XLI
Antonia
La llegada a casa resulta ser una de las más deprimentes. En cuanto llegamos a casa, Gaby toma el mando en la cocina junto con Cam para preparar la cena. Yo decido ayudar a pelar patatas para buscar algo que hacer y distraerme, pero Bely dice que no tiene hambre y se encierra en el cuarto de Júpiter casi de inmediato.
—¿Quieres que te llevemos la cena a la cama? —le pregunta Paloma a Bely desde la puerta del cuarto.
—Vete —es todo lo que Bely responde.
—¿Necesitas algo?
—Solo vete, maldita sea —le dice Bely de mala gana.
—Bien —Paloma cierra la puerta y se une a la cocina con nosotras.
Gaby deja en mis piernas un recipiente con patatas y un cuchillo, bajo la atenta mirada de Paloma.
—No la molestemos —le digo sin dejar de mirar el recipiente en mi regazo—. Seguro cuando tenga hambre o quiera algo, vendrá, no te preocupes.
—Intentaré pasar más seguido por aquí, ¿Te parece bien, Antonia? —pregunta Gaby sacando vegetales del refrigerador.
—No quisiera que descuides tu casa, tampoco —le comento mientras pelo una patata.
—No es ningún problema, cariño. Creo que Bely va a necesitar ayuda de todas formas —me dice cariñosamente.
—Podemos turnarnos para venir y reunirnos a comer los fines de semana —comenta Paloma desde la puerta de la cocina—. Creo que Bely necesita ayuda... Y mucha.
—Es verdad —dice Cam—. Bely va a necesitar ayuda, no creo que pueda hacerse cargo sola de todo, al menos por ahora.
Bajo la cabeza en respuesta y me limito a pelar patatas, tratando de pensar que lo hacen con la mejor de las intenciones y quitarme de la cabeza el hecho de que soy un estorbo y que Júpiter se ha ido por mi culpa.
—No, no, Antonia, no pienses nada malo, ¿Sí? —se apresura a decir Cam en cuanto ve mi reacción.
—No he pensado nada —le respondo intentando terminar con la conversación.
—No quiero que pienses, en caso alguno, que eres un estorbo. Con "hacerse cargo de todo" quiero decir...
—Sé lo que quisiste decir —la interrumpo con la voz más neutral que me es posible sin dejar de mirar el cuchillo—. No te preocupes.
Por unos segundos, todavía siento la mirada de Gaby sobre mí, pero luego se aleja en silencio a hacer sus cosas. El resto del tiempo, Gaby está afanada con los vegetales, yo con las patatas, Cam con la carne y, las chicas que no están cocinando, están preparando la mesa para cenar.
Para los siguientes cuarenta y cinco minutos, estamos todas sentadas en la mesa comiendo patatas fritas con carne y vegetales a un lado. Ninguna se atreve a formar algún tipo de conversación en la mesa, pero, ¿De qué podríamos conversar? Todas estamos bastante calladas e introvertidas con la muerte de Júpiter.
—Está delicioso —comento solo para intentar que el silencio no se vuelva un infierno.
—Es cierto —dice Valito probando la carne—, está delicioso.
El silencio vuelve a reinar y nos miramos unas a otras con incomodidad.
—Al diablo, ¿Qué creen que diga la autopsia de Júpiter? —pregunta Gaby bebiendo un sorbo de agua.
Me toma tan de sorpresa que me atoro sin querer con una patata.
—¡Mierda! Antonia, perdóname, ¡No pensé que reaccionarías así! —ella se levanta rápidamente de la mesa y me ayuda.
—Tr-tranquila, solo me tomó... Desprevenida tu pregunta —comento tosiendo un par de veces.
—¿Ya estás bien? —me pregunta.
—Sí, lo estoy, no te preocupes —respondo bebiendo un sorbo de agua.
Gaby vuelve a la mesa y las chicas dejan de mirarme cuando vuelvo a comer. La tensión desaparece un poco, pero la pregunta de Gaby sigue dando vueltas en el aire, sin que ninguna se atreva a responderla.
—No sé qué tanto pueda decir la autopsia que no sepamos ya —comento una vez que me termino de reponer de la impresión, para acabar con el silencio que, una vez más, comienza a hacerse insoportable.
—Claramente va a salir a la luz lo de la hipotermia —dice Paloma.
—Estoy tan abrumada que no sé qué pensar al respecto —le respondo.
—Podrían empezar por dejar de especular sobre su maldita muerte por un minuto, si fueran tan amables.
Todas dirigimos la mirada hacia el origen de la voz. Bely está hecha una furia en la entrada del comedor.
—Bely, nosotras... No quisimos... Ya sabes... —empieza a decir Gaby, pero Bely enfurece todavía más.
—Júpiter acaba de morir, y siento su perfume en cada lugar de esta casa todavía, ¿Podrían tener respeto por su memoria y no hablar de esta mierda ahora? Si quieren saciar sus malditas ansias de morbo háganlo afuera, o donde yo no pueda escucharlas. Me repugnan —nos reprocha con furia y vuelve a su cuarto.
Me quedo paralizada en la silla sin saber qué hacer. De pronto se me ha quitado el hambre y salgo al patio de atrás de la casa.
—No has terminado tu comida, ¿Estás bien? —me pregunta Valito.
—N-no lo sé —comento mirando un pequeño árbol de cerezo que Júpiter plantó cuando me dieron de alta del hospital.
—Estás muy callada, cariño —responde sentándose en la banquita junto al cerezo—, sabes que puedes contarme a mí o a las chicas lo que sea... No te juzgaremos.
—Lo sé —susurro después de respirar hondo.
—Vamos, cariño, dímelo.
—Me es imposible no pensar que lo que pasó no sea mi culpa... No solo lo de Júpiter, sino que... Todo, ¿Entiendes?
—Antonia... —murmura Valito.
—D-déjame terminar —la interrumpo—. Sé que ustedes se empeñan en hacerme entender que no es mi culpa, sé que intentan hacer lo que más pueden, pero... Objetivamente cualquier cosa que hago es... Quiero decir... Cualquier cosa que haga, buena o mala, repercute en todo el grupo, y me encantaría que no fuera así.
—Todo lo que hacemos repercute en el grupo, cariño, no solo las cosas que...
—Pero Valito —la miro con los ojos inundados en lágrimas—... ¿Cómo quieres que...? Fui la líder de la operación que acabó con Max y con la vida de la mitad de nosotras.
—Esas muertes no las provocaste tú... Todas tomamos la decisión de ir al combate, aún sabiendo que no era cien por ciento seguro que saliéramos todas con vida de allí... Max tomó la decisión de morir allí, porque sabía mejor que nadie que, de todas formas, no lograría salir con vida... Y en cuanto a lo de Júpiter... No tengo cómo saber las circunstancias exactas de su muerte, pero... Estoy segura que no es tu culpa... Ni de ninguna de nosotras... Y jamás lo será, ¿Entiendes? No es tu culpa que haya gente inescrupulosa allá afuera dispuesta a lo que sea por hacernos daño.
Me limito a mirarla, dejando que las lágrimas hagan lo suyo, y Valito me abraza con fuerza.
—Estoy segura de que, si de ti dependiera, hubieras arriesgado hasta tu vida para que ninguna hubiera muerto —susurra en mi oído, lo que me hace sollozar—. No eres un monstruo, cariño... Eres una heroína fuerte... Una sobreviviente... Y tienes que empezar a tomar las riendas de tu vida, comenzar a empoderarte de tu destino... Si sigues con esta mentalidad, vivirás el resto de tus días pensando que todo pasó por tu culpa y tendrás miedo de actuar, miedo de hacer cosas... Y no destruimos la dictadura de Echeverría para que sigas viviendo con miedo.
Asiento con la cabeza y ella me abraza más fuerte.
—Te quiero, Antonia.
—Y yo a ti —murmuro en medio de mi llanto.
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