V

Antonia

Enough resulta ser un grupo a favor de la equidad de género creado dentro de la misma cárcel. Están trabajando en un modo de salir de aquí haciendo un túnel o algo así, pero las paredes son de grandes ladrillos de piedra, el suelo es de piedra y el olor a encierro me indica que estamos a muchos metros bajo tierra, lo cual me desilusiona enormemente, porque cuando dijeron que tenían que explicarme los planes para la revolución, creí que llevaban algo más avanzado.

Cam me explica que, el plan hasta ahora, es salir de la cárcel y arremeter contra Maximiliano Echeverría, lo cual de todas formas me deja muy contenta, pues el primero en mi lista de venganza es él. Lo que no se sabe muy bien es el cómo, y se encuentran atascadas.

Bely me enseña el lugar donde voy a dormir. Resulta que este cuarto es el más grande de toda la cárcel, me cuenta que aquí dormían los antiguos cadetes y hay veinticinco literas. Uno de los guardias, sin decir una sola palabra, trajo aquí en un principio a Gaby y a otra chica que se hace llamar Júpiter. Con el paso del tiempo fueron llegando las demás. El cuarto cuenta, afortunadamente, con agua potable, un retrete y una ducha precaria para mantenernos más o menos aseadas, dentro de lo posible.

—¿Quién te trajo aquí? —le pregunto a Gaby.

—Un guardia de ojos negros, que siempre está junto a Maximiliano.

—El mismo que me trajo a mí —murmuro.

—Y al parecer a todas —añade Bely.

—¿Quién será él? —pregunto a cualquiera que sepa responder.

Ninguna responde, se limitan a suspirar y sonreír, y tengo la sensación de que todas nos hemos quedado pensando en él.

—Necesito saber quién es —digo de repente—, ¿Y si esperamos a que llegue alguna otra chica y...?

—No es posible —dice Cam, un poco desanimada—, hasta antes de ti, no llegaba nadie hace meses. Solo viene ocasionalmente a dejarnos comida.

—Él es extraordinariamente prudente —Júpiter continúa la idea—. Nunca se ha expuesto más de lo necesario, y nunca le hemos visto más que los ojos...

—¡Chicas! —exclama Isi— ¡Vengan a ver lo que encontré! ¡Maldita sea, por fin! ¡Sabía que alguno tenía que estar suelto!

Todas corremos hasta el origen de la voz. Ha encontrado un ladrillo de piedra más suelto que los demás y, cuando trata de moverlo, cede y se mueve unos centímetros. Como es bastante grande, van algunas a ayudarla. Sacan el ladrillo y nos encontramos con un túnel de dudosa profundidad, donde podría caber una persona con facilidad.

—¡Isi, es increíble! —exclama Bely en medio de la euforia.

—¿Por qué ninguna de nosotras lo encontró antes? —se queja una de las chicas, lo que me hace mirarla de forma desagradable.

—¿A dónde llevará el túnel? —comenta Júpiter, ignorando a la chica.

—Si fue hecho por antiguos cadetes... Debe llevar a algún buen sitio —enarco una ceja.

—¿Cómo sabes si el túnel fue hecho por cadetes? —pregunta Isi.

—¿Quién más lo haría? No creo que Echeverría lo haya hecho para tendernos una trampa, ¿O sí? —digo con ironía.

—¿Cómo saberlo? —pregunta Ale.

—La única forma de saber es entrando al túnel y ver hasta dónde lleva —responde Júpiter.

—Yo entraré —digo de inmediato.

—¿Por qué? —preguntan todas casi a coro.

—Porque sé que ninguna más se va a atrever a entrar, es importante saber a dónde nos lleva esto, y estoy dispuesta a afrontar las consecuencias —sonrío.

Espero que nadie se haya dado cuenta que necesito ver una vez más a ese maldito guardia, digo, para darle las gracias, si es que lo veo.

—Confiamos en ti, Antonia —dice Ale.

Asiento con la cabeza y entro al túnel con un poco de dificultad. Mis anchas caderas apenas me permiten movilidad. Usando mis codos y antebrazos, impulso mi cuerpo hacia adelante, hundiéndome cada vez más en las profundidades del túnel.

Trato de usar mis pies para ayudarme a avanzar, pero el espacio es muy estrecho y solo consigo darme en la cabeza con el túnel, el olor a moho es horrible, pero no lo suficiente como para no seguir avanzando. No veo nada, todo es oscuridad, hasta que debajo de mis brazos siento un material distinto a la tierra, como... Madera.

Sigo tanteando, hasta que me doy cuenta que es una tabla de madera que se encuentra frente a mí. La deslizo hacia adelante y miro por el agujero. Tiene más o menos medio metro de profundidad y tiene una escalera de cuerda atada al borde. ¡Benditos cadetes! Compruebo que esté lo suficientemente firme y bajo por ella hasta dar con un cuarto muy bajito y extraño por donde pasan muchísimos cables, y el suelo, que parece de paneles de algún material extraño, no se siente tan firme.

Por instinto me arrodillo sin hacer ruido y pongo mi oído en el suelo, intentando apoyar la mayor parte del peso de mi cuerpo en las vigas de hierro que sustenta la estructura. Nada.

Reviso si hay algún panel que se pueda mover y descubro uno que está marcada con una X. Supongo que debe significar algo. Compruebo si está suelto y lo está.

Lo deslizo hacia un lado intentando no hacer ruido y miro hacia abajo. Veo un escritorio vacío, con lo que parece una silla grande detrás de él, la luz está encendida. Intento ver si hay moros en la costa, pero desde donde estoy no me permite ver lo suficiente. Me inclino un poco, pero termino cayendo por el agujero.

Siento el gruñido de alguien debajo de mí y no me atrevo a abrir los ojos.

—¿Qué haces aquí? —su voz vuelve a darme escalofríos.

Abro los ojos y me encuentro a aquel guardia de ojos intensamente negros. He caído encima de él, y su mirada no es para nada alegre. Me levanto rápidamente, ayudándome con el escritorio, mientras el guardia se pone de pie sin quitarme los ojos de encima.

—Te he preguntado qué haces aquí —espeta con la misma expresión tensa.

—Yo... Am... Te andaba buscando para... —titubeo ridículamente mientras él enarca una ceja— Darte las gracias. Si no fuera por ti...

—Cómo llegaste aquí —me corta, sin siquiera molestarse en formularlo como pregunta.

—Pues...

—Descubrieron el túnel de cadetes, ¿No es así? —me mira impasible.

—¿Cómo sabes sobre él?

—Yo mismo lo hice cuando recién llegué —pone los ojos en blanco.

—¿Quién eres?

—Mi identidad es clasificada.

—Sé que te dicen M... —mi voz suena extraña.

—Y es todo lo que vas a saber sobre mí.

—Muchísimas gracias por salvarme la vida y... Por el túnel.

Él no reacciona, no se mueve, no dice una sola palabra. Solo se limita a mirarme.

—Pensaba que tardarían menos en encontrarlo —lanza con sarcasmo.

—¡Nos llevas allí a propósito! —grito en señal de victoria.

—¡Cállate! —tapa mi boca con su mano.

Escuchamos pasos peligrosamente cerca de donde estamos. Me sujeta por un brazo y me conduce por una puerta que da a otro cuarto, mucho más pequeño y lleno de abrigos. Con mucha suerte cabemos aquí, y solo si nos acercamos demasiado. Aparto su mano de mi boca y escucho los pasos cada vez más cerca. Han abierto la puerta del cuarto de antes y están merodeando, supongo que por si hay alguien. A los pocos segundos, oigo la puerta que se cierra y los pasos se hacen más lejanos hasta que ya no los oigo.

—¿Quién demonios eres? —enarco una ceja y lo miro.

—Eso no importa, pero necesito que me prestes atención si quieres que su salida de aquí sea un éxito.

—¿Saldremos de aquí? —murmuro sorprendida.

—Sí —responde como si fuera obvio—. Yo las ayudaré en lo que deben hacer.

—¡Quién eres, maldita sea! —murmuro.

—Lo último que voy a responder es eso, ya te dije que mi identidad es clasificada, no necesitas saber quién soy.

—¿Por qué no ayudaste a las chicas antes?

—Necesitaba saber que iban en serio, y me lo acaban de demostrar.

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