XXIV

Felipe

—¿Aún no encuentras a un tercer cirujano que quiera sumarse a la operación? —me pregunta Katrina mientras lavo los platos y ella guarda las cosas en la alacena.

La he invitado a cenar a mi casa para celebrar que, finalmente, he conseguido a un profesional que fabrique las prótesis.

—No, y me preocupa, no quiero retrasar en exceso el asunto de Antonia porque, de por sí, la tramitación de la autorización del jefe de clínica se tarda una semana.

—Felipe, yo... —empieza a decir.

—No, no quiero que abuses de tus influencias para gestionar esto —la freno en seco—. Entiendo que tu intención sea buena, y no sabes cuánto lo aprecio, pero tengo que conseguir al tercer cirujano por mis méritos. Si se hace muy público que estás implicada, los opositores de tu gobierno podrían acusarte de corrupción.

—Tienes razón —me dice luego de pensarlo por unos segundos—, pero por favor avísame si necesitas algo, lo que sea. Antonia merece llevar la mejor vida posible.

—Bien —le respondo.

Unos segundos después, recibo una llamada entrante. Observo de reojo la pantalla y leo "Júpiter". ¿Qué habrá pasado?

—Kat, ¿Puedes contestar y ponerlo en altavoz, por favor? —le pregunto mientras termino de enjuagar los cubiertos.

Katrina contesta la llamada y activa el altavoz.

—¿Hola? ¿Felipe? —la voz de Júpiter suena muy angustiada.

—¿Jú? ¿Qué ha pasado? ¿Está todo bien? —pregunto cerrando la llave de agua y secándome las manos con el trapo de cocina.

—Es Antonia —dice casi sollozando.

—¿Qué le pasó? —le quito el celular de las manos a Kat y le saco el altavoz.

—Se ahogó en la tina y no responde, Felipe... ¡No responde! —grita perdiendo la razón.

—¡¿QUÉ?! —grito involuntariamente y respiro hondo— Júpiter, ¿Está respirando?

—¡NO, FELIPE, NO ESTÁ RESPIRANDO!

—Hazle respiración boca a boca, te juro por lo más sagrado que llego en cinco minutos. No cortes la llamada, voy para allá.

Pongo el celular en altavoz otra vez y le hago señas a Katrina para que salga conmigo de la casa y corremos al auto. Saco el vehículo del estacionamiento, cierro el portón a toda prisa y vuelvo a subir, para manejar como un condenado.

—Felipe, ¿Qué demonios está pasando? —me pregunta Katrina alarmada.

Le hago señas para que acerque el celular a mi boca.

—¿Cómo sigue, Jú? —le digo al teléfono.

—Aún no respira, Felipe —Júpiter está entrando en pánico; no me sirve que lo haga.

—¿Está Bely por ahí?

—Aquí estoy —oigo que dice a lo lejos.

—Bely, ¿Sabes hacer RCP?

—Más o menos.

—Júpiter, dale el celular a Bely.

—Aquí estoy —responde Bely una vez que tiene el celular en sus manos.

—El talón de una mano en el centro inferior del esternón, brazos siempre extendidos. Haz 5 ciclos de 30 compresiones y ve cómo reacciona... Y, por favor, no entres en pánico. Voy en camino.

—Sí, Felipe.

Oigo a Júpiter sollozar a lo lejos, Bely deja el celular en el suelo y comienza a hacer lo que le he pedido.

—Una vez termines eso, tómale el pulso. Ojalá del cuello.

—Okay —dice Bely mientras sigue haciendo RCP.

—¿Me puedes explicar qué mierda está pasando, Felipe? —murmura Katrina en tono de reproche.

—Antonia se ahogó en la tina.

—¿Qué? ¿Pero cómo? ¿Por qué?

—Kat, no tengo tiempo para preguntas ahora. Basta un minuto para determinar si Antonia vive o muere.

Dejo de hablar y sigo conduciendo cada vez más rápido.

—Aún no respira —me dice Bely después de terminar.

—Sigue haciéndolo —le ordeno—, llego en un minuto. Por favor, ábranme la puerta para entrar rápido.

—Jú, amor, ve a abrir la puerta —le dice a Júpiter.

Diviso a lo lejos la casa de Júpiter, acelero aún más y, cuando llego, freno casi de golpe.

—Kat, quédate aquí, ya vuelvo —es lo que alcanzo a decirle antes de salir del auto rápidamente y entrar sin saludar a nadie. Entro al baño; veo a Antonia en el suelo, desnuda sin conocimiento, y a Bely haciéndole RCP.

—¿Le tomaste el pulso como te pedí, Bely? —le pregunto al mismo tiempo que me arrodillo para quedar frente a ella.

—No le sentí nada, Felipe —dice Bely alejándose lo más posible de ella para darme espacio.

—Mierda —mascullo entre dientes y pongo mi dedo índice y medio en su arteria carótida.

Todavía tiene pulso... Casi imperceptible, pero lo tiene. Maldita sea, aún está viva.

Tapo su boca y le hago respiración nariz-boca unas 10 veces; hago RCP nuevamente, pero Antonia no se mueve ni un centímetro.

—Vamos, Antonia... —murmuro mientras comprimo su pecho— No sobreviviste al golpe de estado de Niribia para terminar desnuda y muerta en un maldito baño.

Su cuerpo sigue sin reaccionar, recurro a la respiración boca a boca. Estoy empezando a desesperarme.

—Tú puedes, cariño —le digo entre cada respiración—, hazlo por Max.

La oigo toser luego de unos treinta segundos y la pongo rápidamente de costado. Antonia tose algo de agua y trata de abrir los ojos.

—Shhh —acaricio su cabello con suavidad—, tranquila... Estás aquí...

—¿Max? —murmura con una voz apenas audible— ¿Lo logré?

Frunzo el ceño y, en cosa de un segundo, entiendo lo que ha pasado.

Antonia intentaba suicidarse. Su asfixia en la tina fue intencional.

—I-iré por una manta —dice Júpiter y sale de la puerta del baño.

Antonia sigue tosiendo agua y hace esfuerzos para vomitar. Júpiter llega con una manta y envuelvo su cuerpo en ella. La cargo en mis brazos con mucho cuidado y la llevo a su cuarto. 

Bely abre la cama de Antonia, le quito la manta y la recuesto.

—M-Max... —murmura con los ojos cerrados— No te vayas...

Suspiro y salgo de la casa de Júpiter para ir al auto.

—¿Cómo está? —dice Kat al verme.

—Logramos reanimarla. Me voy a quedar aquí con ella, Kat...—murmuro cabizbajo y le extiendo las llaves de mi auto—, por lo menos hasta que reaccione. Llévate mi auto hasta tu casa, creo que me quedaré a dormir.

—Bien —dice recibiendo las llaves—, mantenme al tanto de su estado.

—Lo haré, lo prometo.

Regreso a la casa y voy directo al cuarto de Antonia. Júpiter la cubre con las mantas.

—La dejé sola unos minutos —murmura en un sollozo—, unos miserables minutos... Me pidió bañarse sola...

—No fue tu culpa, Jú, y lo sabes... No tienes por qué culparte de esto... Antonia no está bien —susurro en respuesta.

Júpiter me mira y abro mis brazos; ella se acerca a mí y nos fundimos en un abrazo sincero y profundo.

—Me muero si le pasa algo, Felipe, maldita sea —susurra sin dejar de llorar.

—Solo hay que esperar a que despierte y ver si quedó con secuelas de algún tipo, hay que tener paciencia.

—Hay que hablar con su psicólogo y contarle lo que pasó... —dice Bely desde la puerta.

—Seguramente le van a subir la dosis de psicotrópicos —comento—, y les va a recomendar que no la dejen sola.

Nos quedamos los tres con Antonia, esperando a que despierte. Sigue desvariando con Max cada cierto tiempo, lo que me lleva a preguntarme qué tan fuerte fue la conexión entre ellos dos, si solo se conocieron unas semanas.

—Puedes irte a casa, yo me voy a quedar con ella —dice Júpiter luego de un par de horas.

—Jú, ve a descansar, yo me quedo, no te preocupes —le respondo.

—Amor, Felipe tiene razón, necesitas descansar —dice Bely abrazándola por la cintura—. Antonia no se va a mover de aquí, tú tranquila, Felipe sabrá que hacer.

Júpiter lo medita un minuto y se va con Bely de la mano, cuidándose de cerrar la puerta al salir.

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