Capítulo 3

Es la cuarta vez que termino sentada en el pasto por el golpe que Alexander me dio, y está más que claro que se contiene, pero el muy bruto no comprende que yo jamás hice algo como esto.

Por lo que él dice, hasta mi equilibrio es malo, que no pongo los pies en las posiciones correctas y por eso le es más fácil derribarme, que doy bastante asco en esto.

Estos juegos ya no me están gustando, me arde la mejilla, ya me mordí el interior de mi labio y el sabor metálico me llena la boca, aborrezco esto, odio la violencia, odio que me esté enseñando a hacer esto, lo odio a él por estarse riendo de mi falta de coordinación y equilibrio.

— Alexander Volkov, parece estarse divirtiendo mucho hoy — tomando la mano que ofreció para ponerme de pie— ¿Podría al menos darme una ayudita? Usted dice que no sé ni siquiera pararme, pero no me dice cómo debo hacerlo, es un muy mal profesor.

— Es divertido verla en el piso, hermana, pero tiene razón, debería mostrarle, quédese quieta.

Y eso hice, ni siquiera respiré cuando caminó hasta posicionarse tras de mí, su pecho rozando mi espalda, demasiado cerca a mi parecer, pero Alexander Volkov no era ni por cerca alguien parecido a las personas que conocí en mi vida, no podría comparar, no sé si la gente fuera del convento tiene conocimiento sobre el espacio personal, o si lo respeta.

— El golpe comienza desde el suelo, hermana, necesitas una buena posición para dar un buen golpe.

Sujetando mis manos, formando puños con ambas, cubriendo cada uno con sus enormes manos, insisto, la diferencia de tamaños entre ambos es ridícula.

— Si quieres dar un golpe, hermana, tienes que anclar uno de tus pies en el suelo, baja un poco las rodillas — sujetándome por la cintura— Así... un poco más arriba — "Ayudándome" — Perfecto — quitando sus manos— El pie dominante se mueve al frente cuando quieras dar un golpe, tú usas todo tu cuerpo, la energía al golpear se transmite desde el suelo a través de las piernas, cruza por tus glúteos, míralo como una corriente que sube por el core, músculos que aportan estabilidad y evitan que te hagas daño, por supuesto debemos trabajar en los tuyos, luego esa corriente recorre los músculos de tu espalda, llega a tu hombro, al tríceps y luego alcanza tu puño que será el punto de contacto, y te aseguro que no importa si peleas con una chica, un hombre menudo, o un imbécil dos veces tu tamaño, todo va en la técnica, si aprendes a golpear, vas a ser imparable.

A medida que explicaba, uso su pie para empujar hacia adelante mi pierna, sujetando mis brazos para hacer toda la mímica de cómo se utiliza todo el cuerpo al momento de lanzar un golpe, sintiendo su cuerpo demasiado pegado al mío en el proceso, tuvo que repetir la acción un par de veces para que mi cuerpo intentara procesarlo, luego me soltó y regresó a posicionarse frente a mí.

— Ahora tú sola, hermana, has lo que te acabo de enseñar.

Cruzándose de brazos frente a mí, observándome fijo.

Adopté la posición, anclé mi pie, giré la cadera, di un paso, usé mi cuerpo, extendí el brazo, y luego lo miré.

— Si lo hicieras ver fluido y no como si fueras un robot, sería perfecto Malyshka, y los puños van en tu barbilla — levantándolos— Golpeas con los dos primeros nudillos y la mano firme, alinea la muñeca o vas a quebrártela.

Solté las manos y las dejé caer haciendo un mohín.

— Es demasiada teoría, Alexander, no entiendo — podría ponerme a llorar de la frustración— Más lento... o al menos enséñame cómo se hace, tus palabras entran por aquí — señalando una oreja— Y salen por acá — señalando la otra— No me queda nada en el cerebro, nada.

Carcajeó grave cubriendo su sonrisa tras su puño, contrayendo el musculo de su brazo otra vez.

— ¿Vas a llorar, monja? — se burló— ¿Crees que a tu enemigo le van a importar tus lágrimas? ¿Crees que van a detenerse si lloras o suplicas? ¿Crees que dudé cuando maté a tus hermanas, tus sacerdotes corruptos y asquerosos, o a tus abadesas? ¿Crees que no suplicaron? ¿Qué no lloraron? ¿Crees que eso me importó?

Temblé.

El tono de voz le bajo una octava, se le oscurecieron los ojos y las facciones se le endurecieron, parece disfrutar mucho de hablar sobre crueldad y muerte, disfruta torturando mi alma.

— Estoy frustrada, sólo eso — deslizando el dorso de mi mano por los ojos antes de que las gotas cayeran y le dieran en el gusto, pero siguen acumulándose— No me gusta que sigas hablando sobre sus muertes, no quiero escuchar cómo, no necesito cargar con más pecados, no quiero.

Mi cuerpo tembló, traicionándome y comencé a llorar en serio, me siento angustiada y sola, aquí no conozco a nadie, me siento tan perdida que he comenzado a pensar en qué tan malo hubiese sido soportar lo que iban a hacerme anoche para poder quedarme en el convento con las personas que he visto toda mi vida, con actividades que sé hacer, vistiendo como me gusta, rezándole a Dios en cada momento del día, quiero esa normalidad sin importarme el costo, Dios no lo vería mal el rito del sacrificio porque yo no existo, no soy nada, ellos no pecarían porque mi existencia es nula para el resto del mundo, nadie sabría, sólo ellos sabían de mí, si no están, si me olvidan ¿Qué pasaría conmigo? ¿Me desvanecería?

— Nunca llores delante de alguien que no te va a ayudar a ponerte de pie, primera regla, Malyshka — tirando de mi brazo, apoyando mi rostro en su pecho sin quitar su mano de mi cabeza— Hoy voy a cubrirte porque eres mi responsabilidad, pero procura no llorar en el futuro, nadie merece tus lágrimas, y no es necesario que llores cada vez que algo no te resulte, siempre podemos volver a practicar, nadie aprende de la noche a la mañana.

— No sirvo para esto, soy un asco — hablé mientras secaba mis ojos, las gotas saladas no dejaban de brotar de mis ojos— Extraño mi vida por muy mala que haya sido, para mí eso era normal, para usted la sangre, los golpes y los pecados son su normalidad, para mí lo era el claustro, la varilla, las reglas y los castigos... No sé qué hacer ahora.

Suspiró sin quitar su mano de mi cabeza.

— Ok, no comparto tu pensamiento porque eras el juguete de todas esas monjas enfermas y esos sacerdotes corruptos, pero entiendo tu punto ¿Dónde quieres ir? Te llevaré al lugar que quieras si con eso dejas de llorar, no sé qué hacer cuando una mujer llora de tristeza, porque en la cama eso es...

Apreté el puño y lo golpee justo en la boca del estómago haciendo callar, escuchando su risa ronca vibrarme en el pecho otra vez.

— Nada mal, hermana, nada mal.

Dando un paso atrás, sonriendo, apoyando su mano en mi coronilla.

— ¿Dónde quieres ir?

Preguntó otra vez.

— A la iglesia del padre Santiago, quiero confesarme — secando mis lagrimas otra vez— Pero quiero ir con mi hábito ¿Dónde está mi velo?

Rodó los ojos.

— ¿De verdad quieres ir a una iglesia pudiendo ir... no sé, al cine, o a comer un helado?

— Quiero ir a la iglesia del padre Santiago — dije otra vez— Él hacía las misas importantes en el claustro, lo conozco hace años y quiero confesarme con él.

Suspiró, rindiéndose.

— ¿Dónde joder queda esa iglesia? ¿Al menos sabes eso Malyshka?

Gruñí en señal de respuesta, estaba perdiendo la paciencia y eso también sería un pecado, por Dios...

— Queda a dos calles del convento, podía ver la iglesia desde mi ventana, es muy alta, con una virgen en el exterior cargando al niño Jesús.

— Ok, vamos arriba, te regresaré tu velo, vamos a esa puta iglesia, pero por favor deja de llorar, me dan ganas de ahorcarte, Jelena, lo digo en serio — estirando una mano, apoyándola en mi cuello sin ejercer presión— Sería tan fácil quitarte el aire y luego romperte el cuello... sería tan fácil deshacerme de una cosita insignificante como tú.

Alcé la cabeza mirándolo a los ojos sin quitar su mano de mi cuello, manteniendo los brazos pegados a mis costados.

— Si me quisiera muerta, ya lo habría hecho, y sí, puede que sea insignificante y que mi existencia ni siquiera sea algo sólido, pero usted me ve y se preocupa de que sepa defenderme, me ve y me consuela si estoy triste, me ve y calma mis inseguridades, así que, si he de morir en algún momento, más le vale que sea usted quien lo haga y no sea cobarde.

Empujando su mano, dando media vuelta, caminando hacia la casa, entrando por el mismo lugar por dónde salimos, recorrí el pasillo y fui directo a las escaleras, sintiendo la presencia del diablo pisándome los talones, caminando hacia los cuartos, él entrando al suyo, yo al mío, sorprendiéndome al encontrar un hombre depositando bolsas sobre mi cama, soltando todo de pronto, cubriéndose la cara, mirando en otra dirección.

El sujeto era hermoso, no tan alto como Alexander, pero me sacaba unos buenos centímetros, el cabello rubio muy claro, un mechón completamente blanco a la derecha, una de sus cejas y las pestañas de su ojo diestro del mismo blanco invernal, contrastando con las pestañas y las cejas rubias de su lado izquierdo, ambos ojos del celeste más claro que he visto en la vida, tez clara y perfecta, brazos gruesos, musculoso, espalda ancha... el sujeto era muy guapo.

— Hermana, su velo para que vuelva a ocultar esas exquisitas curvas que...

Calló en cuanto miró al sujeto en medio del cuarto y a mí, la sonrisa felina instalándose en ese rostro otra vez, algo estaba planeando y no podía ser nada bueno.

— Delano, me impresiona lo eficiente que eres ¿Cómo te fue con las tangas? ¿Elegiste los modelitos que te pedí? La hermana se ve perfecta en hilos.

— Siempre listo para cumplir órdenes, señor, compré todos los modelos que solicitó.

Respondió este sin dejar de cubrirse el rostro, sin mirarme.

— ¿No te presentas con la dama? Modales, Delano.

Lo hace a propósito... ponerlo incómodo.

El sujeto carraspeó, pude ver el esfuerzo que hizo para quitarse la mano del rostro y caminar hacia mí, incapaz de mirarme.

— Hermana... mi nombre es Delano Morozov, Segundo de Sasha, el Boss de la Bratva, si necesita algo, hable conmigo, se lo conseguiré a la brevedad.

La incomodidad y el temblor de sus manos me conmovió, no pude evitar sujetar su rostro y hacer que me mirara, sonriéndole.

— Dios dice que ante sus ojos todos somos iguales, que nos amemos unos a los otros cómo él nos ama a nosotros, por eso, debes mirar siempre el mundo con la cabeza en alto, Dios te hizo perfecto, tuyo es el reino de los cielos, porque a pesar de ser un pecador, si amas, serás perdonado, si te amas, llegarás al paraíso.

A Delano le tembló el labio y se persignó, sonriendo.

— Gracias, hermana, por aconsejarme y no señalar mi defecto físico.

— Las diferencias no son defectos, Delano ¿O acaso yo soy igual a ti, o Alexander igual a mí? Todos somos únicos, Dios llenó el cielo, la tierra y el mar con vida abundante y diversa, perfectos a sus ojos, y tú, eres el hombre más hermoso que yo he visto.

Se sonrojo y al darme cuenta de lo ultimo que dije, yo también lo hice, crucé una línea.

— Ya, ya, ya, nadie se pone a predicar en mi casa — cubriendo mi boca, apoyándome contra su pecho, rodeando mi cintura con su brazo— Tú, fuera — señalando a Delano con la cabeza— Ya tuviste demasiado de la hermana, me toca a mí.

Delano sonrió de lado, mirando a Alexander.

— Siempre tan posesivo, Sasha, deberías tratar a la hermana con un poco más de respeto, no creo que sea correcto tocarla de esa manera, su cuerpo es sagrado.

Señaló y yo moví los brazos dándole la razón al chico frente a mí.

— Y planeo tocarla mucho más, Delano, tiempo al tiempo, ahora sal de aquí, ve a contarle a tus amiguitos que mi monja dijo que eras hermoso, alardea.

— Ya le agrado más que tú, Sasha — lo molestó, pasando por su lado— Yo que tú, comienzo a ser amable si no quieres que te deje fuera de sus oraciones.

Entonces abandonó el cuarto y Alexander dejó de cubrir mi boca, pero no quitó el brazo que rodea mi cintura, manteniéndome bien pegada a su pecho.

— Delano me agrada.

Solté sólo para molestarlo.

— Delano amanecerá con una bala en el culo si vuelves a decir eso.

Amenazó, pero no sonó a realidad, sonaba cómo una amenaza vacía, aún así, no tentaré a la suerte, he visto de lo que es capaz.

— ¿Mi velo?

Pregunté, quitando su brazo, dando media vuelta, encarándolo.

— En el piso, se me cayó, ups — dijo con falso arrepentimiento— Cinco minutos, te espero afuera.

— Si entras por el baño otra vez, consideraré lo de echarte agua bendita haber si se te sale lo animal del cuerpo y regresa tu sentido común.

— ¿Bromeas ahora, hermana? — tocándose el pecho con ironía— ¿Ya estoy dentro de tus sujetos hermosos para que reces por mí? Parece que hasta te agrado.

— Tú estás en la categoría de hombres que necesitan un exorcismo, mejor suerte para la próxima — quitándome las botas— ¿Vas a salir?

Alzando una ceja en su dirección.

— Cuatro minutos y contando, hermana. Ya le dije cómo me libraría de pecados — sonriendo travieso— Yo, mi boca entre sus piernas, saboreando el agua bendita que brote de su cuerpo — atrapando su labio inferior entre los dientes— ... Miel.

Susurrando esto último.

Con el corazón latiéndome a mil y el rostro ardiendo de la vergüenza me quedé sola en el cuarto viendo la puerta por la que acaba de salir.

— Dios... he pecado, mi mente tiene vida propia y se imagina todo lo que ese hijo de satanás dice, aleja las molestas tentaciones de mí, no estoy interesada en ese tipo de placeres incorrectos.

Me quité la ropa y me enfundé nuevamente en mi cómodo hábito, ajustando el velo, ocultando mi cabello, mirándome en el espejo, sintiéndome yo otra vez, alisando las inexistentes arrugas de mis ropas, levantando la tela ligeramente para ver el contraste con la tinta, mis ropas de gris y blanco... si se me levanta, aunque sea un poco la ropa, todos verán el tatuaje, no llevo medias, sólo estas tontas calcetas cortas.

Dios me libre de la mala suerte.

Dejé el cuarto viendo a Alexander mirarme de pies a cabeza con esa sonrisa burlona que parece no abandonarlo cada vez que se trata de mí.

— ¿Algo más que añadir a su lista de insultos sobre mi forma de vida o mi ropa?

Pregunté, preparándome para sus ataques verbales.

— Ya se me ocurrirá algo, hermana, sólo pienso en el desperdicio que es cubrir su cuerpo, esa ropa no le hace justicia.

Iba a protestar cuando extendió hacia mí una paleta de colores bastante grande, un dulce... yo nunca he comido dulces, por lo que mi cuerpo reaccionó por voluntad propia y lo recibió.

— Gracias... Alexander.

— La que se la comerá serás tú, hermana — rodeando mis hombros, comenzando a caminar— Pero quien disfrutará viendo como usas la lengua seré yo.

Rodé los ojos.

— Tú tienes serios problemas mentales.

— Otro pecado que agregar a tu lista hermana ¿No que todos éramos perfectos a los ojos de tu Dios?

— Tú no eres hijo de Dios, eres el diablo, sátiro.

Sacando la lengua, lamiendo la paleta sintiendo el sabor dulce apoderarse de mi boca, nunca probé algo más delicioso.

— Que bien que lo tengas claro, ahora sigue chupándola, te va a servir como experiencia para más adelante.

— ¿Más adelante qué?

Mirándolo con confusión.

— Ya lo entenderás, hermana, hay muchas cosas que planeo enseñarte.

El camino hacia la iglesia fue un completo martirio, Alexander seguía haciendo obscenos comentarios mientras comía mi paleta, me recordó mi tarea a la que debo darle reporte mañana temprano y se burló de mis ropas unas diez veces antes de estacionar fuera de la iglesia y entrar conmigo, viéndome con extrañeza al doblar las rodillas y hacer una pequeña reverencia antes de poner un pie en el camino hacia el altar, persignarme y besando mi crucifijo, siguiéndome hasta llegar junto al hombre arrodillado en el primer escalón, sus manos juntas, cabeza gacha, rezándole a cristo.

Tomé asiento en primera fila, llamando a Alexander con señas para que se sentara conmigo, viéndolo rodar los ojos y dejarse caer a mi lado con aburrimiento, revisando su celular, golpeando el piso rítmicamente con su pie o sólo señalando la puerta, hablando en voz baja para que nos fuéramos, interrumpiendo mi oración cada treinta segundos, una real molestia.

Antes de que el malévolo deseo de ahorcarlo se apoderara de mí, el padre Santiago se levantó, persignó y dio media vuelta, observándonos, abriendo mucho sus ojos al verme.

— Hermana Jelena, benditos sean mis ojos al verla rebosante de salud, que Dios la bendiga.

Acercando su pulgar a mi frente, formando una cruz, tuve que clavarle las uñas en el muslo a Alexander para que no hiciera nada, vi sus manos, iban directo a apartar las del padre que me estaba dando su bendición.

— Dios lo bendiga, padre Santiago.

Sonriente.

— ¿Qué la trae aquí hoy? Pensé... que usted tampoco se había salvado del desafortunado accidente del convento — persignándose— Que Dios reciba esas pobres almas en su reino.

— ¿Acci...dente? — de reojo vi a Alexander sonreír, ignorándonos— No sé lo que pasó, padre, fui asignada a otro claustro, como sabrá, no tengo contacto con distracciones banales ¿Mis hermanas están bien?

De reojo vi a Alexander articular un mentirosa, antes de concentrar la vista en su móvil otra vez.

— Claro... por supuesto, cómo va a saberlo — tomando asiento a mi lado— El claustro... hubo una fuga de gas, todo explotó, nadie se salvó... fue tan desafortunado... me alegro que usted se haya salvado, hermana, Dios quiso que así fuera, tiene una misión para usted en este mundo ¿A qué claustro la asignaron? ¿Es este... caballero su acompañante?

Miré a Alexander y temí de lo que fuera a decir, esa sonrisa socarrona no predice nada bueno.

— Sí, él es... el padre Alexander —mentí— Pero está de civil hoy, quiso traerme para que las distracciones fueran mínimas, está enfermo de la garganta, no puede hablar — me apresuré a decir— Y yo necesito con urgencia confesarme, lo molesté en su día libre porque tiene auto, Dios lo bendiga por su amabilidad.

El padre Santiago extendió la mano hacia Alexander, sonriendo.

— Gracias por acompañarla, padre, la hermana Jelena es una chica especial, creció en el convento, las hermanas eran su familia, las abadesas sus madres, los sacerdotes sus padres, esas personas lo eran todo para esta hija devota, los admiraba mucho, me alegro que esté siendo cuidada por otro enviado de los cielos.

Alexander estrechó su mano y abrió la boca, dispuesto a protestar, el pisotón que le propiné lo hizo cerrar la boca en segundos, dignándose a asentir y sonreír, pareciendo inofensivo y hasta amable.

— Bueno hermana, vamos al confesionario.

Asentí poniéndome de pie tras el padre, siguiéndolo, sintiendo la presencia del rubio seguirme de cerca.

Intenté hacer que se detuviera, señalándole las bancas para que esperara lejos, fingió demencia y me siguió de todas maneras, tomando asiento en la banca más cercana, sonriendo burlón hacia mí en cuanto el padre entró en el confesionario y cerró la puerta.

— Ave maría purísima.

Dije yo.

— Sin pecado concebida.

Respondió el padre.

— En el nombre del padre y del hijo y del espíritu santo.

Persignándome.

— El señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados.

— Han pasado dos semanas desde mi ultima confesión, padre, he permitido actos vergonzosos, me dejé tentar por satanás y estoy muy arrepentida de ello.

— Cuéntame hermana, libera la presión de tu corazón.

— Padre, he sido vista sin el velo, sin mi hábito por un grupo de hombres, uno en particular me vio en... paños menores, irrumpió sin tocar y me vio, yo... estoy tan avergonzada, pero eso no fue todo, dejé que ese hombre tocara mi cabello y mi piel, lo dejé tatuarme, la obra de Dios... mi cuerpo ya no es puro.

— Hermana ¿Usted se entregó a ese hombre?

— Por Dios, no padre, jamás cometería esa gravísima falta, él sólo me tocó porque debía tatuarme.

— ¿Debía? ¿Fue forzada? ¿Alguien la está obligando a hacer cosas que no quiere?

Con horror miré a Alexander lavarse las manos en el agua bendita, sacudiendo las manos después, salpicando en todas direcciones, es un irrespetuoso, espero que nadie lo haya visto entrar, menos conmigo.

— No padre — mentí otra vez, si revelaba algo sobre ese hombre que me mira con diversión felina, voy a estar en muchos problemas— Bueno... no totalmente, digo... es complicado, digamos que es su manera de cuidarme.

— ¿Cuidarla? ¿Cuidarla de qué?

¿Cómo le digo que estoy viviendo con el diablo en persona?

— De todo, el mundo es un lugar muy peligroso... padre...

Usé casi una hora hablando con el padre sobre mis pecados, mis pensamientos sucios, mis mentiras, intentando no revelar nada de mi actual estilo de vida, recibiendo como penitencia un montón de oración y servicio comunitario, dijo que viniera el domingo para ayudar con la comida solidaria que se le entrega a las personas en situación de calle, le dije que estaría aquí sin falta a las ocho de la mañana sin saber si Alexander me dejará venir, no sé bajo qué condiciones estoy en su casa, no sé si soy libre o prisionera, no sé si salí de un claustro para entrar a otro.

Apenas subimos al auto lo miré con molestia, golpeando su brazo con mi palma, escuchándolo quejarse cuando ambos sabemos que estaba muy lejos de golpearlo con la fuerza suficiente para lastimarlo.

— ¿Cómo se te puede ocurrir lavarte las manos en el agua bendita? ¿No podías quedarte quieto y mostrar algo de respeto?

— ¿Así que tienes pensamientos sucios cuando estás conmigo, monja? Te escuché.

Ignorando por completo mis palabras.

— Alexander... no puedes hacer eso.

Intentando yo ignorar su comentario anterior.

— Yo pensé que era para lavarse las manos, estaba junto a la puerta, pensé que la gente se lavaba las manos ahí para entrar limpio o qué se yo, nunca había estado en una iglesia.

La sinceridad que transmiten sus ojos es innegable, realmente él nunca pisó una antes.

— Alexander ¿Bajo qué condiciones estoy en tu casa?

Suspiré prefiriendo cambiar de tema antes de que el deseo de ahorcarlo regresara.

— ¿A qué te refieres?

— ¿Puedo salir sólo cuando tú me lo permitas?

— Puedes salir cuando quieras, no estás en una cárcel, tonta, pero preferiría que me contaras para enviarte con alguien, preferiblemente yo, eres mi obligación y me gusta molestarte ¿Qué es lo que quieres?

— Quiero venir a cumplir con mi penitencia el domingo a las ocho de la mañana, estaría todo el día ayudando al padre y a las hermanas que vendrán para alimentar a los menos favorecidos, las personas en situación de calle necesitan nuestro apoyo, Jesús llega siempre a cada rincón sin distinción.

Rodó los ojos.

— ¿Perder todo el día para alimentar vagabundos? Cuando yo viví en la calle no me alimentó ninguna monja sexy, es una injusticia, nadie hacía eso.

Lo miré con confusión ¿Qué acaba de decir? ¿Vivió en la calle?

— Alexander ¿Qué...?

— Puedes venir — dijo poniendo en marcha el auto, dándose cuenta de su error al abrir la boca de más— Tendrás chofer y guardia, fin de la conversación.

Subió a tope la música obscena que sonaba en la radio y bajó los vidrios, con eso me quedó más que claro que no quería hablar sobre el tema.

No volví a verlo el resto del día, me topé con Delano quien amablemente me invitó a comer con el resto de las personas que trabajan para Alexander, contándome que el insufrible jefe tenía trabajo que hacer y me dejó al cuidado de su Segundo, las lecciones sobre el equilibrio y aprender a pelear fueron impartidas por este por el resto del día, un instructor amable que evitaba golpearme con la fuerza suficiente para enviarme al piso y que no me hizo llorar, Delano me agrada mucho más que Alexander el mal humorado y pervertido nuevo jefe.

Al caer la noche, luego de tomar un baño, me metí en la cama usando una de esas tontas y diminutas bragas que de nada sirven, usando otra camiseta masculina, esta vez, reconociendo su olor, perfume y un toque a Alexander que luego de tenerlo bastante cerca durante la mañana, bien pude identificarlo.

— ¿Mañana me preguntará realmente por la... tarea?

Mirando el techo, el cuarto sumido en la oscuridad, no me atrevo a encender el televisor o usar el móvil que Delano trajo en una de las bolsas de compras, lo siento incorrecto.

— Bueno... fue prácticamente una orden ¿Y si él me castiga físicamente como en el convento por no cumplir esa orden? Él es el jefe, la máxima autoridad aquí...

Mordí mi labio sintiéndome contrariada y avergonzaba mientras metía mi mano izquierda dentro de mis bragas, apoyando la palma sobre mi sexo, sin saber qué hacer.

No, sí que sabía, Alexander fue bastante explicito sobre lo que debo hacer y cómo, por lo que, con dos de mis dedos, busqué justo la protuberancia que él mencionó, las primeras caricias no me provocaron nada, luego recordé que él dijo que lo usara como motivación, y eso hice, cerrando los ojos, separando las piernas para estar más cómoda, imaginando la forma obscena en la que apretó su hombría, su cuerpo bien trabajado cuando subió su camiseta, su voz grave causando estragos en mi estómago, sus susurros... y entonces, lo sentí, el haz de nervios haciendo cosquillear mi cuerpo, los pechos endureciéndose con rapidez, estirando mi pezón hasta el punto doloroso por la electricidad que lo atravesaba.

Cada caricia en ese punto en especifico me forzó a llevar mi mano libre a la boca para evitar que esos sonidos escaparan, sonidos que jamás escuché de mí, no podía contenerlos, no podía callar, se sentía tan bien que poco a poco aceleré el movimiento de mis dedos, el cosquilleo instalándose en mi vientre bajo, algo se formaba en mi interior, algo intenso, algo... algo... que no me permite pensar correctamente, algo que me susurra que alivie el dolor de mis pechos, usando los dedos de la mano que me callaban antes para aplacar el cosquilleo en mi pezón, acción que me hizo soltar sonidos un poco más fuertes imposible de callar cuando algo me atravesó por completo, algo explotó, algo que descontroló mis sensaciones, cubrió mi cuerpo de sudor perlado, obligó a mis caderas a abandonar la cama y moverse al compas con mis dedos para buscar más de esa sensación, más de ese bienestar generalizado, esa sensación de paz, de ligereza... esa relajación absoluta que me llevó directo al sueño.

***

El despertador que no sabía que tenía me hizo brincar del susto, sobre él, una nota que señala que el desayuno es a las ocho de la mañana y son las siete treinta, por lo que me arrastré lejos de la cama, fui al baño para prepararme, procurando cerrar bien la puerta que daba al jefe insufrible, abriéndola al terminar, cerrando la mía por fuera para ir directo al guardarropa, probablemente hoy no sea correcto usar mi hábito, es día de soporta al diablo, como cada día del resto de mis días al parecer, mirando la ropa negra arrugando la nariz, no me gusta el color, es como vestir permanentemente para un funeral, supongo que eligen este color porque ellos sí viven en constantes funerales, matan gente, por Dios, y además, en el negro el color de la sangre se camufla mejor, es la vestimenta perfecta para un asesino.

Tomé una camiseta amplia y grande que cubre hasta bajo mi trasero, lo suficiente para que mi pecho apretado en un brasier no se notara, luego tomé unos pantaloncillos de gimnasia hasta medio muslo, calcetines cortos, zapatillas y até mi cabello en un alto moño, lista para las lecciones del diablo en persona, abandonando mi cuarto, caminando por el pasillo y las escaleras, caminando hacia el comedor en el que comí con Delano y el resto de las personas que aquí viven, viendo las señas que Alexander me hizo desde la cabecilla al final de la extensa mesa, Delano a su derecha, la silla vacía a la izquierda, silla que señaló para que tomara asiento.

— Y bien hermana ¿Hizo su tarea? Estoy deseoso por escuchar los detalles, anoche, cierta alma dejó la puerta del baño abierta, la mía estaba cerrada, claro, intento ser respetuoso, pero en el silencio de la noche... escuché cosas muy interesantes ¿Quiere que comience yo, hermana? ¿Le comento qué hice anoche para bajar el problema que sus lascivos sonidos provocaron?

Delano se atoró y su café le salió por la nariz al escuchar el saludo de Alexander hacia mi persona, observándome con los ojos muy abiertos mientras tosía y se limpiaba con la servilleta.

Pecadora... al parecer yo también soy una pecadora... siento las bragas humedecidas otra vez y ni siquiera me he tocado ¿Por qué?





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BUENAS BUENAS HIJAS DE SATÁAAAN

INSISTO, YO QUIERO QUEMARME EN ESTE INFIERNO

DÓNDE TENGO QUE MANDAR CURRICULUM PARA ENCONTRARME CON EL DIABLO EN PERSONA?

HERMANA, SI NO QUIERE, LE INTERCAMBIO LUGARES, GUSTOSA ME QUEDO AHÍ

EL CAPITULO COMIENZA CON ALEXANDER ENSEÑANDOLE A PELEAR, PERO PARECE NO SER MUY BUEN PROFESOR

TERMINÓ HACIENDO LLORAR DE LA FRUSTRACIÓN A LA HERMANA

LA LLEVÓ AL BORDE SIN DARSE CUENTA, HACIENDOLA PENSAR EN QUE QUIZÁ DEBIÓ SOPORTAR LO DE ESA NOCHE ATERRADORA PARA SEGUIR EN SU NORMALIDAD

HERMANA... LA ENTIENDO, PERO ESTÁ EQUIVOCADA, ESA NO ERA VIDA

Y CONOCIMOS AL SEGUNDO!! DELANO ES UNA TERNURITAA

SE ACOMPLEJA DE SU APARIENCIA, PERO JELENA LO TRANQUILIZÓ CON SUS PALABRAS Y LE MOSTRÓ UNA CARA AMABLE

CLARO QUE EL DIABLO SE PUSO CELOSO DE QUE FUERA MÁS AMABLE CON ÉL, ASÍ QUE LO ECHÓ RAPIDAMENTE, POSESIVO

Y COMO EL DIABLO NO PIERDE EL TIEMPO, LA HIZO CHUPAR UNA PALETA TODO EL CAMINO DIRECTO A LA IGLESIA

CASI LA CAGA CON EL PADRE Y SE LAVÓ LAS MANOS EN EL AGUA BENDITA

SIN DUDA, ALEXANDER TIENE PASE VIP AL INFIERNO JAJAJAJAJA

Y JELENA HIZO SU TAREAAAAA, SENSACIONES QUE NO CONOCÍA LA INVADIERON

ALEXANDER NO PERDIÓ EL TIEMPO PARA PREGUNTARLE SI LO HIZO Y CÓMO SE SINTIÓ, ÉL LA ESCUCHÓ, SABE QUE HIZO SU TAREA

CLARO QUE DELANO NO SE IMAGINABA ALGO ASÍ, CASI SE NOS FUE EL SEGUNDO

¿QUÉ PROCEDE HERMANAAAAAAS? 

NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPITULO, BESITOS EN LA COLA Y BIENVENIDAS A LAS NUEVAS, DOS BESITOS PARA USTEDES


Xoxoxo

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