LIX
Antonia
—Bueno —dice Felipe mientras las chicas terminan de sentarse en la mesa—, no es una celebración ni nada parecido, pero preparé esta pequeña cena, en primer lugar, porque quiero darle las gracias a cada una de ustedes, chicas.
Veo a mi alrededor y llego a la conclusión de que la cena no tiene nada de pequeña. Estamos invitadas todas las chicas del grupo, incluyendo Katrina y Rodrigo. La mesa está llena de comida de todo tipo. Carne, vegetales, puré de patatas, patatas fritas, carne de soya, aderezos, vino, agua, gaseosa. Hay para todos los gustos, creo que Felipe está pecando de modesto.
—¿Por qué las gracias? —pregunta Valito con el ceño fruncido.
—Por haberme abierto las puertas de su grupo —dice en voz alta para que todas escuchemos—, por darme la confianza de estar en sus vidas y poder ayudarlas, por haberme recibido como lo hicieron, por confiar en mí. No tenían ninguna obligación, era muy legítimo que me alejaran por ser hijo de Echeverría, y les agradezco de todo corazón poder ser su amigo.
—Felipe —sonríe Gaby emocionada—, no necesitas darnos las gracias. Eres más que bienvenido en nuestras filas, has sido un gran aporte en la vida de todas, y créeme que sin ti, todo hubiese sido muchísimo más difícil.
—Las gracias tenemos que dártelas nosotras —comenta Cam—, por preocuparte siempre de nosotras y de nuestro bienestar.
—Por cuidar a Antonia tanto como lo hacemos nosotras —continúa Valito—, por mover cielo, mar y tierra para cambiar su destino.
Felipe sonríe unos segundos antes de seguir hablando.
—También quiero darle las gracias a Katrina y a Rodrigo —dice esta vez mirándolos a ellos—, porque juntos hemos logrado muchas cosas, y sin ellos, ni siquiera sería posible la idea de una cirugía para Antonia.
—Felipe, cariño —susurra Katrina conmovida, mirándolo con gran devoción.
Sacudo mi cabeza casi imperceptiblemente al recordar que escuché claramente de la boca de Katrina que son novios, y una emoción que no logro explicar se instala en mi garganta. Se siente como una presión que no me permite hablar, algo así como un nudo. Frunzo el ceño con la incomodidad e intento que nadie lo note.
—¿Estás bien? —me susurra Paloma.
—S-sí —murmuro en un hilo de voz mirando mis manos, completamente avergonzada.
—Ay, maldito bastardo, ya te pusiste cursi —se queja Rodrigo fastidiado, y Felipe ríe, lo que me ayuda a distraer mi mente de la incomodidad.
Imagino que tienen ese tipo de bromas entre amigos, así que no comento nada respecto de lo que ha dicho Rodrigo.
—Y espero de todo corazón que el jefe de clínica dé su autorización mañana, para seguir avanzando —sigue diciendo Felipe.
—Lo hará —comenta Rodrigo con entusiasmo—, estoy seguro que lo hará. Tienes excelentes profesionales en tus filas.
—Y tienes todo un equipo que te apoya —dice Katrina tomando una de sus manos.
Le quito la mirada a Katrina y la incomodidad vuelve a instalarse en mi garganta.
—Antonia, cariño —dice Kat—, ¿Tienes algo que decir?
Miro a mi alrededor y todos me observan atentamente, esperando que diga algo. Es imposible que pase desapercibida, ¿Cómo se supone que diga nada, si en parte, todo esto es por mí?
—Amm —murmuro nerviosa—... Bueno... Yo...
Las chicas siguen mirándome.
—¿Estás bien? —me pregunta Gaby.
—¿Te traigo un poco de agua? —me pregunta Felipe.
—N-no —digo apresuradamente en un tono más alto del que quisiera—, no es necesario, quiero decir...
Carraspeo un par de veces y siento mi frente sudorosa. Mierda, odio esta incomodidad.
—Si no quieres hablar, lo entendemos, Antonia —dice Katrina con una sonrisa.
Mierda.
—Qu-quiero hablar —logro decir finalmente—, solo denme un minuto para reunir mis ideas.
Por los dos minutos que trato de pensar en qué decir, la gente en la mesa sirve sus platos con comida en silencio casi absoluto. Solo se escucha el sonido de los cubiertos, los platos y los murmullos de "pásame esto" o "pásame aquello, por favor". Para cuando me calmo, pongo mis manos frente a mí.
—En primer lugar, quiero agradecer a tres personas que no están con nosotros, pero que deberían estar en esta mesa —digo con algo de indecisión, pero en voz alta, lo que hace que todos me miren—. A Max porque me salvó la vida en todas las formas posibles, a Bely y a Júpiter, por arrastrarme de los brazos para sacarme de la cárcel, aún sabiendo que estaban arriesgando su vida para salvar la mía, y aún sabiendo que era muy probable que no saliera viva de allí.
Felipe muerde su labio inferior con tristeza y mira hacia abajo. Gaby cierra los ojos y, a la distancia, puedo ver una pequeña lágrima asomar por sus ojos.
—En segundo lugar, quiero agradecer a Felipe y a Katrina —murmuro.
Guardo un segundo de silencio para que los aludidos me miren.
—A ti, Felipe —le dirijo la mirada—, por traer esperanza no solo para mí, sino que para todas. Por tener tanta fe en que podemos recuperarnos de esto y vivir la vida que siempre quisimos, por no dejar que ninguna de nosotras se rinda, y por tener siempre tanto optimismo. Estaré en deuda contigo por siempre, diga lo que diga el jefe de clínica mañana.
—Cariño —susurra Felipe al borde de las lágrimas.
—Y no importa el resultado de mañana —le digo con firmeza—, haré todo lo posible para vivir la vida que ansío vivir. Haré todo lo posible por disfrutar mi libertad y aprovechar esta nueva oportunidad.
—No tienes ninguna deuda conmigo, preciosa —dice Felipe secando una de sus lágrimas—. Todo lo contrario, soy yo quien está en deuda contigo, por todo lo que hiciste por mi hermano, por atreverte a contarme su historia y mantener vivo su recuerdo.
Los ojos me empiezan a arder y me seco las lágrimas de inmediato.
—¿Puedo abrazarte? —me pregunta mientras arrastra su silla hacia atrás para levantarse, y yo asiento con la cabeza en respuesta.
Felipe se levanta, va a hasta mi puesto y me abraza con fuerza por varios segundos, bajo la atenta mirada de los presentes.
—Haré lo que sea por ti, cariño... Lo que sea —susurra en mi oído, lo que me tranquiliza y me rompe el corazón a partes iguales.
Felipe deshace el abrazo, me mira a los ojos y, con mucha suavidad, seca mis lágrimas con su pulgar, para luego darme un beso en la frente y volver a sentarse a la mesa.
Miro de reojo a Katrina y ella no está cómoda con la escena, pero lo sabe disimular muy bien frente al resto.
—Quiero agradecerte a ti también, Kat —le digo y ella sonríe de inmediato—. Agradecerte por todo lo que has hecho por mí y por las sobrevivientes de nuestro grupo, por todo lo que te has entregado a la causa, por no caer en corrupción, por preocuparte siempre de nosotras y estar ahí cada vez que te necesitamos. Te agradezco infinitamente por hacer posible mi cirugía, por hacer posible una vida mejor en Niribia, por trabajar incansablemente para hacer de este país un lugar mejor, y por nunca olvidar de dónde vienes.
Katrina sigue sonriendo, pero se conmueve con mis palabras.
—Gracias a ti, cariño —susurra Katrina—. Gracias a ti por darnos el ejemplo de que un cambio estructural es posible.
—También quiero agradecerles a ustedes, chicas —digo esta vez mirándolas a todas—, porque cada vez que he intentado bajar los brazos han estado ahí, a pesar de cualquier diferencia o tensión que podamos tener entre nosotras. Sé que, sin importar cualquier cosa, van a estar allí para mí, así como yo estaré para ustedes. Y les pido perdón por lo dura que suelo ser para decir las cosas.
—Cariño, creo que la verdad es importante, y que nos digas las cosas como las sientes muchas veces ayuda a que veamos las cosas desde otra perspectiva. Y sí, eres bastante dura, lo tengo que admitir —dice Gaby esto último con algo de ironía, lo que nos hace reír—, pero así te amamos, ¿O no?
Todos los presentes asienten con la cabeza en medio de una sonrisa.
—Comamos de una vez —dice Rodrigo, lo que mata toda la emoción del momento—. Me cago de hambre y la comida se enfría.
Todos reímos a carcajadas y comenzamos a comer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top