V
Júpiter
Me levanto a las diez de la mañana y pongo el hervidor para preparar café. Siento ruidos que provienen de la habitación de Antonia. Seguramente es ella sentándose en la silla para desayunar. Pienso en ir a ayudarla, pero claramente me mandará a freír espárragos, así que opto por poner la mesa para el desayuno y tener paciencia. Al par de minutos escucho el empujón de la puerta y Antonia llega a la cocina.
—Buenos días —dice Antonia.
—Buenos días, preciosa —le sonrío de vuelta—, ¿Cómo dormiste?
—Tengo algo que contarte, Jú —me responde sin rodeos.
—¿Qué ocurre? —le digo sin dejar de sonreír.
—Felipe me ha llamado anoche...
—¿Y qué le has dicho? —enarco una ceja y la miro fijamente.
—Me ha dicho que quiere que nos reunamos, y le he dicho que tiene que ser aquí... en casa.
—¡¿QUE HICISTE QUÉ?! —la reprendo de inmediato— Antonia, te juro que entiendo que esta es tanto tu casa como mía, ¡Pero no puedes invitar a cualquier pelafustán sin preguntarme primero!
—¡¿Crees que no lo sé?! ¡¿Y qué tal si realmente es el hermano de Max?! ¡¡No puedo dejarlo así simplemente y hacer de cuenta que no pasó!! —me reclama.
—¡Demonios, Antonia! —refunfuño.
—¡Por favor, Jú! —me ruega.
—No lo sé, Anto, ¿Y si quiere hacerte daño o algo así? Me pone realmente intranquilla que te pase algo.
—Por eso mismo le pedí que fuera en tu casa, pueden estar las demás, si quieren, no lo sé, no quería estar sola con él, sobre todo si no lo conozco.
Me quedo callada y Antonia sigue mirándome.
—Estás enojada, ¿Verdad? —me pregunta con los ojos llorosos.
—Claro que no, bebé, ven aquí —le digo.
Me arrodillo para quedar a su altura y la abrazo. Antonia está muy afectada con lo que ha pasado en los últimos 6 meses, y no puedo dejar que cualquier imbécil se aproveche de su susceptibilidad. Tengo que protegerla a como dé lugar.
—Bien, si te sientes intranquila con la idea, es tan simple como decirle que no venga hasta que estés lista. Lo entiendes, ¿Verdad? —le pregunto.
—Jú, debo hacer esto, Max no me perdonaría que no le contara la historia, sobre todo si es muy probable que realmente sea su hermano.
—¿Estás segura? —le pregunto.
—Completamente.
—Bien, lo conversaré con las chicas, y estarán todas aquí si tú quieres. En cuanto te sientas incómoda no dudes en decírmelo. Si quieres que se vaya, ten por seguro que lo echaré a patadas de aquí.
—Gracias, Jú, eres la mejor —me sonríe con mucha ilusión.
—¿En cuánto tiempo llegará ese sujeto? —le pregunto.
—Dijo que estaría aquí en una hora.
—Bien, llamaré a las chicas para hablar con ellas antes de que llegue. ¿Necesitas que te ayude en algo?
—No, Jú, tranquila, puedo apañármelas sola esta vez.
—Bien, cualquier cosa me avisas —le sonrío.
Antonia se va a su cuarto y yo a la cocina. Pongo el hervidor mientras llamo a Bely y le pido que pase a buscar a las chicas a sus casas para que vengan inmediatamente, que es importante. En cuanto corto la llamada, pongo la mesa, las tazas para todas y para el supuesto hermano de Max. Cada vez se me hace más difícil creer en la idea de que él tenga un hermano.
A los pocos minutos escucho un estruendo que viene del cuarto de Antonia, voy a la puerta y la abro.
—Jú, tranquila —me dice desde el suelo—, todo está bien, lo juro.
—¡Antonia! —corro de inmediato a levantarla y ponerla de nuevo en su silla— ¿Estás bien?
—Sí, solo buscaba algo que ponerme y me caí de la silla, pero todo está bien.
—¿Quieres que te ayude?
—No, Jú. Vete, puedo hacerlo.
—De acuerdo —murmuro mientras me voy de su cuarto y cierro la puerta.
Trato de no interferir mucho con sus cosas, porque sé que necesita autonomía, pero se me hace difícil no sentir compasión por ella, porque está en una silla de ruedas y todavía no termina de asumir su situación.
Suena una bocina fuera de la casa y me acerco a la puerta. Las chicas se bajan del auto y corren a abrazarme. La última en bajar del auto es Bely. Activa la alarma del auto, me abraza y me besa.
—¿Fui lo suficientemente rápida? —me pregunta.
—Eres la mejor, cielo —le sonrío.
Todas se sientan en la sala de estar y las miro.
—Bien, ¿Qué ocurrió? —pregunta Cam— Bely solo nos dijo que teníamos que correr.
—Algunas estábamos en pijama, chicas, ¿Realmente era una emergencia? —reclama Paloma.
—Bien, lo que ocurre es que el supuesto hermano de Max vendrá a casa.
Por un segundo, ninguna pronuncia palabra.
—¡¿Qué?! —grita Isi— ¡¿Cómo?! Dime qué es una maldita broma de mal gusto.
—Antonia dijo que necesitaba reunirse con él para contarle lo que sabe sobre Max, y no quería quedarse sola con ese tipo, así que necesito que estén todas aquí para apoyar a Antonia.
—Demonios, no sé si sea buena idea que estemos todas —murmura Bely.
—Tenemos que estar aquí para apoyar a Antonia, es lo menos que podemos hacer por ella, ¿No lo creen así? —responde Clarita.
Todas asienten con la cabeza. Antonia sale de su cuarto, con un lindo vestido rojo puesto y con las zapatillas y los calcetines en el regazo.
—Hola chicas, ¿Alguna puede ayudarme con esto? —murmura Antonia con vergüenza.
—Por supuesto, corazón —sonríe Bely mientras se levanta del sillón.
Bely le pone los calcetines y las zapatillas con mucho cariño y le da un beso en la frente cuando termina. Antonia se ve un poco incómoda con ese gesto.
—¿Estás bien? —le pregunta Gaby.
—Estoy bien —responde Antonia sin demasiado convencimiento.
—¿Segura?
—Sí, segura —responde sin intentar sonar amable.
Le hago un gesto a Gaby para que no siga insistiendo, antes de que Antonia se mosquee. Luego de una agradable conversación, suena otra bocina desde afuera y me acerco a la ventana. Ese debe ser Felipe. Antonia se mueve rápidamente en su silla y le abro la puerta. Todas nos ubicamos detrás de Antonia y observamos al hombre alto que baja del auto y se acerca a nosotras.
—Es igualito —dice Gaby.
—Creo que lo guapo es de familia, chicas —comenta Cam.
—¿Es en serio? —las regaña Bely.
—Hola... Júpiter, ¿Verdad? —me pregunta con amabilidad.
—Esa soy yo —le digo apartándome para que entre.
Antonia se mueve para dejarlo entrar, junto con el resto de las chicas. Felipe observa a su alrededor y mira a Antonia.
—¿Como estás, Antonia?
—Estoy bien, ¿Y tú?
—Bien, muchas gracias.
Se arma un silencio un tanto incómodo. Las chicas no dejan de mirar al hermano de Max, y Bely no deja de mirarme. No sé realmente qué hacer.
—¿Podemos pasar a la mesa? —dice Bely— Siéntense, yo serviré el café. Júpiter, amor, ¿Puedes venir a la cocina conmigo?
—Cl-claro —murmuro mientras sigo a Bely hasta la cocina.
—Creo que no me queda ninguna duda de que ese sujeto es realmente su hermano, ¿Has visto cuánto se parecen? —me dice con sorpresa.
—Vaya, creo que esta vez sí he notado el parecido —le respondo ensimismada—, el hervidor está sobre la encimera, yo llevo las galletas a la mesa.
—De acuerdo —dice Bely saliendo de la cocina con el hervidor en la mano.
Bien, Júpiter. Tu misión es una sola; proteger a Antonia pase lo que pase.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top