XLVI

Max

Dos... Uno...

La puerta de hierro se cierra con un ruido estremecedor, pero no hay tiempo de descansar, pues viene otro escuadrón. Se oye el estallido de la granada que lanzó Antonia y, por un momento, dudo que la compuerta pueda resistir el impacto, pero lo hace. Las chicas y yo jadeamos frenéticamente. Con la explosión el escuadrón se desestabiliza, lo que me da el tiempo suficiente. Lanzo una granada hacia ellos y tomamos la primera intersección que vemos justo antes de que estalle. La oscuridad que reina en el lugar y el humo no me permite verlas a todas. Nos detenemos un momento a respirar.

—¿Están todas bien? —digo entre jadeos.

—Creo que sí —murmura Feffa—, ¿Falta alguien?

—¿Y Niji? —dice Antonia.

—¡Niji! —susurra Clarita.

—Maldita sea, Niji... —exclama Júpiter.

—Se ha ido —dice Feffa con un hilo de voz.

—La recordaremos como lo que fue, una verdadera heroína —les digo—. No sacamos nada con llorarla ahora. Hagámoslo una vez que ya estemos fuera de esta mierda.

—Júpiter, ¿Me copias? —suena la voz de Bely en el radio.

—¡¡BELY!! —solloza Júpiter, tomando el radio a toda prisa.

—No creíste que te desharías de mí tan pronto, ¿Verdad? —responde.

Nunca había visto a Júpiter tan emocionada por algo. Es completamente nuevo para mí, para empezar, porque no tenía ni la más remota idea de que estaban en una relación. Estoy tan acostumbrado a ver a estas chicas listas y dispuestas para la acción, que a veces olvido que son seres humanos que sienten.

—Claro que no —murmura Júpiter a punto de romper a llorar, pero intentando mantenerse tranquila.

—Eso creí, bebé. Tomen la ruta B3. Necesitamos refuerzos para ayer.

—Llegaremos en dos minutos —dice Júpiter antes de guardar el radio— ¡YA OYERON! ¡B3 AHORA!

Corremos lo más rápido que podemos para tomar B3 y llegar con Bely pronto. Júpiter se ve mucho más esperanzada al saber que Bely aún se encuentra con vida y pueden salir juntas de este infierno.

—¿Bely? ¿Me copias? —dice Júpiter al radio casi sonriendo— ¿En qué parte de B3 estás?

No hay respuesta.

—¿Bely? Necesito saber dónde estás, cambio.

Todavía sin respuesta, lo que hace que Júpiter se desespere.

—¡Responde, Bely, maldita sea! —grito por el radio.

Aún sin respuesta.

—¡Vamos, chicas! —grita Antonia— ¡Aceleren!

—¡No puede ser! —solloza Júpiter.

Cuando llegamos a la ubicación señalada por el radar de Bely, nos percatamos de que ella no está, el radar está en el suelo, junto a su radio, y hay un gran charco de sangre, como si estuviera herida y la hubieran arrastrado por el pasillo.

—¡¡BELY!! —explota Júpiter.

—La hallaremos, Jú, lo juro —Antonia intenta tranquilizarla.

Recojo el radio y el radar de Bely, por si la encontramos. No podemos darla por muerta.

—¿Alguien me copia? ¡Alguien responda! —grito estridentemente por el radio.

—¡Te copio! —contesta Cam— ¡Necesitamos refuerzos en...!

Todo lo que se escucha después es una explosión estridente. Antonia me quita el radio antes de que yo pueda reaccionar.

—¡¡CAM!! —grita.

—¡¡Estoy bien!! —grita con la voz rota, como si estuviera a punto de llorar— ¡¡ESTE HIJO DE PUTA PUSO UNA BOMBA EN LA RUTA B1!! ¡¡REPITO!! ¡¡BOMBA EN B1!! ¡¡PERDIMOS A NACHI Y A ALE!!

Mierda.

—¡Maldito hijo de perra! —grita Antonia al borde del colapso— ¡Estamos perdiendo a demasiadas compañeras!

—¡Hay que movernos! —grito— ¡No tardará en llegar un escuadrón, puedo apostarlo!

—Júpiter, tenemos que irnos —dice Antonia.

—Tenemos que encontrarla, maldita sea, eso tenemos que hacer —exclama Júpiter con rabia.

Distingo un resplandor y sonidos de pies a unos metros de nosotros y, de forma tácita, las chicas y yo nos miramos.

—Dispérsense —les digo—, que no las encuentren a todas juntas— ¡Corran!

Las chicas se alejan por diferentes intersecciones. Corro en dirección opuesta al escuadrón unos cuantos metros hasta encontrar una intersección con acceso al ducto A. Me subo en una caja que encuentro y, de un salto, entro al ducto antes que el escuadrón llegue a la intersección.

Me quedo quieto unos segundos, esperando que sigan caminando. Cuando ya no siento sus pasos cerca, tomo el radio.

—Estoy en el ducto A, cambio, ¿Alguien me copia? —intento hablar más despacio para que los guardias no me escuchen.

—Copiado —responde inmediatamente Antonia—, estoy corriendo hacia B1 con Júpiter, para buscar a Cam y las chicas, cambio.

—De acuerdo —respondo—, iré hacia B1 a través del ducto, cambio y fuera.

Me deslizo por el ducto sin mayores problemas, aunque ya había perdido la costumbre, pues no usaba los ductos hasta antes de esta operación. Escucho de fondo a los escuadrones, dándose órdenes, algunas de ellas contradictorias, disparando a diestra y siniestra. Sigo deslizándome, haciendo caso omiso de los ruidos en el exterior, hasta que el ducto se interrumpe abruptamente, encontrándome con una escena desgarradora. Veo los escombros de una parte de la ruta B1, un escuadrón casi completo aplastado con ellos, humo saliendo de algunas partes y, es allí debajo de unas vigas, donde veo los cuerpos de Nachi y Ale, bañados en sangre y hollín.

Intento no llorar, pero las lágrimas se apresuran a resbalar por mis mejillas. Ellas no merecían este final, y ninguna de las que perdimos. Sé que era imposible que salieran todas vivas de la misión, pero, por un momento, me permití soñar con la posibilidad de que todo saliera bien y ninguna saliera herida o muerta en el proceso. Vaya que me equivocaba, debí haber sabido que, en caso alguno, la salida de la cárcel iba a ser fácil y que era casi obvio que más de alguna iba a morir intentándolo. No puedo tolerar que más chicas sigan muriendo, no puedo seguir permitiéndolo, tengo que hacer algo.

—Max, ¿Estás ahí? —dice Antonia a través del radio.

Me cuesta encontrar las palabras, el shock es evidente, pero tengo que encontrar fuerzas de donde sea. Sacaré a las que queden vivas de aquí, aunque sea lo último que haga.

—Estoy en B1... O lo que queda de eso —murmuro en respuesta.

—Júpiter y yo estamos en B2. Encontramos a Cam —dice Antonia.

—Allá voy, cambio y fuera.

Salto del ducto y llego a B2 en unos minutos por tierra, para ir más rápido. Voy con una granada y mi ametralladora, por si veo algún escuadrón, pero el lugar está vacío. Solo se escuchan mis pasos a toda velocidad para llegar a B2. Me asusta que las chicas no tengan suficientes municiones. Llego finalmente, y allí está Cam, sentada con la espalda contra un muro, con la pierna herida. Antonia me mira.

—No pudimos escapar todas a tiempo, la bomba estalló casi apenas la pusieron —murmura Cam con un hilo de voz— Salté del ducto y corrí lo más rápido que pude para salir de allí, sin embargo, no fue suficiente. Uno de los guardias me disparó a los pocos metros. Eran demasiados, y estaban a punto de acorralarme, pero no fueron suficientemente rápidos, solo por eso logré escapar de la bomba. Pensé que Nachi y Ale venían detrás de mí, y cuando me di cuenta ya era demasiado tarde, la bomba acabó con el escuadrón y con las chicas. No pude hacer nada para salvarlas, Max... Lo siento mucho, de verdad.

—No te disculpes, que no ha sido tu culpa —murmura Antonia cada vez con más frustración.

—¿Cuántas quedan vivas? —pregunto.

—No estoy segura —dice Cam—. No sé a cuánta gente perdimos en la misión.

—Murió Dani, Ale, Nachi, Niji y no sabemos de las demás —responde Antonia.

—Ya basta de esto, es suficiente —murmuro con rabia y salgo corriendo.

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