XLVII
Antonia
—Déjame sola —escucho un eco distorsionado proveniente del mausoleo, lo que me hace mirar.
—¿Estás segura? —creo que dice Felipe.
—Maldita sea, déjame sola de una puta vez —oigo decir a Bely bastante cansada y frustrada.
Dejo de mirar el mausoleo y, al par de minutos, Felipe está sentándose en una banqueta cerca de mí.
—¿Cómo te sientes? —se limita a preguntar luego de un largo suspiro.
—¿Y tú? —pregunto de vuelta, solo para generar conversación y evitar el tener que responder una pregunta que es tan dolorosa.
—No sé qué decir al respecto, Antonia —empieza a explicarse con los codos apoyados en las rodillas y mirando al suelo—, porque realmente no la conocí tanto como ustedes... Pero sí puedo decir que me duele mucho, porque no pude salvarla, porque era una mujer maravillosa y no merecía morir de esta forma, ¿Entiendes?
Me quedo callada unos segundos procesando su respuesta. Es bastante humana, creo, pero no es realmente lo que quería preguntarle, y no lo comprendo hasta que lo oigo hablar.
—Me tiene frustrado el no haber podido hacer nada para salvarla.
Respiro hondo. No quiero hablar de Júpiter con Felipe. Solo tengo una cosa que preguntarle y me da un miedo terrible hacerlo.
—¿Puedo preguntarte algo sin que me cambies el tema? —le digo mientras intento armarme de valor.
—¿Qué ocurre? —me pregunta de vuelta mirándome con expresión neutral.
Vuelvo a respirar hondo. Felipe me mira atentamente. Es ahora o nunca, Antonia.
—Mira... —empiezo a murmurar con timidez.
Empiezo a juguetear con mis manos, y estoy segura que él lo nota.
—Vamos, Antonia —me anima con un amago de sonrisa—, ¿Qué ocurre?
—Katrina y-ya... —murmuro intentando quitarme los nervios— me ha contado algunos pormenores respecto a la cirugía que quieren hacerme y pues... Ya sabes...
—¿Qué quieres saber exactamente, Antonia? —insiste, esta vez con el ceño fruncido y mirándome fijamente.
—Quiero saber cómo va eso.
—Estamos en conversaciones con el tercer cirujano para ver si está dispuesto a unirse a la cirugía. Mañana nos dará la respuesta definitiva y, si dice que sí, iremos de inmediato con el jefe de clínica para solicitar la autorización.
Se me acelera un poco el corazón con la respuesta. ¿Realmente existirá alguna posibilidad de dejar la silla de ruedas?
—No quiero que te hagas ilusiones ni expectativas, Antonia —dice a modo de prevención al ver mi reacción—. No quiero que creas que sí o sí vas a volver a caminar, ¿De acuerdo? Estamos haciendo todo lo humanamente posible para intentar reconstruir tu columna, pero no quiero que te desilusiones si algo sale mal con esto.
—Felipe, no puedes pedirme eso ahora —murmuro intentando mantener mi expresión neutral lo más que puedo—. No pueden decirme que están arreglando el asunto de la cirugía con Katrina, que están viendo el tema con el cirujano y luego pedirme que no me ilusione, ¿Es que acaso no es lógico?
—Es por eso que no queríamos decirte, Antonia —me dice con voz firme—, porque no queríamos que te hicieras ilusiones que podrían ser falsas si la cirugía no resulta tal y como esperamos que lo haga.
—Pero...
—No, Antonia —me interrumpe—, no quiero seguir hablando del tema contigo.
—Felipe... —murmuro con el ceño fruncido.
—Sé que te dije que no te cambiaría el tema si me preguntabas, pero creo que sabes demasiado, y eso no te hace bien.
Felipe se levanta y se aleja de mí, para ir a ver a Katrina.
—¿Por qué le dijiste a Antonia cómo iba lo de la cirugía? —escucho el tono de reproche de Felipe a lo lejos, lo que me hace sentir culpable por haberle preguntado.
—Ya lo sabía, Felipe, ¿Qué sentido tenía seguir ocultándole la información? Iba a seguir preguntando de todas formas. Teníamos que decirle —rebate ella en el mismo tono.
Me siento horrible escuchando la conversación, pero tampoco es como que estén disimulando demasiado.
—Katrina, no era el momento apropiado para decirle. Galaz ni siquiera nos ha dado el visto bueno, y tampoco sabemos lo que vaya a decir el jefe de clínica, en el caso que el cirujano diga que sí quiere sumarse a la cirugía —dice con lo que creo que es frustración.
—¿Y cuando lo era, según tú? —le recrimina ella.
—Si lo hubieras consultado conmigo antes, quizá podríamos haber acordado decirle juntos en algún momento.
—¿Consultarlo contigo? ¿Es una maldita broma? —rebate indignada— ¿Y cuándo sería ese momento? No quiero secretismos en esto y lo sabes.
—Permíteme recordarte que fuiste tú quien dijo que Antonia era una niña frágil, vulnerable e inestable y que ibas a hacer lo necesario para protegerla. Fuiste tú quien dijo que lo mejor era no decirle.
—No saques de contexto lo que te dije esa noche, Felipe.
—¿Sacar de contexto? —responde él con indignación— ¡¿Cómo podría sacar esto de contexto?!
—¡No dije que Antonia no pudiera...!
—Sí, lo dijiste —Felipe la interrumpe y se aleja de ella.
Me quedo unos segundos mirando a Katrina, quien se queda quieta y, un instante después, va detrás de él. Dejo de mirarla en cuanto escucho el sonido de sus tacones contra el pavimento. ¿Así es como me ve Felipe, Katrina y las demás? ¿Como una niña frágil que no tiene la capacidad de valerse por sí misma?
—No hagas caso —murmura Gaby poniendo una mano en mi hombro—. Nada de lo que están diciendo sobre ti es cierto.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto sin mirarla.
—No eres una niña inestable ni frágil, ni lo que sea que estás pensando. Solo estás sufriendo —me responde.
—No es solo eso, Gaby —susurro con tristeza.
—Sí, es sólo eso —Valito se une a nosotras—. Podrás recuperarte de esto, Antonia. Nos encargaremos personalmente de tu bienestar.
—¿Cómo? —murmuro.
—Ya encontraremos la forma. Por lo pronto, todas tenemos que reanudar nuestras terapias con el psicólogo, y hay que ayudar a Bely... Me preocupa.
—Se ha mantenido ebria todos estos días —comento mirando al suelo.
—¿Qué? —siento la mirada de Gaby sobre mí— ¡¿Por qué mierda no me dijiste eso antes?!
—¿Tenía que hacerlo? —la miro extrañada.
—¡Por supuesto que tenías que decírmelo, Antonia! —me regaña— Bely te golpeó estando ebria, ¡¿Cómo se te ocurre no decirme nada de esto?!
—No estoy ebria, Antonia.
Todas miramos al mausoleo y vemos a Bely caminar hacia nosotras.
—Apestas a vodka, Bely —comenta Valito.
—Antonia se vendrá a mi casa —dice Gaby.
—Pero si tiene todas sus cosas en casa de Júpiter —rebate Bely arrastrando un poco las palabras.
—No pienso dejarla sola contigo, Bely, ya deberías tenerlo claro —la desafía ubicándose delante de mi silla.
—Hablas como si fuera a intentar matarla o algo así —Bely da un par de pasos hacia mí y Valito se ubica junto a Gaby.
—No fui yo quien la golpeó y la dejó en el suelo —Cam se une a la barrera, lo que ya no me permite ver a Bely.
—Háganse a un lado, maldición, no le haré nada —protesta Bely.
—¿Qué está pasando? —escucho la voz de Felipe por detrás de la barrera.
—Llévate a Antonia de aquí, luego te explico —dice Gaby.
—¡No se la van a llevar de aquí! ¡Se va conmigo a casa! —grita Bely.
Sin decir una palabra, Felipe rodea a las chicas y me saca fuera del cementerio. Bely trata de acercarse a mí, pero Cam es más rápida y la sujeta por los brazos.
—¡A dónde crees que vas, Bely!
—¡Suéltame ahora mismo, hija de perra! —grita ella intentando soltarse.
Felipe acelera la velocidad a la que empuja mi silla. Lo miro de reojo y se ve bastante alterado. Katrina lo está esperando en la entrada y, al verme con él, abre la boca de sorpresa.
—¿Qué pasó? —interroga Katrina con el ceño fruncido— ¿Dónde está el resto?
—Tengo que llevarme a Antonia a casa con urgencia —responde Felipe.
—¿Quieres que te acompañe? —le pregunta.
—Preferiría que te quedaras con las chicas hasta que las cosas se calmen.
—Bien.
Katrina se aleja para ir con el resto del grupo, mientras Felipe me sube al auto para llevarme a su casa.
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