Capítulo 6

Mi primer movimiento al abrir los ojos, sintiendo extraño el sentir que dormí demasiado, fue llevarme las manos a la cabeza, ahora comprendo lo que me decía Delano como advertencia ayer "No beba tanto, hermana, que mañana va a querer darse un tiro por la resaca" y la muy tonta que no tenía idea de lo que es una resaca, claro que siguió bebiendo.

— Ugh... nunca más... — tomando asiento— Nunca vuelvo a beber así... o quizá sí, no sé... ya veremos...

Arrastrando los pies fuera de la cama, tomando el vaso de agua que Alexander anoche amablemente dejó en...

— ¡Mierda! — cubrí mi boca— Ay... yo no digo groserías... pero... Mierda — llevando mis manos a la cabeza— Dejé que Alexander me quitara el vestido y no llevaba brasier... oh no... no... no... ¿Habré dicho algo que lo molestó? ¿Estará dormido aún?

Bebiendo el contenido completo del vaso prácticamente de un sorbo, mirando la hora en el despertador, casi se me salió el agua por la nariz al ver la hora, son las nueve treinta, el desayuno es a las ocho ¿No lo sentí? ¿No sonó?

Salí fuera de la cama corriendo al baño como si la vida dependiera de ello, la puerta que daba al cuarto de Alexander estaba abierta, dijo que lo llamara si necesitaba cualquier cosa, pero al parecer estuve semi muerta por unas horas, su cama estaba vacía, eso quiere decir que él sí se levantó, debo agradecerle por ayudarme anoche.

Cerré su puerta con seguro y me desnudé para tomar una ducha rápida, el sudor de anoche sigue en mi piel e hizo un desastre de mi cabello, que bien que no le pedí que me bañara anoche ¿Qué clase de Jelena era esa y por qué es tan desvergonzada?

Ya limpia, reluciente, con los dientes lavados y ojeras imposibles de ocultar, fui hasta el closet para tomar otro conjunto para practicar, un top del que ya comenzaba a acostumbrarme, unas mini bragas a las que le tomé el gustito, unos shorts deportivos ajustados, calcetines, zapatillas, dejando mi cabello suelto para que se secara un poco antes de ir a ver si queda algo del desayuno ya que mis compañeros de casa son unos completos animales, y luego reunirme con Delano y el resto para entrenar.

— ¿Cómo pude haberme quedado dormida?

Dejando el cuarto, comenzando a correr por el pasillo, bajando los escalones de a saltos, ni loca salto de dos en dos, terminaría con la pierna en una posición anormal y la cabeza partida en dos, mis piernas no me acompañan para tales actos atléticos, demasiado cortas.

Llegando al pasillo de la primera planta terminé resbalando y cayendo al piso... sen...sentada en un charco de sangre, un sujeto a pocos metros de mí con el cráneo perforado, yo estaba... estaba sentada en su... en su...

La bilis subió por mi garganta y me costó horrores aguantar las ganas de vomitar, el olor metálico de la sangre me llenaba las fosas nasales, el líquido viscoso sigue caliente, es reciente y lo tengo por todas partes...esto... pasó hace poco...

— ¡Hermana! Demonios... creímos que dormiría un poco más — Orel me sujetó por las axilas, colocándome de pie— Carajo... Que desastre... —mirándome de pies a cabeza— No tiene buen rostro ¿Quiere vomitar?

Asentí intentando con todas mis fuerzas no devolver lo que ingerí ayer.

— Ok... ok... haber... — mirando en todas direcciones— Vamos afuera, vamos... sólo... tranquila.

Llevándome con rapidez al exterior, quitó la tapa del basurero y dejó que devolviera todo lo que tenía, sujetándome el cabello para que no lo ensuciara... más de la cuenta, goteaba sangre de las puntas, sangre que no era mía.

Alexander había sido tan bueno conmigo que olvidé a lo que se dedicaba, olvidé qué es este lugar y por qué todos evitaron meterse conmigo ayer, todos esos sujetos que pensaron que también trabajaba en el club del sexo, pero el tatuaje fue suficiente para repelerlos.

— Ugh... que asco...

Limpiando mi boca con el dorso de mi mano.

— Creo que... debería volver arriba, hermana, el jefe sigue ocupado y no está de buen humor, hay un par de cuerpos más por ahí, así que... es mejor que no los veas hasta que te acostumbres.

Asentí.

— ¿Sabes si alguien puede acompañarme a algún lugar? Quiero salir, no puedo quedarme aquí, me siento... sofocada.

Me miraba con tanta lastima que ya podía imaginar el aspecto que tenía.

— Sí, claro que sí, le conseguiré a alguien para que salga, hermana ¿Dónde irá?

— A confesarme. Necesito ir a confesarme.

Hay costumbres que no puedo abandonar por mucho que me esfuerce, dieciocho años viviendo en el mismo lugar, con todas esas creencias... no puedo dejarlo tan fácil como pensé.

— Claro... claro que sí — mirándome como si fuera un animal asustado— Vaya a limpiarse, habrá alguien esperando por usted fuera de su puerta para llevarla.

Asentí, dando dos pasos para entrar a casa otra vez, pero tendría que pasar junto a ese cuerpo y yo... yo no quería verlo, no podía con eso, era demasiado...

— ¡Hermana!

Orel me sujetó antes de que las piernas me fallaran, lo usé como soporte y di media vuelta otra vez, sujetándome del basurero para vomitar otra vez.

— Ugh... ¿Por qué...?

Odio vomitar...

— ¿Orel? ¿Por qué demonios este bastardo sigue ensuciando mi piso?

Me tensé, esa era la voz de Alexander, el peso de su calzado hunde el pasto por el que camina, puedo escucharlo cerca... cada vez más cerca...

— Jefe... la hermana...

Levanté la cabeza sólo lo suficiente para ver como el arrepentimiento le cubre el rostro, mirándome de pies a cabeza, debo dar asco ahora mismo.

— Lena... No se supone que vieras esto, apagué tu alarma para que durmieras hasta tarde.

— Mi error...

Inclinándome hacia el basurero otra vez, vomitando otro poco, Orel sigue sujetando mi cabello, debo ser un desastre ahora mismo.

— Orel, yo me hago cargo — dijo el jefe— Encárgate de la limpieza, dile a Delano que haga lo de siempre.

— Sí señor... hermana, lamento que haya visto eso.

Dijo antes de soltarme el cabello y marcharse.

— Vamos a limpiarte, no vas a dejar de vomitar a menos de que dejes de sentir el olor de la sangre.

Sujetándome sin importarle que fuera a ensuciarlo, cargándome como princesa, comenzando a caminar hacia el interior.

— No mires, cierra los ojos.

Ordenó, así que lo hice.

El olor de la sangre inundó mis fosas nasales otra vez, cerré los ojos con fuerza y aguanté la respiración para no sentir ese asco generalizado otra vez y vomitarlo encima, eso dañaría la poca dignidad que me queda.

— Lo siento, tenía pensado limpiar todo antes de que despertaras.

Dijo otra vez, subiendo las escaleras conmigo bien sujeta.

— Está bien...

Aferrándome a su camiseta, el olor a perfume y a Alexander era mil veces mejor que el olor metálico que me quema la nariz.

— No creo que esté muy bien si terminaste así.

Abriendo la puerta de mi cuarto con dificultad, caminando directo al baño, depositándome en el piso de la ducha, quitándome las zapatillas.

— Te quitaré toda esta sangre ¿De acuerdo?

Asentí, no me sentía capacitada para hacerlo yo misma, necesito ir a la iglesia, necesito salir aunque sea un par de minutos.

— Quiero ir a confesarme.

Dije.

— ¿Quieres que te lleve a la iglesia?

Acuclillándose frente a mí, haciéndome sombra, su figura imponente junto a una cosita insignificante...

— Sí...

Respondiendo de forma ahogada, soportando las lágrimas. La verdad es que estoy asustada.

— Está bien — suspiró— Está bien, Lena, lo que quieras, pero no llores, no sé qué hacer cuando lloras...

El pánico en su rostro me dice que no está mintiendo, pero no es como si pudiese controlar las reacciones de mi cuerpo, tampoco pude borrar las lágrimas con mis manos, estaban cubiertas de la sangre de otra persona, no quería tocarme estando así de sucia, toda mi espalda estaba con sangre, mi trasero, el top, mi cabello... era un desastre.

— Quítame esto... por favor... —Supliqué— Quítamelo Alexander... Quítamelo...

Mirando mis manos teñidas de rojo, temblando, observando al sujeto de mirada culpable frente a mí, observándome como Orel, como si yo fuera un animal lastimado.

— ¿La sangre o... la ropa?

— Todo, quítamelo todo, estoy sucia... tan sucia...

Asintió tomando una larga respiración, apoyando las rodillas en el piso, estirando sus manos hacia mí.

— Permiso... Lena.

Asentí levantando los brazos cuando jaló del top fuera, cayendo acompañado de un ruido sordo, ensuciando el blanco e inmaculado piso.

Levanté ligeramente las caderas cuando quitó el resto de la ropa, dio el agua de la ducha teléfono y esperó a que se calentara lo suficiente para ponerla sobre mi cabello, suaves caricias para mojarlo por completo, borrando la sangre que, mezclándose con el agua, se pierden por el drenaje.

Miré a Alexander otra vez, su vista clavada en algún punto tras de mí, podré estar desnuda, podrá ser él un sátiro, pero no está mirándome, no está mirando nada de mí.

Me entregó la ducha teléfono y puso champú en sus manos, lavando mi cabello con delicadeza, asegurándose de que regresara a tomar su tono rubio en vez del color semi carmesí que lo cubría, enjuagó y luego le puso acondicionador, tomó la esponja, le puso jabón, mirándome.

— Hermana... tengo que mirar para poder limpiar...

— Está bien.

Asintió y bajó la mirada, tomó uno de mis brazos y deslizó con suavidad la esponja, llevándose todas las impurezas, repitió el mismo proceso con el otro, luego mis piernas.

— ¿Puede ponerse de pie? Atrás... debo limpiar atrás también.

Asentí obligando a mis piernas a moverse, sujetó mi mano brindándome su ayuda para levantarme, sujeté mi cabello moviéndolo hacia un lado de mi cuello, dándole la espalda, permitiéndole limpiar mi espalda, mis piernas, mi trasero, tomando la ducha teléfono otra vez, enjuagó mi cuerpo y quitó el acondicionador, sólo entonces cortó el agua y acercó una toalla envolviendo mi cabello, luego mi cuerpo, apretándola bien a mi alrededor.

— ¿Quiere ayuda para vestirse o...?

— Si quiero...

Rompí todas las reglas ya, todos los mandamientos, todos mis votos, fallé a mis compromisos, no he orado en días, no he pensado en Dios cuando juré que sería mi único pensamiento por el resto de mi vida... fallé a todo...

Alexander dijo que lo esperara dos minutos mientras iba a su cuarto y se cambiaba de ropa, terminó todo mojado por ayudarme a mí y dejará un desastre en el piso si sale de esa manera, dijo.

Al regresar, me cargó y sentó sobre la cama, fui a mi guardarropa y regresó casi de inmediato, mirándome.

— No sé qué quieres ponerte para ir a la iglesia ¿Busco tu hábito?

Sequé con rapidez la lagrima que se escapó de uno de mis ojos.

— No, no, eso no, sólo... cualquier cosa está bien, no importa que tan descubierta vaya.

— ¿Estás segura?

— Sí, muy segura.

Asintió y regresó a mi guardarropa otra vez, regresando con unas bragas, brasier, un short de tiro alto y un top con hombros caídos, también unas zapatillas limpias.

Acuclillado frente a mí, me ayudó a pasar los pies por los agujeros de las bragas, poniéndome de pie, sujetándome de sus hombros, dejé que las deslizara hasta ponerlas en su lugar, mirando hacia un costado mientras lo hacía, yo era muy consciente de qué parte de mí quedó justo frente a su rostro, pero ya traspasé todo límite, ya no me importa.

Aprovechando que estaba de pie, puso el short en su sitio, los calcetines y las zapatillas antes de ponerse de pie, tomar el brasier y ponerlo frente a mí para que pasara los brazos, le di la espalda y dejé que lo ajustara, ayudándome luego con el top.

Alexander se quedó conmigo todo el tiempo, me vio cepillándome el cabello, también me vio poniendo algo de color a mis mejillas, estoy pálida. Me siguió al guardarropa y en silencio miró cómo doblaba mi hábito y mi velo, colocando el crucifijo encima, entonces lo miré.

— Estoy lista, vamos ya.

Salimos juntos de mi cuarto, recorrimos el pasillo y bajamos las escaleras, afortunadamente no había ningún cuerpo en el piso, ni sangre estancada, las ventanas estaban abiertas de par en par, todo lo que podía oler era el fuerte olor a desinfectante.

Caminamos un poco más allá dispuestos a cruzar la puerta principal, antes de llegar al lobby, Alexander tiró de mi mano y aplastó mi rostro en su pecho.

— No mires.

Alzándome del piso sin dificultad, caminando por su cuenta, procurando en todo momento que no mirara lo que sea que estuviese pasando, y como soy una cobarde, tampoco respiré, sólo lo hice cuando me soltó ya en el exterior, desbloqueando el auto, subí y sin ánimos de entablar una conversación, miré mi hábito todo el camino hasta la iglesia del padre Santiago, consciente de que mis pintas no eran para nada las de una hija de Dios, yo también soy una pecadora ahora.

Afortunadamente el padre estaba libre, barriendo las hojas que el árbol botó, disfrutando de los rayos de sol y el agradable clima, no dudé en acercarme a él con rapidez, consciente de que Alexander me pisa los talones.

— Padre, necesito hablar con usted.

Levantó la cabeza con una sonrisa en el rostro, la que mantenía siempre, pero al ver mis pintas... se le borró.

— ¿Hermana Jelena? ¿Qué hace usted... así?

Persignándose.

Lo sé... lo sé...

— Pasaron muchas cosas, padre, necesito confesarme, y también... quiero entregarle mi hábito y mi crucifijo, una pecadora como yo no es merecedora de ser llamada esposa de Dios — secándome las lagrimas con frustración— No puedo mantener esto conmigo, estas ropas tan... puras y yo ya no combinamos.

El padre suspiró mirándome de pies a cabeza otra vez, con lastima.

— Hija... ¿Qué pudo haber sido tan malo para que tomaras una decisión tan drástica? — miró tras de mí— ¿Sucedió algo, padre Alexander?

Miré al rubio a mis espaldas, manos en los bolsillos y su típica expresión de póker que no me dejaba leer sus emociones.

— Muchas cosas — respondió con un suspiro— Pero... hermana, no tienes que tomar una decisión tan drástica, esto no es lo que quería, yo quería que tú lo desearas, no que te vieras obligada a hacerlo.

Apoyando su mano en mi hombro, mirándome con lastima.

— ¿Qué fue lo que pasó? No comprendo...

Dijo el padre Santiago, acercándose a nosotros.

— Padre... sólo quería que usted supiera que soy una pecadora, que no hay salvación para mí — apoyando el hábito en su pecho, dando un paso atrás para no dejarme llevar por la tentación de tomarlo de regreso— Dejé el convento, dejé mi estilo de vida, rompí mis valores, crucé todas las líneas, falté a los mandamientos y seguí los mandamientos de Satán en ciertas ocasiones, llegué a pensar que quizá eran mucho más justos que los de Dios, quizá sigo pensándolo, además, no rezo hace días, no vine a cumplir mi penitencia... no soy merecedora ni del hábito, ni de la iglesia, ni de que usted me libre de pecados, sólo quería confesarme a grandes rasgos, quería entregarle mis cosas... ya lo hice, así que... me voy.

— Hermana Jelena...

— No me diga hermana, padre, ya no soy monja.

Secándome las lágrimas, nunca lloré tanto en mi vida, me duele el corazón el tener que dejar ir algo que hice toda mi vida.

— Jelena... Satán siembra la duda en todos nosotros en algún momento, luche contra las tentaciones, nunca es tarde para regresar al camino del señor, su hábito la estará esperando — sonrió cálido— Sé que ha pasado por mucho últimamente, vive ansiosa, el mundo es demasiado grande para alguien que vivió enclaustrada, viva, hermana, viva y luche con las tentaciones, regrese cada vez que lo necesite.

— Gracias padre.

— Que Dios esté contigo, Jelena.

Di media vuelta y me encaminé hacia el auto otra vez, Alexander sujetó mi mano y me hizo parar para que lo observara.

— ¿Qué es esto? Hermana tú no...

— Ya no soy monja, no me digas así.

— Jelena... no creas que quiero aprisionarte en mi casa, si tú quieres regresar al convento, regresa, no tienes nada que temer, no pienso matarte ni nada por el estilo, te dije que podías irte cuando tomaras la decisión y parece ser que acabas de tocar fondo.

Negué tomando una larga respiración.

— Tú tenías razón, en tu casa no entra Dios, y no es mentira cuando dije que los mandamientos de Satán son justos. Me lo paso bien con los chicos, rezar no es algo que quiera hacer desde que despierte hasta que me acueste, tengo un tatuaje — señalando mi pierna— Visto como alguien que jamás pisaría una iglesia, y esta mañana... — suspiré— No quiero regresar a un convento para vivir rodeada de reglas otra vez, no quiero limitaciones, quiero quedarme contigo... nunca nadie me cuidó antes, y yo... quiero quedarme contigo — se me quebró la voz— Así que desde hoy comenzaré a tomar en serio los entrenamientos, no volveré a llorar, no volveré a verme débil como hoy, hoy fue la ultima vez para la hermana Jelena, te lo juro.

— Lena... no tienes que hacer esto si tú no quieres...

— Quiero hacerlo ¿No me escuchaste? Así que regresemos a casa, quiero que me entrenes y dejes de pensar que soy de cristal, necesito distraerme, necesito dejar de ser quién soy.

— Estás siendo muy dura contigo misma, Jelena, no sé si sea buena idea, sigues en shock.

— ¿Vas a ayudarme o no?

Suspiró.

— Sube al auto, vamos a distraer tu mente.

El camino a casa fue un poco menos incómodo, la música llenando el espacio, los vidrios abajo, el viento ondeando mi cabello...

Todo bien, Jelena, todo va estar bien, vamos a estar bien.

***

Me levanté del piso, limpié la comisura de mi boca con el dorso viendo el brillo de la sangre, mi sangre manchar mi blanquecina piel, Alexander acaba de patearme, el animal jura que podría evitar que eso me botara si apenas y logré que mi equilibrio fuera el correcto al momento de darle un golpe con la suficiente fuerza para reventarle el labio... sólo que el idiota se puso para que le diera el golpe sólo para ver qué tan fuerte le podía dar, porque en una pelea cuerpo a cuerpo yo quedaría hecha pedacitos.

— De nuevo — dijo secando el sudor de su frente con el brazo— ¿O ya te cansaste, Jelena?

Moví mi cuello hacia los lados, de milagro mi cabeza sigue pegada sobre mis hombros.

— Aún es temprano para rendirse, puedo volver a hacerlo.

— Sí... la cosa es que pasas más tiempo besando el piso que de pie ¿Qué fue lo que te dije de los pies? Están muy juntos.

Pateándome el pie izquierdo, regresándome al piso nuevamente, probando su teoría.

— Si estuvieras bien parada, eso no habría pasado, Malyshka.

Apoyando sus brazos en las caderas, mirando mi patética figura desparramada como estrella de mar sobre el pasto, agradezco caer en un lugar blando al menos.

— Ahora sí quiero cinco minutos — respirando agitada— Creo que me clavé una piedra en las costillas.

Riendo por la mala suerte de haber caído justo ahí, escuchándolo reír de regreso, extendiendo su mano hacia mí.

— Terminó mi tiempo contigo — dijo cuando ya me levantó— Llegó Lev.

Señalando al castaño que me sonreía con malicia.

— ¿Lista para practicar tiro, Jelena?

— ¿Tiene que ser justo Lev? — quejándome con ambos— Me tiembla el cuerpo completo por el cansancio, no voy a lograr darle a nada.

— Uy que pena — se burló el castaño— Exactamente por eso vine yo y no otro de los idiotas ¿O crees que cuando Alexander te mandé a matar, vas a estar relajada, comiendo galletas con leche? Vas a estar cansada, te van a dar pelea, temblorosa o no vas a tener que darle al blanco de carne ¿Entendido?

Sonriéndome.

Los chicos son duros en cuanto a mi entrenamiento, pero amables el resto del tiempo, digamos que están preparándome para la vida.

— Ok, ok, ya entendí — estirando los brazos hacia arriba, entrelacé mis dedos y moví mi cuerpo hacia los lados para hacer tronar mis huesos— Vamos a practicar tiro, pero si te llega una bala, no es culpa mía, es culpa de mis débiles brazos de fideos.

Haciéndole una mueca de fingida lastima, repitiendo las palabras que me dijo la primera vez que decidí entrenar con él.

— Me gusta verte sonreír, ex hermana Jelena.

Dijo Alexander, entregándome una botella de agua.

— Me sentí mejor cuando devolví el hábito — bebiendo a largos tragos— Me sentía atada, comprometida con algo que debía cumplir, pero no podía hacerlo, así que lo dejé y... ahora puedo hacer este tipo de cosas sin culpa porque no estoy comprometida a nada más que a la Bratva y a ti, Alexander Volkov.

— Sabes que siempre tienes un plan B ¿Cierto?

— La muerte, claro — sonriendo— Soy de tu propiedad, Alexander Volkov, que no se te olvide ese pequeño detalle.

Dando media vuelta, moviendo mi mano para despedirme, comenzando a caminar con Lev hacia la improvisada pista que hizo para mí, blancos grandes y otros más pequeñitos a diez metros de distancia para agudizar la vista.

— ¿Irás con nosotros al club hoy, Lena?

Preguntó, colocándonos tras la mesa, sacando su arma del arnés en su muslo, apoyándolo en la mesa, la desarmó completa y dejó un par de balas también.

— Claro que sí, Milenka y yo tenemos cosas de qué hablar, además, mañana saldré con ella y el resto a comprar lencería, dijeron que iban a enseñarme un par de trucos.

Carcajeó con los dientes apretados, viendo mi desastroso intento por volver a armar la pistola.

— ¿Alexander sabe que saldrás? Sasha se toma muy en serio lo de que eres su protegida, te enviará con escoltas.

— Me rindo — soltando el arma— ¿Me explicas otra vez? — asintió riendo, tomando la pistola— Y sé muy bien que enviará a alguien a seguirme, los envía hasta cuando voy al supermercado.

— Sí, porque intentaron matarte cuando fuiste por tus tampones ¿O lo olvidaste?

Rodé los ojos.

— Pero sigo viva ¿No?

— Como una cucaracha, inmortal — cargando la pistola— ¿Viste bien esta vez?

— Sí, creo que sí.

— Que bien, porque te toca —Desarmándola toda otra vez, señalándola— Por cierto, se te está poniendo morado el pómulo.

Esta vez sí que pude armarla, la cargué y celebré extendiendo los brazos al cielo.

— Sí, me pateó Alexander, sigue diciendo que me falla el equilibrio, el tonto no entiende que su peso y el mío son diferentes.

Colocándole las balas ahora.

— No importa eso, Lena ¿Cuántas veces te lo hemos dicho? Es la técnica, no el tamaño.

Milenka dijo lo mismo sobre ciertas partes masculinas que aún no me atrevo a pronunciar, ya mañana me contará más de todo lo que me he estado perdiendo, dijeron que me llevarán a un martes femenino, pero eso no le puedo decir al jefe ¿Cierto? Tendré que escaparme de los escoltas.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

BUENAS BUENAS HIJAS DE SATÁN

EL CAPITULO LO COMIENZA NARRANDO LENA Y SU RESACA MORTAL, SE QUEDÓ DORMIDA LA BEBA

Y HUBIESE SIDO MEJOR QUE SIGUIERA DURMIENDO

SE NOS TRAUMÓ LA HERMANA

AFORTUNADAMENTE ALEXANDER NO LA DEJÓ SOLA, HIZO LO QUE ELLA HIZO POR ÉL

LA CUIDÓ, LA BAÑÓ, LA VISTIÓ Y LA RESPETÓ TODO EL TIEMPO

ALEXANDER... EN OCASIONES SE NOS OLVIDA QUIEN ERES

LA HERMANA TOMÓ LA DECISION DE DEJAR EL HÁBITO, NO TENIA RAZONES PARA SEGUIR TENIENDOLO

Y SIN EL HÁBITO YA NO SE SENTIA CULPABLE

LOS ENTRENAMIENDO CON ALEXANDER LE DIVERTIAN

LAS PLATICAS CON LAS CHICAS DEL CLUB SON SUS PASATIEMPOS FAVORITOS

Y LEV LE ESTÁ ENSEÑANDO DE MARAVILLA

VAMOS EX HERMANA, SOBREVIVEEE

BESITOS EN LA COLA BESTIES

NOS LEEMOS PRONTO

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top