preocupada, apenas pegué ojo, maldita sea.

—Bien, bien... Ya entendí, tengo que mantenerte al tanto —murmuro.

—No me hables como si estuviera loca y trataras de calmar mis "ataques", ¿Acaso no crees que era normal que estuviera preocupada si, de la nada, nos enteramos que Antonia se ahogó en la tina y casi se muere? ¡¿Y encima que no fue accidental, sino un intento de suicidio?!

Respiro hondo y una presión extraña se instala en mi pecho. Puede que sea angustia, puede que sea preocupación, o puede que sea culpa.

—Lo siento, Kat —susurro con la voz rota.

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