Capítulo 25

JELENA.

Entré al evento bien sujeta al brazo del hombre que me acompañaba, sosteniendo muy bien a Tanya, necesitaba sujetarme de algo o me perdería en el rumbo de mis pensamientos, las piernas me temblaban y temía hacer un espectáculo.

Afortunadamente logramos cruzar a la prensa sin incidentes, logré sonreír en todo momento para que mi nerviosismo no fuese tan notorio, no esperaba una propuesta de ese tipo, menos pública, Alexander no mentía cuando mencionó que él y Delano estaban buscando maneras de cómo atraparme.

Y yo no dudaría en decirle que sí, que me retenga como se le dé la gana, porque con él encontré mi hogar, el lugar al que pertenezco, no será correcto... o legal, pero ¿Qué más da? Viviré mi vida sin limitaciones, haré todo lo que se me venga en gana para no morir envuelta en arrepentimientos, lo que pase después de que mi corazón deje de latir, el diablo sabrá.

— ¿Estás bien, Lena? Pareces un fantasma.

Tomando asiento en la mesa que el personal nos indicó, Tanya en el centro.

— Sólo... yo pensé que bromeabas en la limosina, pero... hablabas muy en serio.

— Yo no bromearía con eso — inclinándose hacia mí, besando mi mejilla— Te quiero para mí, hoy, mañana y siempre.

Se me calentaron las mejillas ante su nueva declaración, Alexander me dijo en el pasado que él no era romántico, que no sabía serlo, pero ¿Y esto? Esto y otros de sus detalles me hace dar cuenta de sus esfuerzos, él es todo un cursi que busca ideas en Pinterest para sorprenderme ¿Cómo podría negarme a lo que me ofrece?

— También te quiero, Alexander.

Tanya también.

Dijo la niña, mirando hacia arriba, a ambos.

— También te quiero, princesita.

Respondió Alexander, besando su coronilla.

— Y yo también te quiero, bonita.

Besándole la mejilla, viéndola cubrirse la boca con emoción, riendo mientras se le tiñen las mejillas, es una niña adorable.

— Alexander, es un gusto volver a verte, en esta ocasión te apareciste con tu familia, fue toda una sorpresa para todos.

— Liam, hola hombre ¿Cómo has estado? ¿Qué tal está tu familia? ¿Tu esposa?

Mi pareja se levantó y saludó al hombre de un apretón, dándole un abrazo luego, hablando en un fluido ingles con ese acentito ruso que acabo de darme cuenta, me pone.

— Todo bien por estos lares, hace un tiempo no vienes a ver cómo van las cosas, claro que no hay problemas, la compañía bien, mi familia bien, todo estupendo.

Alexander toma mi mano para ayudar a ponerme de pie, posicionándome a su lado, cargando a Tanya.

— No he venido porque he estado muy ocupado con mi propia familia — respondió— Te presento a mi pareja, Jelena Kovaleva, y mi hija Tanya.

Extendí mi mano para saludarlo, el estadounidense besó el dorso, sonriendo amable, repitiendo el gesto, emocionando a la pequeña, susurrando que se sentía como una princesa.

— Ya veo por qué has estado distraído hombre, tu mujer es preciosa, felicidades.

— Es preciosa sin duda — observándome sonriente— Lena, él es Liam Kash, mi socio, director de la sede de uno de mis hoteles aquí, se encarga de que todo funcione como corresponde y luego me da el reporte mensual, hemos trabajado juntos por un tiempo.

Explicó para contextualizarme de dónde y cómo conoce a este sujeto.

— A ti te estaba buscando, hombre escurridizo.

La mujer que debe tener no más de veinticinco reparó en nosotros, le dio una miradita de pies a cabeza a Alexander, repitiendo el proceso conmigo sonriendo.

— Un gusto, Emma Kash, esposa de este hombre adicto a las mini tartas de limón, estoy segura de que iba a asaltar nuevamente la mesa de bocadillos.

Extendiendo la mano hacia mí primero, la estreché con confianza y luego la estiró hacia Alexander, me preocupé, pero parece que ya estaba de más sobreprotegerlo, mi hombre estrechó su mano sonriente y relajado, sin tensarse, sin atisbos de asco, nada, él estaba bien.

— Un gusto Emma, mi nombre es Jelena Kovaleva, mi pareja Alexander — señalando— Y nuestra pequeña, Tanya.

Su mano se deslizó por mi cintura, rodeándola, besando mi cien.

— Me gusta cuando dices nuestra, o familia, o cuando te llamas a ti misma su mamá.

Susurró en ruso, besándome la mejilla.

— Es que es nuestra, somos una familia, y ella es mía, ya te lo dije, acepté el paquete dos por uno y no renunciaré a ninguno.

— Se les ve muy acaramelados ¿Son recién casados? Los primeros años siempre son así — dijo la mujer, soñadora— Aunque a nosotros nos sigue durando la pasión ¿No es así, Liam?

Rodeando el brazo de su esposo, sonriéndole enamorada.

— Llevamos siete años de casados y sigue siendo mi mejor decisión — correspondió su marido, besándola en la mejilla, apoyando su mano sobre la de ella— ¿Ustedes están casados o no han dado ese paso aún?

Consultó.

De reojo Sasha me miró coqueto.

— Estoy esperando a que mi mujer me deje proponerme, es una mujer escurridiza, difícil de atrapar, pero no pienso rendirme, Tanya y yo estamos de acuerdo en que debemos atrapar a mamá ¿Cierto, cariño?

Nani mía.

Mirándolo mal.

— Estamos trabajando en esto todavía — se corrigió mi hombre— Tanya no quiere compartirla conmigo, tendré que negociar con ella.

Comentó haciendo reír a la pareja frente a nosotros.

— ¿Qué te detiene para decirle que sí al hombre del momento? —preguntó ella— Se ve que están asquerosamente enamorados, y eso es bueno, muy bueno —se apresuró a decir— Yo no lo digo en el mal sentido de la palabra, en ocasiones soy muy boca suelta, lo siento.

Pareciendo afligida.

— Entiendo a lo que te refieres — sonriéndole— Yo sólo quiero que él esté completamente seguro, decirle que no, no está en mis planes.

Eso sólo hizo que mi hombre se emocionara más, dándole un apretón a mi cintura.

— ¿Puedo preguntar tu edad? — inclinándome hacia ella— Tu esposo dijo que llevan siete años de casados, pero te ves increíblemente joven.

— Son los genes, guapa — respondió susurrando— Tengo treinta, pero hago todo lo que está en mis manos para aparentar menos edad, uso una línea para la piel increíble, estos dos probablemente querrán hablar de negocios ¿Y si nos vamos de compras mañana?

Miré a Alexander.

— Acepto, dame tu numero para ponernos de acuerdo.

Tanya se vino conmigo mientras me entretenía hablando con Emma, hablando sobre los lugares que visitaríamos mañana con la pequeña mientras, tal y como ella decía, los sujetos a nuestro lado hablaban muy animados de la bolsa de valores, las acciones, comisiones y un montón de cosas que no comprendí, mi inglés no estaba enfocado en esa área y poco entiendo.

Para cuando inició la subasta, cada pareja se dirigió a su mesa, la comida fue servida, el sumiller nos mostraba el vino que será servido para la cena, medio llenando la copa de todos los participantes en la mesa, personas que Alexander conocía y a quienes me presentó, encantado de poder decir a viva voz que soy su pareja.

— Buenas tardes a todos los presentes, primero que todo, agradecer su presencia y donaciones voluntarias para la fundación encargada de llevar educación a aquellos niños menos favorecidos, un aplauso para todos ustedes.

Aplaudí impresionada por las razones de esta subasta, Alexander mata gente como si estuviese aplastando cucarachas, pero también hacía donativos para que los niños con escasos recursos pudiesen asistir a la escuela, es como ver una segunda versión del hombre que me tiene perdida, una versión que me encanta.

— El primer articulo a subastar, donado por los Jones, un Ferrari 458 negro mate con llantas forgiato, una completa belleza — mostrando imágenes con el proyector, iluminando el telón— Este vehículo es capaz de pasar de 0 a 100 km/hr en 3,4 segundos, alcanzando una velocidad de 325 km/hr, impresionante. La puja comienza en 140.000 dólares.

— 145.000.

Dijo una mujer, levantando su número, a cada participante se le entregó una paleta de subasta con un determinado número.

— ¿Te gusta, Lena? Te brillan los ojos.

— ¿Bromeas? ¿A quién no le gustaría? Está precioso — sonriéndole— Combinaría bien con la vibra de la organización.

— ¿Lo quieres?

Borré la sonrisa, reemplazando el gesto por un ceño fruncido.

— Claro que no, es demasiado dinero.

— Nada es demasiado si es para ti.

— No lo quiero, ya no me gusta.

Alexander levantó su paleta, sonriéndome altanero.

— 150.000.

Pujó el desgraciado.

— Alexander, no lo hagas.

Susurrándole.

— ¿155.000? ¿Quién da 155.000 dólares?

Consultó el presentador, y otro sujeto levantó su paleta, Alexander frunció el ceño y levanto la suya.

— 160.000.

Pujó mi hombre.

— Alexander, es demasiado...

— Shhh, deja que tu futuro esposo, cuando decidas que ya pueda proponértelo, te regale algo que te gusta.

— Me gustan los helados...

Murmuré.

A mí tamben, nani.

Coincidió Tanya, ambas simples de complacer, pero no, Alexander quería regalarme ese auto.

— Después puedes hacerme uno si tanto te gustan.

Guiñándome un ojo.

Es un sucio pervertido, pero luego de su declaración publica y esto, dejaré que se ahogue entre mis piernas si eso quiere.

Frunció el ceño nuevamente cuando otra mujer pujó más que él, Alexander no se cansó hasta que logró su cometido.

— Vendido a Alexander Volkov por el valor de 220.000 dólares.

Casi se me salió un pulmón por la boca por lo costoso del vehículo, me daría miedo conducirlo y chocarlo por accidente.

El público aplaudió y mi hombre se puso de pie, asintiendo, tomando asiento otra vez, arreglándose el traje.

— ¿Regalo de pre compromiso? Cinco meses adelantados, pero estoy haciendo méritos ¿No?

— Te dejaré hacer lo que quieras en casa — susurrándole, besando bajo su oreja— Puede que el mañana sea hoy si tienes lo necesario.

Retrocedió impresionado, tomando el móvil.

— Me quedan tres preservativos de los que Delano nos regaló, traje una caja nueva en caso de que fueras piadosa con este pobre hombre con sed que extraña a la pequeña Lena — susurrando cerca de mí— Del lubricante me encargo enseguida, dame un minuto.

Tomó su móvil y comenzó a textear, probablemente con los escoltas que se quedaron resguardando nuestra habitación de hotel, carajo... se darán cuenta de lo que pensamos hacer.

— Podemos irnos si quieres.

Propuso coqueto.

— Vinimos aquí para la subasta, así que nos quedamos en la subasta.

Retrocediendo, acercando el plato de Tanya hacia mí para picar su carne y darle de comer, no quiero que se ensucie su bonito vestido.

— Eres una aburrida.

— Y tú demasiado ansioso ¿Qué más da esperar un poco? Cumpliré mi palabra.

Sonriéndole coqueta.

— Bien, está bien — pinchando un trozo de su carne, acercándolo a mi boca— Pero conste que hoy es un "Todo permitido".

Probando suerte, mirándome con curiosidad, esperando a que me negara.

— Ok, todo permitido, me siento muy... ¿Cómo es la palabra...?

— ¿Dispuesta? ¿Cachonda? ¿Impaciente? ¿Servicial? ¿Con ganas de una prueba gratis de lo que podría ser tu marido?

Carcajee, negando.

— No hay caso contigo, Alexander.

— ¿Por qué hay que esperar cinco putos meses? Yo quiero hacerlo ahora.

— Respeta mis tiempos, regula el vocabulario o esos cinco meses se transformarán en un esperar por siempre.

— Sí señora.

Dedicándome un saludo militar que me arrancó una risita.

Alexander era un tonto, pero un tonto lindo.

— El siguiente artículo es un anillo de lujo donado por los Wallas, tiene un diamante blanco central en talla redonda de 2,02 quilates. Esta pieza está rodeada, además, de 8 diamantes en talla redonda de 2,05 quilates y tiene unos pétalos que siguen esa misma estela, cubiertos con 96 diamantes en talla redonda de 0,40 quilates. Un anillo de oro blanco y diamante especial para el compromiso. La puja comienza en 70.000 dólares.

Levanté la cabeza para evitar que Alexander hiciera alguna estupidez, no alcancé a abrir la boca cuando ya tenía su paleta levantada, todo el mundo volteó a mirarnos, era más que obvio el tema de conversación, podía escuchar las palabras, compromiso, boda, proponer y afortunada en las mesas cercanas.

— ¿Quién da 75.000?

Preguntó el sujeto, a lo que otro idiota levantó su paleta, haciendo enojar a mi hombre.

— 80.000

Dijo Alexander, quedándose de pie, mirando mal al otro hombre que quería el anillo.

— 85.000.

Dijo sólo para joderlo, y comienzo a oler problemas, Sasha no es un hombre caracterizado por su autocontrol o paciencia.

— 90.000.

— 95.000

— 150.000.

Ofreció Alexander, sonriendo triunfante al sujeto que tomó asiento, derrotado.

— Vendido a Alexander Volkov por el valor de 150.000 dólares.

— Ya tengo el anillo, sólo falta el lugar y que tú no me abras la cabeza con ese cuchillo, bebé.

Quitándomelo de las manos, lo tenía empuñado y apuntando hacia él.

— Has gastado demasiado dinero, Alexander, no más.

— ¿Te gustó el anillo? ¿Lo usarías?

— Claro que me gustó y claro que lo usaría, pero ya gastaste demasiado dinero en mí, no estoy acostumbrada a esas cantidades de dinero — susurrando— ¿Cuánto dinero te queda? ¿Estamos en problemas?

Carcajeó bajo, negando, apretando mi mejilla con un poquitín de fuerza.

— ¿Mi cosita insignificante preocupada por el dinero? Bebé, sigo siendo asquerosamente rico, ese dinero no es nada, es como... comprar un helado para una persona normal, tú no te preocupes y disfruta de los lujos que quiero darte.

Me sonrojé.

El siguiente articulo fue una enorme corona de diamantes, zafiros y oro, a Tanya le gustó tanto que Alexander no dudó en comprársela, todos estaban impresionados por la cantidad de artículos que estaba comprando.

— Nada es suficiente si es para mis chicas.

Dijo el muy modesto, tomando asiento otra vez, siendo la envidia de los hombres y el sueño de las mujeres.

— Mira Lena, un diamante gigante — señaló Alexander otro de los tantos artículos— Para que sostengas la puerta del cuarto.

Lo miré mal.

— Compra algo más y se cancela el trato de más tarde.

Se le borró la sonrisa, arrastrando su silla un poco más cerca.

— Era broma Lena...

Le guiñé un ojo antes de que se levantara y viniera a confirmar si estaba hablando en serio, viendo su rostro relajarse.

Se controló el resto de la subasta, pero no pudo controlarse al ver un conjunto de diamantes que se parecía al anillo de compromiso, se excusó al decir que yo necesitaba el conjunto completo, que qué dirían de un hombre cómo él si su mujer lleva el cuello y las orejas desnudas.

Se preocupa de un montón de estupideces, pero sigue siendo un tonto lindo.

***

Recostada junto a Tanya en su cama, con mi móvil en mano para leerle su cuento antes de dormir mientras palmeaba suavemente su cuerpecito cubierto por las mantas, intenté no reír al ver a mi pobre león ansioso pasearse fuera de la habitación, podía ver su sombra interponerse en la luz que entraba por la rendija de la puerta abierta cada dos segundos.

¿Cómo quiere que me concentre a dormir si me acecha de esa manera?

Antes de partir, las princesas le dieron unos golpecitos al soldado y él no se movió. La hermana mayor tocó su cama. Inmediatamente se hundió bajo el piso, y todas bajaron por la abertura a través de una escalera, una tras otra.

Leí a la pequeña a quién comenzaban a cerrársele sus ojos, hoy fue un día intenso, no hubo caso de hacer que durmiera la siesta por la tarde, debe estar exhausta.

Pocas líneas más tarde, su respiración profunda me indicó que ya se había rendido al sueño, dejé la cama con lentitud, la arropé bien y besé su frente, acariciando su mejilla, contenta de tenerla con nosotros, feliz y a salvo.

— Dulces sueños, princesita.

Con mi móvil entre las manos, dejé el cuarto y cerré la puerta en completo silencio, reparando en mi pobre león quien levantó la cabeza de inmediato, mirándome.

— Se a dormido, ella estaba muy cans...

Su boca se abalanzó sobre la mía impidiéndome terminar la oración, duro y demandante, su mano abriéndose paso por la raja de mi vestido, buscando mi culo madreándolo mientras su otra mano me soltaba el cabello y enredaba los dedos en este, su cuerpo arrinconándome contra la pared, dejándome a merced de mi león.

— Vamos a la habitación... vamos...

Deshaciéndome en suspiros, jadeos y gemidos, dejando que me manejara como una muñeca, moviendo mi cabeza hacia un costado para que saboreara la piel de mi cuello y besara sobre el escote de mi vestido, humedeciéndome a una velocidad impresionante, podría tomarme aquí y yo estaría más que lista y dispuesta para recibirlo.

— Alexander... los escoltas... la sala...

No podía olvidar el hecho de que metros más allá, los escoltas montaban guardia y se turnaban para descansar, probablemente son capaces de escuchar todos los sonidos obscenos que salen de mi boca que por más que intento acallar, me es imposible, mi boca y mi cerebro se desconectaron en cuanto comenzó a saborearme.

Cerré los ojos, sintiendo la conocida tensión concentrándose en mi vientre bajo, no me sorprendería si termino corriéndome con un par de manoseo morboso y su boca hambrienta de saborear cada centímetro de mi piel, estaba tan húmeda que temía que las bragas no fueran capaces de soportar el deje de mi excitación.

— Joder...

Gimió en mi cuello, deslizando sus dedos a mi entrepierna, sintiendo lo que provoca cada vez que estoy en su radar.

Levantó la cabeza, haciendo contacto visual, sus pupilas tan increíblemente dilatadas que prácticamente no había azul en esos bonitos ojos, el hombre jadeaba, moviéndose contra mi cuerpo para sentir su erección apretarse a mi costado, desesperado por menos ropa y más piel expuesta, más roce.

— Llévame al cuarto, ahora —demandé— Y hazte cargo de lo que provocas.

Apretó los dientes y sin un deje de delicadeza, me subió a su hombro como si fuera un saco de patatas, cruzando el pasillo directo a nuestra habitación, cerró la puerta con seguro y me bajó al piso.

— Mis disculpas por adelantado.

Dijo con voz grave, volteándome para darle la espalda, bajando mi cierre, acariciando la piel a medida que era expuesta.

— ¿Disculpas por qué?

— Porque no seré delicado contigo hoy.

Las piernas me temblaron de la expectación y necesité de su ayuda para salir de ese vestido, volteando para que me mirara lucir una mera tanga y los tacones.

— Tengo que quitarme los...

Hice el ademán de agacharme para desabrochar los tacones cuando él me lo impidió, negando, sujetándome por la cintura, retrocediendo hasta la cama, dejándome caer.

— Quiero follarte con ellos puestos, quiero verlos marcados en mi piel mañana.

Sujetando uno de mis pies, beso mi tobillo y ascendió en lentos y húmedos besos hasta la cara interna de mis muslos, mordiendo con suavidad, mordí mi labio para mandar a callar ese gemido que amenazaba con salir, intentando controlarme cuando repitió el proceso, regando un camino de besos en la pierna contraria, sus manos buscaron los hilos de mi tanga, tuve la intención de levantar la cadera para que las retirara, cuando sentí el crack producido por la tela rasgada, siendo lanzada al piso.

No tuve oportunidad de protestar cuando la anchura de sus hombros separó mis piernas, su aliento caliente en contacto con mi sexo, volviéndome loca.

— Hoy voy a saborearte cómo es debido, puede que tarde un tiempo para explorar cada rincón de ti.

Propinando una lamida plana que me obligó a sostenerme de las sabanas para no perderme, necesitaba algo tangible que me mantuviera aquí.

— Alexander...

Gemí.

— Sshh... la pequeña Lena y yo estamos hablando.

Propinando otra lamida a mi sexo, prestando especial atención a mi clítoris.

Tomé valor para levantar la cabeza y ver su cabellera rubia cosquillearme los muslos, su rostro clavado en mi entrepierna, su lengua propinando indecentes lamidas que bien podrían hacerme correr en los próximos quince segundos.

— Por Dios...

Gemí enredando mis dedos en su cabello, estaba tan sensible, que el movimiento sutil de dos de sus gruesos dedos entrando a mi canal casi me hicieron conseguir lo que tanto anhelaba.

— No bebé, ya lo hemos hablado — levantando ligeramente la cabeza, lo suficiente para hacer contacto visual— ¿Quién te está cogiendo? Dios no tiene nada que ver aquí.

— El diablo...

Murmuré jadeante, sin soltarle el cabello, moviendo mis caderas para rozar mi interior con sus dedos largos y habilidosos, estaba demasiado cerca como para que se detuviera y luego comenzara otra vez.

— Así es bebé, es el diablo quien te devora, te coge y te toca — moviendo sus dedos— Recuérdalo o tendré que castigarte para que no vuelvas a mencionar a ese traidor.

El sonido húmedo de sus dedos en mi sexo me nubla los sentidos, ese chapoteo más las atenciones de su lengua nuevamente torturando mi hinchado clítoris, deslizándose por su alrededor en lentas caricias, su boca se cerró sobre esta y succionó con fuerza, entonces, exploté.

El orgasmo me golpeó tan duro que mi cordura y pudor terminó abandonándome, moviendo las caderas, sujetándome de su cabello, buscando más de él, más de sus dedos, más de su boca, moviéndome obscenamente contra su rostro, prolongando mi liberación, quedando reducida a nada cuando la sensación me abandonó, el sudor perlado cubriendo mi cuerpo, la respiración irregular intentando llevar oxigeno a mis pulmones, y Alexander, levantando la cabeza en cuanto me digné a soltarlo, sonriendo triunfante, retirando sus dedos, lamiendo sus propios labios antes de saborear lo que quedó de mi en su mano.

— Miel. Siempre dulce la pequeña Lena, siempre deseosa.

Jadee incapaz de soportar la imagen erótica que tenía en frente, Alexander, arrodillado entre mis piernas, la camisa con los brazos arremangados hasta el codo, tres botones abiertos, arrugada y salida del pantalón, el cierre, el botón y el cinturón abiertos, su marcada erección reluciendo bajo el bóxer, el glande húmedo y orgulloso sobresaliendo del elástico, su pene listo para follarme.

A la mierda el autocontrol, no puedo, hoy no.

Tomé asiento en la cama, sujeté la abertura de su camisa y jalé con fuerza, reventando los botones, arrastrando la tela por sus hombros para desnudarlo mientras me apoderaba de su boca, siendo recibida con algo de sorpresa al comienzo, devolviendo la acción con la misma ansiedad después, hambriento y caliente, dejándose desnudar, jadeando en mi boca cuando mi mano encontró su camino hasta el frente de su ropa interior, acariciando esa erección, deslizando mi palma por el glande, sintiéndolo temblar.

— Vaya... ¿Te entró el diablo, Lena?

Susurró en mi boca antes de inclinarse y profundizar el beso, moviendo las caderas contra mi mano que luchaba con su ropa para liberar ese pito y poder masturbarlo como deseaba.

— No, aún no, pero estoy deseando que lo haga.

Sonriéndole maliciosa, retrocediendo lo suficiente, inclinándome hacia su pene, escupiendo sobre él, repartiendo la saliva por su tallo para que fuera más fácil el mover mi mano sobre él, provocándole mayor placer.

— Mierda, Lena.

Gimió, atrapando mi muñeca, impidiendo que siguiera con el movimiento.

— ¿Qué pasó? ¿Te lastimé?

Preocupándome, echándome el cabello hacia atrás, soltándolo, observando su rostro en busca de alguna emoción negativa, todo lo que encontré fueron sus labios hinchados, rojos, húmedos y entreabiertos, sus pupilas dilatadas, y las venas de sus brazos bien marcadas.

— ¿Lastimarme? — carcajeó bajo, negando— Casi haces que me corra, y yo quiero correrme en tu coño. Recuéstate y abre las piernas.

Hice lo que me pidió, viéndolo bajar de la cama, dándome una perfecta visual de su cuerpo al terminar de ser desnudado. Sus definidos músculos, sus abdominales, las cicatrices, los tatuajes, la V marcada en la ingle, señalando el final del camino, su pene hinchado, orgulloso y brillante por mi saliva y su liquido preseminal, listo para follarme.

Se apresuró a colocarse uno de los últimos preservativos que nos quedaba de los que Delano nos facilitó, subiendo a la cama otra vez, con su erección orgullosa apuntando hacia el frente, ansiosa.

— No habrá más juego previo ¿Estás bien con eso?

Arrodillándose entre mis piernas, sujetó su pene y lo deslizó entre mis pliegues, humedeciéndolo.

— Carajo, sólo... mételo Alexander.

— Ahí está la masoquista que muero por hacer mi esposa.

Mi sexo lo recibió apretándose a su alrededor, gemí alto, escuchándolo gruñir, manteniendo los dientes apretados mientras retrocedía casi por completo, penetrándome otra vez con la rudeza que lo caracteriza, girando la cadera, estimulando mis paredes a la vez que me embestía con mayor ímpetu, enloqueciéndome.

Lo único que mi mente logró registrar, fueron los sonidos provocados por la colisión de nuestros sexos, los sonidos que escapaban de la boca de ambos, y el incesante golpeteo del cabecero de la cama contra la pared, amenazando con terminar como los pobres escritorios, victimas de la lujuria y el deseo incontenible que nos encuentra cada vez que estamos encerrados solos en la misma habitación.

Mi liberación me arrasó con fuerza, clavé los dedos en su brazo, sintiendo una de sus manos buscar mi espalda, sujetándome para hacer sus penetraciones más rápidas, su pene creció en mi interior, el calor de su liberación enfriando mi solitaria entrepierna, deseosa de más, deseosa de él, siempre.

— Carajo Lena...

Retirándose, quitándose el preservativo, tomando otro, volteándome en la cama.

— Me haré responsable mañana, te lo prometo.

Sujetó mis caderas, alineó su pene y antes de poder recuperarme, arremetió contra mi sexo otra vez, con fuerza, aplastando mi pecho sobre el colchón, el roce de mis pezones contra las sabanas no me hace ningún bien, mi cuerpo está sensible, Alexander perdió la cabeza, yo, perdida en el placer, somos una combinación peligrosa... para mi cuerpo.

Mi cuerpo completo se transformó en una zona erógena, Sasha no dejó de moverse en mi interior mientras derramaba lubricante en mi culo y utilizaba sus dedos para dilatarme, cuidadoso en todo momento, parando cada vez que me quejé, comenzando otra vez cuando le permití seguir explorando aquel lugar prohibido que me rogó por días que se lo entregara, y yo, incapaz de negarme a sus peticiones, sabiendo que si era con él, lo disfrutaría hasta convertir mi cuerpo en una masa inservible y satisfecha.

Dejó mi vagina, untando su pene de lubricante, apretó sutilmente la punta en mi culo, repartió besos en mi espalda, sus dedos buscaron su clítoris, y su mano libre encontró el camino hasta mis pechos, masajeando uno, distrayéndome mientras empujaba ligeramente, robándome el aliento.

— Despacio...

Me las arreglé para decir, sosteniéndome de las sábanas, apretando los dientes.

— ¿Quieres que me detenga?

Respondió con voz ahogada, moriría por ver su expresión ahora, pero simplemente mi cuerpo no responde a mis demandas.

— No.

— Lo sabía, te encanta esto, te encanta entregarte para que explore cada rincón tuyo.

Empujó otro par de centímetros en mi interior, esperó lo suficiente para acostumbrarme a la sensación, empujando un poco más, y un poco más, nunca en mi vida estuve más llena y comenzaba a temer, supongo que volverá a su tamaño normal ¿Cierto?

— Carajo... Alexander...

Respirando entrecortado, toqué mi abdomen, sintiendo el bulto que significaba su tamaño, el roce hizo temblar su cuerpo cernido sobre mí.

— Sí Lena... carajo... — apoyando su frente en mi espalda— Estás más apretada de lo que pensé, tu coño ya es apretado, pero tu culo... carajo Lena...

— Estoy por correrme.

Admití, las atenciones de sus manos no se detienen, el morbo aumenta el deseo, su placer aumenta el mío, estoy al borde otra vez.

— Yo también, no creo poder aguantarlo más tiempo, estás demasiado apretada, demasiado deliciosa.

Retirándose y empujando suavemente, intentando no lastimarme en el proceso, el rechinar de sus dientes y la forma en la que le saltan las venas en sus brazos me dice que está conteniéndose.

— Muévete, Alexander.

— No. Aún es demasiado pronto.

— No soy una perra débil.

Debatí.

— ¿Quieres salir de compras mañana, Lena? Estoy intentando controlarme para que seas capaz de dejar la cama mañana.

Voltee el rostro, mirándolo sobre el hombro, medio sonriéndole.

— ¿Y si probamos suerte? Apostemos. Si no puedo dejar la cama, dejaré que folles mi culo otra vez, si yo gano, la pequeña Lena tendrá tu boca a diario por una semana.

— ¿Se supone que es un castigo para mí? Porque ambas opciones suenan a premio, el premio mayor.

Quise reír, pero la sensación de su pene rozando mi interior me detuvo, apreté los dientes, y gemí, apretando las mantas otro poco.

— ¿Apostamos?

— Tú te lo buscaste — sujetando mis caderas— Si mi cosita insignificante quiere quedar parapléjica, yo le compro la silla de ruedas que quiera ¿Qué te parece?

— Imbécil.

Fue imposible cerrar la boca mientras sus estocadas dividían mi cuerpo en dos, llevé mis dedos a mi hinchado clítoris, frotándolo mientras Alexander buscaba su liberación, alcancé la mía primero, reacción que redujo el espacio del canal que usaba para su placer, como consecuencia, terminó corriéndose en grandes descargas, como siempre, sus gemidos y gruñidos fueron música para mis oídos.

Luego de eso, mi mente se desconectó, demasiadas emociones por una noche.

***

Le puse el sombrero a Tanya en la cabeza antes de salir, cruzándome el bolso en el frente, cojeando, enseñándole el dedo medio a Alexander cuando pasé por su lado en dirección a la puerta principal, se estaba riendo de mí, observando mi vergonzoso caminar de brazos cruzados.

De todas maneras, pude salir de la cama, arrastrándome, pero salí.

— Junta sed, Alexander, porque vas a mantener la boca ocupada por un tiempo.

Sujetando la mano de la niña, ambas en el pasillo que conecta a los demás cuartos de hotel.

— Siempre tengo sed de ti, bebé — guiñándome un ojo— Fingiremos que es un castigo para que mi cosita insignificante no se moleste con su futuro prometido.

— Y dale con eso.

— Vas a ser mi mujer, Lena — sonriendo malicioso— Mataría por ver mi apellido junto a tu nombre.

— Cinco meses.

Comenzando a caminar.

— Cinco meses... puedo convencerte mucho antes.

— Suerte con eso, diablo.

No era necesario que me convenciera, ya me tenía.




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BUENAS BUENAS HIJAS DEL PECADOOOO

PRIMERO QUE TODO, TENEMOS PLAYLIST QUE HICE CON AYUDA DE jhade_tega

ESTUVO QUE ARDE ESTE CAPITULOOO

ALEXANDER COMO SIEMPRE, BUEN PRE PROMETIDO JAJAJAJAJAJA

SATISFACIENDO LOS GUSTOS DE SU PRE PROMETIDA, COMPRANDOLE EL AUTO QUE LE LLAMÓ LA ATENCIÓN Y EL ANILLO DE COMPROMISO MÁS COSTOSO QUE LENA A VISTO EN SU VIDA

ALEXANDER HIZO MERITOS, SEAMOS SINCEROS JAJAJAJAJA

LE COMPRÓ HASTA EL CONJUNTO PARA QUE NO DIGAN QUE SU MUJER LLEVA DESNUDO EL CUELLO Y LAS OREJAS

YO QUISIESE CHICA, YO QUISIESEEE

Y OBVIO LA PRINCESITA SE LLEVÓ LA CORONA, PAPI LA CONSCIENTE EN TODO

Y AL LLEGAR AL CUARTO Y HACER DORMIR A LA PEQUEÑA

ALEXANDER NO ESPERÓ NI SIQUIERA A LLEGAR AL CUARTO, LA QUERÍA AHORA PARA ÉL

LENA SE PUSO MODO HOT TAMBIÉN Y TERMINÓ ENCENDIENDOLO MÁS

LO DIERON TODO, LITERAL LENA DIO CADA RINCÓN DE SU CUERPO, TODA ELLA FUE PROBADA POR ALEXANDER

QUE ENVIDIAAAA DE LA BUENA CLARO JAJAJAJAJA

Y LENA GANÓ, FUE CAPAZ DE SALIR DE LA CAMA

A QUÉ COSTO? PERO SALIÓ

Y ALEXANDER TENDRÁ QUE COMENZAR A JUNTAR SED, PORQUE TIENEN UN ACUERDO QUE PARA ÉL DEFINITIVAMENTE ES PREMIO

NOS LEEMOS EN EL SIGUIENTE CAPITULO BEBAAS

BIENVENIDAS A LAS NUEVAS, 

BESITOS EN LA COLA


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