XL
Antonia
Luego de que el agua hierve, Max me sirve un café. Lo bebo intentando no pensar en el cargo de conciencia que me supone haberle insistido a Max para que me contara lo de su chica y el cómo terminó. Max está concentrado en su taza, ni siquiera me dirige la mirada.
—Max, de verdad lo siento —le digo.
—Antonia, te prometo que no pasa nada. Al fin y al cabo, yo elegí contarte lo que pasó. Está todo bien, de verdad.
Intento conformarme con su respuesta, pero la dice de forma tan desinteresada que no sé realmente si lo dice en serio o no. Max me mira con diversión, y me exaspera, porque me ha contado algo terrible, y de pronto sonríe, como si nada. ¿Qué carajo le pasa?
—¡¿Cómo demonios puedes contarme algo tan horrible y de pronto sonreír como si no pasara nada?! —le recrimino— ¿Qué mierda está mal contigo, Max?
—No es que no me afecte lo que te he contado, pero tu cara realmente me divierte, porque te he dicho varias veces que todo está bien, que no te preocupes, pero ahí estás, con cara de preocupación, y me da ternura, ¿Sabes? Porque nadie se había preocupado de cómo me sentía hasta ahora, y creo que he hablado de más.
Su confesión me deja marcando ocupado por unos segundos. Me quedo mirándolo fijamente, como si acabara de decir el secreto del universo.
—Creo que debo irme a la celda —murmuro.
—Espera, antes de que te vayas —abre el cajón de su escritorio, toma unas esposas y me las entrega—. Toma. No sé qué van a hacer con Sasha, pero creo que pueden necesitar esto, en caso de que decidan lo que creo que van a decidir.
—Gracias, Max —me quedo mirando las esposas con vergüenza.
—Bien, que descanses, Antonia —dice con una sonrisa cordial—. Nos vemos aquí a las doce menos cuarto, para entregarles el resto de la indumentaria, en caso que todo salga bien con el asunto de los ductos y podamos ejecutar la operación. De cualquier forma, estaré avisándote por cualquier cosa.
Asiento con la cabeza, me subo al escritorio y emprendo el camino de regreso a la celda con más lentitud de la usual. Sigo sin lograr dimensionar que queda nada para salir de la cárcel, que el sueño de salir y acabar con el sistema no está lejos, que pronto volveré con mi familia y podré ver el cielo y sentir el viento en mi cara una vez más, pero de pronto, la risa de Max invade mi mente, lo que me aturde un poco. Intento pensar en un recuento del último par de días para dejar de pensar en Max.
Las chicas ya no están extrañas conmigo, al parecer. Este par de días, Sasha ha estado amarrada a su litera, y le han negado la comida, lo cual no sé si sea tan justo o considerado de nuestra parte. Si alguien me pregunta, no sé exactamente qué es lo que vaya a pasar con ella el día que nos toque salir de la cárcel. No sé si seguirá amarrada y no podrá salir, o la llevaremos con nosotras. Me da cierto temor preguntar a las chicas, pues todas están de acuerdo —o al menos eso es lo que veo— en dejarla amarrada y que no pueda salir el día de la operación. No sé si esté muy de acuerdo con ello, pero sí sé que debo ceñirme a lo que diga la mayoría.
Cuando llego a la celda, las chicas están discutiendo fuertemente entre ellas, lo que me sorprende.
—¿Qué pasará con Sasha? —pregunta Isi.
—Si la liberamos —dice Gaby—, corremos el riesgo de que nos boicotee, pero no sé si sea justo dejarla en la cárcel, si se me permite decir.
—¿Cómo que no es justo? Maldita sea, casi nos cuesta la salida de aquí —grita Bely.
—No considero seguro el dejarla libre, si me permiten opinar —comenta Niji.
—¿Entonces qué? —interrogo— ¿La dejamos amordazada y amarrada a su litera?
Las chicas me miran como si hubiese dicho que Echeverría no es machista.
—¡Por Dios! ¡Sí! ¿Por qué tienes dudas? —me pregunta Júpiter.
—No lo sé. Sé que fue mala conmigo, pero, ¿Realmente no tendrá derecho a salir? —susurro avergonzada.
—Entiendo que te provoque un conflicto el dejarla atada mientras todas las demás salen libres —dice Sara—, pero no podemos arriesgar el bienestar de la operación.
—Lo sé, pero...
—Nada de peros —sentencia Júpiter—. Sasha se quedará en la celda, amarrada a su litera. Punto final.
—De acuerdo —bajo la cabeza—. Que alguien le ponga esto —muestro las esposas.
Me avergüenza profundamente que tengamos que hacer esto, pero las chicas no ven otra opción viable, y no puedo ir contra ellas esta vez porque, dentro de todo, tienen razón. Bely toma las esposas, le quita la cuerda y amarra a Sasha a su litera con ellas, para asegurarnos de que realmente no pueda salir. Posteriormente, nos sentamos en círculo para comer los sándwiches que hemos traído de la celda. Muchas evitan mirar a Sasha, quien nos mira con odio. Me levanto del círculo, con un sándwich en la mano y voy hacia ella. Le acerco el sándwich y, al principio, me mira con odio, casi como si estuviera ofendiéndola, pero luego de un par de segundos, se acerca, abre la boca y lo muerde. Por los siguientes cinco minutos, me doy el tiempo de sostenérselo, para que ella pueda morderlo.
—Gracias, Antonia —dice mientras da otro mordisco al sándwich.
—No es nada —respondo.
Una vez que termina de comer, vuelvo al círculo y todas me miran con cara de reproche.
—¿Qué? —pregunto— ¿Hice algo malo? —enarco una ceja y las miro con extrañeza.
—¿En serio, Antonia? —me reprocha Júpiter.
—No las juzgaré si no quieren darle de comer, pero yo no me voy a quedar de brazos cruzados, viendo que tenemos comida casi de sobra, mientras que una de nosotras, sea lo que sea que haya hecho, se caga de hambre a un par de metros.
—Pero claro, si fuera Echeverría, seguro no tendrías problema en dejar que se cague de hambre a un par de metros —susurra Niji.
—Basta —dice Júpiter.
—A mí no me vengan con hipocresías de mierda —contesta Niji, esta vez con algo más de voz—. Si el que estuviera amarrado fuera Echeverría, ninguna de ustedes dudaría en no darle de comer.
—¿Te atreves a comparar a Echeverría, quien nos tiene aquí, con Sasha? —le rebato—. Lo único que hizo es hacer correr rumores estúpidos sobre una relación entre Max y yo que no existe.
—No será lo mismo, pero sí comprometió la operación completa al... —rebate Niji.
—Alto ahí —la interrumpo—. Ella no tuvo toda la culpa en lo que pasó después de que el rumor fuera esparcido por ustedes. Si hubieran repudiado tanto la actitud de Sasha desde el principio, ¿Por qué no se tomaron la molestia de preguntarme a mí o a Max? Nos hubiéramos ahorrado todo el problema y la operación no se hubiera comprometido.
Ninguna me responde y se limitan a seguir comiendo.
—Eso creí —remato antes de tomar otro sorbo de jugo.
Una vez que todas terminamos de comer, cada quien se va a su litera a descansar. Me quedo sentada un segundo en la cama mientras veo cómo todas se recuestan a dormir y una vez más la risa de Max invade mis pensamientos. ¿Por qué? No tiene ningún sentido. Vuelvo a sentir algo de rabia por cómo sonrió después de lo que me contó lo que pasó con la novia que tuvo, no logro entenderlo. Sacudo la cabeza y me recuesto, para intentar dejar de pensar en esas tonterías. Apenas pongo la cabeza en la almohada, me quedo dormida.
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