03: Das ist dein name.

Capitulo dedicado a esas amigas mías que me apoyaron y me ayudaron con un par de cositas de esta historia, Willi mi ciela, gracias por el apoyo te adoro; Pau, mi mejor amiga la amo ella siempre me apoya. Buenos este cap se los dedico a ellas, pero aún quedan personas que me están apoyando y a las cuales les voy a dedicar.

Damien.

14 de julio del 2019.

Luz que pega directo a mis ojos cerrados es lo que me despierta, lo cual me extraña ya que en Alemania normalmente siempre está nublado, entierro la cabeza en el colchón para que los rayos del sol no atormenten mi sueño. Sin embargo, ahora no son los rayos del sol lo que impiden que vuelva a caer dormido, es un tintineo extraño, como si alguien estuviera golpeando un vidrio con un objeto puntiagudo.

Gruño antes de levantar la cabeza y abrir los ojos los cuales cierro y vuelvo a abrir tratando de acostumbrarme a la luz. Un pájaro, un pájaro amarillo está golpeando su pico contra mi ventana. Sin pensarlo dos veces tomo la almohada y en un rápido movimiento la aviento hacia la ventana, golpea contra ella, pájaro sale disparado temiendo por su existencia.

Veo la hora en el reloj que está en la mesa de noche, me quedo viéndolo por largos minutos.

¿Por qué hay tanto sol?

¿Por qué había un pájaro en mi ventana si aquí no hay de esos molestos animales?

¿Por qué tengo la sensación de estar olvidando algo?

Es entonces cuando caigo en cuenta de la realidad.

Porque no estoy en Alemania, estoy en Estado Unidos.

Porque no estoy en mi apartamento, estoy en la casa que tenemos en Newark, New Jersey.

Porque debo levantarme para ir a la universidad y arreglar los dichosos papeles de traslado.

Bien, estoy empezando muy nueva vida muy bien.

Gruño antes de levantarme con la intención de ir al baño, pero la puerta de mi habitación se abre deteniéndome.

—Oh, despertaste —no le respondo, retomo mi camino al baño—. El desayuno está servido, apúrate o lle… —cierro la puerta del baño de un golpe seco dejando atrás su voz.

Hago mis necesidades, tomo una ducha, lavo mis dientes y salgo con una toalla rodeándome la cintura y con otra secándome el cabello. Voy hacia el armario, tomo un suéter azul oscuro, jeans negro y unas zapatillas deportivas azules que combinan con el suéter. Me visto rápidamente, tomo mi celular completamente cargado, mi reloj y la billetera.

Bajo las escaleras de la casa yendo directo a la salida.

—Te llevo —me dice llegando hasta la puerta antes que yo, maldigo por lo bajo.

Camino tras él que nos dirige la camioneta que es de su pertenencia, subo de copiloto mientras el da la vuelta y sube de conductor. Me quedo con la mirada fija al frente mientras espero que se digne a conducir y deje de verme como un demente a la espera de que hable.

Suspira vencido antes de encender el motor, arranca conduciéndonos por las calles del centro de Newark, serán poco minutos de estar encerrado en un espacio tan pequeño con él antes de llegar a la universidad. Dos calles antes de llegar detiene el auto en una esquina, tenso la mandíbula porque se lo que quiere y no se lo quiero dar.

—Sé muy bien que la idea de vivir aquí no te molesta, ahora mi gran duda es ¿Qué es lo que te tiene tan de mal humor desde que llegamos? —pregunta pacientemente, me pienso si le respondo o no, al final lo hago.

—No es tu problema mi mal humor, Frederick —respira profundo, estoy seguro de que debe estar contando hasta diez para no explotar.

—Bien, como es obvio que no vas hablar, entonces bájate de mi auto y termina de llegar a la universidad caminando —no me lo pienso dos veces cuando ya estoy saltando fuera de su asquerosa porquería a la que llama auto—, cuando termines ve y compra un auto —cierro la puerta de golpe llamando la atención de los que van caminando por la calle, lo cual me da igual.

Empiezo a caminar antes de que ponga en marcha el vehículo.

No me interesa hablar con él, no quiero escuchar sus sermones y en caso de escucharlos me resbalan porque ya no tiene poder sobre  mí y mi vida, la única razón por la que seguimos viviendo juntos es porque no me cae tan mal y quiero tener el poder de la empresa sino hace mucho tiempo que me hubiera alejado de su viejo trasero.

No son los pensamientos apropiados de un hijo hacia un padre, pero son mis pensamientos y me resbala lo que crean los demás que es correcto.

Meto mis manos en mis bolcillo manteniendo la barbilla alzada y la espalda recta mientras camino. De frente a mi viene una mujer, quizás de unos veinticinco o veintiocho años, no lo sé; mueve las caderas exageradamente y, mientras mantiene la mirada en mis brazos, se muerde el labio de manera sugerente. No le doy mucha atención, pero cuando pasa a mi lado volteo y, si, tiene un gran trasero, quizá, si la vuelvo a ver, le invite un trago.

Vuelvo mi vista al frente justo en el momento en el que un delgado cuerpo choca contra mi pecho. Veo como el café que traía en la mano cae al suelo salpicando mis zapatos. El día va mejorando.

—¡Acaso no ves por donde caminas! —grita exasperada mientras intenta quitarse un poco del café de los brazos.

Siendo otro, pediría disculpas aceptando que es mi culpa, pero ¿Qué hacia ella en medio de mi camino? No le pediré disculpas, me crispa su presencia ya que acaba de manchar uno de mis zapatos favoritos.

Bufo diciéndole que daño mis zapatos. Ella no levanta la mirada y yo no espero a que lo haga, paso de ella siguiendo mi camino, pero me detengo al escucharla decir algunas palabras en lo que reconozco es español, sin embargo no le doy importancia y sigo caminando.

Llego hasta la universidad, voy directo a la facultad de política y entro en la oficina del rector después de haber sido anunciado por su anciana secretaria. El hombre arregla lo que sea que tiene que arreglar, me entrega mis horarios y me pregunta si quiero una habitación en la residencia del campus a lo cual me niego ya que vivo a solo minutos de aquí. Salgo sin decir adiós y dejándolo con la palabra en la boca.

Me ocupo de recorrer la facultad para que el lunes no esté preguntando a desconocidos hacia donde debo ir para mis clases. Salgo de la universidad, voy hacia una cafetería cercana y pido un desayuno ligero. Al terminar pido un Uber al que le doy la dirección de un lugar donde venden buenos autos.

Sé bien que es lo que quiero por lo que no tardo demasiado tiempo en comprar un Mustang negro con vidrio polarizados el cual será entregado en veinticuatro horas en mi casa con todos sus papeles. Pago el auto con mi tarjeta de crédito sin límite. Salgo del lugar y me subo al mismo Uber que ha estado esperándome todo este rato.

A mi celular llegan varias notificaciones de un grupo de Facebook en el soy  participante ya que es el grupo de la universidad a la que asistía en Alemania. El chisme de mi partida corrió rápido, muchas chicas se lamente de haber perdido al mejor polvo de la universidad mientras otros chicos dicen que ya no podrán arreglar sus notas conmigo y otras tontería que no me interesan, salgo del grupo para no tener que recibir este tipo de notificaciones

Como no me interesa nada ni nadie de lo que he dejado en Alemania, cambie mi numero celular y ahora solo tengo algunos contactos importantes, entonces no entiendo como mi prima política, Claudia, tiene mi numero y me está mandando fotos de sus pequeños pechos desnudos, la bloqueo de inmediato y borro las imágenes que no hacen más que ocupar memoria en mi celular.

Llego a la casa, le pago al Uber y salgo del auto sin decir nada, con mis llaves abro la puerta, la cierro al entrar y antes de poder seguir mi camino me detengo al escuchar una risa que no es la de Frederick ni de ninguna persona que tenga acceso a la casa. Camino hasta la sala donde lo encuentro hablando con la chica de la limpieza, que es mayor que él, y parece estar coqueteándole porque tiene las mejillas rojas.

—¿Qué haces aquí? —corto la conversación que mantenía con la chica.

La muchacha se disculpa y vuelve a trabajar mientras Demir me observa de pies a cabeza. Una sonrisa extasiada se extiende por su rostro antes de venir con los brazos estirados hacia mi ¿Qué pretende? ¿Un abrazo? Me hago a un lado cuando esta cerca y voy al sofá donde me siento y extiendo mis largas piernas buscando comodidad.

—No has respondido mi pregunta— le acuso mientras tomo el control remoto y le doy a un botón para que deje que una pintura, que está colgada en la pared, se haga a un lado y deje a la vista el televisor pantalla plana que le exigí a Frederick instalara en la sala.

Ríe antes de sentarse en el sofá de dos plazas y subir sus sucias botas a él, le lanzo un cojín a la cara para que las baje, no lo hace.

—Papá los vio llegar ayer en la noche cuando llego del trabajo, quise venir, pero no me dejaron así que llegue hace como tres horas y no estabas —se queda con la vista clavada en el televisor mientras paso los canales—. ¿Dónde estabas? —pregunta después de un rato.

—No es tu problema —respondo en automático.

—Pero igual me dirás porque soy tu único amigo en el mundo —hago una mueca asqueado ante sus palabras.

—¿Quién dijo que eras mi amigo? —le pregunto dejando el canal de debates políticos estadounidenses.

—Tú —se encoje de hombros.

—¿Cuando? —inquiero extrañado.

—Hace siete años cuando también dijiste que me extrañarías —lo recuerdo, estaba ebrio un día antes de que nos fuéramos a Alemania.

—Eso no cuenta, estaba ebrio y han pasado muchos años desde eso —argumento.

—Dile eso a los mensajes de hace una semana que nos estuvimos enviando —saca su celular y me muestra nuestro chat.

—Eso no quiere decir que seamos amigos y ya cállate que no me dejas escuchar el debate —le ordeno, el se encoje de hombros antes de concentrar toda su atención al celular.

El programa de debates dura una hora, en esa hora Demir va a la cocina prepara sándwiches, también palomitas de maíz y saca unas sodas del refrigerador, todo como si estuviera en su casa. Me da de todo lo que come o toma, no me niego ya que soy una persona que come mucho en el día. Cuando apago el televisor dispuesto a irme a mi habitación y dormir un poco Demir se viene detrás de mí contándome algo sobre un caso ficticio que se ha inventado para demostrarme todo lo que ha aprendido de leyes en los últimos dos años.

Casi le tranco la puerta en la cara, pero es más rápido y entras sin siquiera preguntar, se tira en la cama y me sigue dando sus argumentos de por qué deben meter a la cárcel a un hombre que ha abusado psicológicamente de su hija y muchas cosas más a las que no les presto atención.

Me acuesto en la cama dándole la espalda, pero él sigue hablando, cuando me pregunta algo le gruño, así pasamos tres horas él hablando y yo gruñendo. Para cuando son las dos de la tarde estoy a punto de patearlo fuera de mi habitación, de mi casa y de mi vida por ser un total fastidio, pero entonces se calla y se queda así por largos minutos. Volteo a verlo con la esperanza de que se muriera por falta de aire debido a que habla demasiado.

Solo tiene la mirada fija en el techa con el ceño fruncido.

—¿Y a ti qué? —le pregunto sin mucho interés de saber sus malestares.

—¿Por qué volviste? Habías dicho que jamás lo harías, que estabas bien en Alemania —dirige sus ojos marrones a los míos.

Varios mechones de su cabello negro y ondulado le caen sobre los ojos por lo que debe pasarse la mano por ellos para apartarlos.

Me acomodo de tal manera que quedo boca arriba y con los brazos flexionados tras la nuca.

—Frederick lo propuso y no me pareció mala idea, era esto o quedarme en Alemania siendo la burla de toda la universidad —le respondo con amargura.

—Así es mejor —dice animado—, podremos recuperar el tiempo perdido, es más, te invito al cine —se levanta de la cama con mucha energía—, pero primero almorcemos que voy a morir de hambre, mis padres te invitaron a comer en casa por lo que le dije a la cocinera que no hiciera nada —le lanzo una mirada filosa.

No replico ni me quejo, igual ya tengo hambre y, por lo que recuerdo, los padres de Demir cocinan bien. Me levanto de la cama y nos vamos a su casa.

***

De haber sabido cual era la gran película que veríamos me hubiese quedado en casa ayudando a Frederick con la empresa.

Pero estoy aquí, en la sexta fila de la sala de cien, viendo una película animada de lo más infantil. Hay niños y niñas riendo por las payasadas que hacen y eso solo me exaspera más de lo que ya estoy. Demir ríe como un niño ante una de las escenas. Lo bueno es ya está terminando y podre golpear a mi supuesto amigo cuando salgamos de aquí.

La película termina y soy el primero en salir, me toca esperar al infantil de mi acompañante ya que le pareció buena idea entablar una conversación con una pequeña niña de trenzas doradas, están hablando de la película.

—Demir —lo llamo con los dientes apretados—, vámonos que quiero golpearte y no lo puedo hacer frente a la niña —él se niega a dejar su conversación con la pequeña, pero meto una excusa y lo jalo fuera del cine.

Una vez afuera y fuera de la vista de niños, le doy un golpe en la nuca que lo tiene quejándose todo el camino de regreso a casa.

—Eres un salvaje y no sabes apreciar los dibujos animados —se sigue quejando.

—Cállate ya o te hare tragar esa camisa tan fea que llevas puesta —se ve la camisa azul con flores amarillas más fea que he visto en mi vida.

—Pero si es muy alegre —lo ignoro.

Llegamos a nuestras casas, entro a la mía dejándolo con la despedida en la boca. Voy a la cocina por un refresco, me encuentro con Frederick que esta cenando en la isla y, a la vez, revisa unos documentos por la laptop.

Mi padre y yo no tenemos la mejor relación de todas, no es como si me hubiera hecho algo malo, tampoco lo odio, pero me gusta tener el control de mi vida y es algo que él ha querido arrebatarme con el tiempo, sin embargo, no lo he dejado.

En Alemania vivíamos en un apartamento en pleno centro, yo llegaba a la hora que se me diera la gana y él no decía nada, pero ayer, cuando llegamos aquí, me puso toque de queda ¿Cree que tengo diecisiete años o qué? Por si no se ha dado cuanta, tengo veintidós y sigo viviendo con él porque no me quiere dejar vivir solo y porque, argumenta, que debemos estar cerca para yo poder aprender a manejar la empresa como se debe.

Voy a salir de la cocina, pero me llama deteniéndome.

—Mañana tenemos un almuerzo en casa de tu padrino, no quiero llegar tarde así que espero estés listo a las doce en punto —me informa sin despegar la vista de la pantalla de la laptop.

Was ist, ween ich nicht gehen will? —pregunto en alemán, desafiándolo.

«¿Y si no quiero ir?»

Es ist kein vorshlag oder eine anfrage, du wirst gehen punkt. —me lanza una mirada severa que no me hace titubear—. Sie werden sich benehmen sie werden höflich sein und sie werden aufhören auf alles zu antworten was ich lhnen sage, Verstanden, Edwin?—cierro las manos en puños y tenso la mandíbula.

«No es una propuesta ni una petición, vas a ir y punto. Te comportaras, seras educado y dejaras de replicar a cada cosa que te diga ¿Entendido, Edwin?»

Sag mir nicht Edwin. —rujo.

«No me digas Edwin»

—Das Ist dein name —vuelve la vista a la laptop—. Ve a dormir, ya es tarde y para la próxima vez que vayas a llegar a media noche ten la decencia de decírmelo —vuelve al inglés.

«Es tu nombre»

Me retiro sin decirle nada. Quiere controlarme y no lo va a lograr

Entro a mi habitación, me quito el suéter y el jean dejándolo en la cesta de la ropa sucia. Tomo un short y sin nada más que mi laptop salgo al balcón. Me siento en la silla, subo mis pies a la mesa de centro y entro a mi email para revisar de que trata el trabajo que me asigno mi padre ayer antes de venirnos a América.

Sencillo, solo debo hackear el sistema de seguridad de la casa  de un político, esto para verificar que el programa instalado no tenga fallas.

Intento hacer que el sistema caiga de diferentes maneras, pero nada funciona. Busco puntos débiles, encuentro uno, pero resulta ser un caballo de Troya, las alarmas se activas el sistema intenta localizarme, trato de evadirlo de mil formas y, al final, me atrapan. Es como jugar un videojuego ilegal, pero con la ventaja de que, al saber quién soy, me dejan tranquilo ya que saben que lo hago es por trabajo y no por querer irrumpir en su privacidad.

Certifico que todo está correcto, a las dos de la madrugada es que apago la laptop, pero no tengo sueño. Insomnio, nada nuevo en mí. Tanteo en la mesa en busca de una cajeta de cigarrillos que recuerdo haber dejado aquí anoche, la tomo junto al encendedor, me llevo el cigarrillo a los labios y, al encenderlo, le doy una larga calada.

Me fumo tres cigarrillos antes de ir a la cama a intentar conciliar el sueño, es a las cuatro de la madrugada que logro quedarme dormido.

A la mañana siguiente me despierto del peor humor de todos. Frederick me despertó a las diez de la mañana diciendo que si no me levantaba me echaría un balde de hielo encima y le creo, una vez lo hizo.

Prácticamente me hace vestirme como le da la gana porque debo ir presentable a conocer a la familia de mi padrino. Él va vestido con un traje gris, con corbata del mismo color mientras yo llevo un traje negro, sin corbata, con la camisa llevando los botones de arriba desabrochados y unos zapatos a juego con el traje.

Me veo bien, muy bien, pero me parece mucho protocolo para un simple almuerzo con mi padrino.

Ni si quiera me deja desayunar porque “ya vamos tarde” según él.

Llegamos a una urbanización cerrada, bastante sofisticada, pero nos detenemos en la casa más pequeña, bueno, no es pequeña, pero comparada con las demás mansiones, lo es.

Nos bajamos del auto y un señor, que reconozco como mi padrino, abre la puerta de la casa.

Genial, aquí vamos a hacer algo que no me interesa ni me interesará
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Nota: Damien en galería.

Aquí sus opiniones de este... Señor, lo pondré así jajajaa

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