Capítulo 2


Abrí los ojos de golpe al sentir el colchón hundirse bajo el peso de alguien, tomé asiento con rapidez, sujetando las mantas, apretándolas contra mi pecho, observando a Alexander Volkov muy cómodo a los pies de mi cama, una muda de ropa a su lado y unas botas, parecían ser para mí por el tamaño.

El sujeto vestía una camiseta de manga corta que se ajustaba a la perfección a esos gruesos brazos, pantaloncillos cortos de deporte que dejaba a relucir parte de su piel, huele a perfume, champú y crema de afeitar, su cabello sigue húmedo, parece recién salido de la ducha.

Me sonrojé ante la idea mental de Alexander tomando un baño, regañándome internamente por dejar divagar mi mente por esos pecaminosos lares, esto se siente incorrectísimo, me negaba a mirar a la tentación a los ojos.

Dios te salve maría, llena eres de gracia, el señor es contigo...

— Hermana ¿Puede dejar de fingir que no estoy aquí y mirarme?

Su voz grave entró por mis oídos y causó estragos en mi estómago ¿Por qué? ¿Por qué me vibró el pecho?

Reuní toda mi fuerza de voluntad y giré el rostro para mirarlo, intentando no mirar más de su cuerpo, pero que incorrecto... la hermana Corine ya me habría dado de varillazos por esto.

— ¿Qué hace aquí Alexander Volkov? Recuerdo muy bien haber cerrado la puerta con seguro.

Regañándome internamente por haber sonado más aguda de lo que pretendía, estoy muy nerviosa.

— Oh, eso — acomodó su cabello, obligando a mis ojos a desviarse para apreciar como se contrae el musculo de su brazo— Olvidé comentarle que ese baño — señalando una de las puertas— Conecta con mi habitación — instalando una sonrisa felina en esos labios suyos— Así que ya sabe qué sólo debe recorrer ese corto tramo si quiere rezarle de rodillas a alguien, estaré encantado de ahogar sus plegarias... digo... escucharlas.

Fruncí el ceño, el rubio de mirada fría y vacía parecía no ser sincero con sus palabras, deberé asegurar la puerta del baño ahora también para no sufrir más eventos desafortunados como este.

— Será muy su casa, señor Alexander Volkov, y usted creerá que soy un objeto que puede sacar de un lugar y ponerlo en otro, pensando que actuaré cómo usted me indique, pero sigo siendo una persona que necesita de su espacio personal y creí que al menos en este cuarto podría tomar decisiones por mi cuenta.

Decisiones... decisiones...

Nunca he tomado decisiones, toda mi vida se resumen seguir ordenes y reglas, acatar castigos, callar y así cada día, de cada semana, de cada mes... cada año...

— Hermana ¿Qué parte de, eres mía, no ha comprendido? Creí haberle dicho que hoy iba a tatuarla, así que amablemente vine a dejarle ropa que creí será de su talla, usted es generosa de ciertas áreas, me costó elegir la talla indicada, espero haber tenido buen ojo, de quedarle bien, haré que mi segundo le traiga otras cosas, vístase, la espero en el pasillo.

Sin más, se levantó y entró al baño, procurando dejar la puerta abierta para ver cómo lo cruzaba y abría la puerta del otro extremo sólo para confirmar sus palabras, compartimos baño y yo debo asegurarme de cerrar muy bien cuando tome una ducha.

— ¿Tatuarme? Eso ya es un pecado — saltando fuera de la cama— Si es en la pierna, él tendrá que tocarme, y tendré que estar medio desnuda, otro pecado — caminando hacia el baño con la ropa que me trajo apretada contra el pecho— ¿Cuánto más me hará pecar este sujeto?

Cerrando su puerta con seguro antes de quitarme la ropa y entrar a la ducha, limpiando todo rastro de la noche anterior, esos sacerdotes pecadores que se irán al infierno por sus acciones libidinosas, que blasfemia...

Envuelta en una toalla oscura alrededor del cuerpo y el cabello, miré con horror las prendas elegidas por el hombre, comenzando por el color del negro más oscuro que he visto, una especie de brasier un poquitín más grande, bragas diminutas de encaje como las que llevaba puestas, incómodas e inútiles, no cubren mi trasero, también unos short bastante cortos y elastizados, parecía ropa para hacer deporte de esas que las mujeres al otro lado de la muralla usaban al correr por las calles, siempre pensé que eran unas pecadoras e incitadoras por su forma de vestir, y ahora yo...

El que refrena su lengua, protege su vida, pero el ligero de labios, provoca su ruina. Proverbios 13:3.

A regañadientes me vestí cómo el señor Alexander Volkov quería, su ojo no lo engaña, me quedó bien... demasiado entallado la verdad, jamás he mostrado tanto, demasiada piel expuesta, parece que voy desnuda.

Metí mis pies dentro de esas botas un poco más altas del nivel del tobillo y cepillé mi cabello, lavé mis dientes y ordené toda mi ropa sucia en el canastito en el baño, armándome de valor para dejar el espacio, regresar al cuarto, quitarle el seguro a la puerta y abrirla ligeramente, asomando la cabeza, cubriendo mi cuerpo con la madera, ahí estaba el rubio de mirada vacía, esperando de brazos cruzados, apoyado en la pared frente al cuarto.

— No puedo salir así, Alexander Volkov, soy una monja, regréseme mi velo al menos.

Sonrió malicioso, negando.

— Hermana ¿Podría sólo llamarme Alexander? Me pone nervioso si me llama por mi nombre completo.

Bufé.

— Alexander, no estoy jugando, ya he pecado demasiado, necesito ir a una iglesia, necesito confesarme, estoy sucia, dejé que otros hombres miraran lo que le ofrecí a Dios — entrando en desesperación— Dios dice: Andemos decentemente, como de día, no en orgías y borracheras, no en promiscuidad sexual y lujurias, no en pleitos y envidias. Romanos 13:13.

Alejó la espalda de la pared y caminó hacia mí, tirando de la puerta para abrirla por completo, mirándome de pies a cabeza, parecía divertido.

— ¿Quién diría que bajo el hábito ocultabas tal belleza, hermana? Una lastima para tu Dios que yo viva en la promiscuidad — dando un paso hacia mí—Una lastima que yo sea el diablo, el villano de tu historia, un sátiro — tomando mi mano, besando el dorso— Una lástima que quiera reírme en su cara y obligar a una de sus creyentes a cometer pecado tras pecado. Voy a divertirme demasiado contigo.

Tirando de mi mano para sacarme del cuarto, haciéndome girar, silbando.

— Te aseguro que vas a olvidar a tu Dios viviendo con el diablo, hermana.

Guiñándome un ojo antes de comenzar a caminar sin soltarme mientras yo rezaba cincuenta padres nuestros como auto penitencia por pensar cosas indebidas, la forma en la que ronronea sus palabras me provoca incomodidad en ciertos lugares.

— Alexander, no quiero tatuarme.

Bajando las enormes escaleras, doblando a la derecha, recorriendo el pasillo.

— No es negociable.

— Alexander... vas demasiado rápido.

Paró de forma abrupta, provocando que chocara con su espalda, levantando mi cabeza para mirarlo mal, encontrándome con su rostro divertido.

— ¿Qué? ¿Vas a insultarme con tu biblia de nuevo? ¿Lanzarme tu agua bendita para ver si me derrito? ¿Mostrarme tu crucifijo para exorcizarme?

Rodé los ojos.

— No es gracioso, dijiste que intentarías respetar mis creencias.

— Intentar y hacerlo son dos cosas muy diferentes Malyshka.

Comenzando a caminar otra vez.

— Deja de llamarme niña, soy un adulto.

— ¿Ya comenzamos a tutearnos, hermana? Pero que descarado acto, rece tres Ave maría por ello.

— ¿Vas a hacer chistes de mal gusto todo el tiempo?

— No tienes idea de todos los insultos sutiles que pensé para usted anoche, hermana, dije que iba a mostrarle el infierno ¿No le está gustando la prueba gratis? Porque pronto tendrá que pagar la suscripción.

— ¿A qué te refieres?

— Ya lo verás, no te va a gustar mucho.

Abriendo la puerta a lo que parecía ser su estudio, una camilla y una silla de cuero negro en el centro, materiales de diversa índole en el estante al final del recorrido, espejos de cuerpo completo en las paredes paralelas, un lavamanos bastante grande, e instrumentales que realmente no conocía.

— Quiero ver lo que vas a hacerme.

Me animé a decir, no puedo sólo dejar que haga lo que quiera sin conocer el resultado.

— Tengo muchas cosas en mente, hermana ¿Qué quieres ver primero?

Usando esa sonrisa socarrona otra vez, molestándome.

— El tatuaje, Alexander, Dios dice...

Callé. Si vuelvo a decirle algún versículo de la biblia, seguirá burlándose, es un irrespetuoso.

— ¿Quieres que me quite la ropa? ¿Así sin más? ¿Sin primera cita? — llevando sus manos al elástico de su short, no podía ver la totalidad de su tatuaje con él— Anoche creí que sería demasiado para una monja virgen e ingenua, pero parece que tan ingenua no eres.

Dejando caer la tela, mostrándose en ropa interior sin pudor, sujetando el borde de su camiseta, levantándola, permitiéndome ver su marcado abdomen lleno de cicatrices, cada una más gruesa que la anterior, un poco más abajo... su oscura ropa interior, y un... un... bulto en el frente, uno... grande.

— Hermana... ese no es mi tatuaje — sosteniendo su hombría con una mano, dándose un apretón sobre la ropa interior— ¿Te llama la atención? ¿Alimento tu curiosidad, monja?

Desvié la vista rápidamente por las acciones descaradas de este sujeto ¿Cómo... se atreve? ¿No les teme a las llamas del infierno y el castigo eterno?

— Ve un poco más, aún no miras lo cubierto del tatuaje, es la mejor parte.

La curiosidad terminó ganando la batalla interna, giré el rostro para mirar otra vez, observando la tinta que recorre su piel, sonrojándome a más no poder al verlo bajar la cinturilla de su bóxer lo suficiente para ver la cabeza del dragón descansar en su cadera, afortunadamente sus... sus partes quedaron muy bien cubiertas, no vi nada, pero aun así... aun así...

— Eres traviesa, monja ¿Cuántas penitencias te habrían dado por esto?

— Ya perdí la cuenta... — carraspee desviando la vista— De seguro la hermana Corine me hubiese golpeado con la varilla por esto — llevando una de mis manos tras mi hombro, tocando la herida más reciente, aún escoce— Me hubiesen dejado sin comida ni agua en el salón a oscuras por días para reflexionar.

Frunció el ceño acomodando su ropa interior, soltando la camiseta y colocándose el short antes de caminar hacia mí.

— Date vuelta, hermana.

— ¿Por qué?

— Quiero ver algo.

Hice lo que me pidió, girando, dándole la espalda, sintiendo sus manos sujetar mi cabello, acomodándolo a un lado para poder mirar mejor, provocando temblores en mi cuerpo al sentir sus rasposos dedos recorrer las líneas irregulares en mi espalda, tanto las viejas como las nuevas.

— ¿Qué mierda te hacían ahí?

Murmuró.

— Yo era desobediente, ellas corregían mis acciones, los sacerdotes me llamaban insolente y me corregían golpeando mi espalda con la varilla.

— ¿Cómo lo hacían?

Preguntó sin dejar de delinear los trazos irregulares.

— Había una mesa de madera ahí, me hacían apoyar ambas manos y... b-bajaban el hábito hasta mi cintura, yo nunca usé brasier, las abadesas decían que alimentan la lujuria nada más, entonces... golpeaban mi espalda con la varilla mientras me hacían recitar la biblia.

— ¿Cuándo se detenían?

— Cuando... la varilla se rompía.

El crujir de sus dientes fue tan audible que me asustó, di media vuelta observando sus ojos oscurecidos y el ceño fruncido, la quijada apretada, la vena de su cuello palpitar rápida e insistentemente.

— ¿Y los dejabas? ¿Dejabas que te hicieran todo eso? Medio desnuda, humillada, viviendo en una mentira... ¿Qué vida de mierda te obligaron a llevar?

— Yo quería ser correcta a los ojos de Dios, quería encajar, quería... que me vieran y pensaran en mí como alguien merecedora de mi hábito, no tenía dónde más ir, ese convento es todo lo que yo conocía ¿Qué haría si me echaban? El padre Nikolas dijo que para las personas cómo yo, que no somos nada, ni siquiera una existencia sólida, todo lo que nos queda es la prostitución, y Dios me daría la espalda por seguir el camino de la lujuria.

— ¿Quieres saber qué le hice a tus queridas hermanas, tus abadesas y tus sacerdotes? Porque te aseguro que pagaron por sus pecados y ahora están quemándose en las llamas del infierno.

Palidecí.

— La sangre ayer... la que salpicaba su rostro... sus manos...

— Sí, así es, hermana, que inteligente es, yo los maté, a todos, y ese convento debe ser un montón de escombros y ceniza ahora ¿Cómo se siente eso?

Se me secó la boca de pronto, pensar en lo que este sujeto dice, la soltura con la que habla de muerte y sangre, el temor de sufrir el mismo destino si lo hago enojar... no me gusta, no me gusta nada.

— Dios dice que debemos aferrarnos a lo bueno y evitar toda clase de mal, yo los perdono por lo que me hicieron, todo se pagará en el juicio final.

Rodó los ojos.

— Hermana, usted es estúpidamente buena, demasiado ingenua —suspiró— Espero cambiar su mentalidad pronto o querré ahorcarla.

Me persigné y junté mis manos frente al pecho.

— Si me mata en algún momento, no me avise, así no voy a desearlo y no pecaré.

Deslizó la mano por su rostro con frustración, señalando la camilla.

— Recuéstate ahí mejor, vamos a comenzar, tardaremos horas, pediré que te traigan algo de comer para que no mueras en el intento, si te quisiera muerta, te hubiese dado un tiro en ese convento, así que procura dejar a tu Dios de lado, ya te dije que ese mentiroso no entra aquí.

Apreté los labios y decidí obedecer, ya sé de lo que es capaz, no quisiera hacer enojar al diablo.

Subí a la camilla tomando asiento en ella, viéndolo acercarse nuevamente, acuclillándose frente a mí, desatando los cordones de la bota izquierda, retirando el calcetín.

— Necesito que te quites el short, y en cierto punto, el hilo de tu tanga nos va a molestar para tatuar, pero tranquila que te mantendré cubierta todo el tiempo, no miraré nada, hermana, realmente respeto su cuerpo.

Inconscientemente busqué mi crucifijo para apretarlo... pero no estaba ahí, no me lo puse.

— ¿Prometes que no vas a mirarme? ¿Me lo juras?

— Te daré una manta para que cubras todo lo importante, yo no voy a forzarte, vas a querer entregarte tú sola.

Sonrojada nuevamente, hice lo que me pidió, quité el short del camino y recibí la manta que me entregó apoyándola en mi regazo para cubrirme.

— Estoy... muy desnuda, Alexander, esto no me está gustando.

— ¿Desnuda? Todo lo importante está cubierto, hermana, tienes que dejar las ideas anticuadas de lado, tú eres dueña de tu cuerpo, puedes ir completamente desnuda, sin siquiera un trozo de tela cubriendo tu cuerpo y aún así deben respetarte, tú debes hacerte respetar, eres preciosa, no te sientas cohibida por mostrar lo que Dios moldeó para ti ¿Vas a seguir ocultando su obra bajo ese manto gigante que no te hace justicia?

Acomodé un mechón de cabello rebelde tras mi oreja, sonriendo, esta vez no me sonó a insulto, es... lo menos ofensivo que me ha dicho.

— Gracias Alexander, pero no es cuestión de cambiar de mentalidad de un momento a otro — recostándome, viéndolo preparar el material que usará, los colores, las maquinas, los guantes— Pero no suena descabellado lo que dices ¿Por qué debería cubrir la obra de Dios? Dios me hizo así para mostrarme al mundo, y ahora que estoy afuera... hay tantas cosas que puedo hacer...

— Eso es lo que digo yo, muestra este exquisito cuerpo y hazlos a todos desear pecar, tú no naciste para ser una santa, naciste para ser una tentación.

Mordí mi labio y apreté la manta con fuerza al sentir los primeros trazos del tatuaje, no pensé que esto doliera tanto, pero no era comparable al dolor de los golpes con la varilla, esto es completamente tolerable.

Un sujeto me acercó un sándwich sin dedicarme ni una sola mirada, como si no estuviera desnuda y luego se marchó, Alexander dijo que todo va en la confianza que uno demuestre, la confianza lo es todo, el más confiado se lleva los mejores pretendientes, el mejor puesto de trabajo, alcanza sus objetivos, borra sus límites y consigue mucho más de lo que en un comienzo querían, una persona confiada lo obtiene todo siempre.

Me dio un poquito de vergüenza cuando doblé mi rodilla y dejé que trabajara en la cara interna de mi muslo, su rostro estaba literalmente encajado entre mis piernas, muy concentrado en seguir el diseño de la organización a la que entré sin darme cuenta, dijo que primero lo dibujaría y luego lo pintaría, un dragón de escamas verdes brillantes, cambiando poco a poco de color hasta llegar al tobillo, la punta de una cola roja, gruesa e imponente bien enroscada, colores vivos y fuertes. 

Un tatuaje vistoso y conocido que me dará inmunidad, o al menos eso dijo.


— Listo, sólo falta la cabeza — levantando el rostro para mirarme luego de más de una hora de trabajo— Necesito que te quites tu tanga, hermana.

Hice un mohín.

— Date la vuelta.

Sonrió de lado negando divertido, cruzándose de brazos, dándome la espalda y la privacidad necesaria para quitarme las bragas y cubrirme con la manta, ladeando mi cuerpo para que trabajara en mi cadera, avergonzándome por tener el trasero al aire.

— Ya... ya estoy lista.

Volteó nuevamente comenzando a trabajar de inmediato, terminando con la detallada cabeza del dragón, comenzando a pintar desde arriba para que pudiera cubrirme y sentirme mucho más cómoda.

Casi cinco horas para terminar este nuevo tatuaje, mirándome al espejo de cuerpo completo con las bragas y el short ya en su lugar, la bota bien anudada, mirando la tinta teñir mi piel.

Vestida así, con el tatuaje y el cabello suelto... no parezco yo, esta es otra Jelena, una que no conocía.

— Ahora, hermana, vamos al exterior, te voy a enseñar cómo defenderte, eso sí, no te aseguro que seré piadoso, traerte aquí fue demasiada piedad, el enemigo no tendrá piedad de ti, te matará sin escrúpulos, te romperá el cuello, te disparará, te cortará en pedacitos, va a apuñalarte, te arrancará los ojos, cortará tu lengua — parándose tras de mí, la diferencia de tamaños era ridícula— No tienes idea las atrocidades que podrían hacer con un cuerpito tan pequeño como tuyo — susurrando en mi oído— Y siendo la primera mujer de la Bratva, si me haces quedar en ridículo — acomodando mi cabello a un lado de mi cuello— Seré yo quien te torture hasta que desees estar muerta.

Temblé.

No parecía estar mintiendo, es más, lo veo altamente capaz de cumplir sus palabras y sinceramente no quiero morir, quiero aprender sobre la confianza en mi misma, quiero poder ir por ahí sin avergonzarme por cómo voy vestida, las hermanas me enseñaron toda la vida que mostrarme era merecedor de duros castigos, era un camino directo al infierno, pero ¿Y si Dios nos hizo a todos bajo su imagen y semejanza... por qué debo seguir ocultándome?

— Haré lo mejor posible, Alexander, pero tenga en consideración que yo jamás he hecho algo como eso, yo reniego de la violencia.

— Una lastima — tomando mi mano, colocando una navaja en ella— Esta es tu mejor amiga ahora, siempre llévala encima, no puedes salir sin armas, Jelena, siempre va a haber alguien que querrá lastimarte, siempre alguien querrá matarte, pero en esta casa siéntete a salvo porque yo voy a cuidarte.

Jelena...

La mera forma en la que pronuncia mi nombre suena como un pecado.

— Entonces... ya que rompí mi promesa con Dios y no podré dedicarle todo mi tiempo en oración, le juraré lealtad al diablo — mirándolo a través del espejo— Usted, quien ha venido a corromperme y a salvarme, rezaré por su alma, Alexander.

— Mi alma no tiene salvación, Malyshka, pero me gusta cómo juras y pones mi nombre junto a la corrupción ¿Seré merecedor de tus plegarias algún día?

Sonriendo travieso, su doble sentido sigue siendo todo un tema.

— Mi cuerpo sigue siendo de Dios — comenzando a caminar— No se haga ilusiones, no tengo interés en actos de esa índole, no le encuentro el sentido.

Alexander salió del estudio tras de mí, caminando a mi lado para guiarme, recorriendo el pasillo otra vez.

— ¿No le encuentras sentido, dices? ¿Y cómo sabrá una monja lo que se hace en pleno acto sexual? ¿Qué hay en esa sucia mente suya, hermana? Ilústreme.

— Me... enseñaron que esos actos...

— El sexo.

Soltó en tono aburrido.

— E-eso, sí — carraspeando— Son provocados por satanás, obligando a hombres y mujeres a pecar para poder torturar esas almas en el infierno, además, las hermanas dicen que sólo es para el disfrute masculino, que no me pierdo de nada de esas burdas practicas sucias, mi cuerpo es un templo sagrado y Dios lo toca con su luz cada vez que asisto a misa.

Dejé de sonreír cuando vi el rostro que puso Alexander, dejando incluso de caminar.

— No, es que a ti realmente te criaron estúpida, hermana Jelena ¿Es que nunca te has tocado siquiera? ¿Nunca has sentido curiosidad por sentir placer?

Parecía tan indignado por modo de ver el mundo ¿Por qué le afecta tanto? No comprendo.

— ¿T-tocarme? ¿Tocarme cómo? ¿Dónde? Sea un poco más respetuoso, Alexander.

Cruzándome de brazos.

— Jelena... has vivido en una burbuja de mentiras, así que dejaré una tarea para ti — inclinándose hacia mí, su rostro a escasos centímetros del mío— Hoy, cuando te vayas a la cama, llevarás tu mano a tu entrepierna, en la cima de tu sexo hay una protuberancia, entre los pliegues — me arde el rostro de la vergüenza por cómo habla con tanta soltura— Vas a usar dos de tus dedos y vas a acariciarlo, si quieres una buena motivación, piensa en mí sujetándome el paquete, vi como se te oscurecieron los ojos ¿No pasó nada ahí abajo? Se humedeció ¿Cierto? — tragué grueso ¿Cómo lo sabía? — Tócate, Jelena, tócate y llega al orgasmo, mañana vas a decirme cómo se sintió, vas a describir sensación por sensación y vas a pronunciar bien cada acción, cada detalle, y entonces yo te explicaré por qué el sexo conmigo se sentiría mil veces mejor que lo que te provocaste tú sola.

Irguiendo su postura con esa traviesa sonrisa adornando su rostro, abriendo la puerta de cristal que daba al exterior, extendiendo su mano hacia mí.

— Un reporte completo, hermana, así que preste mucha atención a cada sensación.

— Es usted un pervertido, Alexander.

Pasando por su lado sin tomar su mano, comenzando a caminar.

— No tiene idea de cuánto. No sabe las maravillas que puedo hacer.

— Un sátiro, eso es lo que es, usted necesita un exorcismo.

Carcajeó.

— Aún no, Jelena, aún no poseo su cuerpo, cuando lo haga, cuando pruebe esa agua bendita que produce su templo, quizá, y sólo quizá quedaré libre de pecados.

Dios todo poderoso ayúdame a mantener las perversiones de Satanás lejos de mi mente... y de mi cuerpo.

¿Cuánta penitencia más debo sumar a la lista? ¿Cuánta más, señor?




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BUENAS BUENAS SÁTIRAS PECADORAAAS

DEBO ADMITIR QUE YA ESTOY BUSCANDO DÓNDE MANDAR CURRICULUM PORQUE ALEXANDER ES MÁS CALIENTE QUE EL SOOOL

JELENA TIENE LA TENTACIÓN FRENTE A ELLA Y  YO NO SÉ CÓMO LE HACE PARA RESISTIRSE

Y EL BAÑO? ALGO ME DICE QUE ESE SERÁ EL BAÑO DE LA DISCORDIA, ALEXANDER LO HIZO A PROPOSITO

PERO JELENA SE DA A RESPETAR, NADA DE COSAS AQUÍ

LA CARA SE LE CAYÓ CUANDO VIO LA ROPA QUE DEBÍA USAR, NUNCA SE VISTIÓ ASÍ EN SU VIDA

Y ALEXANDER TIENE ESA PERSONALIDAD CHISPEANTE CON INSULTOS Y MOLESTAS BROMAS A FLOR DE PIEL, YA TENÍA LLENA A LA HERMANA CON SUS BROMAS

PERO EL TATUAJEEEEEE 

HERMANAS, TENER EL ROSTRO DE ALEXANDER ENCAJADO ENTRE SUS PIERNAS ES MÁS QUE SUFICIENTE PARA QUERER HACERME ESE TATUAJE

AMÉN

Y ALEXANDER RECOMENDANDOLE TOCARSE? NOOOO, ES QUE ESTE HOMBRE ES MÁS CALIENTE QUE EL SOL

PONGANSE BLOQUEADOR SI NO QUIEREN QUEMARSE, SUCIAS

AQUÍ NO NECESITAMOS EXORCISMOS, NECESITAMOS QUE LO LIBRE DE PECADOS

*INSERTA CARA BABEANDO*

NOS LEEMOS EN EL PROXIMO CAPITULO PECADORAS

BESITOS EN LA COLAAAAA

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