II
Júpiter
Luego del incidente en el cementerio, vamos todas hasta mi casa, que es la más cercana, en caso que Antonia me llame para que vaya por ella. Bely va a la cocina y pone el hervidor para servir café, mientras que Isi hurga en la alacena y saca un par de paquetes de galletas para ponerlas en un par de platillos.
—Si pudiera, haría hasta lo imposible para que Antonia recupere sus piernas —comento mientras veo a las chicas hacer cosas en la cocina.
—Lo sé, bebé —responde Bely mientras saca las tazas de la repisa—, pero no podemos hacer nada más que apoyarla, por ahora.
—Siento que no es justo —se queja Isi—, gracias a ella somos libres, y salimos ilesas, no podemos decir que no. Por salvarnos a todas, ella perdió sus piernas, su familia, no puede estudiar la carrera que siempre quiso, perdió a Max, maldición.
—Ella no se merecía esto —dice Cam con firmeza—, ¿Realmente no hay nada que podamos hacer?
—No creo que tenga ánimo de seguir visitando especialistas para oír la misma respuesta una y otra vez, sería cruel seguir exponiéndola contra su voluntad —responde Valito.
—Tenemos toda la historia clínica de Antonia, es simplemente ir a hablar con otros especialistas para ver qué nos dicen —agrega Gaby—, no importa el costo, tenemos que intentarlo.
—Sí —dice Sara—, es lo menos que podemos hacer por ella.
—En el peor de los casos, podemos pedirle a la presidenta que pueda ayudarnos a pagar el tratamiento, en caso que haya alguno que pueda funcionar. Seguro que va a decir que sí.
Justo en ese momento suena mi celular, que está en la sala de estar, y corro a buscarlo, porque puede ser Antonia.
—¿Hola? —digo al contestar.
—Sí, amm… ¿Júpiter? —me responde una voz de hombre.
—Quién mierda eres —digo con tanta rabia que todas salen de la cocina a verme.
—Estoy con Antonia, ella me pidió que te llamara.
—¡QUÉ LE HICISTE! —grito en el teléfono.
—¡Nada! —rebate de inmediato— Solo ven a buscarla al cementerio, ¿Sí? Está hiperventilando, pero va a estar bien.
Sin perder un segundo, corto el teléfono, tomo el paraguas a toda prisa y corro al auto, sin molestarme en abrirlo.
—¡Espera! —siento la voz de Bely detrás de mí— Yo voy contigo, estás demasiado alterada.
—¡Maldición, Bely! Solo iré por Antonia al cementerio —intento sonar tranquila mientras abro la puerta del auto y me subo.
—Bebé, ¿Pasó algo? —me pregunta mientras sube a mi lado.
—No, nada, en serio —respondo mientras lo enciendo.
—Te conozco, no contestarías así el teléfono por nada. Todas te oímos.
—Bien, bien —pongo el auto en la primera marcha y acelero en dirección al cementerio.
—¿Y qué pasó entonces? —insiste en saber.
—Me contestó un hombre en lugar de Antonia, y dijo algo de que estaba hiperventilando. Maldición, no debí dejarla sola, pensé que ya estaba lista, soy una imbécil —respondo a toda prisa mientras pongo la segunda marcha.
Llego al cementerio en cinco escasos minutos, tomo el paraguas, salgo sin siquiera apagar el auto, y corro al mausoleo a buscar a Antonia. Bely se queda en el auto para cuidarlo.
—¡Antonia! —corro cuando la veo.
—Jú, estoy bien, lo juro —intenta calmarme con voz serena, pero yo sé lo que oí.
—Está bien, ya tiene sus pulsaciones en un nivel normal —me dice el hombre que está con ella.
—No me interesa escuchar ninguna palabra tuya, seas quien seas —le respondo con mordacidad.
—¡Júpiter! —me grita Antonia.
—¿Qué? —rebato, sin entender nada.
—Te explico en casa, ¿Sí? —me dice muy incómoda.
Frunzo el ceño y la miro. Siento la mirada de ese hombre encima, lo que me da escalofríos. Tomo la silla de Antonia, le paso el paraguas y emprendo el camino al auto rápidamente. Bely sale a ayudarme, cargando a Antonia en sus brazos y subiéndola al auto, mientras yo pliego la silla de ruedas y la guardo en el maletero.
Subo y acelero para llegar a casa pronto.
—¿Qué pasó? —le dice Bely a Antonia.
—Llegó un hombre al mausoleo. Me dijo que venía a ver a Max… Y dice ser su hermano —murmura en voz baja.
—¡¿Qué?! Y tú no le creíste, ¿Verdad, Antonia? —reacciona Bely de inmediato.
—No sé si creerle, pero el parecido es demasiado y sus coartadas suenan plausibles —responde Antonia.
—¿Tú lo viste, Júpiter? —me pregunta Bely.
—Ni siquiera me fijé —digo sin apartar la vista del camino.
Es cierto que no me fijé en el parecido que podría tener ese tipo con Max, pero sí sé que, cuando Bely me llama por mi nombre, la cosa se viene seria.
Llegamos a casa, Bely saca a Antonia del auto y la lleva cargando hasta la sala de estar de la casa. Yo me quedo sacando la silla del maletero y entro con ella a casa. Cuando llego al living, todo el grupo está alrededor de Antonia, preguntándole cosas sobre el supuesto hermano perdido de Max, y ella, con una paciencia infinita que no sabía que tenía, responde cada una de las preguntas que le hacen.
—No sé si sea verdad o no, sólo sé que el parecido es demasiado, las fechas calzan, y el tipo es médico —dice, lo que llama mi atención de inmediato.
—¿Qué tipo de médico? —le pregunto, un poco más interesada en saber de ese tipo.
—Supuestamente especialista en lesiones de columna —me dice con cierto pesar—, ¿Puedo seguir contestando sus preguntas mañana? Estoy demasiado cansada, chicas, ha sido un día algo agotador.
—Por supuesto, pequeña —dice Bely con una sonrisa—, ¿Quieres ir en tu silla?, ¿O prefieres que te lleve?
—Quisiera no terminar de perder la poca dignidad que me queda e ir yo sola en mi silla, muchísimas gracias, Bely —responde con mordacidad.
Sin hacer más preguntas y, limitándonos a desearle dulces sueños y que descanse, Bely la carga hasta su silla y Antonia se retira de la habitación.
—Tenemos que hacer algo para conocer a ese tipo y comprobar si lo que dice es cierto —dice Valito.
—¿Será realmente hermano de Max, chicas? —pregunta Gaby— No sé ustedes, pero se me hace un poco difícil de creer, sobre todo si dice que se fue por tanto tiempo.
—La verdad es que a mí no se me hace tan difícil —responde Sara—. Si sus motivos son los que nos contó Antonia, suenan bastante plausibles.
—¿Serán esos realmente sus motivos? Yo me lo pensaría —cuestiona Clarita.
—¿Volvió realmente para ver la tumba de Max? ¿No pierde un tanto el sentido si el hermano que busca está… muerto? —digo sin pensar.
—¿Por qué cuestionas eso? —rebate Bely indignada, casi al punto de asqueada con mi comentario.
—Maldita sea, Bely, ¿No lo entiendes, verdad? —refunfuño incrédula por su ingenuidad—, es especialista justamente en lesiones de columna, se la encontró de casualidad justo en el mausoleo. A mí me haría más sentido que estuviera buscando a Antonia, sobre todo con todas las entrevistas que hemos tenido que hacer y por el hecho de que ella ha quedado poco menos que como mártir, con todo lo que pasó cuando destruimos la cárcel.
Todas se quedan calladas, meditando sobre lo que acabo de decir, cosa que, en verdad no suena tan descabellada.
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