LVI

Antonia

El grito de las chicas me hace volver a entrar en la casa para ver qué demonios ocurre.

Gaby y Cam están de rodillas frente a la televisión, el resto del grupo están sentadas en los sillones. Todas se ven aterradas, llorando. Miro la televisión y veo al jefe de brigada declarar sobre la detención de Bely.

-¡¿La detuvieron?! -grita Gaby desesperada.

-¡No, se entregó! ¡Se entregó a la policía, eso está diciendo, maldita sea! -la corrige Cam, en el mismo tono luego de unos segundos de escuchar la declaración del jefe de brigada.

Me quedo en shock observando la televisión. Respiro hondo un par de veces. Haber sabido con antelación lo que iba a hacer Bely calma un poco la desesperación, pero no calma el dolor y la frustración que siento ahora mismo. Cierro los ojos por un par de segundos y dejo salir un sollozo.

-¿Tú lo sabías? -me pregunta Valito desde el sillón.

Ignoro su pregunta y me quedo mirando la televisión con lágrimas deslizándose por mis mejillas.

-¿Qué? -dice Gaby, quien me dirige la mirada- ¿Tú lo sabías, Antonia?

Ignoro a Gaby y Cam se acerca a mí, me quita el celular del regazo y lo revisa para, luego de unos segundos, enrostrarme las llamadas entrantes.

-Tiene una llamada de Felipe muy reciente -dice, y solo entonces salgo de mi estado de shock.

-¡Lo sabías! -grita Gaby en tono de reproche- ¡Y el traidor de Felipe también!

-¡Por supuesto que lo sabía! -le grito desesperada- ¡Claro que sí lo sabía! ¿Pero de qué servía que lo supieran ustedes también?

-¡Pudimos hacer algo para detenerla, Antonia! -me reclama, lo que me produce un asco profundo.

¿Ahora se le ocurrió cambiar el discurso?

-¿En serio, Gaby? -la reprocho en tono mordaz- ¿En serio habrías tratado de detenerla de hacer lo que hizo?

-¡Por supuesto! -me grita de vuelta con indignación- ¡No soy un monstruo, maldición!

-¿No lo eres, Gaby? -vuelvo a preguntar en el mismo tono.

-¿Qué demonios quieres decir? -me pregunta con el ceño fruncido y una voz muy baja, pero no por eso menos asertiva.

-¿Acaso no fuiste tú quien dijo que lo mejor era mantener a Bely lejos de mí? -expreso arrugando la frente e increpándola con la mirada.

-No es lo mismo decir eso a que sea lo mejor que esté detenida, Antonia -me responde inmediatamente-. Son cosas completamente diferentes. Lo que dijimos fue claramente por tu seguridad. Que tú lo hayas sacado de contexto es otra cosa.

-¿Acaso no te dije que Bely no era una amenaza y tú dijiste que yo no tenía idea de eso y que, si me hizo daño a mí, era capaz de hacerle daño a alguien más? ¿Que no metiera las manos al fuego por ella?

-Antonia... -empieza a susurrar, pero no estoy dispuesta a escuchar sus argumentos.

-No, Gaby -la interrumpo-. No tienes derecho a llorar ahora porque está detenida, si hace cinco minutos dijiste que lo mejor era mantenerla lejos.

Gaby jadea de sorpresa y el resto la imita, como si mi reacción fuera totalmente inesperada, como si realmente sintieran indignación por lo que les digo.

-Ninguna de ustedes tiene el derecho de llorar su detención, porque todas ustedes criticaron a Bely y la juzgaron por llevar su luto de la forma que lo estaba haciendo, ¡Ustedes, con su actitud de mierda, provocaron que se escapara e hiciera lo que hizo! ¡Y adivinen qué! ¡Fue en defensa propia!

-¡¿Cómo sabes que fue en defensa propia?! -me pregunta Cam.

-Porque Felipe me lo confirmó.

-¿Y por qué la entregó si fue en defensa propia, entonces? -me increpa.

-No la entregó Felipe, ella se entregó por sí misma. Y piensen por un maldito segundo. Si se quedaba allí esperando que la encontraran, moriría. Tenía que irse de allí para atender sus lesiones, y si daban con el lugar, de todas formas la vincularían a ella porque estaban sus huellas allí e iban a acusarla por asesinato. Si no se entregaba y la encontraban por las malas, no tendría ninguna atenuante a su favor como la de colaboración sustancial con la justicia... Y ya saben cómo es el sistema judicial en Niribia, o te vas a libre o te vas muerto.

Frunzo el ceño al percatarme de que les estoy informando del estado de Bely, siendo que no se lo merecen.

-Como sea -resoplo luego de unos segundos-. Más les vale que no las vea llorando por Bely, porque si es así, me voy de esta casa inmediatamente.

-¡No puedes irte de esta casa así como así! -me grita Gaby- ¡Nos necesitas!

-Obsérvame -enarco una ceja y le mantengo la mirada.

-N-no te vayas -susurra Paloma-, por favor discúlpanos.

-No te disculpes conmigo, discúlpate con Bely por haberla orillado a la situación en la que está.

Sin decir una palabra más, me voy a mi cuarto, cierro la puerta y abro los cajones de mi armario, para tirar mi ropa sobre la cama. Gaby abre la puerta y me observa desde la entrada.

-¿Qué demonios crees que haces? -me increpa.

-Tráeme una maleta -digo sin mirarla mientras sigo tirando mi ropa-, me voy de aquí.

-¡No pienso hacer eso, Antonia! -me increpa.

-Me voy a ir de todas formas, con maleta o no -digo esta vez mirándola-. Me cansé, Gaby, me cansé y no puedo más. Primero dices que hay que ayudar a Bely, que necesita toda la ayuda posible, que estarás más presente en casa para que ella pueda recuperarse y pueda vivir su luto. Luego, dices que Bely es peligrosa y que, lo mejor, es mantenerla lejos de mí, ¿Y ahora lloras porque Bely se entregó a la policía? No lo entiendo, y no quiero seguir intentando entender qué mierda es lo que pasa por tu cabeza.

-Antonia, yo... De verdad lo siento -susurra con un hilo de voz.

-Ya no me vale, Gaby -murmuro con tristeza-, no me vale. Lo único que Bely necesitaba era amor, contención, un grupo que estuviera allí para ella tal y como estuvieron y están para mí... Y ahora mírala... En un calabozo esperando un traslado a una cárcel por matar a dos hombres en defensa propia.

-Chicas -Cam entra a la habitación de repente-, no quiero interrumpir su pelea o lo que sea, pero Katrina está afuera.

-¿Qué? -Gaby se voltea y corre fuera de la habitación en dirección a la entrada.

Salgo de la habitación y la puerta de entrada está abierta de par en par. Katrina entra corriendo, llorando a todo trapo, con el maquillaje corrido y, al parecer, desesperada.

-Kat, ¿Qué ocurre? -le pregunto con el ceño fruncido.

-¡Felipe acaba de tener un accidente en el auto! -me grita.

-¿Qué? -pregunto en un jadeo.

Felipe... No, Felipe no pudo haber tenido un accidente, ¡No! ¡Maldita sea!

-¿Cómo está? -pregunta Gaby

-L-lo v-van a trasladar a la c-clínica de Niribia, eso me dijo la ambulancia -alcanzo a entender entre todos sus sollozos-. P-por f-favor, acompáñenme, no puedo ir allí sola. No tengo ni puta idea de cómo está, de cómo fue el accidente o si se va a salvar, ¡Maldita sea, si Felipe se va yo...!

-Por supuesto, Kat, no te preocupes -me apresuro a decir-. Chicas, al auto, ahora.

Sin perder un segundo, todas subimos al auto de Katrina y vamos al hospital. Entro nuevamente en estado de shock durante el trayecto.

Han pasado tantas cosas que me cuesta mucho trabajo digerirlas. Casi no me doy cuenta de cuando llegamos al hospital.

Para cuando me recupero, estamos nuevamente en la sala de espera, aguardando a que nos digan a qué sala han trasladado a Felipe. Los recuerdos de la muerte de Júpiter se instalan en mi cabeza y respiro hondo, una y otra vez.

-¿Estás bien, Antonia? -me pregunta Cam.

Asiento con la cabeza y sigo respirando. Es lo único que puedo controlar ahora mismo.

-Lo lamento, solo familiares -oigo que dice el enfermero, y dirijo la mirada al mesón.

-No tiene familiares vivos, señor, por favor -responde Katrina desesperada por obtener información-. Soy su novia, ¿Podría dejarme verlo, por favor?

¿Qué? ¿Katrina y Felipe son novios?

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