Parte Única

Cuando cobré nuevamente el conocimiento un espantoso dolor se apoderó de mi cabeza, de ambos brazos y de la pierna izquierda. Levanté la cabeza y observé las heridas que recorrían los miembros. Había perdido mucha sangre, y me quedaba muy poco tiempo de vida. Lo asumí y con grandes esfuerzos me levante del suelo. La noche estaba estrellada y poco a poco empezaba a helar. Caminé sin rumbo fijo durante un buen rato, esquivando los cadáveres de los musulmanes y templarios hasta llegar a lo alto de una duna de arena. En la parte baja de esta había una tienda, una hoguera bastante amplia.Alrededor de la tienda había todo tipo de armamento, desde espadas hasta una catapulta. Supe inmediatamente que se trataba de saqueadores. Eran peligrosos y sabia que al mundo le haría un favor si los mataba. No recuerdo como bajé hasta la tienda pero cuando estuve frente a ellos no dudé en atravesar sus cuerpos con mi espada. Volvía guardar mi espalda y salí al exterior. Fue entonces cuando vi aquel hermoso animal de pelaje blanco, la cabeza la tenia tapada pero a simple vista podía verse un extraño brillo procedente de debajo de la tela. La curiosidad pudo conmigo y me dirigí hace aquel animal. No pareció reaccionar cuando deslicé mi mano por su lomo.Agarre un extremo de la cuerda que ataba la tela a la cabeza y con mi cuchillo lo corte. La tela quedó libre y yo la quité de un tirón.Mi cara mostró asombro, delante mío se mostraba un unicornio blanco, de largas crines que caían a ambos lados del cuello. Mire sus ojos, eran azules, miraban algo, pero no conseguí ver lo que era. La vista se me empezó a nublar y caí al suelo. Volví a despertar cuando los rayos de sol me rozaron la cara. Aún vivía, y rápidamente miré mis heridas. No encontré ninguna cicatriz, tampoco heridas. Estaba curado pero débil.
Lo primero que pensé fue en dios, después en la magia y los milagros y después de esto en el unicornio. Lo encontré donde estaba por la noche, mirando al suelo, pero esta vez pude ver un extraño hilo que unía la pata del unicornio con mi pierna. Busqué un extremo, no lo encontré. Fui hasta la pata del unicornio y busqué el final, no lo hallé. Por mi mente pasó una pregunta, ¿y si eso miraba el unicornio, y si eso lo retenía? Yo sabía que un unicornio debía de ser libre libre, no esperé, cogí la espada y corté la cuerda.
El unicornio reaccionó, relinchó y salió al galope del lugar libre, sin preocupaciones. Mi vista volvió a nublarse, mi mano soltó la espada la cual calló sobre la arena. Sabía que ocurría, había liberado al unicornio y cortado la cadena de la esclavitud, pero esa cadena para mí no era la de la esclavitud, era la de la vida, porque toda la vida estamos esclavos y solo conocemos eso.
Ese fue mi último pensamiento, antes de unirme con la arena, y pasar a ser un grano de arena en medio de un desierto.


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