06:Du fragst zu viel, Mädchen.
Damien.
No sé quien está manejando el auto que es mi vida. No sé qué curvas toma. Mucho menos sé si está tomando el camino largo o corto. Estas son cosas que me tienen sin cuidado, al fin y al cabo no importa por cual carretera va conduciendo, al final siempre seré yo quien decida si sigue conduciendo por el mismo camino o toma otro.
Pero hay algo que si quisiera saber ¿Cómo es que personas que saltaron de ese auto en el camino vuelven a aparecer de nuevo en aquel automóvil si yo no me he detenido a recogerlas? O mejor aun ¡¿Qué hacen en el auto de mi vida si yo no los quiero allí?!
No es como si la presencia de algunas personas no me molestaran, porque de hecho son pocas a las que soporto, pero si alguien que siempre ha estado allí me fastidia no pretenderá el mundo que alguien, al que quiero a kilómetros de distancia, ame su presencia. Mundo, si es eso lo que crees, pues metete tus creencias por…
—Terminó la clase —nos informa el profesor. No ha terminado de decir la última palabra cuando ya estoy cruzando el umbral de la puerta.
Camino por los pasillos de la facultad a lagar zancadas. Quiero alejarme, no soporto su presencia; no soporto su cara; no soporto su voz; no soporto su olor a cítricos.
Ese olor que solo me trae recuerdos que luego me llevan al instante de su patética…
—¡Damien, detente! —me grita y, aunque ha pasado tiempo y quiero que desaparezca, me detengo, pero no me giro.
Escucho como esa tobillera que nunca se quita tintinea al acercarse a pasos rápidos. Me rodea para poder encararme. Tengo que bajar la cabeza ya que es mucho más pequeña que yo con su 1.65, levanta la vista provocando que sus ojos azules o grises, la verdad nunca supe que color son y ahora no me interesa saberlo; chocan con los míos. Ella alberga pena en ellos mientras que yo solo le doy una mirada helada que la hace apretar los labios y retroceder un paso.
—¿Qué quieres? —le pregunto casi en un gruñido.
—Que hablemos —sus facciones se mueven en una mueca de pesar—. No has querido hablar conmigo desde lo que viste aquella noche, no me dejas explicarte —avanza el paso que anteriormente había retrocedido.
˃˃ Tengo derecho a que me dejes explicarme —poso la vista en el pasillo alejándola de sus ojos suplicantes—, por favor, solo dame unos minutos —su mano sube para tocar mi brazo, evado el toque porque no quiero sentirla, no en este momento. Baja la vista al ver que rechazo su tacto.
—No me interesa escucharte, deja de querer hablar conmigo —empiezo a pasarla—. Y espero que el que estés aquí no sea para amargarme la vida —le suelto con amargura para retirarme, pero ella no se rinde y vuelve a seguirme.
Me llama, pero no volteo. Ya me amargó la mañana y prefiero alejarme antes de olvidarme de todo y hacer algo de lo que estoy seguro luego me arrepentiría.
Salgo de la facultad, ella esta gritando mi nombre, pero se detiene en seco al ver parte de la razón por la que la quiero tan lejos de mí: Mitchell Roché, su actual novio o acostón, no lo sé ni me importa.
Paso de él evitando chocarle el brazo o aún peor, chocar mis nudillos contra el ojo que la última vez golpee. Escucho como ella le dice “mi amor” antes de poder alejarme por completo.
Nunca creí que la encontraría aquí. Estoy muy claro de que ella volvería este año a Estados Unidos ya que era una estudiante de intercambio en Alemania, pero joder, de tantos estados, ciudades y pueblos que hay en Estado Unidos ¡Ella vive justo en Newark!
Si recuerdo que un día me dijo que la universidad donde estudiaba era de aquí, pero son cosas de las que eventualmente me olvido porque son irrelevantes. Nosotros no hablábamos tanto, más bien nos dedicábamos a otras cosas más placenteras.
No logro caminar mucho cuando me toman del brazo, me suelto bruscamente preparándome para gritarle que ya me deje en paz, pero no es ella y debí notarlo, pero la rabia me tiene cegado.
—Hey, amigo, calma —Demir levanta las manos en forma de inocencia para que no le haga daño, suelto aire—. La vi, ella también me vio, pero estaba con ese tipo que tiene nombre de niña y se hizo la que no me conoce —se encoje de hombros restándole importancia—. ¿Estás bien? —termina preguntando.
—Si —afirmo sin pensar—, solo me sorprendió y luego me cabreo. Es como si quisiera amargar toda mi vida —me paso las manos por la cara frustrado.
—Ya Damien, no la dejes hacerlo, ella no merece todo tu estrés —me palmea la espalda pero le manoteo la mano para que no me toque lo que lo hace reír.
—No lo merece, pero igual me molesta que de todo el mundo que hay —abro los brazos para enfatizar mi punto—, ¡Vine a parar justo donde ella vive! —termino gritando porque no puedo contenerme.
—¿Y qué? —se me pone al frente con su tan atípica cara seria que dice que está hablando en serio— ¿Me vas a decir que de verdad te importaba esa…? —se corta porque no le gusta insultar a las mujeres así sean lo peor del género femenino.
—No es que me importe o que me importara, es que me hizo quedar como porquería ¡Frente a toda la universidad! —vuelvo a gritar.
Varios estudiantes nos pasan, pero no sin antes echarnos un vistazo y parar la oreja para tener algún chisme que contar el primer día de clases.
April no solo me engañó sino que terminé yo siendo el malo frente a todos, porque ella era la santa y hasta yo le creí el papel durante tanto tiempo, pero no es una santa es una sucia ramera que no merece ni que la trate con respeto.
—Ya no están en la misma universidad, ya no te tiene como antes. Ahora sabes quién es y cómo es. Las cosas son diferentes, métetelo ya en la cabeza —golpea su dedo índice contra mi sien.
Cierro y abro las manos tratando de encontrar mi añorada paz interior, paz que nunca llega pero el ejercicio me ayuda a calmarme.
—Ahora vamos a comer que me muero de hambre —pasa su brazo por mis hombros, se lo manoteo y sonríe como si fuera el mejor acto del mundo.
Nos dirigimos a la cafetería principal donde pedimos el especial que consiste en espagueti con albóndigas y salsa para pasta, pagamos en efectivo para luego sentarnos en una mesa de cuatro puestos en el centro de la cafetería. Las miradas lobunas no tardan al igual que mi indiferencia hacia todas las chicas que intentan ofrecerse.
No es como si no me gustan o algo así, solo que estoy de muy mal humor como para lidiar con el coqueteo indiscreto de unas chicas que luego no entenderán que fue solo un polvo y que yo no repito.
—Demir, me tienes en el olvido —una morena alta le engancha las brazos en el cuello al moreno desde atrás y va dejando besos desde su cuello hasta su boca sin ninguna clase de vergüenza.
Hago una mueca de asco ante la escena de intercambio de saliva, la chica parece que le quiere robar el aire a Demir. Termina sentada en sus piernas y empieza a contoneársele sobre la bragueta del pantalón.
—Demir —lo llamo, pero este está muy ocupado dejando que le roben el aire—, Demir —lo llamo con más firmeza, me hace una seña con la mano para que le de unos minutos.
Le doy los minutos ya que parece estar disfrutando del sexo con ropa que le ofrece la morena. Veo a mi alrededor y noto que varias chicas ven la escena con los ojos abiertos y las mejillas sonrojadas, ahora no sé si por vergüenza o excitación, quizás ambas. El sexo masculino no se queda taras viéndolos y riéndose mientras asienten con aprobación, pero noto que varios niegan, esos son los que usan la cabeza de arriba y no la de abajo.
Me canso de esperar y termino bajando a la chica del regazo del moreno sin ningún tipo de delicadeza.
—Oye —la dejo sobre una de las sillas mientras me giro para encarar a Demir.
Tiene la típica cara de cachondo que tendría cualquier hombre después de semejante espectáculo, pero me preocupa un poco esa erección que se nota de aquí a tres kilómetros, con esa cosa no lo dejaran entrar a clases, pero ¿A mí qué me importa?
—Parece que te ibas a follar a una ramera en medio de la cafetería —abre los ojos viendo a los lados, sé que se sonroja avergonzado y que seguro estaría como un tomate si tuviera la piel más clara.
—A mi me respetas —intenta defenderse la chica levantándose del asiento, la detallo.
Cabello color chocolate, piel un poco más clara que el mismo color, lleva un vestido de verano muy corto que efectivamente se puede confundir con un vestido de ramera si tuviera lentejuelas.
—No respetos a personas que no se respetan a sí mismas, si quieres que te respeten no dejes que te anden manoseando en medio de una cafetería donde todos te están viendo sin ningún disimulo —se encoje antes de irse del lugar. La cafetería queda en silencio lo cual ignoro.
—Genial, hice pasar vergüenza a la pobre. No sé que me paso —se pasa las manos por la cara a punto de echarse a llorar.
Así es Demir, demasiado bueno como para dejar pasar un momento de lujuria donde terminó quedando en mal, pero eso no le importa lo que le importa es haber dejado en vergüenza a la chica.
—Ni yo, pero ni creas que lo hice para salvarte del subdirector que estaba entrando a la cafetería cuando los separé —voltea hacia la entrada donde el susodicho está hablando con un estudiante.
—Joder —vuelve la vista a mí.
—Como te decía, lo hice porque no quería ver porno en vivo —Demir esta pálido y pensativo.
No miento cuando le digo porqué los separe, claro que fue útil ya que si los encuentran así los sancionan a los dos.
—Voy hablar con ella —se levanta y se va por la misma salida que tomo la chica, que está del lado contrario de por donde llego el subdirector de la universidad.
Muchas veces dicen que el hombre denigra terriblemente la mujer, no desmiento eso ya que lo he hecho varias veces y no es como si me enorgulleciera, pero tampoco me pesa ya que antes de que yo las denigrara, ellas lo hacían por si solas. No digo que este bien, pero si quieren respeto que se respetan primero ellas antes de exigirlo.
Tomo el celular que empieza a vibrar en mi bolcillo, veo quien me llama y mi humor cae aun más al ver el nombre de Frederick en la pantalla.
Ayer, antes de irme de la casa de los Beckett, me advirtió que lo esperara despierto porque quería hablar conmigo, pero no le obedecí ya que fue de esas pocas noches en las que puedo conciliar el sueño rápidamente y no lo iba a desperdiciar por una charla con mi padre.
Me levanto y salgo del lugar por la misma puerta por donde salió Demir, para buscar silencio. Contesto en el pasillo casi desierto.
—Espero no te hayas metido en problemas el primer día —pongo los ojos en blanco, me riñe como si fuera un adolecente que está aprendiendo a controlar su temperamento.
—No me hables como si fuera mi primer día en la escuela que no tengo ocho años y, para tu tranquilad, no he golpeado a nadie —rujo para que entienda que no me gusta nada como me habla.
—Mas te vale, te quiero lejos de April y su novio ¿Entendido? —me quedo con una exclamación atorada en la garganta ¿Cómo sabe?
—¿Lo sabías? —grazno.
—Me acabo de enterar, no te ocultaría algo así —y le creo, él fue quien tuvo que soportar mis arranques de furia después de lo que vi.
—Como sea ¿Para esto me llamabas? —inquiero exasperándome.
—No, también quería pedirte, no, exigirte que te comportes de buena manera con la hija de Mauricio —hago una mueca incrédulo ¿Por qué me comportaría bien con esa desequilibrada?
Porque eso es lo que es, una desequilibrada que necesito un psiquiatra urgente. Tropezarla y tirarle el café fue un total accidente y se porto como si le hubiera tirado un embase de porquería encima.
—Claro, si la voy a tratar como una reina —le respondo sarcástico.
—Te hablo en serio, Damien. Debes llevarte bien con la familia Beckett, son la familia de tu padrino y te recuerdo que interactuaremos con ellos mucho y por demasiado tiempo como para que la trates como si fuera sarna —bien, tiene razón, yo tampoco la trate bien en el dichoso almuerzo, pero no lo admitiré.
—Como sea, me lo dices como si la fuera a ver de inmediato —hace silencio y caigo en cuenta, mierda—. Ella está estudiando aquí ¿Cierto? —presiono el dedo índice y pulgar en mi entrecejo, porque este día empeora por cada minuto que pasa.
—Sí, lo que ella necesite se lo facilitas ¿Estamos claros? —no le respondo, en vez de eso, le cuelgo.
No pienso tratarla diferente solo porque mi papito quiero que lo haga, ella está loca y lidiar con locos no está en mi hoja de vida.
En vez de devolverme a la cafetería voy en dirección al baño ya que debo orinar. Entro al baño encontrándolo vacio. Los lavabos están frente a tres cubículos y en la pared del fondo están los urinarios, pero prefiero entrar a uno de los cubículos para hacer lo que vine hacer.
Mientras estoy allí escucho como alguien entra y cierra con pestillo, algo que me hace arrugar el entrecejo, pero no me preocupa ya que si intentan hacerme algo, que no creo, puedo partirles la cara rápidamente y así podría liberar un poco de esta rabia que aun late en mi.
Termino y salgo silenciosamente del cubículo, lo cual no es difícil ya que la puerta no rechina ni hace algún sonido al abrirla.
La visión ante mi me hace ladear la cabeza, creo que me gustara ver esto, así que me quedo muy quieto a la expectativa de si se quitara también el sujetador o lo dejara. Para mi desilusión, lo deja mientras limpia lo que parece salsa para pasta de su abdomen y la cima de sus pechos.
Unos pechos redondos y muy llenos. He visto muchos pechos en mi vida, pero estos aparentan ser perfectos, pero para eso debo verlos por completo. Chasqueo la lengua ante la vista de su abdomen plano, y terso, las manos me hormiguean por tocar
—¿Y el sujetador no se va? —le pregunto, ella levanta la mirada conectándola con la mía a través del espejo que cuelga de los lavabos. Un sonrojo se expando desde sus mejillas hasta el cuello y quiere seguir bajando, respiro profundo.
Verla envuelta en aquel vestido que usó para el almuerzo me provocó una gran curiosidad por ver que había debajo. El vestido le llegaba a mitad de los muslos dejando a la vista unas largas y torneadas pierdas, le ajustaba en la cintura dejando la falda suelta, pero una de las mejores partes era que se le ajustaba a los pechos de manera que dejaba mucho a la imaginación. En ese momento me pregunté si eran reales o si tenía relleno, pero hoy puedo afirmar que si son muy reales. El que el vestido fuera vino tinto no hizo más que resaltar su color de piel y sus ojos azul cielo que intentaron atraparme, pero no me deje.
Ahora solo lleva puesto un pantalón blanco ajustado que le tornea los glúteos de tamaño regular, un sujetador verde agua que iba acompañado de una ombliguera sin tirantes del mismo color y de una camisa transparente de igual color.
—¡Deja de verme los pechos! —habla por fin, bueno, grita como la desequilibrada que es. Ni si quiera me había dado cuenta en qué momento abandone sus ojos para poner mi vista en sus pechos.
—Pides demasiado, niña —eso parece enfurecerla más ya que voltea y pone los brazos en jarra, algo que definitivamente debería agradecerle ya que saca el pecho. Parece darse cuenta pero no flanquea, se queda en la misma posición.
—No me digas niña, animal —le frunzo el ceño volviendo a sus ojos—. Y lárgate —me señala la puerta, cambio el ceño fruncido por una ceja elevada.
—Estas en baño de hombres, Alex —arrastro su nombre, parpadea varias veces.
—No me interesa —se mantiene firme—. Sal que aún no termino —me encojo de hombros, no discutiré con esta desequilibrada.
Me acerco hacia ella, que retrocede hasta que el inicio de sus glúteos golpea contra los lavabos. Me detengo a su lado y me lavo las manos lentamente. Reparo en como su pecho sube y baja aceleradamente.
No me ve, quiere quitarme importancia, pero su sonrojo me indica que está perfectamente consciente de mi cercanía. Me inclino sobre ella, eso la hace encararme y mirarme con los ojos muy abiertos, me acerco hasta que mi mano alcanza el papel que está a su espalda, tomo un pedazo y retrocedo. Ve el papel y luego voltea para comprobar que está ahí.
—Pudiste pedir permiso, Damien —arrastra mi nombre de la misma manera que yo arrastre el suyo.
Bien, es hora de salir antes de que empiece a notarse la tensión que se está levantando en mi entrepierna, la cual no me asusta o me molesta ya que sería casi imposible no obtener ninguna reacción ante la vista de unos lindos pechos, pero por nada más.
—Tú eres la atravesada que está en el baño de hombres —boto el papel en la basura y me volteo dispuesto a irme.
—Y tu el troglodita que no puede pedir algo tan sencillo como es un permiso, digo supongo que tienes suficientes neuronas para entender que eso se dice cuando quieres que alguien se aparte —la encaro con la cabeza inclinada.
—¿Para qué querría yo que apartaras tus pechos de mi vista? —hace una mueca entre indignada y molesta.
—Asqueroso, aparte de troglodita un asqueroso —pongo los ojos en blanco para luego marcharme y dejarla despotricando sola.
Me acomodo lo que se quiere hacer notar en mi entrepierna para que no se note demasiado al llegar a mi siguiente clase.
Alex Beckett es demasiada sugestiva para mi propio bien, he quedado en un acuerdo conmigo mismo de no meterme con locas desquiciadas y Alex es una de esas. Lo mejor es mantenerme a raya porque solo la he visto dos veces —sin contar la vez que le derrame el café ya que esa vez no la detalle— y me la quiero llevar a la cama, pero no. Esta desquiciada, lo puedo sentir cuando se enfurece solo porque le ponga la mirada encima.
Antes de llegar al salón de clases paso por un casillero que me asignaron esta mañana, solo los que no viven en el campus de la universidad tienen este beneficio, saco lo que necesito antes de dirigirme al salón en donde veré clases. Todos los salones de esta facultad son en forma de auditorio, es mejor así.
Volviendo a Alex, antes de irme de su casa le advertí que no se metiera conmigo porque saldría perdiendo y no miento con eso. Ella quiere jugar a quién es más imponente de los dos, un juego en el que yo no perdería y para ganarle no debo jugar limpio; pero me niego a jugar con esa niña. Ella es peligrosa, se le nota en la mirada, en como camina, en como desafía incluso a sus propios padres, yo por ahí no paso.
Veo mi última clase que lamentablemente también veo con April ya que ambos estudiamos ciencias políticas[1], ella va en segundo año, pero toma varias clases de tercero para adelantar y terminar la carrera más rápido.
Antes de irme de la universidad me quedo un rato en la cafetería, que está prácticamente sola, para buscar entre los estudiantes que toman las mismas clases que yo para estar preparado para cuando me encuentre con April. La buena noticia es que solo la tendré que soportar dos días de la semana, días en los que toma la mitad de las clases que yo; la mala noticia es que me doy cuenta que los otros dos días de la semana voy a encontrarme con Alexander Beckett, aunque este no me afecta mucho ya que ni pienso hablarle. El único día que tengo libre de caras que me desagradan, son los viernes que tomo solo una clase y ellos no la ven ya que es opcional y nada tiene que ver con política.
Meto la laptop en la mochila antes de salir de la cafetería para caminar al estacionamiento de la universidad. Veo mi auto, me encamino hacia él y no es hasta que estoy lo suficientemente cerca que la noto. Alex esta recostada del capo del mustang negro, como la última vez, no me nota.
—¿Cómo que no puede venir? —habla por celular— ¿Y cómo me voy? —pausa en la que supongo la persona tras la línea le responde— Hay un problema en tu plan querido padre, no tengo efectivo, me lo gaste en el almuerzo y se me quedo la cartera —no sé qué expresión tiene, pero parece frustrada— No me puede llevar si ya se fue —responde obvia— Olvídalo, ya veré que hago, sino me toca quedarme en el campus —dice rendida— Papá, si no consigo como irme no podre llegar para ayudarla con su pasarela así que no me presionen, te aviso cualquier cosa —es lo último que dice antes de colgar con molestia.
Se pasa las manos por la cara con frustración y entonces me pregunto ¿Qué hago yo viendo a esta desequilibrada en uno de sus ataques en vez de irme a mi casa? Niego con la cabeza mientras le quito la alarma al automóvil, ella se sobresalta quitando su redondo culo de mi capo. Se da la vuelta, cuando me reconoce me ve con hastío.
—¿Problemas, niña? —le pregunto abriendo la puerta del conductor.
—No es tu asunto —se cruza de brazos, inmediatamente veo hacia sus pechos, pero desvío la mirada, ya parezco un pervertido.
Me subo al auto ignorando su respuesta, enciendo el motor dispuesto a irme. El clima es caluroso y húmedo por lo que enciendo el aire acondicionado del auto.
Fijo mi mirada al frente viendo como lleva sus dedos a la boca y se mastica las uñas inexistentes que tiene. Es de esas personas que tiene las uñas muy pequeñas, casi no tiene y aun así se las arregla para arrancar un pedazo. Terminará comiéndose el dedo.
Hago una mueca, tiene una manía que me asquea.
Lleva una ombliguera manga corta de color azul cielo, combina con sus ojos que brillan por el sol.
Pongo retroceso al auto para salir de una vez de la universidad. Una vez lo pongo en posición para no terminar atropellando otro auto, estoy listo para irme…
—Oye —me llama, volteo a verla esta trotando hacia la ventanilla de copiloto— ¿Tú podrías…? —no termina, se detiene a pensarlo mejor.
Pasan los segundos, en vez de llevarse las uñas a la boca se muerde el labio inferior, un labio lleno al igual que el superior, son del mismo grueso, rosados, aparentan ser deliciosos. Sacudo la cabeza alejando esos pensamientos, está desequilibrada, me concentro en ello.
—¿Entonces? —la presiono con aspereza.
—¿Podrías llevarme a mi casa? —no debí presionarla. Suelto una leve risa irónica.
—¿Es en serio? —gruñe haciendo una mueca de desprecio.
—Olvídalo, imbécil naces imbécil te mueres —se da la vuelta, estoy dispuesto a dejarla ir, pero…
—Te llevo, pero calladita —se detiene aún de espaldas—. Rápido que tengo cosas que hacer —se sube sin darme ni una mirada.
Me sé el camino a su casa así que no necesito que me dé indicaciones. Tomo un cigarrillo, lo pongo entre mis labios y lo enciendo sin despegar la vista de la carretera. Siento su mirada en mi cuando suelto la primera bocanada de humo, la nicotina me relaja un poco, pero como ya estoy acostumbrado no hace el efecto que hacia cuando empecé a fumar a los dieciséis.
No deja de mirarme mientras me termino el cigarrillo, al terminarlo lo boto por la ventanilla.
—¿Fumas con mucha frecuencia? —pregunta de un momento a otro.
—Si —no doy más que esa respuesta.
—¿Me regalas un cigarrillo? —eso si me sorprende, pero no lo dejo notar. Asiento hacia la cajetilla que está en el porta vasos, el encendedor cayó en mi muslo derecho porque no quería despegar la vista de la carretera.
Toma la cajetilla, saca un cigarrillo y, dudosa, toma el encendedor de mi muslo pasando sus dedos demasiado lento. Trato de no removerme incomodo. Enciende el cigarrillo y se lo fuma en tiempo record, pero igual me da tiempo de ver como se llevaba el cigarrillo a los labios gruesos, me sorprende como es que no se ahogo con la nicotina.
Nos adentramos a su urbanización después de que vieran que ella estaba conmigo. Saca un chicle y se lo mete a la boca antes de sacar un perfume y rosear un poco de él sobre su cuello. No sé qué perfume será, pero huele a mujer, no es dulce ni cítrico, huele muy bien.
Se baja y empieza a alejarse, voy a dar la vuelta cuando se devuelve.
—Gracias por el aventón, Damien —me sonríe un poco forzada—. Ves como no es difícil tener modales —y ahí está.
Se aleja, no dudo en dar la vuelta para salir de la urbanización e ir camino a casa.
[1] Ciencias políticas: es el estudio de análisis de procesos políticos y gubernamentales. Incluye en estudio de diferentes sistemas de gobierno.
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Nota: Se me había olvidado que tenía que actualizar, o sea llevo más de dos meses sin actualizar ninguna historia y pues nada, ando en las nubes jajajaj.
AQUI ESTE CAPÍTULO QUE AME ESCRIBIR.
Es la primera escena dónde Damien y Alex se acercan tan así, me gustó mucho, pero vienen unas me va a gustar más jajaja.
Aquí me dicen ¿Que tal el capítulo? ¿Cómo ven a estos dos protagonista? Son un poco... ¿Extraños?
A AQUELLAS PERSONITAS QUE ME LEEN GRACIAS Y POR FAVOR SI PUEDEN RECOMIENDEN LA HISTORIA PARA TENER MAS PÚBLICO.
NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR.
~les quiere, Crist.
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